"Duermo
tranquilo. La culpa es de los políticos, por no lograr llegar a un acuerdo y
recurrir a la violencia", dijo en 2007 el recién fallecido Mijaíl
Kaláshnikov, inventor del fusil AK-47. En cierta forma, creo que tenía algo de razón.
Pero no
vengo aquí a debatir los motivos de las guerras, ni a exponer mi opinión sobre
la violencia como un recurso para conseguir algo; tampoco a confrontar mis principios morales contra los de la industria armamentista (si es que ésta los tiene) y,
mucho menos, a cuestionar la aparente tranquilidad de conciencia con la que
vivió el señor este.
Quise
empezar mi escrito con esa frase porque la noticia de su deceso me hizo reflexionar
algunas cosas, sobre todo, acerca del llamado karma y ese halo de misticismo que lo rodea.
A como
entiendo que opera eso del karma, el tal Kaláshnikov debió haber tenido uno muy malo –o lo
tendrá en su “siguiente vida”-, pues inventó
un arma que asesinó a miles de personas en todo el mundo.
Pero, ¿mal karma? ¡Para nada! Según las notas que leí, el señor Mijaíl murió pacíficamente, lleno
de condecoraciones, a los 94 años de edad y millonario. Ah, y con la conciencia
tranquila. Y, si el karma le llegara a cobra la factura en su próxima vida -suponiendo que esto exista-, ni nos enteraremos, snif.
Muchos
dirán: “Tú no sabes, Guffo. No puedes estar seguro de que este hombre no haya sufrido durante su vida y haya tenido que pagar algo”. Ah, obviamente que no lo sé,
pero posiblemente sufrió y "pagó" lo que cualquier otro hombre sufre y "paga" en vida porque, pues,
así es la vida: decepciones amorosas,
muertes de seres queridos, sueños que no se cumplen, injusticias, enfermedades, consecuencias negativas a causa de errores, arrepentimientos por malos fallos, etcétera; situaciones que -creo- nada tienen que
ver con una energía difusa que premia o castiga a futuro según nuestro comportamiento. Somos nosotros y nuestras circunstancias; nosotros y nuestras decisiones.
O
podrán ponerse del otro lado de la moneda y pensar: “¿Y quién te dice a ti,
Guffo, que este hombre no le hizo un bien a la humanidad con su invento bélico; que tal
vez con su rifle de asalto muchos pueblos pudieron defenderse de sus opresores y
así alcanzar la libertad. Aparte, Mr. Kaláshnikov no fue quien apretó el gatillo y mató a toda esa gente; por lo tanto, el karma no se la cobró”.
Pues
sí, puede ser. Pueden ser muchas cosas. Un chingo, de hecho. Razones absurdas para
justificar algo como el karma -o cualquier otra creencia- siempre habrán.
Esto me
recuerda el capítulo de El dragón en el garaje, del libro El mundo y sus
demonios, de Carl Sagan, en el que –si mal no recuerdo- están dos weyes
platicando y uno le dice al otro:
—En mi garaje tengo un dragón que escupe fuego.
—En mi garaje tengo un dragón que escupe fuego.
—¡Enséñamelo!
Van al garaje y el dueño del animal fantástico dice:
—Aquí está el dragón.
—¿Dónde?
—Aquí. Lo que pasa es que es invisible.
—Pues entonces cubre de harina el
suelo para que queden las huellas marcadas.
—Buena idea, pero es que mi dragón flota.
—Bueno, entonces usa un sensor infrarrojo para detectar el fuego
invisible.
—Buena idea, pero el fuego invisible no produce calor.
—Entonces pinta con spray al dragón para hacerlo visible.
—No se puede porque es un dragón incorpóreo, por lo tanto, la pintura no se le pega.
Y así hasta el infinito de pretextos.
Suena bonito y justo eso del karma, pero desgraciadamente no existe. Si uno se porta bien con sus semejantes, ellos se portarán bien con uno por simple civilidad, no por karma; y a veces ni esto está garantizado. Si, es una regla social implícita que cualquier ser civilizado entiende, pero sabemos que no abundan mucho los seres civilizados, por eso añoramos una ley mágica que premie o castigue.
Por ejemplo: si vas por la vida pateando perros, un día uno te va a atacar y te va a morder. No es karma: es probabilidad, es lógica; a menos que decidas patear puro perro pequeño, cuya tarascada sepas que no te hará daño; ahí ya estás siendo consciente de tus actos, estás midiendo las consecuencias. Posiblemente uno de esos perros no te haga nada, pero el dueño del perro sí; entonces sigues midiendo las consecuencias y calculando tus actos y es así como decides patear puro perro pequeño y sin dueño. Y así te la llevas, aunque eso no quite que tarde o temprano te topes con alguien que te dé "tu castigo" por culero; no por karma: por simple civilidad, porque a la gente civilizada no le cabe en la cabeza que alguien patee a un perro indefenso.
Siento que vivimos en un mundo carente de valores y estamos obligados a actuar sin más guía que nuestra propia conciencia; que lo que determina nuestra naturaleza humana y nos define como individuos, son nuestros actos, y que estos actos también definen muchas veces lo que recibiremos; no por karma: por simple derecho natural. Por ser humanos. Por vivir aquí y ahora.
Por ejemplo: si vas por la vida pateando perros, un día uno te va a atacar y te va a morder. No es karma: es probabilidad, es lógica; a menos que decidas patear puro perro pequeño, cuya tarascada sepas que no te hará daño; ahí ya estás siendo consciente de tus actos, estás midiendo las consecuencias. Posiblemente uno de esos perros no te haga nada, pero el dueño del perro sí; entonces sigues midiendo las consecuencias y calculando tus actos y es así como decides patear puro perro pequeño y sin dueño. Y así te la llevas, aunque eso no quite que tarde o temprano te topes con alguien que te dé "tu castigo" por culero; no por karma: por simple civilidad, porque a la gente civilizada no le cabe en la cabeza que alguien patee a un perro indefenso.
Siento que vivimos en un mundo carente de valores y estamos obligados a actuar sin más guía que nuestra propia conciencia; que lo que determina nuestra naturaleza humana y nos define como individuos, son nuestros actos, y que estos actos también definen muchas veces lo que recibiremos; no por karma: por simple derecho natural. Por ser humanos. Por vivir aquí y ahora.