Pues nomás para avisarles que ya están las tarjetas del día del amor que había prometido y ya mandé algunas en los paquetes de revistas a los suscriptores, y también ya mandé a hacer más porque se acabaron, snif. Algunas son del Chimicuil y otras traen otros dibujillos cursis. A todo aquel que se suscriba a ¡#$%&! Cómics se le enviará un six pack de tarjetas para que conquisten el corazón de esa morrita (o morrito) que no les hace caso, snif.
A continuación, la muestra de las tarjetas:
¡Aaaayyy, qué monitas!!!
Ayer me puse a pensar que todavía existen juguetes nobles, que desarrollan la imaginación y no apendejan a los chavitos. Los Hot Wheels son excelentes y muy baratos (no cuestan ni el dólar los cabrones). Además, uno como adulto puede adquirir el coche que sueña a muy bajo precio, imaginar que nos hacemos del tamaño de una tachuela y manejarlo por la sala o el comedor de la casa.
Recuerdo que de niño, cada que íbamos a McAllen o Laredo, mi padre me compraba algunos cochecitos de esos (de las mejores y pocas cosas que han inventado los gringos) y, al regreso, les regalaba uno a cada amigo del barrio. Podíamos pasar horas en la bajada de la cochera de la casa de Doña Pelos jugando carreritas, que consistían en poner los coches en hilera, detenerlos con el antebrazo, subir el brazo y dejar que la fuerza de gravedad decidiera al ganador. La diversión acababa cuando la pinche Doña Pelos llegaba y nos gritaba -tronido de dedos incluido- su ya característico: "¡Se me largan de aquí, cabrones!".
Aquí abajito, una muestra de los dichosos cochecitos:
Soy un de lo "pior". No les había deseado feliz "navidá" ni esas cosas. Y pues bueno, ya se los "desié". Espero la hayan pasado tan bien como yo o mejor. Ah, y para todos mis lectores de las Islas Mauricio, Costa de Marfil y la parte este de Albania que no conocen las tradiciones mexicanas y me preguntan que qué significa eso del "recalentado"; pues aquí se los explica mi abuela rockera:
Y ya por último; pues resulta que me voy de viaje. Tomaré un tren de los Mochis a Chihuahua y recorreré la sierra. Planeo no bañarme en esos 7 días, conocer al colega Kabeza, leer, tomar muchas fotos, etc, etc. A ver qué tal. Los veo en una semana.
P.D. Anoche, no sé si fueron las dos botellas de vino barato que me tomé, pero soñé con esta mujer:
El amor platónico de todo monero y no monero, ¡ay mamachita!
Creo que voy a tomar más vino de ese, jojojo.
martes, diciembre 25, 2007
miércoles, diciembre 19, 2007
La escarcha que no ha caído
Cuando esta ciudad estaba menos pinche que ahora, nevaba de vez en cuando. Alfileres de hielo colgaban de los desagües del techo y las cornisas de las ventanas. Yo los usaba como frágiles espadas o lanzas de cristal que duraban un par de minutos. Los jardines escarchados servían de resbaladeros y la nieve de los coches para hacer bolas que ponían a correr a las niñas del barrio. Podía pasar horas con la boca abierta y la lengua de fuera, imaginando que cada copo era de un sabor distinto. Terminando de jugar, las mamás siempre decían que nos metiéramos a bañar con agua caliente para no enfermarnos. Los días eran tan blancos como la inocencia de la época en que nos metíamos a la regadera con nuestras hermanas y la espuma del shampoo se convertía en nieve imaginaria que nos embarrábamos en el rostro.
Volví a ver nieve cuando me mandaron de intercambio a un pueblo de Kansas. La nieve rebasaba la pista de atletismo que rodeaba al campo de fútbol americano del Instituto franciscano. Todo era un espectacular desierto blanco. Los estudiantes que no estábamos acostumbrados a ver nevar, salíamos a jugar como niños. Recuerdo que nos poníamos bolsas de plástico adentro de los tenis y bajo el pantalón, enrolladas en las piernas, porque no teníamos ropa especial que nos protegiera del hielo. Entre algunos compañeros de clase compramos un trineo en el K Mart, que nos turnábamos para deslizarnos cuesta abajo de la loma donde estaban los dormitorios. Los estudiantes gringos y japoneses nos veían raro; los de Pakistán, no tanto, y hasta cooperaron para comprar otro trineo.
Varios años después, ahorré y viajé a Europa, y vi nieve en algunos lugares, mientras un tsunami arrasaba islas asiáticas y se tragaba cuerpos, sillas de playa y coches. El suave y novedoso efecto del hachís no fue el mismo mientras mirábamos por el televisor del hotel a gente que lo estaba perdiendo todo. Pero afuera nevaba.
Hoy, cuando mi ciudad está más pinche que nunca, no ha vuelto a nevar. Sólo hay nieve en el cabello de los viejos y escarcha en el corazón de la mayoría de sus habitantes.
Volví a ver nieve cuando me mandaron de intercambio a un pueblo de Kansas. La nieve rebasaba la pista de atletismo que rodeaba al campo de fútbol americano del Instituto franciscano. Todo era un espectacular desierto blanco. Los estudiantes que no estábamos acostumbrados a ver nevar, salíamos a jugar como niños. Recuerdo que nos poníamos bolsas de plástico adentro de los tenis y bajo el pantalón, enrolladas en las piernas, porque no teníamos ropa especial que nos protegiera del hielo. Entre algunos compañeros de clase compramos un trineo en el K Mart, que nos turnábamos para deslizarnos cuesta abajo de la loma donde estaban los dormitorios. Los estudiantes gringos y japoneses nos veían raro; los de Pakistán, no tanto, y hasta cooperaron para comprar otro trineo.
Varios años después, ahorré y viajé a Europa, y vi nieve en algunos lugares, mientras un tsunami arrasaba islas asiáticas y se tragaba cuerpos, sillas de playa y coches. El suave y novedoso efecto del hachís no fue el mismo mientras mirábamos por el televisor del hotel a gente que lo estaba perdiendo todo. Pero afuera nevaba.
Hoy, cuando mi ciudad está más pinche que nunca, no ha vuelto a nevar. Sólo hay nieve en el cabello de los viejos y escarcha en el corazón de la mayoría de sus habitantes.
lunes, diciembre 17, 2007
Hablando del blog...
Si dejaba el mismo post por más de una semana, recibía entre 30 y 60 comentarios.
Los posts diarios recibían entre diecitantos y veintitantos.
Quité la modalidad de comments y ahora recibo dos o tres correos electrónicos a la semana.
Es cierta esa teoría que dice que los lectores de blogs son bieeen huevones, jejeje.
AVISO: Suscripción gratis por un año a ¡#$%&! Cómics para quien me dé información confidencial de más plagiadores y piratas de mis escritos, ideas, personalidad o dibujos. Prometo darles su crédito (o guardar su anonimato, si así lo prefieren), exhibir a los rateritos, hacer un post muy requetedivertido sobre el tema y -of course- mandarles su colección de revistas por un año.
Por cierto, dense la vuelta a ¡#$%&! Cómics, pues hay entrevista nueva.
¡Ah! Y cambié mis Datos Personales porque los otros estaban muy mamones y éstos se apegan más a la realidad del hombre serio y maduro que soy.
Saludos.
Los posts diarios recibían entre diecitantos y veintitantos.
Quité la modalidad de comments y ahora recibo dos o tres correos electrónicos a la semana.
Es cierta esa teoría que dice que los lectores de blogs son bieeen huevones, jejeje.
AVISO: Suscripción gratis por un año a ¡#$%&! Cómics para quien me dé información confidencial de más plagiadores y piratas de mis escritos, ideas, personalidad o dibujos. Prometo darles su crédito (o guardar su anonimato, si así lo prefieren), exhibir a los rateritos, hacer un post muy requetedivertido sobre el tema y -of course- mandarles su colección de revistas por un año.
Por cierto, dense la vuelta a ¡#$%&! Cómics, pues hay entrevista nueva.
¡Ah! Y cambié mis Datos Personales porque los otros estaban muy mamones y éstos se apegan más a la realidad del hombre serio y maduro que soy.
Saludos.
jueves, diciembre 13, 2007
Tiras y más tiras...
Es época navideña, y como yo soy bien contreras, a continuación los dejo con unas tiras cómicas (?) que hice de halloween y que no había subido por considerarlas muy ñoñas y sin chiste... pero así he andado últimamente:
Ya la segunda parte me dio hueva colorearla...
Y bueno, ahí les va una tira cómica navideña para que no digan que soy un Grinch:
Suficiente por hoy... Saludos.
Ya la segunda parte me dio hueva colorearla...
Y bueno, ahí les va una tira cómica navideña para que no digan que soy un Grinch:
Suficiente por hoy... Saludos.
martes, diciembre 11, 2007
Gente que vuelve insoportables estas fechas
No. No es tu mamá pidiéndote que vayas a misa "a dar gracias" o le ayudes a poner el pinito de navidad o los foquitos de colores en el contorno de la barda de tu casa. Tampoco es tu abuelita pidiéndote que en la posada familiar cantes los villancicos, cargues al niñito Jesús o le pegues a la piñata como todos tus primitos bebés. Tampoco los culturosos y sus atuendos estrafalarios.
No. Nada de eso es tan pesado y fastidioso como los güeyes -amigos, compañeros, conocidos, primos, etc.- que desde el fin de semana pasado no han parado de vanagloriar y hablar acerca del Maratón Guadalupe Reyes. Estos güeyes, a la menor provocación, mencionan esta práctica, y eso simplemente los vuelve personas non gratas. Si se toman una cheve: ay, el Maratón Guadalupe Reyes; si va a haber una posada: ay, el Maratón Guadalupe Reyes; si van a una fiesta o una boda, el puto Maraton Guadalupe Reyes sale al tema para todo como si fueramos muy cabroncitos, fuera obligación o algo que nos distingue orgullosamente como cultura. Y lo peor: los que usan nicks como: "Listo para el Guadalupe-Reyes ¡AJUA!", "Yo hago el Maratón Reyes-Guadalupe porque soy más cabrón", "¡¡¡Que empiece el Guadalupe-Reyes!!! Joto el que no le entre" o "1 día para que empiece el Guadalupe Reyes"
...y luego por qué me cagan estas fechas...
No. Nada de eso es tan pesado y fastidioso como los güeyes -amigos, compañeros, conocidos, primos, etc.- que desde el fin de semana pasado no han parado de vanagloriar y hablar acerca del Maratón Guadalupe Reyes. Estos güeyes, a la menor provocación, mencionan esta práctica, y eso simplemente los vuelve personas non gratas. Si se toman una cheve: ay, el Maratón Guadalupe Reyes; si va a haber una posada: ay, el Maratón Guadalupe Reyes; si van a una fiesta o una boda, el puto Maraton Guadalupe Reyes sale al tema para todo como si fueramos muy cabroncitos, fuera obligación o algo que nos distingue orgullosamente como cultura. Y lo peor: los que usan nicks como: "Listo para el Guadalupe-Reyes ¡AJUA!", "Yo hago el Maratón Reyes-Guadalupe porque soy más cabrón", "¡¡¡Que empiece el Guadalupe-Reyes!!! Joto el que no le entre" o "1 día para que empiece el Guadalupe Reyes"
...y luego por qué me cagan estas fechas...
lunes, diciembre 10, 2007
Más de Coolturosos e Intelectuales de Pacotilla.
Ya había hablado de lo insoportables y ridículos que me precen los culturosos, intelectualoides y poetas de café en este post y en este otro.
Si en ese par de escritos presenté mis razones, teorías y pruebas del por qué son tan insufribles estos bodrios de persona; en esta nueva invetigación revelo el por qué, durante el invirno, la arrogante mamonería y "actitud pose" de estos engendros de la cultura chafita se acrecenta. El frío tiene algo qué ver, eso que ni qué, pero aún no sé a ciencia cierta la relación inversamente directa (?) en el incremento del culturosismo cuando la temperatura baja.
¿Que por qué digo esto? Pues miren nomás cómo se visten durante estas fechas:
Estos güeyes viven a la moda tratando de huir de ella; eso es lo más cómico. Según ellos, la moda son todos esos males que ellos odian: los paradigmas y reglas que dicta una sociedad de consumo, la carencia de significado y valor propio como indivuiduos y bla bla bla. Pero estos pinches culturosos son más vanidosos que un metrosexual; eso sí: disfrazan esa vanidad con looks -según ellos- "despreocupados" y "únicos": huarachitos, camisetas de manta, chaquetas desgastadas, sacos con parches en los codos, gorritos bordados que le compraron a un hippie verdadero, cabello y barba larga. Pero no son otra cosa que looks trabajadísimos para que parezca que realmente les vale madre la moda y "son distintos" porque han alcanzado un grado supremo de iluminación con tanto filósofo que han leído.
En pocas palabras: lo culturosos son puro pedo, no les creas nada de lo que dicen porque ni ellos se lo creen y patea en el culo a uno de ellos todos los días para que vivas feliz.
Saludos.
Si en ese par de escritos presenté mis razones, teorías y pruebas del por qué son tan insufribles estos bodrios de persona; en esta nueva invetigación revelo el por qué, durante el invirno, la arrogante mamonería y "actitud pose" de estos engendros de la cultura chafita se acrecenta. El frío tiene algo qué ver, eso que ni qué, pero aún no sé a ciencia cierta la relación inversamente directa (?) en el incremento del culturosismo cuando la temperatura baja.
¿Que por qué digo esto? Pues miren nomás cómo se visten durante estas fechas:
Estos güeyes viven a la moda tratando de huir de ella; eso es lo más cómico. Según ellos, la moda son todos esos males que ellos odian: los paradigmas y reglas que dicta una sociedad de consumo, la carencia de significado y valor propio como indivuiduos y bla bla bla. Pero estos pinches culturosos son más vanidosos que un metrosexual; eso sí: disfrazan esa vanidad con looks -según ellos- "despreocupados" y "únicos": huarachitos, camisetas de manta, chaquetas desgastadas, sacos con parches en los codos, gorritos bordados que le compraron a un hippie verdadero, cabello y barba larga. Pero no son otra cosa que looks trabajadísimos para que parezca que realmente les vale madre la moda y "son distintos" porque han alcanzado un grado supremo de iluminación con tanto filósofo que han leído.
En pocas palabras: lo culturosos son puro pedo, no les creas nada de lo que dicen porque ni ellos se lo creen y patea en el culo a uno de ellos todos los días para que vivas feliz.
Saludos.
jueves, diciembre 06, 2007
Continúa Guffo con su trágica lucha contra el imperialismo de gringolandia
Úkela… Como que mi crítica a Taco Bell y Starbucks no le cayó en gracia a mucha gente. El trasfondo del asunto era señalar cómo mi ciudad se ha convertido en una sucursal – pero en feo y en sucio- de cualquier ciudad de Texas, California o el estado norteamericano fronterizo que les venga en mente. El propósito del escrito era señalar la facilidad con la que México le abre las patas a los gringos para que vengan y nos introduzcan sus intereses económicos, políticos, militares y way of life.
Pero nel, nadie captó el mensaje. De “comunista”, “izquierdista”, “perredista”, “globalifóbico”, "indio" y “pinche jodido” no me bajaron. Luego, cuando fueron a leer en Big Blogger toda la mierda que le echo a los iPods, iPhones, Blackberrys y de más chucherías tecnológicas, siguieron con más ardor los insultos, como si les hubiera exprimido un limón en las hemorroides de su fundillo.
“Ay, sí, como si tu no fueras a Estados Unidos de compras o de vacaciones”, dijeron algunos. Y pues sí; sí cruzo la frontera, pero cuando lo considero estrictamente necesario y no hay de otra. Además, aquí el tema no es ir para allá, sino que aquí se convierta en un clon de allá. Y no me salgan con que usar Blogger me hace incoherente con lo que pienso por ser un "producto gringo". Por favor.
“De seguro no tienes dinero para pasar una tarde en un Starbucks, indio de mierda”, alegaban otros de los ofendidos que, asumo, son consumidores compulsivos de los menjurjes que vende esa franquicia. La realidad es que no tengo nada a qué ir a un pinche Starbucks. Nada. El día que vendan cerveza, puede ser que vaya, pero los seguiré odiando, jojojo.
“De seguro criticas todo eso porque no puedes tenerlo porque eres un pinche jodido”, decían otros refiriéndose a los aparatejos modernos a los que les tiré mierda. Chale. Como si tener cosas que nunca he necesitado fuera lo máximo.
La hija de 11 años de la Fabi -y una que otra de sus amiguitas de la primaria- tienen un iPod, una cámara digital y un celular mejores que los de muchos amantes de la música, de la fotografía, de los celulares y de los que me escriben agredidos por mis críticas. No sé por qué se sienten tan chingones de tener algo que unas nenas de 11 años –casi 12- usan a diario, o por qué yo debiera sentirme mal por no querer tenerlo.
Por Dios, si hasta los serranitos de Tamazunchale que se pasean en la Alameda de mi ciudad los domingos y vienen en busca de mejores oportunidades de empleo, traen esos aparatejos. ¿Por qué creer que quien los tiene es dueño de un estatus alto o es muy verga?
A lo que voy es que siempre he considerado las ideologías gringas como peores que el comunismo, el socialismo o el izquierdismo extremo. Ese afán por el consumo desmedido de: “Si tienes, eres alguien; si no tienes para tener lo que te decimos que debes tener, no existes”.
Eso de imponer en todos lados su imperio y su estilo de vida sin chiste se me hace de lo más bárbaro; más bárbaro aún que Chávez, Castro, Evo Morales y de más loquitos que, con su bravuconería, de perdido le ponen sazón a la nota del día y le bajan los huevos a las devastadoras potencias mundiales.
Por ejemplo: ¿Alguna vez se han paseado por el aeropuerto de Houston? Ese que lleva el nombre del papá del actual presidente de los EUA. Bueno, pues en las bocinas de todo el agriopuerto se escucha, cada cinco minutos, una voz femenina que advierte: "Quien haga un comentario desfavorable o una broma referente a la seguridad de esa nación o su gobierno, será consignado a las autoridades y las consecuencias serán graves". ¡Háganme el puto favor! Ahora hasta lo que pensamos tenemos qué guardárnoslo. Por favor. Al rato nos van a negar la visa a quienes escribimos estas cosas en un blog. Pero ¿qué respeto se le puede tener a una nación paranoica que en sus aeropuertos obliga a los visitantes a quitarse los zapatos y a ser esculcados hasta por debajo de los huevos?
Estos putos al rato van a inventar un aparato para leer la mente y entonces ahí sí valdría madre todo, pues lo único que nos hace libres, sería también controlado por los gringos.
De hecho, ya están aplicando esa tecnología; si no me creen, vean este producto:
Pero nel, nadie captó el mensaje. De “comunista”, “izquierdista”, “perredista”, “globalifóbico”, "indio" y “pinche jodido” no me bajaron. Luego, cuando fueron a leer en Big Blogger toda la mierda que le echo a los iPods, iPhones, Blackberrys y de más chucherías tecnológicas, siguieron con más ardor los insultos, como si les hubiera exprimido un limón en las hemorroides de su fundillo.
“Ay, sí, como si tu no fueras a Estados Unidos de compras o de vacaciones”, dijeron algunos. Y pues sí; sí cruzo la frontera, pero cuando lo considero estrictamente necesario y no hay de otra. Además, aquí el tema no es ir para allá, sino que aquí se convierta en un clon de allá. Y no me salgan con que usar Blogger me hace incoherente con lo que pienso por ser un "producto gringo". Por favor.
“De seguro no tienes dinero para pasar una tarde en un Starbucks, indio de mierda”, alegaban otros de los ofendidos que, asumo, son consumidores compulsivos de los menjurjes que vende esa franquicia. La realidad es que no tengo nada a qué ir a un pinche Starbucks. Nada. El día que vendan cerveza, puede ser que vaya, pero los seguiré odiando, jojojo.
“De seguro criticas todo eso porque no puedes tenerlo porque eres un pinche jodido”, decían otros refiriéndose a los aparatejos modernos a los que les tiré mierda. Chale. Como si tener cosas que nunca he necesitado fuera lo máximo.
La hija de 11 años de la Fabi -y una que otra de sus amiguitas de la primaria- tienen un iPod, una cámara digital y un celular mejores que los de muchos amantes de la música, de la fotografía, de los celulares y de los que me escriben agredidos por mis críticas. No sé por qué se sienten tan chingones de tener algo que unas nenas de 11 años –casi 12- usan a diario, o por qué yo debiera sentirme mal por no querer tenerlo.
Por Dios, si hasta los serranitos de Tamazunchale que se pasean en la Alameda de mi ciudad los domingos y vienen en busca de mejores oportunidades de empleo, traen esos aparatejos. ¿Por qué creer que quien los tiene es dueño de un estatus alto o es muy verga?
A lo que voy es que siempre he considerado las ideologías gringas como peores que el comunismo, el socialismo o el izquierdismo extremo. Ese afán por el consumo desmedido de: “Si tienes, eres alguien; si no tienes para tener lo que te decimos que debes tener, no existes”.
Eso de imponer en todos lados su imperio y su estilo de vida sin chiste se me hace de lo más bárbaro; más bárbaro aún que Chávez, Castro, Evo Morales y de más loquitos que, con su bravuconería, de perdido le ponen sazón a la nota del día y le bajan los huevos a las devastadoras potencias mundiales.
Por ejemplo: ¿Alguna vez se han paseado por el aeropuerto de Houston? Ese que lleva el nombre del papá del actual presidente de los EUA. Bueno, pues en las bocinas de todo el agriopuerto se escucha, cada cinco minutos, una voz femenina que advierte: "Quien haga un comentario desfavorable o una broma referente a la seguridad de esa nación o su gobierno, será consignado a las autoridades y las consecuencias serán graves". ¡Háganme el puto favor! Ahora hasta lo que pensamos tenemos qué guardárnoslo. Por favor. Al rato nos van a negar la visa a quienes escribimos estas cosas en un blog. Pero ¿qué respeto se le puede tener a una nación paranoica que en sus aeropuertos obliga a los visitantes a quitarse los zapatos y a ser esculcados hasta por debajo de los huevos?
Estos putos al rato van a inventar un aparato para leer la mente y entonces ahí sí valdría madre todo, pues lo único que nos hace libres, sería también controlado por los gringos.
De hecho, ya están aplicando esa tecnología; si no me creen, vean este producto:
lunes, diciembre 03, 2007
Mamá: No quiero ser chambelán.
Hace 15 años, mi guapura florecía cual guayabo en primavera. En aquella época, un servidor -yo, para los que no entendieron- era muy solicitado como chambelán para las fiestas de quince años de vecinitas, hijas de comadres y demás niñas ñoñas del barrio. Siempre me negué, rompiendo el corazón de todas y evitándoles una vergüenza pública con mis atarantados pasos de baile.
Recuerdo que una vez, la mamá de una niña trató de sobornarme con una gorra de los Bulls de Chicago que me había traído de McAllen, Texas, como regalo para que aceptara. En aquella época andaba de moda ese equipo, cosa que, obviamente, a mí me valía verga, como todos los deportes. Me quedé con la gorra –y creo que se la vendí a un amigo que tenía sueños húmedos con Michael Jordan- y me negué a ser chambelán por milésima vez.
Después de muchos años, la gente entendió el mensaje de: "Favor de no estarme chingando" y no me volvieron a pedir ser chambelán de niñas-nalgas-miadas, ahorrándome la pena de decirles mi ya famoso y rotundo NO. A causa de eso, me convertí en el "raro", el "amargado", el "antisocial" el "cero cool", "el chavo al que no le gustan las fiestas" y de más estigmas que a cualquier adolescente pendejo le pesarían y lo pondrían al borde del suicidio. Pero a mí nel. Recuerdo que hasta mi madre se preguntaba qué había hecho mal para tener un hijo así: un hijo que no quería ser chambelán como todos los muchachitos normales de su edad. ¡Ay, snif! Qué tragedia…
Pero así fue. Desde temprana edad no podía prestarme a esas mamadas; mi integridad me lo prohibía. No podía fomentar esas payasadas, ni promover esos eventos atroces del ridículo personal en público para beneplácito de otros y el alimento personal del orgullo de a tres centavos de los padres.
¿Que por qué llamo payasadas a estos bonitos eventos que, ¡ay!, con tanto esfuerzo le organizaban sus papás a la quinceañera en su día?
Bueno, pues porque los chambelanes de aquella época –principios de los noventa- tenían que ir tres veces por semana, dos horas, a "ensayar sus pasos de baile" (¡háganme el chingado favor!) con un mariconchas de moda que creo que se llamaba Ricky Barragán (pero ahora le dicen Ricky Barrigón, porque los años no le pasaron en vano), que era bailarín, coreógrafo y loca profesional. Entonces, los chambelanes tenían que ir al estudio de este güey a practicar sus coreografías “modernas” y aprenderse los pasos de “Can´t Touch This” de MC Hammer o “Short Dick Man” de Gillete a la perfección para bailarlos el día de la fiesta con la cumpleañera; mientras la loca (no la festejada, el coreógrafo) gritaba, regañaba y se paniqueaba porque a los puñetas de los chambelanes no les salía bien el pasito de “la garra”, o la vuelta "en remolino”, o no estaban en sincronía cuando se tiraban al piso a hacer “la araña” para después pararse con “el paso del gusanito”. ¡Dios mío con esos nombres!. Aparte de todo lo anterior, había que comprar un vestuario multicolor, pantalones bombachos y mil mamadas más que rayaban en lo grotesco y que pocas veces pagaban los padres de la quinceañera.
Cabe mencionar que mis compas de la cuadra se sentían soñados cuando les pedían ser chambelanes. Chaaale…
No sé si yo era el que estaba mal por no ser tan simple y feliz como ellos, o ellos por ser felices con esas pendejadas tan simples.
En fin. Ya me desahogué. Buen lunes. Ahí luego les cuento más aventuritas.
Recuerdo que una vez, la mamá de una niña trató de sobornarme con una gorra de los Bulls de Chicago que me había traído de McAllen, Texas, como regalo para que aceptara. En aquella época andaba de moda ese equipo, cosa que, obviamente, a mí me valía verga, como todos los deportes. Me quedé con la gorra –y creo que se la vendí a un amigo que tenía sueños húmedos con Michael Jordan- y me negué a ser chambelán por milésima vez.
Después de muchos años, la gente entendió el mensaje de: "Favor de no estarme chingando" y no me volvieron a pedir ser chambelán de niñas-nalgas-miadas, ahorrándome la pena de decirles mi ya famoso y rotundo NO. A causa de eso, me convertí en el "raro", el "amargado", el "antisocial" el "cero cool", "el chavo al que no le gustan las fiestas" y de más estigmas que a cualquier adolescente pendejo le pesarían y lo pondrían al borde del suicidio. Pero a mí nel. Recuerdo que hasta mi madre se preguntaba qué había hecho mal para tener un hijo así: un hijo que no quería ser chambelán como todos los muchachitos normales de su edad. ¡Ay, snif! Qué tragedia…
Pero así fue. Desde temprana edad no podía prestarme a esas mamadas; mi integridad me lo prohibía. No podía fomentar esas payasadas, ni promover esos eventos atroces del ridículo personal en público para beneplácito de otros y el alimento personal del orgullo de a tres centavos de los padres.
¿Que por qué llamo payasadas a estos bonitos eventos que, ¡ay!, con tanto esfuerzo le organizaban sus papás a la quinceañera en su día?
Bueno, pues porque los chambelanes de aquella época –principios de los noventa- tenían que ir tres veces por semana, dos horas, a "ensayar sus pasos de baile" (¡háganme el chingado favor!) con un mariconchas de moda que creo que se llamaba Ricky Barragán (pero ahora le dicen Ricky Barrigón, porque los años no le pasaron en vano), que era bailarín, coreógrafo y loca profesional. Entonces, los chambelanes tenían que ir al estudio de este güey a practicar sus coreografías “modernas” y aprenderse los pasos de “Can´t Touch This” de MC Hammer o “Short Dick Man” de Gillete a la perfección para bailarlos el día de la fiesta con la cumpleañera; mientras la loca (no la festejada, el coreógrafo) gritaba, regañaba y se paniqueaba porque a los puñetas de los chambelanes no les salía bien el pasito de “la garra”, o la vuelta "en remolino”, o no estaban en sincronía cuando se tiraban al piso a hacer “la araña” para después pararse con “el paso del gusanito”. ¡Dios mío con esos nombres!. Aparte de todo lo anterior, había que comprar un vestuario multicolor, pantalones bombachos y mil mamadas más que rayaban en lo grotesco y que pocas veces pagaban los padres de la quinceañera.
Cabe mencionar que mis compas de la cuadra se sentían soñados cuando les pedían ser chambelanes. Chaaale…
No sé si yo era el que estaba mal por no ser tan simple y feliz como ellos, o ellos por ser felices con esas pendejadas tan simples.
En fin. Ya me desahogué. Buen lunes. Ahí luego les cuento más aventuritas.
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