Hay un fragmento en la célebre novela No es país para viejos, del escritor estadounidense Cormac McCarthy, que me marcó como pocas frases de libros me han marcado. De hecho, creo haberla compartido en este espacio un par de veces. Es una reflexión tan certera acerca de la decadencia de las sociedades actuales, que me provoca tristeza y escalofríos releerla. Es una cavilación del sheriff Ed Tom Bell, personaje principal del libro, que describe de manera contundente esta degeneración social, y, al mismo tiempo, devela la razón –y posible solución– al problema; solución que, de tan sencilla, pareciera una fantasía. Aquí el fragmento del libro:
Me parece saber hacia dónde vamos. Nos están comprando con nuestro propio dinero. Y no son sólo las drogas. Hay por ahí fortunas acumuladas de las que nadie tiene ni idea. ¿Qué pensamos que va a salir de ese dinero? Un dinero que puede comprar naciones enteras. Ya lo ha hecho. ¿Puede comprar este país? Lo dudo. Pero hará que tengas tratos con quien no deberías... Narcóticos siempre han existido. Pero la gente no decide drogarse así porque sí. A millones. No tengo respuesta para eso. En concreto no tengo una respuesta que me dé ánimos... Todo se origina cuando se empiezan a descuidar los buenos modales. En cuanto dejas de oír Señor y Señora el fin está a la vuelta de la esquina.
Retumban en mi cabeza las dos últimas frases: Todo se origina cuando se empiezan a descuidar los buenos modales. En cuanto dejas de oír Señor y Señora el fin está a la vuelta de la esquina. Me inquieta esto último hoy más que nunca, cuando la gente se sorprende de que llegue un convoy de la policía a su "barrio bien" y se lleven detenida a la vecina que acaba de acuchillar a sus tres hijo. Me perturban estas dos frases hoy más que nunca, cuando una caravana del ejercito irrumpe en una "colonia buena" para llevarse a un un grupo de hombres relacionados con actividades criminales. Y me pregunto: ¿qué les sorprende, si ni los "buenos días, vecino" dan?
Vivimos entre delincuentes y ni cuenta nos damos. Podré parecer inocente, pero le doy la razón a McCarthy. En una sociedad donde no se han perdido los buenos modales, se respetan la reglas mínimas de convivencia social, y la amistad y la confianza están bien cimentadas, no hay cabida para este tipo de personas.
¿Y saben qué es lo más curioso?: que si estos parásitos tuvieran un poquito de cerebro, la civilidad podría servirles de disfraz.