En la Plaza de la Luz, frente al Banorte, se pone un triciclo con una lona anaranjada para cubrir el sol. Ahí, una niña vende tacos, tostadas y chicharrones de harina preparados con frijoles, repollo, diferentes tipos de salsas y cueritos con vinagre y pico de gallo. A veces que tengo antojo o salgo del banco después de depositar millones de wones norcoreanos, voy a comerme un par de tostadas o un par de tacos de papa: mis favoritos. Me ha tocado ver tantos clientes que para las 6 de la tarde -la hora del antojo feroz- ya no tiene nada para vender, cosa que me da mucho gusto, aunque me quede con hambre, snif. Digo, el sabor no es cosa de otro mundo, pero están bien para matar el hambre. También vende aguas naturales de tamarindo y de piña. La primera sí está muy buena.
La niña siempre había sido muy seria: de ésas que te esquiva la mirada porque siempre está viendo para abajo; hasta el lunes pasado, que decidí ir por tres tacos de papa.
-¿Y usted cómo se llama? -me preguntó después de entregarme los tacos.
-Gustavo. ¿Tú?
-Ana. Mucho gusto, señor Gustavo.
-Mucho gusto. ¿Cuántos años tienes, Ana?
-Once.
-Te ves más grande -dije, y sonrió.
-Te ves más grande -dije, y sonrió.
Siempre pensé que era mayor, pues es alta y su rostro es de aspecto duro, con los párpados caídos, como inexpresiva; características que, creo yo, le roban su aspecto infantil. Ana me platicó que es huérfana desde los 2 años, que nació en Ciudad Valles pero vive en Monterrey -con su hermana- desde casi recién nacida, y que quien atiende el triciclo cuando ella no está, es precisamente su hermana. Le quise platicar que pasé muchas de mis mejores vacaciones en Ciudad Valles y sus alrededores, pero la verdad me ofuscó saber que desde tan niña había quedado huérfana y se había venido a Monterrey. Supuse que Ciudad Valles ni siquiera era un recuerdo para ella, y que mis vacaciones en su tierra le importaban un carajo; por lo que decidí mejor quedarme callado, comiéndome mi segundo taco.
-¿Y a usted le gusta leer? -me dijo. Esperaba cualquier otra pregunta, menos ésa.
-Sí, ¿cómo sabes? -respondí sorprendido.
-Es que a mí también me gusta leer.
-¿A poco? ¿Y qué has leído?
-Pues más que nada novelas románticas -se ruborizó al decir esto, para después agregar con mucha seguridad en su voz: "Y un poco de todo".
No me lo podía creer. ¡Una niña de once años que vende tostadas en la calle, con el hábito de la lectura! Estaba frente a un milagro moderno.
Ana me platicó que había leído todos los de John Green, la saga de Crepúsculo, Mujercitas, algunos de poesía y no recuerdo qué tantos más. Dijo que en la primaria le pedían hacer resúmenes de libros infantiles "muy cortitos": su tarea favorita. Y yo, seguía sorprendido.
Cuando le pagué y me despedí y le dije muy metido en mi papel de papá Guffo que qué bueno que leyera, que no dejara ese hábito, que le iba a regalar unos libros y que bla bla bla, me pasó un cuaderno y una pluma:
Cuando le pagué y me despedí y le dije muy metido en mi papel de papá Guffo que qué bueno que leyera, que no dejara ese hábito, que le iba a regalar unos libros y que bla bla bla, me pasó un cuaderno y una pluma:
-¿Me puede apuntar aquí sus libros favoritos?, para buscarlos en el ciber... -y le apunté a Twain, Salgari, London, Dr. Seuss, Fante y muchos más.
Ya de regreso en casa decidí escribir la anécdota en Twitter, como siempre que me pasa algo digno de platicarse, y la verdad no me esperaba la reacción tan chingona de la gente que me lee:
La próxima semana les platico la continuación de esta historia.
Libros que me han donado. |
Muchas gracias a todos.
7 comentarios:
Es bueno saber que aun hay niños y niñas a los que les gusta leer, cuando se encuentran milagros como estos lo menos que puede hacer uno es tratar de fomentar su desarrollo.
En espera de la continuación.
Saludos.
A quién chingados le importa?
Me gustaría también hacer un donativo.
Ya me imaginé la escena: el Guffo, la Fabi y Ana caminando en los pasillos de la FIL. "Tío Guffo, me compra éste?" Y Gustavo arrastrando una carretilla Truper de albañil, repleta de libros, mientras la pequeña agrega "Cartero" de Bukowsky a la carga. "Pinchi werca cabrona, a este paso en un mes va a tener más libros que la biblioteca personal de Carlos Monsiváis. Lo bueno que a la salida ya se los va a llevar ella", piénsa él, entusiasmado....
Ya fuera de joda, qué bueno que aún haya jóvenes con curiosidad por la lectura y del mundo que los rodea. Y que tengan un padrino tan bien pinche guapo que les solvente y patrocine el vicio de leer, jejejejje!!!!
Hola Guffo, siento una gran satisfacción que tu blog (aparte de brindar una amena lectura) pueda lograr detalles tan significativos que se traduzcan en brindar bienestar a una persona. Tal vez para muchas personas no sea importante un libro, pero para quienes se escudan de la realidad , mediante la lectura significa muchísimo; ojalá que este detalle le sirva a ella como motivación y pueda cumplir sus proyectos.
POR FIN conozco alguien que leía Salgari!!! Mi preferido de puberto!!! Toda la serie me la encontré en la biblioteca de mi papá y me los eché todos... Pensé que era el unico niño raro. Gracias Guffo!
Qué belleza!
Publicar un comentario