jueves, septiembre 29, 2016

Pañales para adulto

El fin de semana teníamos ventanas y postigos abiertos para que el aire corriera y los rincones de la casa se impregnaran de ese característico aroma que producen las amenazas de lluvia.

Al lado de donde vivo hay una casa dividida en 6 ó 7 cuartos, propiedad de un señor que vive a la vuelta de la calle y los renta exclusivamente a hombres, ya sea por semana o por mes.

Contrario a lo que uno pudiera pensar, los inquilinos nunca me han dado problemas: no ponen corridos ni rolas de José José a todo volumen, no ven los partidos ni de Tigres ni de Rayados, no hacen borracheras ni hablan fuerte ni nada. De repente por las mañanas me llega el olor del chorizo con huevo y el sonido de la grasa chirriando en un sartén; y, algunas noches, el tufo de la mota que alguno de los arrendatarios fuma de vez en cuando; pero fuera de eso, nada que sobrepase los límites del respeto y la civilidad.

Total que el fin de semana estábamos cocinando y leyéndonos algunas cosas que habíamos encontrado en Internet, cuando se escucharon unos gritos al lado:

-¡Ya ni chingas, cabrón! Ahí andas todo cagado y todo miado y te sientas en todos los muebles... ¡No la chingues! Tuve que tirar el colchón de tu cama porque lo echaste a perder, hijo de la chingada. ¡Báñate, cabrón cochino! ¡Báaañate! Ni que te cobrara extra por bañarte.

Después se escucharon unos balbuceos. Alguien respondía al regaño, pero era imperceptible lo que decía por las interrupciones de quien gritaba.

-Te me vas a ir de aquí, cabrón. Me vale madres que no me pagues lo que me debes: ¡ya no te aguanto! Pinche cochino... ¡Marrano!... ¡Mira nomás cómo tienes las sillas!...

Después, volvió el silencio; pero con él, la intriga (que se despejó a la mañana siguiente).

Resulta que uno de los inquilinos es un hombre de más de 80 años al que su familia llevó a un asilo de ancianos, pero el hombre no quiso quedarse ahí porque no lo dejaban fumar ni salir ni nada. En el periódico que acostumbraba leer todas las mañanas, vio anunciados los cuartos en renta que están al lado de mi casa, y, sabrá cómo, pero el señor se salió del asilo y llegó a rentar uno. Me he topado al susodicho un par de veces caminando por la banqueta, pero nuestro primer encuentro fue por una confusión: llamó a mi puerta pensando que era la suya. Cuando le dije que él vivía en la casa de al lado, me dijo: "Ábreme... ábreme, cabrón, no estés jugando, yo no me llevo", hasta que salió uno de los ocupantes de la casa y se lo llevó.

Don Chente es quien le renta un pequeño cuarto al octogenario. Don Chente lleva viviendo toda su vida en el centro de Monterrey. Heredó dos propiedades: donde vive -en donde también tiene una pequeña tienda de abarrotes- y la de los cuartos en renta. De repente nos topamos y nos saludamos; a veces platicamos porque estaciona su coche detrás del mío y se la pasa arreglándole cosas al motor. El sábado por la mañana estaba metido debajo del cofre de su coche y, al escuchar que abrí la puerta, me saludó y se disculpó por los gritos. Le pregunté que qué había pasado, y me contó lo del octogenario con incontinencia urinaria y fecal.

Ese mismo día le comenté a la Fabi de qué se había tratado la discusión que habíamos escuchado la noche anterior, y de volada me propuso que fuéramos a comprar unos pañales para adulto. Me pareció buena idea y fuimos. A las 7 de la tarde don Chente seguía arreglando su coche. Llegué con la caja de pañales y le dije que se la diera al señor para que acabara con el problema. "A ver si no se ofende", me dijo, preocupado. "Es medio cabrón el viejo... ya me tiene hasta la madre". "Dígale que si se quiere quedar aquí y no irse al asilo, se los tiene que poner", le sugerí, y sonrió. "Y si no quiere, me dice, y le digo a mi vieja que lo convenza de que se los ponga. Ella tiene tacto pa´eso".

El resto del fin de semana estuvo por demás tranquilo: ya no hubo gritos ni olor a mota ni chirridos de grasa en un sartén ni nada.

El lunes tocaron a la puerta de mi casa. Era don Chente con la caja de pañales. "No los quiso el pinche viejo. Me los aventó y se puso a llorar; luego me dijo que no lo corriera y que no le hablara a su familia. ¿Qué hago?". Me quedé callado. "Le dije que iba a venir la muchacha de al lado a ponérselos (o sea, la Fabi), y me rayó la madre".

Y pues aquí seguimos pensando en alguna forma de convencer al anciano para que se ponga los pañales sin que se sienta humillado. Si tienen alguna idea, es bienvenida.

Como dato adicional, le comenté esta anécdota a unos conocidos. Su reacción fue: "¿Pa´qué se meten? Que el viejo y su rentero se hagan garras solos". Neta, ojalá nunca necesiten pañales. Culeros. 

11 comentarios:

Karlos F. dijo...

Tsss, sí esta canija la situación: por un lado podrían tener razón los que dicen "no se metan, no se hagan de broncas gratis", pero por otro lado, como permanecer indiferente ante una situación de este tipo.

También pienso en: Que tiene que suceder en la mente de uno para llegar a situaciones de este tipo, a nuestra edad, no suena lógico, pero ya llegando a esa edad... ah caray.

Sorry, de nuevo me extendí hablando y ni siquiera una sugerencia aporte. Ojala se pueda hacer algo. Saludos...

Macky dijo...

Mi abuelita tiene incontinencia y sólo dejó de renegar por usar pañales cuando le compramos los que parecen ropa interior. A lo mejor se lo pueden poner de ese modo, no son pañales, es ropa interior que tira a la basura, ¡ni siquiera tiene que lavar!

Anónimo dijo...

Mi papá tiene el mismo problema y está más joven, apenas va para los setenta y tampoco quiere usar los pañales. Ya ha hecho de las suyas en coches de la familia y nadamás no hay quien lo haga cambiar de parecer.

Creo que aqui se le está dando mucha consideración al señor, no solo hace sus cochinadas sino que falta al respeto a muchas personas, no solo verbalmente. Y todavía se preocupan de que se ofenda y le hacen caso de no hablarle a su familia porque le hace a la llorona.

Te adelanto que no lo van a convencer. No lo traten tan amablemente y si es necesario, que ya no lo dejen entrar a la casa. Ni modo, no le están haciendo ningún favor al dejarlo hacer eso. Luego no se va a querer tomar sus medicinas ni hacer la dieta que debe o cuidarse, te garantizo que muy probablemente no lo está haciendo.

Pongo esto como anónimo porque se que a muchos les dará verguenza.

Bere Albino dijo...

Hola Guffo

Llevo muchos años leyéndote, siendo este mi primer comentario. Me sentí muy mal por el señor al leer la historia ya que en mi experiencia esta actitud se presenta cuando las personas comienzan a sentir pena por ellos mismos y quieren seguir siendo autónomos a pesar de que en el fondo saben que esa vitalidad se está escapando.

Mi mejor consejo, denle compañía, atención y comprensión; y una vez que se ganen la confianza mutua tal vez la propuesta de los pañales para adulto ya no sea tan descabellada. No es una solución inmediata, pero considero que todo es cuestión de confianza y un poco de asertividad, siempre es más fácil escuchar a un amigo que a una autoridad (en este caso el casero). Saludos y espero que todo mejore.

Reynaldo Sanchez dijo...

Lo de los pañales que parecen calzon es buen metodo. Piensen tambien enla dignidad y autoestima del pobre viejo.
Ojala esos que dicen que no lo traten tan bien, no tengan que llegar a necesitar que alguien los cambie y los limpie.
Hay que saber ayudar y a veces mas duro, a recibir ayuda, aun a costa del pudor.

Unknown dijo...

Que grandes ideas anónimo, que se joda el pinche viejo es su culpa por envejecer.
Obviamente el señor tiene problemas cognitivos y esos aun con tratamiento ya no tienen remedio. Lo correcto sería hablarle a la familia. La verdad está muy cabrón cuidar a una persona así, de hecho se describe una entidad llamada: colapso del cuidador. Lo digo para aquellos que piensen que meter al señor al asilo es de ojetes o mala onda. Muy difícilmente convencerán al don de ponerse el pañal y creo que no es su principal problema.

Guffo dijo...

Muchas gracias a todos por sus comentarios. Vamos a ver en qué acaba esto, porque por lo que sé, el señor está ahuevado en que no quiere regresar en el asilo, y su familia ya también se hartó, so... Siempre que sé de una situación así, me acuerdo del libro "La hermandad de la uva". Se los recomiendo. Buen fin de semana. Abrazo.

TeReSa dijo...

A veces es dificil aceptar que tenemos un problema y peor si es uno que nos "rebaja" o "humilla" a los ojos de los demás, espero que el señor entienda que no es para burlarse de él sino hacerlo un poco independiente...

PD: Conocí a un señor que nunca quiso operarse sus hemorroides y prefirió usar toallas sanitarias por los sangrados que le causaban. :/

Salu2!!

Jose Puente dijo...

Esta grave el asunto, yo compraba pañales para mi abuela, pero nunca les puso peros.

Unknown dijo...

Es mejor usarlos te hacen un parote_ el chiste es animarse yo uso de repente porque soy hemiplejico

Anónimo dijo...

Tengo años de leerte, aunque casi nunca comento, pero esta vez lo tendré que poner anónimo pq no te va a gustar... Tus conocidos tienen razón, por muy buena persona que seas no te conviene meterte en asuntos de otros. En la puerta de mi oficina tengo una hoja impresa con el siguiente mensaje: "Del 100% de problemas que tienes 90% son por entrometidos y 10% por pendejo" ... Luego de 3 años de analizar mis problemáticas con esa frase, mi cantidad de problemas se ha reducido, simplemente pq dejé de agarrar boletos de otros ¿En que porcentaje te gustaría caer?