Fachada del Mercado Juárez, sobre Aramberri, justo frente al Lontananza. |
Como lo dije en un post de hace casi cuatro años, "lontananza" es una de mis palabras favoritas, si no es que mi favorita. No es una palabra común, pues es un vocablo italiano que antiguamente se utilizaba en sentido poético para referirse a algo que se encontraba lejos de la vista. Se emplea también en pintura, para señalar algo que está detrás del plano principal del cuadro, y, según la RAE, es una locución adverbial que alude a las cosas que, por su lejanía, apenas pueden distinguirse. Hoy, lontananza es una palabra en desuso; por eso, que una cantina lleve por nombre esta palabra, me parece algo más que poético. Es como si en diez letras se contuvieran todas las miradas perdidas de los clientes frente a su trago, como si reflexionaran contemplando el horizonte, la lejanía; como si posaran sus ojos en lontananza.
Sobre la calle Aramberri, justo enfrente del Mercado Juárez, en el que dicen que es el mero corazón del centro de la ciudad, está el mítico restaurante bar Lontananza. Y ¿por qué "mítico"? Pues porque es la cantina más antigua de la que se tiene registro en Monterrey (y el mueble de madera frente a la barra lo atestigua con un "Desde 1910" escrito en pintura blanca).
Fachada del Lontananza. |
La entrada está a un lado de esta silla de bolear. |
Cuando don Jesús Chapa adquirió el Lontananza, hace 55 años, el establecimiento estaba en la mera esquina de Aramberri y Juárez, pero como es una esquina muy peleada debido a la afluencia de transeúntes, una "importante" tienda de conveniencia terminó ganando la batalla por ese punto, por lo que reubicaron el negocio de don Jesús a un par de locales hacia el oriente.
Don Jesús es un señor que este año cumple 91 años de vida, y es fecha que sigue llegando a diario a su negocio a las 8 de la mañana para acomodar -con precisión milimétrica- los servilleteros y saleros que van sobre la barra, meter cervezas en los enfriadores, estibar cartones, comprar la carne en el mercado para preparar los platillos, meter en bolsas de plástico las porciones de cada guiso y, sobre todo, atender a sus clientes con la amabilidad que lo caracteriza. Don Chuy es un nonagenario activo y lúcido, que siempre está rodeado de amigos; pero, sobre todo, es un hombre que ama su negocio y disfruta lo que hace.
Don Jesús es un señor que este año cumple 91 años de vida, y es fecha que sigue llegando a diario a su negocio a las 8 de la mañana para acomodar -con precisión milimétrica- los servilleteros y saleros que van sobre la barra, meter cervezas en los enfriadores, estibar cartones, comprar la carne en el mercado para preparar los platillos, meter en bolsas de plástico las porciones de cada guiso y, sobre todo, atender a sus clientes con la amabilidad que lo caracteriza. Don Chuy es un nonagenario activo y lúcido, que siempre está rodeado de amigos; pero, sobre todo, es un hombre que ama su negocio y disfruta lo que hace.
A don Jesús Chapa se le ve a diario al mando de su negocio. |
Don Jesús Chapa detrás de la barra de su adorada cantina. |
Comanda del Lontananza, con el RFC de don Jesús, por si dudaban de su edad. |
Javier, uno de los hijos de don Jesús, en una ocasión me platicó una anécdota que me conmovió. Cuando reubicaron el Lontananza, la tienda que se quedó con la famosa esquina se comprometió a arreglar el local al que se mudaría don Chuy. Una noche de lluvia torrencial, el techo del segundo piso del bar se vino abajo, y el Lontanaza quedó casi en ruinas. A la mañana siguiente, don Chuy intentó rescatar de entre los charcos y los escombros algunas pertenencias: cuadros con fotos ya empapadas, papelería y artículos que consideraba de valor. Al verlo, su hijo le dijo: "Papá, deje ahí, ya todo es basura". Don Chuy, con voz quebrada y conteniendo el llanto, le respondió mirándolo a los ojos: "Ayúdame a recoger todo"; le dio un par de cuadros chorreantes que había encontrado debajo de un montón de blocks y el señor siguió buscando cosas entre los restos del derrumbe. Dice Javier que en ese momento comprendió el amor incondicional que su padre le profesa al Lontananza, y al instante se puso a levantar con él lo poco que había quedado. Y ese amor del que habla su hijo se nota cuando uno visita este lugar.
Cabe mencionar que la tienda de conveniencia encargada de la construcción del segundo piso del bar nunca se hizo responsable de lo sucedido.
Otro dato de este lugar -menos emotivo pero igual de interesante- es que David Toscana, Premio Xavier Villaurrutia 2017 y el escritor regiomontano más leído en el mundo -después de Alfonso Reyes-, tiene un libro titulado Historias del Lontananza (o Lontananza, según la edición) que viene siendo como un homenaje a esta cantina, de la cual también hace alusión en otras de sus novelas; y a la que -dicen- sigue asistiendo -de vez en cuando- el empresario Pepe Maiz, y -dicen también- era la consentida del boxeador Mantequilla Nápoles.
El Lontananza abre de lunes a domingo de 9 de la mañana a 9 de la noche (los domingos cierra más temprano) y a diario se sirve botana gratuita a partir de las 12-1 del mediodía: frijoles a la charra, algún guiso con arroz, tacos de chicharrón o de carne con frijoles, etc. También hay cinco platillos a escoger "a la carta" ("la carta" es un pizarrón de terciopelo negro arriba de la puerta de la cocina) que cuestan $80 pesos: machacado al gusto, chuletas de puerco, chuletón, cortadillo y atún. Ah, y también órdenes de papas a la francesa por $40 pesos. Las comidas -tanto las de cortesía como las que cobran- son vastas, de muy buena sazón y siempre van acompañadas de tortillas de maíz, tostadas y salsa.
Cabe mencionar que la tienda de conveniencia encargada de la construcción del segundo piso del bar nunca se hizo responsable de lo sucedido.
Don Chuy, a la mañana siguiente del derrumbe, salvando objetos de valor sentimental. |
Así quedó el segundo piso del Lontananza (ambas fotos fueron proporcionadas por Javier Chapa). |
Cuarta de forros del libro de relatos de Toscana. |
Machacado con huevo y frijoles: $80 pesitos. |
Taquitos de chicharrón: incluidos en el consumo. |
Picadillo con arroz: incluido en el consumo. |
Taquitos dorados de frijoles con el guiso del día: también incluidos en el consumo. |
Frijoles a la charra de cortesía. |
Cortadillo norteño, orden a la carta: $80 pesitos. |
Ésta es otra de las razones por las que me gusta visitar este lugar: porque es un espacio democrático, diverso, donde conviven todas las clases sociales; donde hasta el que trae sólo $30 pesos en la bolsa puede darse el gusto de tomarse una cerveza, comerse un plato de frijoles a la charra, unos tacos y hasta dejar propina. Ah, y aparte, sí entran mujeres.
¡Larga vida a don Jesús y al Lontananza, la cantina más antigua de Monterrey!