En 10 años que llevo dibujando y publicando caricatura política diariamente, hacía rato que no me censuraban una. Ayer sábado fue uno de esos días.
La caricatura habla del Alcalde Adalberto Madero, quien renovó contratos por 5 años a una empresa de publicidad panorámica, quienes se la pasan talando árboles en camellonoes y avenidas de la ciudad para que se vean sus horrendos anuncios.
Aquí está la caricatura:
Chequén este video y comprueben que nuesto edil realmente padece de sus facultades mentales. No es burla ni broma ni falta de respeto, es en serio.
En otras cosas...
Algo que nunca había hecho: Ir al mercadito que se pone los domingos por mi casa y comprar tunas.
Tunas y cerveza: el desayuno, la comida y la cena de los campeones, como yo.
Noticia: Ya salió el número 9 de ¡#$%&! Cómics, con portada de la raza de La Purgatoria, que se une a nuestro equipo.
Trabajos que me gusta hacer y que tenía mucho de no hacer y ahora que no tengo tiempo de hacer me los ofrecen y como quiera los hago: Storyboards para ImperCrest. He aquí algunos cuadritos:
Mensaje cachondo de la semana.
"Amor es: podértela jalar pensando en cualquier mujer y, sin embargo, jalártela pensando en la tuya".
Buen inicio de semana.
domingo, junio 29, 2008
jueves, junio 26, 2008
Fábulas del mundo gris 3
Los empleados se fueron. Estoy a punto de cerrar el negocio. Falta hacer el corte de caja, cosa que nunca hubiera imaginado que alguna vez haría en mi vida.
De pronto llega un cliente y pregunta si ya cerramos, pues una de las cortinas metálicas está abajo y con candado. Le digo que no; que pase; que será un gusto atenderlo. El cliente compra como 600 pesos de cajas. Cuarenta de una misma medida. Me ofrezco ayudarle a subirlas a su coche. Me lo agradece. Mientras subo el pedido, veo que llega otro cliente. Una señora. Baja de su auto y se dirige al negocio. Antes de que abra la puerta, y aplicando las hermosas enseñanzas que adquirí de la capacitación y el curso de inducción para operar una exitosa franquicia y hacer sentir bien a los clientes, le digo:
-Buenas tardes, señora, en un momentito la atiendo.
Y que se prende la pinche araña.
-Achis, ¡pues ni que te fuera a robar algo, pendejo! ¿Qué te crees, eh?
Cargando 20 cajas apiladas entre mis brazos de He-Man, y algo sudoroso, no puedo evitar poner mi cara de pendejo, esa que sólo uso los domingos para que no se gaste. Estaba petrificado, al igual que el señor. “Entendió mal lo que dije”, razono para mis adentros, e intento decirle de nuevo mi frase ensayada:
-No señora, nada más le digo que en un…
-Ya no me digas nada, pendejo, ¿qué crees que soy?
Hasta el señor que me compró las cajas trató de calmarla, pero salió pedorreado el pobre.
-Permítame tantito, señor –le digo al cliente, mientras pongo sus cajas en el piso y me dirijo con la señora, que ya se estaba subiendo al coche.
Por la ventana del copiloto, trato de explicarle lo inexplicable, y le pido que me explique en dónde estuvo la ofensa.
-Qué buena política, eh, mijo; qué buena política de negocios traen… así sí van a vender mucho, eh –me dice de la manera más sarcástica que puede.
Me doy la media vuelta y pienso: “Una señora con pelo de cachirulo hablándome de políticas empresariales. El mundo está muy mal”. Vuelvo con el señor. Le pido una disculpa por hacerlo esperar. Me dice que no me preocupe: pinche vieja loca. De la veterinaria de a lado sale la secretaria, un doctor y mi madre al escuchar el escándalo. Mi madre le dice a la señora que no sea grosera. La señora con pelo de cachirulo le grita furiosa:
-¡Tú cállate! ¡De seguro eres la amante de ese pendejo (o sea yo, snif)!
Lo único bueno, aparte de la venta, fue que esa señora (la de pelo de cachirulo) me recordó por qué no soporto esta ciudad ni a la mayoría de su gente. Un punto más para pensar en un retiro pronto y alejado –muy alejado- de aquí.
El señor trata de darme una propina jugosa porque, creo yo, siente que por su culpa perdí una venta, pero no se la acepto.
-Gracias por comprar en EM-PACK. Vuelva pronto –le digo, como nos enseñaron en la capacitación del DF para tener una franquicia exitosa con clientes felices y satisfechos.
De pronto llega un cliente y pregunta si ya cerramos, pues una de las cortinas metálicas está abajo y con candado. Le digo que no; que pase; que será un gusto atenderlo. El cliente compra como 600 pesos de cajas. Cuarenta de una misma medida. Me ofrezco ayudarle a subirlas a su coche. Me lo agradece. Mientras subo el pedido, veo que llega otro cliente. Una señora. Baja de su auto y se dirige al negocio. Antes de que abra la puerta, y aplicando las hermosas enseñanzas que adquirí de la capacitación y el curso de inducción para operar una exitosa franquicia y hacer sentir bien a los clientes, le digo:
-Buenas tardes, señora, en un momentito la atiendo.
Y que se prende la pinche araña.
-Achis, ¡pues ni que te fuera a robar algo, pendejo! ¿Qué te crees, eh?
Cargando 20 cajas apiladas entre mis brazos de He-Man, y algo sudoroso, no puedo evitar poner mi cara de pendejo, esa que sólo uso los domingos para que no se gaste. Estaba petrificado, al igual que el señor. “Entendió mal lo que dije”, razono para mis adentros, e intento decirle de nuevo mi frase ensayada:
-No señora, nada más le digo que en un…
-Ya no me digas nada, pendejo, ¿qué crees que soy?
Hasta el señor que me compró las cajas trató de calmarla, pero salió pedorreado el pobre.
-Permítame tantito, señor –le digo al cliente, mientras pongo sus cajas en el piso y me dirijo con la señora, que ya se estaba subiendo al coche.
Por la ventana del copiloto, trato de explicarle lo inexplicable, y le pido que me explique en dónde estuvo la ofensa.
-Qué buena política, eh, mijo; qué buena política de negocios traen… así sí van a vender mucho, eh –me dice de la manera más sarcástica que puede.
Me doy la media vuelta y pienso: “Una señora con pelo de cachirulo hablándome de políticas empresariales. El mundo está muy mal”. Vuelvo con el señor. Le pido una disculpa por hacerlo esperar. Me dice que no me preocupe: pinche vieja loca. De la veterinaria de a lado sale la secretaria, un doctor y mi madre al escuchar el escándalo. Mi madre le dice a la señora que no sea grosera. La señora con pelo de cachirulo le grita furiosa:
-¡Tú cállate! ¡De seguro eres la amante de ese pendejo (o sea yo, snif)!
Lo único bueno, aparte de la venta, fue que esa señora (la de pelo de cachirulo) me recordó por qué no soporto esta ciudad ni a la mayoría de su gente. Un punto más para pensar en un retiro pronto y alejado –muy alejado- de aquí.
El señor trata de darme una propina jugosa porque, creo yo, siente que por su culpa perdí una venta, pero no se la acepto.
-Gracias por comprar en EM-PACK. Vuelva pronto –le digo, como nos enseñaron en la capacitación del DF para tener una franquicia exitosa con clientes felices y satisfechos.
miércoles, junio 25, 2008
Piropos que nunca debí haber dicho
Me aventuro a romper el hielo:
- ¿Nunca te han dicho que te pareces a La Mapacha de Big Brother?
- ...... -el silencio se vuelve incómodo y sus ojos se transforman en dos violentos "chingatumadre".
- ¿Quéee? A mí la Mapacha se me hace guapilla... -respondo de la manera más honesta que puedo.
- ¡No mames! ¡Te mamaste! Ahora sí me hiciste sentir de la chingada. Compararme con esa pinche vieja naca, corriente, sobreactuada, vulgar, chichis de limón exprimido, negra, cara de macuarra...
"Mejor no le platico que en el baño de mi depa tengo la Playboy donde salió encuerada", pienso para mis adentros, mientras sus insultos me golpean la cara de pendejo que siempre pongo cuando me cagotean.
Snif.
- ¿Nunca te han dicho que te pareces a La Mapacha de Big Brother?
- ...... -el silencio se vuelve incómodo y sus ojos se transforman en dos violentos "chingatumadre".
- ¿Quéee? A mí la Mapacha se me hace guapilla... -respondo de la manera más honesta que puedo.
- ¡No mames! ¡Te mamaste! Ahora sí me hiciste sentir de la chingada. Compararme con esa pinche vieja naca, corriente, sobreactuada, vulgar, chichis de limón exprimido, negra, cara de macuarra...
"Mejor no le platico que en el baño de mi depa tengo la Playboy donde salió encuerada", pienso para mis adentros, mientras sus insultos me golpean la cara de pendejo que siempre pongo cuando me cagotean.
Snif.
martes, junio 24, 2008
Fábulas del mundo gris 2
Prácticamente vivo en la parte de atrás de un negocio de cajas de cartón. Al fondo de la bodega, entre las enormes estanterías tubulares que sostienen los productos y los pasillos impregnados de un aroma a aserrín, hay una puerta. Mi casa/oficina. Si tuviera cama, regadera y un pequeño hueco en la pared a manera de ropero, de seguro ahí dormiría.
Por las mañanas, cuando llego y el almacén está apagado, imagino que recorro el Cementerio de los Libros Olvidados de las novelas de Ruiz Zafón. Imagino que las cajas apiladas verticalmente y recargadas unas contra otras son volúmenes gigantescos de textos milenarios o libros de conjuros mágicos. Tengo que alucinar desde muy temprano para que mi cerebro no se vuelva acartonado por pasar tanto tiempo en este lugar.
Traspaso la puerta y enciendo la luz. El pasillo de la bodega toma un look de thriller cinematográfico que me eriza los pelitos de la nuca. Agarro del escritorio mi flexómetro, el cutter y mi radio, me los acomodo en el cinturón e imagino que es el cinturón de Batman o Han Solo.
Afuera, la gente se dirige al trabajo, a dejar a sus hijos a la escuela, a conseguir un empleo, a velar a algún familiar, a pagar una deuda interminable al banco, a asesinar, chantajear, secuestrar o robar a alguien que, a veces, ni la debe ni la teme.
Miro la estampida de fierros retorcidos rodar sin avanzar sobre el asfalto y no pierdo la esperanza de que alguien -sólo uno- vaya en camino sin regreso a otro lugar que no sea esta ciudad; alguien que vaya a hacerle el amor a una mujer que lo vuelve loco, a recibir una buena noticia, a cumplir un sueño o, simplemente, alguien que esté pensando en comprar un moño, un metro de burbuja con aire, algunos kilos de película estirable o varias cajas para archivar papeles para que salga el gasto de mi día.
Suena la alerta del radio: “¡Bip, bip!”. Alguien me llama. Al contacto de mi mano con el aparato sujetado a mi cintura, imagino que es un sable de luz Jedi. Después de oprimir el botón y contestar con un “Adelante”, todos los villanos intergalácticos a los que me iba a chingar con mi espada láser se desvanecen y vuelve la realidad.
Tengo que mantenerme imaginando desde muy temprano para que mi cerebro no se vuelva cuadrado, como las cajas que acechan todo el día a mis espaldas.
Por las mañanas, cuando llego y el almacén está apagado, imagino que recorro el Cementerio de los Libros Olvidados de las novelas de Ruiz Zafón. Imagino que las cajas apiladas verticalmente y recargadas unas contra otras son volúmenes gigantescos de textos milenarios o libros de conjuros mágicos. Tengo que alucinar desde muy temprano para que mi cerebro no se vuelva acartonado por pasar tanto tiempo en este lugar.
Traspaso la puerta y enciendo la luz. El pasillo de la bodega toma un look de thriller cinematográfico que me eriza los pelitos de la nuca. Agarro del escritorio mi flexómetro, el cutter y mi radio, me los acomodo en el cinturón e imagino que es el cinturón de Batman o Han Solo.
Afuera, la gente se dirige al trabajo, a dejar a sus hijos a la escuela, a conseguir un empleo, a velar a algún familiar, a pagar una deuda interminable al banco, a asesinar, chantajear, secuestrar o robar a alguien que, a veces, ni la debe ni la teme.
Miro la estampida de fierros retorcidos rodar sin avanzar sobre el asfalto y no pierdo la esperanza de que alguien -sólo uno- vaya en camino sin regreso a otro lugar que no sea esta ciudad; alguien que vaya a hacerle el amor a una mujer que lo vuelve loco, a recibir una buena noticia, a cumplir un sueño o, simplemente, alguien que esté pensando en comprar un moño, un metro de burbuja con aire, algunos kilos de película estirable o varias cajas para archivar papeles para que salga el gasto de mi día.
Suena la alerta del radio: “¡Bip, bip!”. Alguien me llama. Al contacto de mi mano con el aparato sujetado a mi cintura, imagino que es un sable de luz Jedi. Después de oprimir el botón y contestar con un “Adelante”, todos los villanos intergalácticos a los que me iba a chingar con mi espada láser se desvanecen y vuelve la realidad.
Tengo que mantenerme imaginando desde muy temprano para que mi cerebro no se vuelva cuadrado, como las cajas que acechan todo el día a mis espaldas.
lunes, junio 23, 2008
Piropos que nunca dije y debí haber dicho 2
- Tú no me amas, Guffo....
- Ahchingá. ¿Por qué dices eso?
- Porque no quieres tener hijos conmigo...
- Mamacita: yo no quiero tener hijos con nadie.
- Un hombre que ama realmente a una mujer, PERO REALMENTE, quiere tener de perdido un hijo con ella: esa es la mayor prueba de amor que puede darle un hombre a una mujer. Me conformo con que lo sintieras, aunque no tuviéramos hijos.
- Pues no creo que así sea. Qué mayor prueba de amor quieres a ésta: a que yo no quiera partir, compartir o repartir el amor que te tengo con nadie más; ni siquiera con un hijo.
- Ahchingá. ¿Por qué dices eso?
- Porque no quieres tener hijos conmigo...
- Mamacita: yo no quiero tener hijos con nadie.
- Un hombre que ama realmente a una mujer, PERO REALMENTE, quiere tener de perdido un hijo con ella: esa es la mayor prueba de amor que puede darle un hombre a una mujer. Me conformo con que lo sintieras, aunque no tuviéramos hijos.
- Pues no creo que así sea. Qué mayor prueba de amor quieres a ésta: a que yo no quiera partir, compartir o repartir el amor que te tengo con nadie más; ni siquiera con un hijo.
viernes, junio 20, 2008
Piropos que nunca dije y debí haber dicho
- ¿Por qué estás conmigo, Gustavo?
- Porque te amo.
- ¿Pero por qué me amas?
- Por lo que eres... porque me gustas mucho.
- ¿Nada más por eso?
- Porque estoy seguro que a los 70 años vas a ser la viejita más hermosa del universo.
Con eso, creo yo, le hubiera dado a entender que quería pasar el resto de mi vida a su lado.
- Porque te amo.
- ¿Pero por qué me amas?
- Por lo que eres... porque me gustas mucho.
- ¿Nada más por eso?
- Porque estoy seguro que a los 70 años vas a ser la viejita más hermosa del universo.
Con eso, creo yo, le hubiera dado a entender que quería pasar el resto de mi vida a su lado.
miércoles, junio 18, 2008
Fábulas del mundo gris
Desde que supe que era Testigo de Jehová no me dio buena espina. Mi padre argumentaba que "esa gente es muy decente y no te roba un cinco", por eso convenía contratarlo como cajero, además de sus conocimientos en sistemas computacionales. No dudo que sean gente honesta. Mi desconfianza radica en el hecho de que todo aquel que se jacte de pertenecer a una religión o una secta significa que no tiene una doctrina propia o una filosofía personal, y hacen "lo que las escrituras dicen", cayendo muchas veces en la hipocresía, la conveniencia y las contradicciones.
Otra de las cosas que no me dio confianza al leer su solicitud de empleo fue que vivía a hora y media de distancia. "Qué motivación o entusiasmo puede tener un güey que acepta un sueldo bajo -porque en estos momentos no se le puede ofrecer más-, para trabajar de lunes a sábado 10 horas diarias y, aparte, hace casi dos horas de ida y otras tantas de vuelta en camión", pensé.
Para mi padre, soy muy negativo y sí existe gente que hace esos sacrificios por necesidad. Yo digo que soy realista. Aparte, tampoco confío en la gente “que tiene necesidad”.
El joven Testigo de Jehová aceptó la oferta de trabajo y se le pagó su avión, su hospedaje, sus comidas, su capacitación en el D.F. y demás cosas que se necesitaban para laborar en el nuevo negocio.
Ayer martes ya no se presentó a trabajar y no respondió mis llamadas en todo el día. Me contestó su teléfono celular ya en la noche, cuando le marqué de un número que no reconoció. No me molesté ni nada, pues veía venir esa conducta. Me confesó que había ido a una entrevista de un posible empleo que le quedaba más cerca de su casa.
Hoy se presentó para devolver su gafete, sus camisetas bordadas y una que otra cosa que se había llevado a su casa para estudiarla: una lista de productos con sus códigos y claves.
- Estoy muy apenado, Gustavo, pero la verdad tengo que ver por mí –me dijo.
- Te entiendo perfectamente. Yo haría lo mismo. Simplemente nos hubieras dicho eso antes de invertirte tanto tiempo y dinero.
- Sí, yo sé, estoy muy apenado, la verdad, pero es que tengo que ver lo que más me conviene a mí.
- Sí, eso te lo entiendo perfectamente -le repetí.
- Son 10 horas de trabajo y otras 3 de transporte. Siempre llego tarde al estudio: las lecturas que tenemos los Testigos de Jehová tres veces por semana, y pues eso para mí es muy importante y está por encima de todo.
- No te preocupes. Te entiendo. Nada más, si me haces el favor, termina de instalar las computadoras y el Internet inalámbrico y, si quieres, pues ya te vas a tu casa o a tus lecturas y, pues, muchas gracias.
- Sí, y una disculpa de nuevo… -finalizó.
Pasaron un par de horas y se fue. Se despidió, volvió a agradecer y a pedir una disculpa apenado. Chequé la compu de mi oficina. Estaba lista. Le funcionaba todo. Me metí al Google a buscar una nota para dibujar y mandarla al periódico desde mi nueva oficina.
En la barra buscadora me aparecieron tres páginas pornográficas.
Desde que supe que era Testigo de Jehová, no me dio buena espina.
Otra de las cosas que no me dio confianza al leer su solicitud de empleo fue que vivía a hora y media de distancia. "Qué motivación o entusiasmo puede tener un güey que acepta un sueldo bajo -porque en estos momentos no se le puede ofrecer más-, para trabajar de lunes a sábado 10 horas diarias y, aparte, hace casi dos horas de ida y otras tantas de vuelta en camión", pensé.
Para mi padre, soy muy negativo y sí existe gente que hace esos sacrificios por necesidad. Yo digo que soy realista. Aparte, tampoco confío en la gente “que tiene necesidad”.
El joven Testigo de Jehová aceptó la oferta de trabajo y se le pagó su avión, su hospedaje, sus comidas, su capacitación en el D.F. y demás cosas que se necesitaban para laborar en el nuevo negocio.
Ayer martes ya no se presentó a trabajar y no respondió mis llamadas en todo el día. Me contestó su teléfono celular ya en la noche, cuando le marqué de un número que no reconoció. No me molesté ni nada, pues veía venir esa conducta. Me confesó que había ido a una entrevista de un posible empleo que le quedaba más cerca de su casa.
Hoy se presentó para devolver su gafete, sus camisetas bordadas y una que otra cosa que se había llevado a su casa para estudiarla: una lista de productos con sus códigos y claves.
- Estoy muy apenado, Gustavo, pero la verdad tengo que ver por mí –me dijo.
- Te entiendo perfectamente. Yo haría lo mismo. Simplemente nos hubieras dicho eso antes de invertirte tanto tiempo y dinero.
- Sí, yo sé, estoy muy apenado, la verdad, pero es que tengo que ver lo que más me conviene a mí.
- Sí, eso te lo entiendo perfectamente -le repetí.
- Son 10 horas de trabajo y otras 3 de transporte. Siempre llego tarde al estudio: las lecturas que tenemos los Testigos de Jehová tres veces por semana, y pues eso para mí es muy importante y está por encima de todo.
- No te preocupes. Te entiendo. Nada más, si me haces el favor, termina de instalar las computadoras y el Internet inalámbrico y, si quieres, pues ya te vas a tu casa o a tus lecturas y, pues, muchas gracias.
- Sí, y una disculpa de nuevo… -finalizó.
Pasaron un par de horas y se fue. Se despidió, volvió a agradecer y a pedir una disculpa apenado. Chequé la compu de mi oficina. Estaba lista. Le funcionaba todo. Me metí al Google a buscar una nota para dibujar y mandarla al periódico desde mi nueva oficina.
En la barra buscadora me aparecieron tres páginas pornográficas.
Desde que supe que era Testigo de Jehová, no me dio buena espina.
martes, junio 17, 2008
Querer dar avión en el avión...
Durante el vuelo de regreso me tocó en un asiento a lado del pasillo. Eso sólo se agradece cuando las azafatas están guapas o quieres beber hasta llegar pedo a tu destino.
Me tocó de vecino -en el asiento de en medio- uno de esos pasajeros que traen muchas ganas de platicar puras mamadas y que sienten que es nuestra obligación ir escuchando su palabrería mientras te agandallan uno de los descansabrazos y entonces te tienes que ir todo el viaje con un brazo engarruñado como manita de tiranosaurio rex. El otro brazo sí lo descansa uno, siempre y cuando el pinche carrito de las cocas no pase y te golpée en el mero huesito chistoso del codo.
Saqué mi voluminoso libro de El Juego del Ángel antes de que mi vecinito me hiciera más plática de la que ya me había hecho, a ver si entendía con señales tan obvias que lo que quería era leer y no ir escuchando sus mamadas. Aparte, ¿qué puede esperar uno de un cabrón que trae puestos pupilentes azules?, bbbrrrrrr.
Pero nel, no se calló, me preguntó que si yo era de Monterrey o nada más iba de turista. "¿Quién chingados va a turistear a esa ciudad tan espantosa?", pensé.
Preguntó que si hacía mucho calor cuando le dije que, en efecto y desafortunadamente, yo era regiomontano y no un turista. Le respondí que Monterrey era más apestoso y caliente que el culo del diablo, y rió de una manera bastante gay: como que se imaginó el culito prieto y arrugado del demonio y se le antojo, o vayan ustedes a saber qué haya pasado por su mente. El pedo es que volteó a ver mi libro y preguntó que si me gustaba leer. "No, fíjate que nomás me gusta cargar libros bien voluminosos, pues son harto cómodos para usarlos como almohadas, baboso".
Y desde ahí, el joven ojiazul no se calló. Leyó el título del libro y soltó una sarta de pendejadas como cualquier loquito abandonado en manicomio por su familia que necesita de mucha atención y que lo escuchen.
-Aaaay, a mí también me encanta leer. Me encanta leer sobre ángeles. He leído mucho de ángeles. Hay un libro que habla de cómo platicar con tu ángel guardián, de cómo ponerte en contacto con su luz. Dicen que hasta nombres tienen los ángeles que nos cuidan y que hay que saber dónde...
Este cabrón sí es gay, pensé.
-Eh... este libro no es de ángeles... es una novela de aventuras... jeje... -le dije aún aturdido por su metralla de mafufadas orales.
-Aaaah, es que como en el título dice algo de ángeles, pues pensé que era de ángeles, jaja. Es que no saaabes: a mí me encaaanta leer sobre ángeles. Yo leo mucho. También he leído de otros temas, pero así, mi libro favorito favorito: es la Biblia. Ese sí que es un librazo; en serio que mis respetos para ese libro. Por ejemplo...
Mientras tanto, en Honduras, un avión se descarrilaba de la pista y explotaba envuelto en llamas. Yo, sólo pensaba en por qué ese cabrón no iba metido en esa aeronave con todo y sus angelitos. "De seguro porque lee la Biblia", me respondí yo mismo encabronado. O tal vez porque, muy en el fondo, iba pensando en el culo del diablo.
Me tocó de vecino -en el asiento de en medio- uno de esos pasajeros que traen muchas ganas de platicar puras mamadas y que sienten que es nuestra obligación ir escuchando su palabrería mientras te agandallan uno de los descansabrazos y entonces te tienes que ir todo el viaje con un brazo engarruñado como manita de tiranosaurio rex. El otro brazo sí lo descansa uno, siempre y cuando el pinche carrito de las cocas no pase y te golpée en el mero huesito chistoso del codo.
Saqué mi voluminoso libro de El Juego del Ángel antes de que mi vecinito me hiciera más plática de la que ya me había hecho, a ver si entendía con señales tan obvias que lo que quería era leer y no ir escuchando sus mamadas. Aparte, ¿qué puede esperar uno de un cabrón que trae puestos pupilentes azules?, bbbrrrrrr.
Pero nel, no se calló, me preguntó que si yo era de Monterrey o nada más iba de turista. "¿Quién chingados va a turistear a esa ciudad tan espantosa?", pensé.
Preguntó que si hacía mucho calor cuando le dije que, en efecto y desafortunadamente, yo era regiomontano y no un turista. Le respondí que Monterrey era más apestoso y caliente que el culo del diablo, y rió de una manera bastante gay: como que se imaginó el culito prieto y arrugado del demonio y se le antojo, o vayan ustedes a saber qué haya pasado por su mente. El pedo es que volteó a ver mi libro y preguntó que si me gustaba leer. "No, fíjate que nomás me gusta cargar libros bien voluminosos, pues son harto cómodos para usarlos como almohadas, baboso".
Y desde ahí, el joven ojiazul no se calló. Leyó el título del libro y soltó una sarta de pendejadas como cualquier loquito abandonado en manicomio por su familia que necesita de mucha atención y que lo escuchen.
-Aaaay, a mí también me encanta leer. Me encanta leer sobre ángeles. He leído mucho de ángeles. Hay un libro que habla de cómo platicar con tu ángel guardián, de cómo ponerte en contacto con su luz. Dicen que hasta nombres tienen los ángeles que nos cuidan y que hay que saber dónde...
Este cabrón sí es gay, pensé.
-Eh... este libro no es de ángeles... es una novela de aventuras... jeje... -le dije aún aturdido por su metralla de mafufadas orales.
-Aaaah, es que como en el título dice algo de ángeles, pues pensé que era de ángeles, jaja. Es que no saaabes: a mí me encaaanta leer sobre ángeles. Yo leo mucho. También he leído de otros temas, pero así, mi libro favorito favorito: es la Biblia. Ese sí que es un librazo; en serio que mis respetos para ese libro. Por ejemplo...
Mientras tanto, en Honduras, un avión se descarrilaba de la pista y explotaba envuelto en llamas. Yo, sólo pensaba en por qué ese cabrón no iba metido en esa aeronave con todo y sus angelitos. "De seguro porque lee la Biblia", me respondí yo mismo encabronado. O tal vez porque, muy en el fondo, iba pensando en el culo del diablo.
sábado, junio 14, 2008
viernes, junio 13, 2008
Variedades del fin de semana
miércoles, junio 11, 2008
Diría José José...
martes, junio 10, 2008
Tres tristes tiras
A continuación, tres tiras cómicas algo ñoñas, con gags muy obvios y un humor muy universal, pero políticamente correctas para ser publicadas en las ediciones juveniles de Grupo Reforma, donde laboro desde hace 11 años. Bueno, la tercera no la he terminado de colorear porque se publicará hasta el otro miércoles. A ver si no me la censuran porque en el último cuadro "sugiero un embarazo entre jóvenes".
Sí, a veces los medios se pasan de puritanos. En fin, chamba es chamba; ya habrá tiempo para hacer tiras cómicas pornográficas de hombres que meten sus pipises en las pipises de las mujeres, snif.
Sí, a veces los medios se pasan de puritanos. En fin, chamba es chamba; ya habrá tiempo para hacer tiras cómicas pornográficas de hombres que meten sus pipises en las pipises de las mujeres, snif.
sábado, junio 07, 2008
Bye bye Albur City
Léase esta pieza literaria que a continuación presento con un hermoso tonito de voz defeño:
-¿Qué pex mi Guffooooo? ¿No quieres que te presente a una morena que de seguro te afloja las nalgas?...
Capté la madreada 10 minutos después, snif, cuando vi que no llegó ninguna morena.
Chilangos: 1
Guffo: 0
Boleándome los zapatos, como el pulcro catrín que soy, me dice el bolero:
-Mire para allá, jefeeeee. ¡Mire, mire, mireeeee!
Volteo hacia donde apunta el LLC (Licenciado en Lustre de Calzado) y veo a una muchacha con unas nalgas iguales a las de Yayita, la novia de Condorito.
-Órale... -exclamo yo.
-¿Qué haría usted con ese culooooote, jefecitooooo? -cuestiona el IAGFT (Ingeniero en Aplicación de Grasa y Fricción con Trapo).
Suelto una carcajada y, antes de responder con mi varonil tono norteño, el bolero me dice:
-Pos unas cacoooootas, ¿no, jefeeeee?
Chilangos: 2
Guffo: 0
Buscando deportes extremos urbanos decido cruzar la calle rumbo a un puesto de tacos de guisados cercano al hotel. La lluvia acumulada hace cóncavos invertidos sobre el toldo amarillo que protege del agua al changarro. Pido unos tacos de huevito, de croqueta de atún y rajas con crema. De pronto, de la nada, que me salen dos indigentes que me sacan un pedo y me hacen tomar mi posición de combate de Karateca Azteca tipo Jorge Kahwagi. Los desamparados pordioseros me piden que les invite un taco. El dueño de la microempresa sonríe y me dice:
-Tú invítale dos al pinche barbón y yo le regalo dos al flacooooo. Los chescos corren por mi cuenta, valedooooor. Estos cabrones siempre vieneeeeen, ya son como mis protegidooooos. No les tenga miedooooo.
Y fue así que comí deliciosamente mis tacos entre dos indigentes con rastas de dos años, barbas de cuatro y perfumes fabricados con las más finas cacas, miados, sudores de sobacos y vómitos del mundo.
Chilangos: 3
Guffo: 0
Veinte minutos pasé en el baño del aeropuerto tratando de abortar la torta de tamal que me tragué en una esquina de cuyo nombre no quiero acordarme. Eso me pasa por andar diciendo que nunca las había probado y andar con un chilango necio que no me hubiera dejado partir sin que las probara.
Chilangos: 4
Guffo: 0
Estoy peor que la Selección Mexicana.
-¿Qué pex mi Guffooooo? ¿No quieres que te presente a una morena que de seguro te afloja las nalgas?...
Capté la madreada 10 minutos después, snif, cuando vi que no llegó ninguna morena.
Chilangos: 1
Guffo: 0
Boleándome los zapatos, como el pulcro catrín que soy, me dice el bolero:
-Mire para allá, jefeeeee. ¡Mire, mire, mireeeee!
Volteo hacia donde apunta el LLC (Licenciado en Lustre de Calzado) y veo a una muchacha con unas nalgas iguales a las de Yayita, la novia de Condorito.
-Órale... -exclamo yo.
-¿Qué haría usted con ese culooooote, jefecitooooo? -cuestiona el IAGFT (Ingeniero en Aplicación de Grasa y Fricción con Trapo).
Suelto una carcajada y, antes de responder con mi varonil tono norteño, el bolero me dice:
-Pos unas cacoooootas, ¿no, jefeeeee?
Chilangos: 2
Guffo: 0
Buscando deportes extremos urbanos decido cruzar la calle rumbo a un puesto de tacos de guisados cercano al hotel. La lluvia acumulada hace cóncavos invertidos sobre el toldo amarillo que protege del agua al changarro. Pido unos tacos de huevito, de croqueta de atún y rajas con crema. De pronto, de la nada, que me salen dos indigentes que me sacan un pedo y me hacen tomar mi posición de combate de Karateca Azteca tipo Jorge Kahwagi. Los desamparados pordioseros me piden que les invite un taco. El dueño de la microempresa sonríe y me dice:
-Tú invítale dos al pinche barbón y yo le regalo dos al flacooooo. Los chescos corren por mi cuenta, valedooooor. Estos cabrones siempre vieneeeeen, ya son como mis protegidooooos. No les tenga miedooooo.
Y fue así que comí deliciosamente mis tacos entre dos indigentes con rastas de dos años, barbas de cuatro y perfumes fabricados con las más finas cacas, miados, sudores de sobacos y vómitos del mundo.
Chilangos: 3
Guffo: 0
Veinte minutos pasé en el baño del aeropuerto tratando de abortar la torta de tamal que me tragué en una esquina de cuyo nombre no quiero acordarme. Eso me pasa por andar diciendo que nunca las había probado y andar con un chilango necio que no me hubiera dejado partir sin que las probara.
Chilangos: 4
Guffo: 0
Estoy peor que la Selección Mexicana.
viernes, junio 06, 2008
Sin novedades chilangas
Me acabo de enterar que Amandititita es hija del fallecido Rockdrigo Gonzalez.
No entiendo cómo este güey y el Alex Lora escribieron canciones tan chidas inspirándose en cosas tan horribles del DF. Ah, y tampoco entiendo por qué tuvo una hija así el pobre Rockdrigo.
Quise preguntar cómo mataban a las vacas en el restaurante argentino al que ayer fuimos a cenar, pero de seguro no me tendrían la respuesta o me dirían alguna mentira. Es que ahora ya me da más asco y se me afloja el estómago nomás de acordarme de los mazasos en la cabeza que les dan a las reses para matarlas.
En el restaurante estaba Biebrich, de quien Jesús Blancornelas escribió un libro hace 30 años. Mi padre me llevó a saludarlo para presentármelo porque creo que lo admira y la fecha de su encarcelamiento coincide con la de la muerte de mi abuelo... algo así. Se dicen cosas muy buenas de ese tal Biebrich y también cosas oscuras, como se dicen de todos aquellos hombres que se atreven a desobedecer o desafiar al señor Presidente en turno cuando algo no les parece.
En la política siempre existen esas dos versiones. No sabe uno a cuál irle. Yo prefiero no creer en ninguna, pero espero que la más humana, heróica y bondadosa sea siempre la verdadera.
Toda la gente se cree muy chingona y opina. "Deberías vender tus cómics en Estados Unidos, Guffo", me dice con cara de "estás bien pendejo si no lo haces". Cómo explicar que no es así de fácil y que el mercado gringo es imposible y no me interesa. No me interesa ni siquiera vender las revistas, y no es por ser mediocre o conformista. Explico eso sin que parezca eso, y como quiera me ven con cara de mediocre. "¿A qué te dedicas tú?", pregunto. "Tengo un negocio de canceles para baño", responde. "¿Y tú exportas tus productos a Estados Unidos, o no?", pregunto de nuevo. "No, para nada". Le devuelvo la cara de "pinche mediocre sin aspiraciones" que me puso en un principio que se metió con mis revistitas, snif.
No entiendo cómo este güey y el Alex Lora escribieron canciones tan chidas inspirándose en cosas tan horribles del DF. Ah, y tampoco entiendo por qué tuvo una hija así el pobre Rockdrigo.
Quise preguntar cómo mataban a las vacas en el restaurante argentino al que ayer fuimos a cenar, pero de seguro no me tendrían la respuesta o me dirían alguna mentira. Es que ahora ya me da más asco y se me afloja el estómago nomás de acordarme de los mazasos en la cabeza que les dan a las reses para matarlas.
En el restaurante estaba Biebrich, de quien Jesús Blancornelas escribió un libro hace 30 años. Mi padre me llevó a saludarlo para presentármelo porque creo que lo admira y la fecha de su encarcelamiento coincide con la de la muerte de mi abuelo... algo así. Se dicen cosas muy buenas de ese tal Biebrich y también cosas oscuras, como se dicen de todos aquellos hombres que se atreven a desobedecer o desafiar al señor Presidente en turno cuando algo no les parece.
En la política siempre existen esas dos versiones. No sabe uno a cuál irle. Yo prefiero no creer en ninguna, pero espero que la más humana, heróica y bondadosa sea siempre la verdadera.
Toda la gente se cree muy chingona y opina. "Deberías vender tus cómics en Estados Unidos, Guffo", me dice con cara de "estás bien pendejo si no lo haces". Cómo explicar que no es así de fácil y que el mercado gringo es imposible y no me interesa. No me interesa ni siquiera vender las revistas, y no es por ser mediocre o conformista. Explico eso sin que parezca eso, y como quiera me ven con cara de mediocre. "¿A qué te dedicas tú?", pregunto. "Tengo un negocio de canceles para baño", responde. "¿Y tú exportas tus productos a Estados Unidos, o no?", pregunto de nuevo. "No, para nada". Le devuelvo la cara de "pinche mediocre sin aspiraciones" que me puso en un principio que se metió con mis revistitas, snif.
jueves, junio 05, 2008
Sin agallas para los bissness
El aire acondicionado me pega en la nuca. Estoy de 8 a 7 sentado en un pupitre, frente a una presentación en Power Point impartida por un treintón entusiasta y positivo, de traje y pelo muy engomado, anillos de oro en varios de sus dedos y voz afable.
"Las partes de una caja de cartón son...", "las cajas suajadas tienen la ventaja de...", "los rollos de cartón microcorrugado pesan...", "El polifom es una espuma que hace la función de...", "el servicio óptimo en mostrador es una política de...", "La atención al cliente es columna vertebral para...", "entonces ingresan al sistema la clave del producto vendido y ponen el código...". No para de hablar el tipo.
Yo, con el aire frío dandome en la nuca y ambas nalgas dormidas, simplemente pienso en la cantidad de árboles que se han de chingar para que un negocio como este sea exitoso. Le hago una pregunta ecológica al capacitador y lo saco de onda. "Mañana te tengo esa información", me dice. Sé que no me la tendrá.
Prometo que cuando sea millonario, abandonaré todo a la chingada, compraré muchas hectáreas de tierra y las reforestaré.
"Las partes de una caja de cartón son...", "las cajas suajadas tienen la ventaja de...", "los rollos de cartón microcorrugado pesan...", "El polifom es una espuma que hace la función de...", "el servicio óptimo en mostrador es una política de...", "La atención al cliente es columna vertebral para...", "entonces ingresan al sistema la clave del producto vendido y ponen el código...". No para de hablar el tipo.
Yo, con el aire frío dandome en la nuca y ambas nalgas dormidas, simplemente pienso en la cantidad de árboles que se han de chingar para que un negocio como este sea exitoso. Le hago una pregunta ecológica al capacitador y lo saco de onda. "Mañana te tengo esa información", me dice. Sé que no me la tendrá.
Prometo que cuando sea millonario, abandonaré todo a la chingada, compraré muchas hectáreas de tierra y las reforestaré.
lunes, junio 02, 2008
Regalos
Suscribirse a:
Entradas (Atom)