"Es que no puedo hacer como que no los veo", me confiesa Juany Castorena, quien aparte de dar techo y comida a más de 60 perros y gatos abandonados, se toma el tiempo de subirse a un camión cargando bultos de 5 kilos de alimento en su espalda para ir a esparcirlos en plazas y parques de los alrededores de su colonia y así alimentar a los chuchos que ya no caben en su casa/refugio.
Hace casi dos meses, en redes sociales, organizamos una colecta para apoyar la causa de la señora Juany: una mujer de poco más de 50 años que se dedica en cuerpo, corazón y alma a rescatar, cuidar, curar, alimentar y buscarles casa a perros y gatos en condición de calle; pues, como ella dice: no puede hacer como que no los ve. La meta de este "Perrotón Navideño" (como le han llamado) era rebasar los 20 mil pesos -ya fuera en dinero, en especie o una mezcla de ambos-, cosa que aún no se ha logrado, pero la propuesta continúa vigente y la ayuda sigue llegando; por lo que falta poco para alcanzar la meta (y si se sobrepasa, ¡pues qué mejor!).
Juany Castorena vive en el municipio de Apodaca, Nuevo León, en un modesto fraccionamiento de calles con nombres de flor. Su casa -de apenas dos diminutas recámaras, una de las cuales ocupa su hijo mayor- es un humilde santuario de perros y gatos maltratados o dejados a su suerte por dueños irresponsables.
La semana pasada, la rescatista me recibió en su hogar después del mediodía. Lo primero que hizo al verme fue disculparse "por las fachas". Sonreí. "Es que no he acabado de limpiarle a mis perros", exclamó mientras se hacía el cabello hacia un lado y se barría el sudor de la frente con el antebrazo. Había quedado con ella días antes para ir a entregarle en especie y en efectivo los primeros $10,000 pesos que se juntaron del Perrotón gracias a los donativos de varias personas.
En lo que me puse a bajar del coche los costales de alimento y los acomodaba en la banqueta frente a su casa, la señora Juany se disculpó de nuevo, entró al domicilio y a los pocos minutos salió con otra ropa y una sábana de un equipo de futbol: "Póngasela alrededor del cuerpo: como si fuera toalla, para que pueda entrar a la casa". Al principio no entendí por qué, hasta que me explicó: "Es que el patio está todo encharcado y los perros se le van a trepar encima". Y dicho y hecho: al abrir la puerta principal y dar el primer paso, un montón de perros se me abalanzó por todos los flancos.
Adentro del hogar de Juany Castorena no hay espacio para otra cosa que no sean bultos de alimento, platos de colores y camas para animales; camas hechas de cajas de cartón, cascarones de televisiones viejas, cestos de plástico o simplemente ropa doblada y abultada en un rincón. Los pocos muebles que hay en el reducido espacio que debería cumplir la función de sala/comedor, son aposento de cachorros y otros perros de talla pequeña que esperan ser acogidos por personas de mejor corazón que sus anteriores dueños.
En el patio de enfrente y en el de atrás están los perros de mayor tamaño: criollos, por lo general; muchos de ellos con sarna o recuperándose de algún atropello o enfermedad, pero todos muy juguetones, esterilizados y bien identificados con un nombre: Sargento, La Negra, Romina, Princesa, Reina, Pinta, Greñas, Chapis, Bonifacio, Abril, Pintolín, Lluvia, Nube, Viento, Sol y hasta un Chapo Guzmán y una Carmen Campuzano hay.
Después de tomar las fotos y el video anterior, salimos del domicilio y nos fuimos al que será el albergue: una pequeña casa que la señora le renta a una vecina por $1,300 pesos mensuales, justo a diez minutos en coche de donde vive, pues confiesa que, a pesar de limpiar tres veces al día su casa, algunos vecinos han comenzado a quejarse del olor y los ladridos de sus animales; por lo que la ventaja que tiene el refugio es que todavía no hay vecinos por ningún lado. En este domicilio ya viven ocho perros. La idea de la señora Juany es traerse a todos para acá, pero aún no consigue un vehículo en donde quepan el mayor número de canes en la menor cantidad de viajes.
Bajé el resto de los costales de alimento en el futuro albergue, mientras la señora Juany hacía las labores correspondientes de limpieza, llenaba cubetas de agua en el patio y repartía alimento en pequeños contenedores de color rojo. Y le pedí algunos números.
Me dijo que, mínimo, necesita $300 pesos diarios para cubrir las necesidades básicas de sus perros, pues las suyas las cubren sus hijos -un abogado recién egresado y un militar-; que un bulto de 25 kilogramos de croquetas le dura en promedio dos días, y que de preferencia debe ser alimento con mínimo 19% de proteína, si no, lo tiene que mezclar con arroz e hígado. También me dijo que lava ropa ajena y vende de todo afuera de su casa para poder sostener los gastos de sus animales, que van desde shampoo para las pulgas hasta trapeadores y botes de Fabuloso que hace rendir como puede. Y por si toda esta labor no fuera suficiente, Juany Castorena es voluntaria en el Comedor de los Pobres del padre Infante.
Para no hacerles el cuento más largo, les comento que estuve dos días con esta señora, ayudándole un poco en sus vueltas y entregándole lo que la gente le ha mandado. El primer día que la vi le di 11 bultos de alimento que sumaban casi los 250 kilos (22.7 kilogramos cada costal con 21% de proteína) y 11 suéteres de varias tallas para perro. De los bultos de alimento fueron $4,130 pesos; de los suéteres, $500.
Aunque la señora Juany no es veterinaria, ha aprendido algo de esta profesión para ahorrarse algunos gastos, por lo que sabe identificar los síntomas de las enfermedades, los medicamentos que se aplican para cada una de ellas, sabe vacunar, desparasitar, etc.; por esto, le entregué $2,000 pesos para que comprara lo que necesitara para que los perros estuvieran sanos. Al día siguiente que la visité, esto fue lo que adquirió con el dinero:
La semana pasada, la rescatista me recibió en su hogar después del mediodía. Lo primero que hizo al verme fue disculparse "por las fachas". Sonreí. "Es que no he acabado de limpiarle a mis perros", exclamó mientras se hacía el cabello hacia un lado y se barría el sudor de la frente con el antebrazo. Había quedado con ella días antes para ir a entregarle en especie y en efectivo los primeros $10,000 pesos que se juntaron del Perrotón gracias a los donativos de varias personas.
En lo que me puse a bajar del coche los costales de alimento y los acomodaba en la banqueta frente a su casa, la señora Juany se disculpó de nuevo, entró al domicilio y a los pocos minutos salió con otra ropa y una sábana de un equipo de futbol: "Póngasela alrededor del cuerpo: como si fuera toalla, para que pueda entrar a la casa". Al principio no entendí por qué, hasta que me explicó: "Es que el patio está todo encharcado y los perros se le van a trepar encima". Y dicho y hecho: al abrir la puerta principal y dar el primer paso, un montón de perros se me abalanzó por todos los flancos.
Adentro del hogar de Juany Castorena no hay espacio para otra cosa que no sean bultos de alimento, platos de colores y camas para animales; camas hechas de cajas de cartón, cascarones de televisiones viejas, cestos de plástico o simplemente ropa doblada y abultada en un rincón. Los pocos muebles que hay en el reducido espacio que debería cumplir la función de sala/comedor, son aposento de cachorros y otros perros de talla pequeña que esperan ser acogidos por personas de mejor corazón que sus anteriores dueños.
En el patio de enfrente y en el de atrás están los perros de mayor tamaño: criollos, por lo general; muchos de ellos con sarna o recuperándose de algún atropello o enfermedad, pero todos muy juguetones, esterilizados y bien identificados con un nombre: Sargento, La Negra, Romina, Princesa, Reina, Pinta, Greñas, Chapis, Bonifacio, Abril, Pintolín, Lluvia, Nube, Viento, Sol y hasta un Chapo Guzmán y una Carmen Campuzano hay.
Bajé el resto de los costales de alimento en el futuro albergue, mientras la señora Juany hacía las labores correspondientes de limpieza, llenaba cubetas de agua en el patio y repartía alimento en pequeños contenedores de color rojo. Y le pedí algunos números.
Me dijo que, mínimo, necesita $300 pesos diarios para cubrir las necesidades básicas de sus perros, pues las suyas las cubren sus hijos -un abogado recién egresado y un militar-; que un bulto de 25 kilogramos de croquetas le dura en promedio dos días, y que de preferencia debe ser alimento con mínimo 19% de proteína, si no, lo tiene que mezclar con arroz e hígado. También me dijo que lava ropa ajena y vende de todo afuera de su casa para poder sostener los gastos de sus animales, que van desde shampoo para las pulgas hasta trapeadores y botes de Fabuloso que hace rendir como puede. Y por si toda esta labor no fuera suficiente, Juany Castorena es voluntaria en el Comedor de los Pobres del padre Infante.
Aunque la señora Juany no es veterinaria, ha aprendido algo de esta profesión para ahorrarse algunos gastos, por lo que sabe identificar los síntomas de las enfermedades, los medicamentos que se aplican para cada una de ellas, sabe vacunar, desparasitar, etc.; por esto, le entregué $2,000 pesos para que comprara lo que necesitara para que los perros estuvieran sanos. Al día siguiente que la visité, esto fue lo que adquirió con el dinero:
Aparte ese día fuimos con la vecina que es dueña de la casa donde estará el albergue, para pagarle un mes de renta ($1,300 pesos). También le di $500 pesos en efectivo para que hiciera sus vueltas y recibimos un donativo en vales de despensa por $300, con lo que se compraron Gerbers para los cachorritos, botes de Fabuloso y un poco de alimento para gato:
Por lo tanto, sumando y redondeando las cantidades: $4,130 de alimento, $2,000 de medicamentos, $1,300 de renta y $500 en efectivo (sin contar los $500 de los suéteres ni los $300 de los vales), da un total de $7,930 pesos. Esto quiere decir que de los primeros $10,000 que han mandado en efectivo, todavía tenemos $2,070 pesos disponibles, que se usarán después del 2 de enero, cuando entregaremos el resto de lo que se junte.
Si quieren hacer un donativo antes del 2 de enero pueden hacerlo en las cuentas Santander 60-54959928-4 (a nombre de Luis Arturo Martín del Campo, el otro organizador de este evento), o depositar en la tarjeta 5579 0700 6501 2570, también de Santander (ese depósito se puede hacer en el Oxxo). Pueden también dejar un mensaje por este medio, mandar un correo o depositar vía PayPal a guffo76@hotmail.com.
O si quieren contactar directamente a la señora Juany Castorena para ayudarla, adoptar algún perro o comprobar si ha recibido lo que aquí está escrito, pueden llamarle al 81 38 62 41 33 o al 13 06 43 67, o contactarla por Facebook.
Como nota adicional: a quienes han depositado más de $500 pesos les estoy haciendo una caricatura con sus mascotas. ¡Anímense!
Por su atención y su ayuda, muchísimas gracias. Que tengan fiestas perronas.
Continuará...