lunes, febrero 23, 2015
lunes, febrero 16, 2015
Siete Leguas
Según mi filosofía de vida, con una mente en silencio, los sentidos bien alerta, una irresponsable actitud de a-donde-me-lleve-el-viento y la compañía perfecta –la de uno mismo también cuenta como compañía perfecta–, cualquier nimiedad aparente o salidita a la esquina puede transformarse en una experiencia memorable. Y en eso se convirtió mi visita a la mítica cantina Siete Leguas.
El Siete Leguas es una cantina ubicada en el poblado de Paredón, en el municipio de Ramos Arizpe, Coahuila; a casi 100 kilómetros de la ciudad de Monterrey.
Había escuchado, leído y visto muchas historias, reportajes y artículos sobre este peculiar sitio, pero nunca había tenido la oportunidad de visitarlo. Hasta hace poco.
Paredón es una pequeña localidad al sur del estado coahuilense, donde convergen dos líneas de ferrocarril. Durante la Revolución Mexicana, Paredón fue un importante centro ferrocarrilero, pues era un punto estratégico para la movilización de tropas y armamento. De hecho, según la historia oficial, Pancho Villa sometió a las fuerzas federales de Victoriano Huerta en este lugar.
Como dato adicional: Paredón está muy cerca de Icamole, Nuevo León, lugar donde supuestamente Porfirio Díaz rompió en llanto al verse derrotado por Mariano Escobedo, ganándose el apodo de El Llorón de Icamole.
El nombre de la cantina hace honor a un corrido revolucionario que se titula "Siete Leguas", que, al mismo tiempo, alude al nombre del que fuera el caballo predilecto de Villa.
Como podrán deducir por lo que he escrito hasta el momento, el lugar es un templo dedicado al Centauro del Norte y al México revolucionario. Las paredes rezuman historia: fotos de soldados y trenes en tonalidades sepia; documentos, monedas y bilimbiques enmarcados; casquillos de balas, pistolas oxidadas y un sin fin de souvenirs de aquella época.
Don Gaspar atiende el Siete Leguas desde un banco de madera. Muy apenas puede caminar. El menú es limitadísimo: cerveza de Grupo Modelo y bolsas de cacahuates y chicharrones con salsa Botanera. A veces algún cliente lleva limones o una salsa casera. También hay un par de mesas de billar.
Don Gaspar dice que la cantina es propiedad de uno de sus hijos que "vive fueras". Presume que mucha gente se la ha querido comprar, pero su hijo no quiere deshacerse de ella. Asegura que han venido a beber cerveza bien fría alcaldes y gobernadores, y "gente muy importante". También presume que "se han modernizado", pues en la parte de atrás hay un par de asadores amplios, mesas y sillas, "para quienes quieran hacer una carnita".
Pienso en la gentrificación de algunos lugares a los que les tuve cierto afecto, pues comienzo a tenerle aprecio a éste. Sitios a donde llegó gente con el capital suficiente para comprarlos y "mejorarlos". Imagino lo que yo haría con un lugar de estos si tuviera el dinero para comprarlo. Deduzco que dentro de la "mediocridad" o "mal servicio" o la inexistente variedad en el menú, es mejor que el Siete Leguas se mantenga así como es.
Hay oro molido flotando en todas partes. Pláticas que nunca imaginamos. Personas que marcarán nuestro día con una frase. Basta curiosidad. Basta lo que dije al principio: mente silenciosa, sentidos alerta, actitud de a-donde-me-lleve-el-viento y compañía perfecta.
Al caer la noche en Paredón sólo se escucha el canto de las cigarras. Las suelas de mis zapatos crujen con las rocas del camino y los insectos callan. Pudiera asegurar que es tanto el silencio que, cuando corre el viento, escucho cada partícula de tierra levantando el vuelo.
miércoles, febrero 04, 2015
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