No existen los buenos vendedores. Lo que hay son hijos de puta tan necios que uno les compra con tal de que ya no estén jodiendo.
Los vendedores se multiplican como Gremlins y cada vez desarrollan métodos más sofisticados para vendernos cualquier chingadera.
Los hay de calculadoras, enciclopedias, paquetes para computadora, suscripciones para revistas religiosas, tarjetas de descuento para el CostCo o City Club, libretas con cupones para el Chili´s o el Applebee´s. Pura pendejada.
Hace un par de semanas, en la Feria del Libro, tuve la grata experiencia de toparme con vendedores de "Fáciles Cursos de Inglés en 3 Sesiones para Ser Alguien en la Vida".
Fuera de bromas, creo que este tipo de vendedores son los peores del universo. Y digo peores no porque no vendan, sino porque no hay manera de quitártelos de encima. Se avientan en manada, como fieras sobre cría de jabalí verrugoso.
Con decirles que hasta te hacen sentir mal si les dices que no, porque hablan bien bonito y se arreglan tan bien que el único pinche traje que tienen en su guardarropa –que de seguro es el mismo que usaron en su graduación de prepa técnica- parece un Hermenegildo Zegna. Aparte, son tan educados y tan diplomáticos, que hasta te hacen creer que están preocupados por tu desarrollo como individuo y tu futuro, en el que te visualizan como un triunfador que compra muchos trajes como el que ellos llevan puesto.
El primero en abordarme fue un hombre de traje gris, camisa mostaza, corbata morada y calcetón blanco.
-Hola amigo, buenas tardes, ¿cómo anda tu inglés?
-Pues muy bien -respondí ingenuamente.
-Qué porcentaje dirías que lo dominas.
-No, pues no sé... un 80%...
-Me parece que lo dominas el 90%, pareces un joven inteligente, de seguro estudiaste en el extranjero.
"Aaaahlamaaadre, mira qué buena onda de bato, me dijo inteligente y aparte es adivino porque sí, sí me fui a estudiar al extranjero", pensé.
Y ahí fue mi perdición. Me ganché de su anzuelo
-Sí, es cierto, lo domino un 90% -dije seguro de mí mismo, con el puño en alto, como Braveheart.
-Yo te voy a ayudar a que lo domines al 100%, ¿cómo ves?; mira, ven, siéntate aquí, te voy a robar 10 minutitos que te darán toda una vida de satisfacción personal y triunfos.
¡¡¡NNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Casi vomito después de esos “diez minutitos”. Todo por ser amable y no mandarlo a la verga desde un principio. Pero es que la verdad le echó muchas ganas y hasta me dijo que tenía cara de inteligente y adivinó que me había ido a estudiar “fueras”, snif.
Bueno, como quiera ni le compré nada, y cuando me pidió mis datos le di un nombre falso y unos teléfonos que igual y son de Madagascar, jeje.
Huí como pude, pues ya hasta me palmeaba la espalda y me decía: “Hablamos pronto, amigo”.
Me propuse no volver a caer en las garras de un monstruo de ésos.
Yo siempre he pensado que si quiero algo, pues yo voy, lo busco y lo compro. Es muy molesto que se le acerquen a uno a ofrecerle cosas. Si llegan a ofrecernos algo de seguro es porque no es exitoso ni se vende “como pan caliente” y por eso tienen que andar importunando cristianos para que lo adquieran. En fin.
Seguí caminando por los pasillos de la Feria, con mi cara de persona inteligente. El segundo vendedor empleó una táctica que consideré más efectiva: llegó ofreciéndome un regalo. ¡Cositaaa!
-Hola amigo, ¿me dejarías hacerte un regalo?
De volada detecté malicia en su tono de voz y en su mirada endemoniada. Estiré la mano y dije:
-Sobres, si el regalo es en efectivo mejor, jeje.
-Jojojojijiji, ésa estuvo muy buena… pero esto que te voy a regalar es mejor que el dinero en efectivo... Esto dura para toda la vida. Sólo te robaré 5 minutitos.
¡Verga! Éste vendedor estaba mejor entrenado para cualquier tipo de sarcasmo, broma, burla o intento de huída.
Sonreí y me alejé, haciendo como que me llamaban al celular.
-Dame la oportunidad de hacerte un regalo, amigo… amigooo… ¿amigo? –seguía diciendo el pobre hombre mientras yo inventaba que tenía sexo telefónico con Winona Ryder.
Por todos lados había vendedores de este tipo. A la vuelta del pasillo, al final del pasillo, camuflados entre los stands, a la entrada del evento, en las salidas de emergencia. Por todos lados. “Tanto enemigo y yo con tan pocas balas”, pensé. Tuve que pasar toooda la Feria del Libro fingiendo que hablaba por teléfono con Winona Ryder.
Mi única arma contra los que eran inmunes ante mi táctica de “hombre al teléfono” fue hacerme el sordito o mandarlos amablemente al carajo: “No, gracias”, “Mi inglés está very good, ¿no se nota?”, “lo domino al 1000%”, “no, gracias, no me interesa”, “no, gracias, ya los tengo”, “no gracias, los compré el año pasado y no me sirvieron”.
Pinche Feria del Libro está peor que playa de Acapulco con tanto pinche vendedor necio.