El Revolución es más club que cantina. Y por "club" me refiero a que "se reservan el derecho de admisión", pero no por sangrones, racistas o clasistas; ahorita les explico el porqué.
Después de la ola de inseguridad que azotó la ciudad de Monterrey hace algunos años, muchos de estos lugares no tuvieron de otra más que cerrar definitivamente; otros cerraron un tiempo, pero volvieron a operar de manera más discreta para así evitar clientes sospechosos, cobros de piso o extorsiones: éstas dos últimas, prácticas criminales que acabaron con muchos negocios de este giro en la última década.
Un club es por lo general una cantina que ya sólo abre para quienes eran los clientes asiduos del lugar o para los amigos y conocidos del dueño. En el Revolución, si no te reconocen en el monitor que está conectado a las cámaras de la banqueta, no te abren. Si uno quiere tomarse una cerveza en este lugar, hay que ir recomendado por alguien que sea cliente regular o conozca al dueño. De hecho, es raro que vayan desconocidos al Revo, pues no hay anuncio afuera ni ruido que lo delate. Y creo que así está mucho mejor. Es como esas playas solitarias o pueblitos pintorescos que uno descubre en algún viaje y prefiere no dar la ubicación exacta para que no se llene de gente; para que mantenga esa esencia que nos cautivo y, en nuestra siguiente visita, siga intacta.
Yo di con el Revolución gracias a un lector de mi cuenta Twitter. Él fue quien, en una plática cantinesca, me lo recomendó y le comentó al dueño que iría ese día; cosa que agradezco mucho, pues, a la fecha, voy una o dos veces a la quincena a este lugar. Una de las razones por las que sigo yendo, es porque es un establecimiento muy tranquilo. La otra razón, por los clientes, que son muy amables. Y ahí les va un ejemplo de por qué digo que los clientes son muy amables.
Como les decía, al Revolución van los parroquianos de toda la vida. Hay varios grupos de señores que tienen su día específico para reunirse: algunos van los lunes, algunos los jueves y otros los sábados. Yo fui un jueves la primera vez, y me tocó un grupo muy particular. Es un grupo de señores de entre 60, 70 y 80 años (algunos de ellos, masones) que pegan varias mesas al fondo del bar y ahí se ponen a platicar, a beber y comer. Cada jueves un miembro distinto de ese grupo lleva la comida, ya sea preparada o para que Mario, el cocinero, la prepare en el asador del patio o en la cocina.
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Carne asada, queso con chorizo y cebolla. |
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Tortitas de papa con arroz y ensalada. Pero antes me llevaron una sopa de fideos muy buena. |
Ese día yo estaba sentado en la barra y un señor del grupo de los jueves se me aceró, se presentó y me dijo que me sirviera comida. Yo, apenado, le dije que no, que muchas gracias, y mentí diciendo que ya había comido. El hombre como que me leyó la mirada, me jaló del brazo y me insistió: "Sírvase, le digo. Aquí todo es de todos, mi amigo". Y pues se me pasó la vergüenza y le hice caso al señor y me fui a serví un poco de lentejas y un par de tacos de cabrito (sí, habían llevado cabrito; así de chingonas están sus comidas/cenas de los jueves). Total que le agradecí la atención al don invitándole una cerveza. Y brindamos desde lejos: yo, desde la barra; él, desde las mesas del fondo.
Al irse, el hombre se me volvió a acercar y me dijo: "Aquí estamos todos los jueves, para que venga, si gusta. Aquí todo es de todos, mi amigo". Esa frase de "Aquí todo es de todos", que repitió un par de veces, me pareció bien chingona. Y fue así como empecé a ir algunos jueves al Revo. A veces llevo algo para botanear -frijoles a la charra, queso gouda en cuadritos, etc-; otras veces he llevado palmas de ésas que estoy dando en adopción desde hace un par de años, para que, el que guste, se las lleve a su casas o a su quinta campestre, si es que tiene. Las anécdotas que he escuchado han sido tantas que requieren un escrito aparte, pues éste es sólo la presentación del Revolución; lo que sí les puedo decir es que por esos señores he conocido otros lugares de los que no tenía ni idea. De hecho, uno de esos lugares -recomendado por el mismo señor que me invitó la primera vez la comida- se está convirtiendo en mi cantina favorita por la calidad y la sazón de la comida (aparte, venden criadillas de toro: ¿quihubole?, ¿las han probado en Monterrey?), pero ése también es tema de otro post.
Y bueno; como podrán deducir, el Revolución tiene un ambiente muuuy tranquilo: como me gusta. Es uno de esos lugares que quizás a cualquier otra persona le aburriría porque o "no pasa nada" o "no hay viejas" o no hay música estridente. Pero sí, hay botana, que es más como una pequeña comida corrida sin costo; la cerveza está entre los 25 y los 30 pesos (depende cuál pidas); cierra sus puertas a las 10 de la noche (o dependiendo el evento, pero casi siempre es tempranero) y el patio lo prestan para carnes asadas. Si alguien gusta ir, dígame y lo llevo; está en el centro de la ciudad, cerca de unos famosos baños de vapor de los que ya escribí una crónica hace un par de años. ¡Salud!