La repulsión que me provoca la
guerra sucia de las precampañas políticas en México hizo que me acordara de las
campañas, planillas y mesas directivas de mi época estudiantil, pero, sobre todo, de aquella que sucedió en el año de 1990, cuando cursaba tercero de secundaria
en el CUM de Monterrey y Carlos Salinas de Gortari era el heroico presidente
que –decían– salvaría al país.
Yo estaba recién llegado al
plantel marista. Venía de recibir una educación Montessori desde el kínder hasta
el segundo grado de secundaria, por lo tanto, todo eso de las planillas y las mesas
directivas y el sistema educativo estandarizado, eran rarezas para mí.
Por ponerles un ejemplo: en el
Montessori no había niños uniformados que se pintaban bigotes con refresco de
sabor naranja y engullían pastelillos y frituras bañadas en salsa roja durante
el recreo. ¿Por qué no? Pues porque en el Montessori no
había tiendita, y la comida chatarra
traída del mundo exterior estaba penadísima por el director. De hecho,
corrían de los alrededores a los carritos de nieves, raspados y tostadas que
pretendían vender sus productos a la salida de clases.
Polvorones, Gansitos, Mamuts,
Pizzerolas, Churrumais, bebidas gaseosas y demás monchis insustanciales eran motivo de reporte y de llamada de atención tanto a alumnos como a padres, a quienes se les hacía llegar una lista con los alimentos
permitidos para comer dentro del colegio (frutas, verduras y sándwiches de mermelada
o crema de cacahuate). La verdad yo nunca tuve problemas con esto, ya que mi padre tenía mucho en común con el director, pues en casa estaban prohibidos incluso los Frutilupis, los Chocokrispis y demás cereales con personajes antropomorfizados en la caja.
Sí, el Montessori de mi infancia era
un bonito experimento pseudodictatorial para formar superniños bien alimentados sin atuendos monótonos que les machacaran el individualismo, donde aprendíamos a tocar la flauta dulce (no, no es albur), jugar ajedrez y criar animales de granja (esto último no es broma: teníamos una granjita con hortalizas, gallinas y cabras en el patio del plantel).
Esta utopía duró algunos años, hasta que el director –por razones que aún de$conozco– decidió uniformar a los alumnos y abrir una tiendita con comida chatarra dentro de las instalaciones. Esta contradicción disgustó a mi padre, quien decidió cambiarnos de colegio: yo fui enviado a una sucursal del padre Marcelino Champagnat; mis hermanas, a una escuela de monjas, snif.
Esta utopía duró algunos años, hasta que el director –por razones que aún de$conozco– decidió uniformar a los alumnos y abrir una tiendita con comida chatarra dentro de las instalaciones. Esta contradicción disgustó a mi padre, quien decidió cambiarnos de colegio: yo fui enviado a una sucursal del padre Marcelino Champagnat; mis hermanas, a una escuela de monjas, snif.
Acepto que fue un shock salir de una pequeña burbuja hippie socialistoide que pretendía mentes sanas en cuerpos sanos para, de golpe, llegar a una escuela de hermanos maristas
y toparme con tiendita de comida chatarra, equipos intramuros de futbol, básquetbol y vóleibol; mesas directivas, planillas,
campañas, elecciones y quesque democracia estudiantil.
Me acuerdo que el año de mi ingreso había dos planillas que se disputaban el poder: Metal y Pereztroika.
Metal era la planilla de los nerds, quienes en una jugada maestra, decidieron ponerle a su partido el nombre de un género musical estridente para que –supongo– todos dijéramos: “¡Wooow… son nerds pero de seguro son desmadrosos!”. Obviamente no eran desmadrosos ni les gustaba el metal, pero cada letra del nombre tenía un significado: M de Mente, E de Estudio, T de Transformación, A de Amistad y L de... alguna mamada. Después, haciendo campaña salón por salón, para ensalzar "su identidad", los miembros de la planilla salían con alguna analogía o metáfora mamilas como discurso, tipo: “Nos llamamos Metal porque somos fuertes como el metal y somos una aleación de mentes e ideas distintas, y queremos que ustedes también se unan, para que nuestra fortaleza bla bla bla bla".
Metal era la planilla de los nerds, quienes en una jugada maestra, decidieron ponerle a su partido el nombre de un género musical estridente para que –supongo– todos dijéramos: “¡Wooow… son nerds pero de seguro son desmadrosos!”. Obviamente no eran desmadrosos ni les gustaba el metal, pero cada letra del nombre tenía un significado: M de Mente, E de Estudio, T de Transformación, A de Amistad y L de... alguna mamada. Después, haciendo campaña salón por salón, para ensalzar "su identidad", los miembros de la planilla salían con alguna analogía o metáfora mamilas como discurso, tipo: “Nos llamamos Metal porque somos fuertes como el metal y somos una aleación de mentes e ideas distintas, y queremos que ustedes también se unan, para que nuestra fortaleza bla bla bla bla".
El presidente de Metal era un nerd que, la verdad, era a toda madre y bien alivianado; muy diplomático también, de ésos que la llevaba bien con todos y te echaba la mano cuando
no entendías algo en clase. La cosa es que
este nerd se rodeaba de los nerds considerados “puñetas” o “cagapalos”,
de ésos que ni nerds son pero se
dedican a lamerle las bolas a los verdaderos nerds y a barbear maestros y lloriquearles si no sacan buenas
calificaciones. De ésos que copian en el examen pero tapan el suyo para que tú no te copies. Alumnos pusilánimes, pues. Entre los “directivos” de esta planilla, había dos de este tipo: un güey cabezón
al que apodaban El Totonaca, quien tenía fama de ser el "corre ve y dile" del director y de los maestros; y otro flaco ojeroso de hueva al que apodaban El Muerto, que tenía fama de "culo", pues siempre se escondía el dinero adentro de un zapato para no prestar cuando le pedían una moneda. Y pues
ésa era la debilidad de Metal, lo que la hacía impopular entre la racilla (palabra de tío).
Y pareciera que no aprendimos nada de aquellas planillas de la secundaria, preparatoria y carrera. Pareciera que nada ha cambiado, que nos convencen de la misma forma, con los mismos discursos, trucos y regalos baratos. Pareciera que desde chavos nos inculcaron aceptar la farsa que es la democracia.
Por otro lado, Pereztroika era la planilla de los
desmadrosos, la planilla de los güeyes con los que todos nos queríamos juntar:
los que fumaban en el puesto de Doña Pelos, los que se agarraban a chingazos
atrás del gimnasio, los que iban a otras escuelas a aventar huevos, los que se juntaban con chavos de prepa, iban a los quinceaños y habían formado una planilla nomás para salirse de clases a cada rato. Aunque no por esto eran "los burros" o "los malos estudiantes" o "los que acabarían mal", como se estigmatiza siempre a estos alumnos.
De hecho, el mero mero de la Pereztroika era un ex integrante de la banda Control Machete: Antonio Hernández/Toy Kenobi/Toy Selectah, pa´la banda (pero en aquel tiempo la pinche raza gacha lo apodaba "Chabelo"). El nombre de la
planilla lo habían agarrado por la situación que se vivía en la U.R.S.S. Perestroikca significaba Reestructuración,
por lo tanto, no se anduvieron con mamarrachadas de: Ay, ay: P es de Participación, E de Energía, R de Responsabilidad... Pereztroika era Perestroika. Punto. Por eso les digo que los desmadrosos de la escuela tampoco eran unos pendejos.
(Como dato aparte: no recuerdo si para ese año ya
habían salido los zapatos marca Perestroika, de Zapaterías Canadá. ¡Un clásico noventero clasemediero!)
Desde un principio se notaba que la Pereztroika como que
“incomodaba”. No sé si la apariencia de "greñudos" de sus integrantes o su actitud
desparpajada o que los maestros sabían que eran ellos los que escribían sus apodos en el pizarrón entre clase y clase; no sé. Lo que sí es que a los miembros de la Pereztroika los regañaban por cualquier cosa a cada rato, hasta que amenazaron con descalificarlos si no le cambiaban el nombre a su planilla, quesque porque aludía a un movimiento político extranjero con tufo comunista y bla bla bla. De hecho, creo que de ahí salió la z en vez de la s, para "mexicanizar" el nombre (Pérez), situación que, supongo, los altos mandos tomaron como una afrenta.
Y pues ese año "las elecciones" las ganó Metal, la planilla de los nerds. Y uno como espectador empezaba a darse cuenta de cómo funcionaban las cosas "en el mundo real".
Después viví otras planillas: las de prepa y carrera; aunque nunca me involucré. Prefería mantenerme al margen. Aparte, no era tan popular como para que los famosillos de la escuela me acogieran en su planilla y tampoco quería juntarme con los ñoños matados que le hacían la barba a los maestros. No me interesaba. Todas las planillas me parecían lo mismo. Todas, ante mis ojos, eran una farsa y una pérdida de tiempo. No había sorpresa: ganaba quien llevaba a tocar al recreo a Conceptos Digitales o a Apple: las cintas de moda de aquella época. Ganaba la planilla que repartía más lápices, plumas, calcas, botones o playeras; o la que regalaba más cortesías y no covers para los antros más exclusivos. Ganaba la planilla con las viejas más buenas y los güeyes más guapos; ganaban los políticamente correctos, los que no incomodaban, los que estaban bien con los maestros, los que no se salían del molde, los que no eran "un mal ejemplo"...
Recuerdo un año que ganó una planilla –Tunas, creo que se llamaba– que tapizó la escuela de propaganda: lonas en formato gigante, globos de helio enormes y de esos "bailarines" de tela que se conectan a un abanico y que, para ese tiempo, era lo más novedoso en publicidad. Y pues sí: el presidente de la planilla ganadora era hijo del dueño de una agencia de promocionales. La planilla que perdió muy apenas y puso lonas que ellos mismos pintaron, snif.
Otro año ganó una planilla que hizo un fiestón en una nueva discoteca. Cena, bebida, baile: todo gratis. Aparte, regalaron pases de entrada para Bosque Mágico, pues el papá de uno de los integrantes "tenía vara alta" en no sé dónde y conocía mucha gente y podía conseguir muchas cosas. La planilla perdedora muy a huevo y regaló pizzas en un descanso entre clases.
Eso era la vida real. Nos estaban preparando. Nos estaban moldeando. Nos estaban acostumbrando. Ganaban quienes le invertían a la forma, no al fondo. Aparte: ¿qué podían ofrecer unos chamacos caguengues de 15 años en materia de educación? ¿Acaso derrocarían al director o al rector del plantel e instituirían un nuevo sistema educativo? No. Antes que esto sucediera, llamarían a sus padres por mal comportamiento; y, si seguía así el muchacho o muchacha, posiblemente lo expulsarían. Por eso todo ese espectáculo me parecía una burla soporífera.
Ahora, tradúzcanlo a nivel país...
Me gustaba mucho el sistema de mi escuela Montessori. Falta que funcione llevándolo a la vida real.
13 comentarios:
¿Ya viste la película Captain Fantastic?
Algunas letras de tu texto me parecieron "guiños" de la película, eso o es que la tengo reciente por volverla a ver, una vez más.
Vale mucho la pena y siento que te puede gustar bastante.
Que onda mi buen Guffo, me perdí un tiempo de tus publicaciones, pero ya andamos por acá.
Que Razón tienes, no hemos aprendido nada. Me dan un chingo de risa los spots de las precampañas en el sentido de que según te "aclaran", que el mensaje no va dirigido a ti, sino a los integrantes del consejo de no sé qué del partido en cuestión, pero de todas formas te lo tienes que chutar ¿no?
Bueno, ya sé que técnicamente no, pero por mas que no peles tv ó radio en algún lugar te los topas... en fin.
Saludos...
En la secundaria no había sociedad de alumnos, pero sí el concurso Señorita Simpatía que nos decía la profe de Ciencias Sociales es como se nos enseña la democracia. Siempre me causaba escozor que la que ganaba no era necesariamente la más simpática (o bonita) sino la que llevaba más cupcakes a regalar a la hora del recreo. Sí, aquello era democracia, años más tarde lo comprendí.
Esagui: ¡Claro!, es de mis favoritas. Muchos saludos.
Karlos: Como el del Anaya que sale cantando con el niño del Movimiento Naranja, que dice que "es un mensaje" y no dice nada, jajaja.
gabo: Hola, gabo. Gracias por comentar. Y sí: nos preparan desde morros para aguantar la farsa; para conformarnos con quien nos dé más regalitos. Si los educados con posibilidades caen en esa trampa, ahora imagínate los que no tienen nada.
Pues sí mi estimado Gustavo, en todas partes se cuecen habas. Es lo que aplican en la mayoría de las facultades de la UANL.
En mis años de estudihambre no era un secreto eso: siempre ganan los dizque políticamente correctos, aunque todas las planillas tengan exactamente las mismas propuestas: "impulsar a los estudiantes bla bla bla""cambiar la malla perimetral, la barda bla bla bla, gestionar blablabla" Casi todos los que conocí traían los mismos choros, algunos más weyes que otros cuando les tocaba responder a la pregunta de rigor que les hacía: "oigan y cómo piensan hacer eso?"
Total, se elegían y ya no gestionaban ni hacían ni madres: todos se hacían pendejos o se limitaban a vender las chamarras de la escuela, cobrar el estacionamiento y el uso de los lockers. Seguían el bullying en los pasillos, los baños bien marranos, la malla perimetral de la escuela cayéndose sola.
Esas sociedades de alumnos siempre las he considerado como una oportunidad de sus integrantes de andar de huevón, de no entrar a clases, de bullear a quien ni en cuenta, y andar de lamesuelas del director y de los profes. Hasta exalumnos llegan ahí de mantenidos, exalumnos que están en la sociedad de alumnos
porque andan sin jale o no tienen nada mejor qué hacer, porros y uno que otro fósil.
Tras las elecciones del año pasado, entré a la página del INE de Coahuila y descargué la información de los votos obtenidos por cada candidato y el gasto total de su respectiva campaña. Con estos datos, mediante una regresión, analicé en qué medida el dinero gastado en campaña influye en los votos obtenidos.
En promedio, cada voto les costó $42, aunque hubo candidatos que registraron gastos por $23,000 y recibieron solamente 1 voto. El resultado principal fue que el 92% de los votos que obtiene cada candidato es explicado por la cantidad de dinero gastado. No es el partido, no son las propuestas, no es el sexo del candidato; sencillamente, quien gasta más es quien gana las elecciones.
Es algo cruel pero sí es lo que nos esperaba cuando ocurrían esas elecciones estudiantiles. Y vayamos a cualquier parte del país (Nuevo León, Yucatán, donde sea) la situación es la misma. Nuestra "fiesta" de la democracia es eso, una fiesta: fotos pa'l face, regalitos, carreras deportivas, conciertos de reaggetón, confettis, edecanes, todo eso y mucho más en un mítin político.
Saludos.
Hola Guffo.
Me llama la atención tu educación Montessori. Podrías escribir acerca del shock del cambio a sistema tradicional?
Mi hija está en Montessori pq yo creo firmemente en esa filosofía, pero tengo un poco de miedo cuando ya no haya más opciones que el sistema tradicional.
Nota. Soy Montessori pro-chococrispis!
Perico: Así es: tanto en la escuela como en el país, es la misma farsa. Para eso nos preparan, he ahí el descaro. Gracias por comentar.
Adán: Igualito que en secundaria, que ganaban los que llevaban el mejor sonido al recreo. Así los "avances democráticos" y nuestra evolución mental en cuanto a esta materia. Y neta que a veces hasta las elecciones de la secu parecen más formales o dignas que algunas de la vida real. Saludos.
Pablo. Es una fiesta y un negociazo. "Las campañas son 3 meses pa´mamarse", me dijo alguna vez un conocido, emocionado porque iban a empezar campañas y él estaba en un grupo con cierto poder. Saludos.
Unknown: Pues sobre todo, "la forma" de las clases. En el Montessori no eran clases en sí (un maestro distinto cada hora dando una ponencia frente al pizarrón). En el que yo estuve había una "mesa redonda" donde a cierta hora se juntaba un grupo y la maestra encargada de ese salón daba una clases; el resto del día era trabajar con materiales didácticos o leer libros o hacer algo que te gustara. Me acuerdo que alentaban mucho la curiosidad de los niños. En secundaría sí era "más tradicional" la forma de educar, pero los grupos no pasaban de 15 alumnos. Llegar a salones de 50 personas fue un shock. Como que la personalidad de los niños en el Montessori era más homogénea, y a mí eso me parecía bueno, pues había más gente como uno, mentes más afines. En el CUM me acuerdo haber pensado: "¿Qué pedo con estos salvajes?" cuando alguien se paraba en un pupitre o aventaba papeles. En el Montessori el director era como un dictador que, bien o mal, tenía el control bien cabrón de todo porque era más pequeña la escuela. Que alguien se parara en un pupitre o aventara un papel era penadísimo. Era ir or el niño al salón, hablar con él, hablar con los padres y sentenciarlos. Con decirte que os apodos estaban prohibidos. Era reporte si te escuchaban hablándole a alguien por su apodo. A ver si luego escribo un post al respecto. Saludos.
Orale Guffo con lo del Montessori, sí me imagino el shock.
Chance lo de la "dictadura" me hubiera "brincado" un poco (ó tal vez no tanto, con eso de evitar el hoy llamado bullying) pero seguro que me hubiera encantado eso de las "mesas redondas" ó hacer trabajos e investigar por mi cuenta ó salones de 15 chamacos, como varios dicen así sí vas a aprender y no solo a aprobar...
Saludos again.
Pinche Guffo, estos son los escritos que mejor te salen.
Jaja "la L de alguna mamada,".
Oyr, tienes fotos de Toy en ese sentonces? Yo crecí con control Machete, soy fan de esos cabrones.
Saludos.
Mussgo, Campeche.
Buena anécdota don Guffo, pasando a saludar, uno de tus lectores de la prehistoria de Blogger
Creo que cuando describes las situación de convivencia, entendí que esto se refleja en la sociedad, en la república y en la vida e idiosincrasia del mexicano común. Siempre habrán los "mamatilines o los llorones y demás personajes que describes. Salir de la zona de confort a lo que nos acostumbran es bastante difícil, pero es menos cuando te das cuenta que estas parado en una oblea.
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