Confieso que la semana pasada comí en un restaurante vegano.
¡Por favor no me linchen, amados y carnívoros lectores, orgullosos de sus raíces norteñas y expertos en encender carbón los domingos! Juro que no me he convertido a tal culto gastronómico, cuyos adeptos son más intensos que Testigos de Jehová vendiendo Atalayas.
Deberán comprender que soy un individuo tragón, magnánimo y de panza y fundillo aventureros, que le brinda oportunidad a todo tipo de platillos de entrar en este divino y cuasi perfecto organismo ojiverde, snif. Yo no discrimino ningún alimento: ni siquiera lo vegano, por más mamertos que sean los seguidores de esta práctica alimenticia.
Quise darme la oportunidad de ir porque, saliendo de la sala de cine en donde se proyectó La Danza de la Realidad -último filme de Alejandro Jodorowsky-, escuché a un compa platicar sobre el mentado restaurante este, y me llamó mucho la atención el concepto que describía. Cabe destacar que abrir un restaurante de este giro en una ciudad carnívora, como Monterrey, es una empresa arriesgadísima, y admiro a quienes se avientan a hacerlo; y los admiro aún más cuando su concepto es "novedoso", pues el riesgo es doble.
¡Por favor no me linchen, amados y carnívoros lectores, orgullosos de sus raíces norteñas y expertos en encender carbón los domingos! Juro que no me he convertido a tal culto gastronómico, cuyos adeptos son más intensos que Testigos de Jehová vendiendo Atalayas.
Deberán comprender que soy un individuo tragón, magnánimo y de panza y fundillo aventureros, que le brinda oportunidad a todo tipo de platillos de entrar en este divino y cuasi perfecto organismo ojiverde, snif. Yo no discrimino ningún alimento: ni siquiera lo vegano, por más mamertos que sean los seguidores de esta práctica alimenticia.
Quise darme la oportunidad de ir porque, saliendo de la sala de cine en donde se proyectó La Danza de la Realidad -último filme de Alejandro Jodorowsky-, escuché a un compa platicar sobre el mentado restaurante este, y me llamó mucho la atención el concepto que describía. Cabe destacar que abrir un restaurante de este giro en una ciudad carnívora, como Monterrey, es una empresa arriesgadísima, y admiro a quienes se avientan a hacerlo; y los admiro aún más cuando su concepto es "novedoso", pues el riesgo es doble.
Será que los pocos restaurantes vegetarianos que he visitado -aquí y en el extranjero- no me han dejado un muy buen sabor de boca. Si acaso un local etíope al que acostumbraba ir en Toronto por lo barato y condimentado de sus platillos; pero fuera de ese lugar, los restaurantes vegetarianos -o veganos- me cagan. Empezando por los nombres con que los bautizan, siempre queriendo hacerlos parecer templos llenos de místicismo: con su decoración hinduista retacada de estatuas de Ganesha, posters de Vishnú y demás monos azules con chingos de brazos; los insoportables y repetitivos cánticos hare krishnas de fondo -quesque para crear un ambiente "de meditación"- y el intenso olor a incienso y loción Siete Machos, que arruina el sabor de cualquier alimento.
Recuerdo en particular una experiencia, tal vez la gota que derramó el vaso: pedí amablemente a la dueña de un establecimiento vegano que me calentara la insípida lasaña de espinacas con elote que había pedido, pues estaba helada, y me respondió muy amablemente que no tenía microondas porque "sus radiaciones matan la energía viva del alimento". De ese pelo la mamada, chavos. Me dijo que tampoco tenía horno eléctrico y no quiso encender el horno de gas para calentar un solo plato porque, pues, ya saben: le hace daño al planeta. Por lo tanto quedé ciscado de estos lugarcitos onda secta ecológica/religiosa/mamona/del-fin-del-mundo, prefiriendo, ¡por mucho!, pastar en el camellón frente a mi casa cada que quería "comer fuera y sano".
Pero bueno, como les decía, le di -y me di- la oportunidad de ir al mencionado restaurante, y, honestamente, fue una experiencia muy agradable; una vivencia más allá de los tres sentido que requiere el arte del buen comer. Neta que sí. Y no es mame vegano.
¿Que por qué fue una experiencia tan enriquecedora? ´Ora lo verán.
Para empezar, el lugar en el que está ubicado el restaurante: adentro de un taller mecánico. Sí, señoras y señores: ¡adentro de un taller mecánico que atiende Pancho el enamorado de Adela Noriega en la telenovela Quinceañera! No es cierto esto último, pero sí está en un taller mecánico en el corazón del municipio de San Pedro. Por eso el nombre: Taller Vegánico (sí, está un poco hipster el nombre, pero qué se le va a hacer).
Para no echarles más rollo quesque sibarita, resumo: el mobiliario, el patio con vista al taller, adornado con macetas colgantes; la selección de música: sin cánticos harekrishnas, ni mantrams ni mamadas de ésas; la amable atención y recomendaciones de los que ahí laboran, sin las poses mamaertas típicas de la mayoría de los veganos; el menú, los sabores -unos frijoles charros que saben a frijoles charros con cueritos, chorizo y pata de puerco sin tener nada de esto-, la diversidad de productos naturales, orgánicos y pa´bien cagar que venden en las estanterías; y la inquietante manada de leones de yeso acechando en la parte alta del taller... Todo. Por eso digo que visitar ese lugar es una experiencia completa.
Comimos dos burritos de coliflor, champiñones, cebolla y aguacate; un sándwich de betabel con pesto de espinacas en pan negrísimo; dos aguas –una de sandía y otra de alfalfa con pepino- un postre de nueces de la India con higos y esos frijoles a la charra que en verdad sabían a frijoles a la charra. Todo por $270 pesos. Hasta eso: no están chiflados con los precios; por eso también me gustó, jejeje.
Recuerdo en particular una experiencia, tal vez la gota que derramó el vaso: pedí amablemente a la dueña de un establecimiento vegano que me calentara la insípida lasaña de espinacas con elote que había pedido, pues estaba helada, y me respondió muy amablemente que no tenía microondas porque "sus radiaciones matan la energía viva del alimento". De ese pelo la mamada, chavos. Me dijo que tampoco tenía horno eléctrico y no quiso encender el horno de gas para calentar un solo plato porque, pues, ya saben: le hace daño al planeta. Por lo tanto quedé ciscado de estos lugarcitos onda secta ecológica/religiosa/mamona/del-fin-del-mundo, prefiriendo, ¡por mucho!, pastar en el camellón frente a mi casa cada que quería "comer fuera y sano".
Pero bueno, como les decía, le di -y me di- la oportunidad de ir al mencionado restaurante, y, honestamente, fue una experiencia muy agradable; una vivencia más allá de los tres sentido que requiere el arte del buen comer. Neta que sí. Y no es mame vegano.
¿Que por qué fue una experiencia tan enriquecedora? ´Ora lo verán.
Para empezar, el lugar en el que está ubicado el restaurante: adentro de un taller mecánico. Sí, señoras y señores: ¡adentro de un taller mecánico que atiende Pancho el enamorado de Adela Noriega en la telenovela Quinceañera! No es cierto esto último, pero sí está en un taller mecánico en el corazón del municipio de San Pedro. Por eso el nombre: Taller Vegánico (sí, está un poco hipster el nombre, pero qué se le va a hacer).
¿Querían aventura extrema? Pues éste es el restaurante. |
Comimos dos burritos de coliflor, champiñones, cebolla y aguacate; un sándwich de betabel con pesto de espinacas en pan negrísimo; dos aguas –una de sandía y otra de alfalfa con pepino- un postre de nueces de la India con higos y esos frijoles a la charra que en verdad sabían a frijoles a la charra. Todo por $270 pesos. Hasta eso: no están chiflados con los precios; por eso también me gustó, jejeje.
Pero bueno: ya no les pongo más fotos. Mejor vayan y compruébenlo ustedes mismos. Aquí su página.
13 comentarios:
Esos leoncillos se me hacen conocidos, jejeje. Oye ¿pero no huele mucho a taller mecánico? ya sabes: aceite, humo, etc. Por lo que veo en una foto esta junto con pegado. Aún así suena muy bien, ya lo tengo en mi lista de lugares pa' ir a comer.
Recuerdo hace algunas semanas que estaba cerca de ahí, vi este restaurante y me entraron ganas de visitarlo, no lo hice por dos motivos:
1. Pensé que era un concepto mamerto como suelen ser este tipo de restaurantes.
2. Había mucha gente y pensé que seguramente se debía a que se trataba de uno más de los lugares hipsters en San Pedro.
Así que seguí de largo. Creo que lo visitaré a la primera oportunidad que tenga.
Además de toda la mamer pose que luego suelen tener los veganos, otra de las cosas que me causa conflicto es su hipocresía, por así decirlo.
Chorizo vegano sabe a chorizo pero no tiene carne, sabe a cueritos pero sin serlo o sea, neta si quieren sus pinches vegetales, atragántense de vegetales y si quieren carne, traguen carne, pero no mamen con sus imitaciones por que les gusta el sabor de la carne pero no la carne... me suena a hipocresía, no sé, tu ¿qué opinas?
Suena aceptable. Sobre todo por no estar saturados de los clichés veganos que ya mencionaste, los cuales ya hartaron a más de uno.
Paztor: Fíjate que no noté el olor, a pesar de que está adentro del taller, que, por cierto, se ve muy limpio. No vi manchas de aceite o combustible por ningún lado. De hecho, la Cervecería Bocanegra tiene ahí una bodega, dentro del taller. Es un lugar muy curioso, lo rentan para distintos giros.
Julio: Me comentaron que entre 4 y 7 está muy tranquilón, porque, por lo que escuché, sí está teniendo mucho éxito. Cuando yo fui nomás había dos mesas y la mía. El servicio estuvo personalizado y rápido. Date la vuelta. Vale la pena.
Alejandro: Creo que el conflicto del vegano es más con los derechos de los animales y la salud, no tanto con "el sabor de la carne", ¿no? Esos frijoles a la charra veganos eran una maravilla.
Alexander: Sí, vale mucho la pena ir. Date la vuelta. No te vas a arrepentir.
Ya que estás en el mood, puedes probar en el 8 y 8, en la María Luisa. Está muy rico también y sin misticismos ni cosas de ésas que no te gustan.
Diana: Muchas gracias por la recomendación. Ya lo googleé pero no me aparece :( ¿Por dónde está o cómo llego?
Aquí está, Guffo. Dirección y teléfono:
https://es.foursquare.com/v/ocho-y-ocho-monterrey/5287f26111d23392419b6f82
Ups, era con letra. Ocho y ocho.
https://www.facebook.com/ochoyochoespacio
He venido por primera vez a su blog. Me gusta, tanto en su diseño como en lo que escribes. Me apunté como seguidor suyo y lo invito a que venga a mi blog, se apunte de seguidor para quedar enlazados y seguirnos comunicando.
Definitivamente el fanatismo es una de esas cosas que le da en la madre a todo...
Que bueno que aquí la onda sea diferente, si bien no lo hace a uno querer ser vegano cuando menos dan ganas de probar...
Gracias por compartir la experiencia.
Saludos...
$270 pesos. ¿por cuántas personas?
Anónimo: Dos personas. Pero yo creo que con menos dinero comen. Yo hubiera quedado lleno con menos comida, pero quise probar varias cosas. La verdad están muy bien servidos los platos. Yo le calculo que con entre $80 y $120 pesos comes bien.
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