Sí, lo sé, queridos lectores: el
90% de los regiomontanos son bestias. Bestias
para trabajar, bestias para tratar a los demás, bestias para comer, para beber,
para tener hijos, para comprar, para pensar... Bestias en todos los sentidos. Pero, sobre todo, bestias para manejar esos medios de locomoción llamados "coches", pues en esta ciudad no existe eso que en otros mundos más civilizados llaman “cultura vial”.
Obviamente la cosa no está tan jodida, pues habemos un 10% de
entes civilizados que aspiran a una mejor sociedad y que nos la pasamos tratando de domesticar a esos energúmenos con los que tenemos que convivir a diario aunque no queramos. Y pues es un proceso difícil y a veces frustrante, pues somos minoría; pero bueno: paso a pasito esperemos que se logren las cosas para beneficio de todos.
Menciono lo bestias que son los
regios para manejar porque ayer por fin me animé a recorrer en bicicleta toda la Ecovía: ese proyecto del Gobierno del Estado para mejorar la vialidad. Sesenta y dos kilómetros en total me aventé pedaleando, pues mi recorrido fue de ida y de vuelta. De hecho, creo que
soy la primera persona en el mundo que hace esto, pues no me he enterado por ninguna red social que alguien más haya realizado esta hazaña. Pero bueno, dejemos a un lado la vanidad y la gloria y vayamos al punto.
Les decía que
recorrí la Ecovía pensando que era una manera más segura de andar en bicicleta, pues los carriles son exclusivos para los pocos camiones que recorren sus 41 estaciones. Y sí, es más seguro pedalear por ahí que por las avenidas, pero aún así se corren algunos riesgos, ya que el regiomontano promedio al volante es un animal que no respeta nada ni a nadie: choques
por no ceder el paso, choques por dar vuelta en donde no se debe, un tráiler
en contra dentro del carril exclusivo y un montón de personas sobre las cebras por donde se supone deben cruzar los peatones. Pensará uno que tal vez los conductores andaban borrachos o drogados, y que por eso hacían tanta pendejada; pero no: en sus cinco sentidos manejan como si fueran retrasados mentales.
En esta primera fotografía el coche negro no podía dar vuelta y la quiso dar a huevo en donde el taxi sí tenía permitido darla, y ¡pum! Pasó lo que tenía que pasar. Y ahí estuvieron obstruyendo un buen rato uno de los carriles de la Ecovía, que, se supone, se construyó para "dar fluidez al tráfico", pero con esta recua de acémilas que tenemos por ciudadanos, es imposible pensar en hacerle un bien a esta ciudad.
Aquí este tráiler se metió por el carril por el que entran los camiones de la Ecovía que salen de la última estación, la estación Valle Soleado. No pude tomarle la foto de frente porque, cuando lo vi metiéndose en donde no debía, me cagué pa´dentro y no reaccioné para sacar la cámara, pues pensé que el conductor había perdido el control o se había quedado sin frenos o algo. Pero nel: simplemente le valió madre y se metió por donde se le hincharon las pocas pelotas que ha de tener.
Aquí podemos ver cómo una damita muy quitada de la pena se sube a las rayitas por donde caminan los peatones, porque es obvio que ¿a quién demonios le interesan los peatones? De seguro son pobres y por eso andan caminando y sudando. Ash, ¡qué asco!
Por eso me gusta que me inviten a colaborar en proyectos como éste:
Me gustan estos proyectos porque son una forma de domesticar a las bestias motorizadas, que ni por los niños tienen respeto.
Buen martes.