viernes, julio 29, 2011

Docu - mentada

Últimamente he estado comprando -o viendo en internet- muchos documentales. Documentales de todo tipo: desde los del reino animal hasta los de avances médicos. Lo que pasa es que el pinche cine comercial -y no comercial- ya me da una hueva tremenda desde hace años; mucho más ahora, que las salas de proyección están inundadas de mamadas de superhéroes y comedias con güeras insípidas que no dan risa.

De entre los documentales que vi en la semana, hubo uno muy interesante sobre la marihuana, el origen de su penalización, los intereses a su alrededor y la guerra para acabar con ella.

De entre las cosas que más llamaron mi atención, fue la responsabilidad directa que tienen con la prohibición y combate de esta planta los productores textiles, los productores de papel, los productores de combustibles fósiles, las tabacaleras y las farmacéuticas, a quienes retratan en el documental como unos hijos de puta más hijos de puta que cualquier cártel mexicano.

Otra de las cosas que ignoraba y me pareció muy interesante, es que en British Columbia, Canadá, se produce una de las marihuanas más populares en Estados Unidos: la BC Bud. Columbia Británica (en español) tiene una población de 4 millones de habitantes y, según expertos en el tema de narcóticos, más de 40 mil personas se dedican al cultivo hidropónico y venta de marihuana. O sea, más del 1% de su población.

Lo que me pareció bien chingón fue la pregunta que soltó el narrador del documental al final: “¿Por qué aquí en Columbia Británica, donde más de 40 mil personas se dedican a este negocio prohibido, no hay el derramamiento de sangre que hay en cualquier ciudad del norte de México con la misma población que British Columbia?”

Dejemos a un lado si hay que legalizarla o no, si hay que fumarla o no, si hace más daño que el alcohol o no… El pedo aquí es ¿por qué ese puto salvajismo?
¿Será genético nuestro animalismo y de plano no tenemos remedio?

Así somos de curiosos los mexicanos. Así somos de incongruentes. Nos da miedo que el ejército ande patrullando las calles pero no nos da miedo que de jueves a domingo en la madrugada haya medio millón de conductores alcoholizados transitando en las calles (datos de mi ciudad, Monterrey).

Así somos.

P.D. Y antes de que empiecen con sus mamadas, les digo que no: que todo lo que he escrito lo he escrito sin ayuda de ninguna droga, legal o ilegal. Sí, yo sé que es algo increíble, pero así de chingón soy yo, snif.

jueves, julio 28, 2011

La encomienda

Dicen que todos tenemos una misión en la vida. Al menos lo dicen las religiones (mis peores enemigas), algunas películas y todos los libros de autores motivacionales (mis otros peores enemigos) que nos venden la idea de que el universo entero se alinea a nuestro favor cuando deseamos algo positivo, ay, snif.

Yo no lo creo. Posiblemente venimos a desempeñar una función biológica, natural (no sé cómo llamarla); pero no una misión. Será que la palabra “misión” me suena “muy acá”, ¿saen cómo? Como si fuéramos realmente seres tan evolucionados y tan importantes.

Y no creo esto de “la misión” porque somos casi 7 mil millones de habitantes en la tierra. Con esa cantidad de personas ¿en verdad creen que cada uno de nosotros viene a cumplir una misión especial?

Cuando un niño fallece en la incubadora a las dos semanas de nacido, cuando un niño de 6 años muere de cáncer, cuando una mujer que siempre sintió que no se realizó fallece antes de los 35 o cuando un burócrata gubernamental que pasó desapercibido en su trabajo muere de viejo, ¿qué misión cumplieron?, ¿cuál era su misión en esta vida?, ¿ésa? Pues qué pedorra, ¿no?

Por eso no sé por qué muchas personas insisten en que el universo tiene un plan maestro para todos y cada uno de nosotros y que todos estamos aquí “por algo”.

Podríamos inventar mil pendejadas con tal de que todo cuadre a nuestro favor; con tal de que todo tenga un sentido. Podríamos decir que vinieron a darnos un ejemplo, que vinieron a darnos una lección, que vinieron a hacernos valorar más el tiempo y que bla bla bla bla… Puras mamadas.

Es estúpido, perverso y egoísta pensar que Dios –si existiera- nos manda ese tipo de pruebas –de gente que se muere o no trasciende en su vida- para que nos caiga el veinte. Y si Dios existe y así actúa, pues qué culero, ¿no? Y más culeros nosotros, que necesitamos de esas “pruebas” para justificarle un sentido a algo que no lo tiene.

O pudiera ser que nosotros somos los únicos que venimos a cumplir una misión especial y los demás humanos están ahí nomás de adorno, recordándonos no ser como ellos, para sentir que en verdad tenemos un encargo divino, que cambie la condición global.

Pero siendo tan egoístas y tan soberbios al pensar que venimos a cumplir una encomienda importante y que el universo cuadrará a nuestro favor para mandarnos señales para que nos demos cuenta de nuestra labor, no es posible que no nos alcance el cerebro para deducir que la única misión que tenemos de cumplir-egoísta y personal como en el fondo somos-, consiste simplemente en ser felices.

Pudiera ser eso… pero no estoy tan seguro como quisiera estarlo.
Que el universo me mande una señal si me equivoco o si estoy en lo cierto.

miércoles, julio 27, 2011

martes, julio 26, 2011

Prefiero a mis clientes locos que a las grandes empresas

Cuando uno tiene un negocio, sueña con vender sus productos a las grandes compañías: agencias de autos, cadenas de supermercado, tiendas departamentales, dependencias de gobierno y gigantes por el estilo. Pero una vez que les vendes tus productos, el sueño se convierte en una pinche pesadilla.

Las grandes empresas y las dependencias de gobierno son los peores clientes que pueden existir, pues tienen tantas políticas que muchas de ellas llegan a ser estúpidas, absurdas y cagantes.

Sacar un número de proveedor; mandar lista de precios en hoja membretada; esperar a que saquen una orden de compra; esperar a que firmen la orden de compra; esperar a que te manden la orden de compra; levantar el pedido; darles crédito a 30 días; sacar copias de la factura; sellar la factura; registrarte en la entrada; darle una identificación al guardia; ponerte un gafete; que te registren con detector de metales; que te firmen el cheque mil cabrones; que firmes de recibido aquí; que firmes de recibido allá; que deposites el cheque hasta el próximo lunes… ¡hijos de su puta madre, cómo los odio!

Si pidieran un chingo de cosas y me hicieran millonario, pues bueno, ahí sí no les dijera nada, pero ¿por dos mil pinchurrientos pesos la hacen tanto de pedo?

Muy chingones según ellos; mucha pinche presencia en México y muchas pinches instalaciones modernas y climatizadas, pero ni para pagar en efectivo tienen los hojaldras; ni para sacar el dinero del bolsillo y aventarmelo en la cara. Y ésas son las empresas que se dicen líderes y las dependencias que presumen tener presupuesto. Ta´kabrown.

Me comentaba un amigo que le estaba haciendo un trabajo de diseño (unos adhesivos para el piso) a Soriana, y que le dijeron que para colocarlos tenía que ir a las 5 de la mañana o después de las 11 de la noche, pero que si iba después de las 11 de la noche, se tenía que quedar ahí hasta las 8 de la mañana, hasta que abrieran la tienda. ¡Háganme el chingao favor!

Tendré clientes de todo tipo, pero las grandes empresas y las dependencias de gobierno siempre serán los peores.

Bienvenidos sean de nuevo mis clientes que piden cajas altas pero no tan altas, cajas en forma de esfera pero alargada o los que llegan pidiendo imanes cuando afuera está un letrerote enorme que dice "cajas de cartón"; bienvenidos sean, pues de ustedes será el reino de los cielos, snif.

lunes, julio 25, 2011

Confesiones laborales

La verdad es que a veces le rehúyo a esos trabajos que consisten en hacerle dibujitos a parejas de enamorados. Le rehúyo porque el amor los tiene tan cegados que no se dan cuenta de su realidad.

A todos mis clientes les especifico que soy caricaturista, no retratista. Que hago dibujos chuscos, con rasgos exagerados, que pueden ser un novedoso regalo de aniversario o cumpleaños.

El problema es que las parejitas de novios, cegados por ese amor, se creen guapísimos… y -seamos honestos- muchos no lo son.

Con las que más batallo son con las mujeres, que nunca están conformes con nada. No es que sean exigentes, es que simplemente nada les gusta.

Lo que pasa cuando acepto un trabajo de estos, es que, si dibujo a sus novios bizcos, orejones, dientones o pelones –como están en la vida real- las mujeres se ofenden, pues creen que andan con Brad Pitt, William Levy, el Falso Profeta o conmigo. Si pasa esto, trato de hacer la caricatura “menos caricatura”; es decir: sin exagerar tanto esos rasgos acentuados. Pero a veces ni así les gusta el dibujo. Dicen: “Aaaay, mi novio no tiene la nariz tan grande…”, “aaay, no está tan panzón…”, “aaay, el lunar abajo del ojo no lo tiene tan peludo…”.

Total que termino dibujando a una persona completamente distinta. Aquí lo que les sugiero a mis clientas, es que mejor cambien de novio.

Pero dibujar mujeres es peor. Aunque siempre procuro tener mucho tacto en mis trazos, para no causar un efecto grotesco, al verse dibujadas casi con una perfección "miguelangelesca", me salen con que les ponga mejor cuerpo, que les quite cachetes, que les respingue la nariz, que les ponga el pelo de otro color, que les afile los pómulos, etcétera.

En estos casos, lo que les sugiero es un cirujano plástico.

jueves, julio 21, 2011

Adoro a mis clientes

Los clientes del negocio de cajas no son los únicos con peticiones curiosas. Esas frases de: “Quiero una caja alta pero no tan alta”, o: “¿No vende cajas en forma de esfera pero alargada?”, han pasado a la historia. Hoy, la onda son las personas que me piden que les haga dibujos.

Hace un par de días me escribió una jovenzuela que quería que le hiciera una caricatura de ella y de su novio para regalársela en su aniversario. Le pasé la cotización, el tiempo de entrega y todos esos formalismos. La chavita aceptó el trato, pero me hizo una especificación: "Quiero que el dibujo quede como una pintura".

Ok, no hay pedo, pensé, y le pregunté que en qué técnica la quería: óleo, acrílico o acuarela. O que si quería el dibujo coloreado en photoshop con algunos efectos que lo hicieran parecer que estaba "pintado".

Pero me respondió que no; que quería la caricatura en blanco y negro, pero que fuera como una pintura. "O sea, tipo, una caricatura chusca de nosotros en blanco y negro y así, pero que sea como, tipo, una pintura, ¿sí saes cómo?".

¡En la madre!, pensé.

"No, no sé cómo... no te entiendo", le dije apenado. Y me respondió: "¿Has visto las pinturas?" Y yo acá pensando: ¿Las pinturas Berel, las de Joan Miró, las de las uñas de los pies ¡o a qué pinches pinturas te refieres, cabrona!? Y yo, tranquilamente, le respondí: "Eeeemmmhhh, sí, sí he visto muchas pinturas… ¿de qué pintor o a qué te refieres?". Y ella me dijo: "Cualquier pintura de cualquier pintor... osea... así como pintura, ¿saes cómo?".

Chale... No pude más. Hice como si la llamada se hubiera cortado y me quedé mirando hacía la pared. Neta que no pude. Estoy intrigado. No entiendo qué quiere la mujer. No entiendo a qué se refiere.

¡Ayúdenme por favor, lectores genios!

martes, julio 19, 2011

Vicisitudes de un hombre extremadamente guapo

Desde hace tres años voy a la misma sucursal de un banco. Como el profesional analista del comportamiento animal que soy, me he dado cuenta que la mejor hora para ir, es a la hora que abre el lugar -por ahí de las 9 de la mañana-, pues es a la hora que toda la gente trabajadora está en su trabajo trabajando y no se puede salir; y también a la hora de la comida, pues ningún empleado está dispuesto a sacrificar la hora que le dan para comer sus abusivos patrones haciendo filas en una institución financiera. La desventaja que tiene esta última, es que en los bancos los empleados también comen, cosa que yo –a pesar de ser un hombre inteligente y sensible- ignoraba. ¿Quién se iba a imaginar que los empleados de los bancos comen? Pero en fin...

En el banco que voy hay tres empleados que atienden las únicas tres cajas existentes: dos hombres y una mujer. También hay un gerente gordo en un escritorio y, en otro, una señora que pudiera ser la abuela del abuelo de los Simpson. Casi siempre que voy a la hora de la comida, nomás está la mujer que atiende una de las cajas y el gerente panzonzón.

Total que a la mujer que atiende las cajas ya la conozco desde hace tiempo y a veces, para romper el silencio, me platica alguna de sus “aventuras como madre de dos hijos pequeños” -¡yupi!- o se queja de las “desviaciones que hay en las calles que están remodelando”.

A veces me ha tocado llegar al medio día y verla despedirse apresurada de su esposo y de sus hijos, para luego oprimir unos botones en una pared para que se abra una puerta que parece blindada y verla aparecer de pronto, mágicamente, del otro lado del mostrador.

Hoy fui al banco y, como de costumbre, nomás estaban “mi amiga que me platica” y el gerente barrigón. Total que di las buenas tardes e hice las transacciones millonarias de costumbre a las Islas Caimán y a Suiza. Antes de darme mi comprobante impreso, la mujer me dice: “Ah, te quería preguntar algo, pero mejor aquí te lo escribo porque hay gente esperando en la fila”, y arrancó un pedacito de papel de la impresora de tickets. Escribió algo con una pluma negra y me lo entregó junto con mi comprobante. Salí del banco, doblé el comprobante, me lo metí en la bolsa de la camisa, recibí una llamada, la contesté, salí al estacionamiento, me metí al coche, colgué y fue entonces cuando leí la nota:



Indignado y en un llanto, sintiéndome un objeto sexual, snif, me regresé al banco para decirle a la cajera que le aclarara a su compañera que mi vello en pecho, mi panza, mis nalgas, mis bolas, mi pelona (la de arriba y la de abajo) y demás "dentros" tienen propietaria. Al entrar, me di cuenta que los otros dos cajeros ya habían llegado y que la abuela del abuelo de los Simpson también. Bajé la vista y leí de nuevo el recadito escrito... subí la vista y miré a los cinco empleados... bajé la vista y leí otra vez la nota... y ¡ay, nanita!… ni siendo soltero me gustaría saber quién es esa “compañera” que preguntó si era soltero, brrrrrrr…

domingo, julio 17, 2011

Güffeldorf

Después de que un pitbull se chingara a mi perro chihuahueño -el Cucho-, mi madre, preocupada de que a diario llegara a mi casa y no tuviera –literalmente- perro que me ladrara, snif, se puso en contacto con los dueños de los papás del Cucho para que le avisaran cuando tuvieran otra camada de cachorros. Como sabrán, mi padre es veterinario y mi madre ha administrado por casi 30 años la clínica de su propiedad, por lo que ambos conocen todos los tejes y manejes del mundo canófilo. Y total que en febrero, dos meses después de que el Cucho colgara las garras, mi madre me regaló de sorpresa un nuevo Cucho, para que volviera a tener perro que me ladrara. Chale… lo que llega a hacer una madre cuando tiene hijos subnormales, snif.

El nuevo Cucho se ha adaptado a la casa y al negocio de cajas y yo me he adaptado a él, porque, según yo, no iba a volver a tener perros y me iba a ir de pueblo en pueblo lloriqueando: “Aaayyy, mis perrooos”, como la Llorona. Pero bueno, no se hizo.
El Cucho ya se cree el guardián de la bodega y ya sabe orinar encima de periódicos y montarse a un muñeco de peluche que tiene un agujerito entre las piernas. Incluso los sábados se despierta muy entusiasmado –más que yo- para ir a trabajar. Miren nomás cómo acomoda esos montones de cajas. Yo se las aviento desde afuera y él salta y las cacha con el hocico y las pone bajo sus patas. Es un pro el güey. Írenlo en acción:


Después de una jornada de medio día, llegamos a casa, salimos a la terraza y me doy cuenta que los tomates que sembré ya dieron fruto... después de como mil intentos y millones de semillas sembradas. Arranco cuatro frutitos. Me como dos yo y le doy dos al Cucho. Están muy buenos. Esto hay que celebrarlo.


Limpio la parilla del ataúd, coloco algo de carbón, saco unos leños -por si las dudas-, marino unos pollos, meto cervezas al congelador y espero en una silla de la terraza, viendo hacia el árbol cuyo ramaje cubre casi en su totalidad el balcón. El Cucho se vuelve loco con tantos olores, tantos insectos y tanto sonido de pájaros.
Es domingo de terraza en Güffeldorf, esa pequeña y pacífica potencia mundial perdida entre las montañas de la ciudad de Monterrey, donde se fusila a quienes llevan platos y vasos deshechables o tiran las latas de aluminio en la misma bolsa donde pongo los restos de la comida. Sean bienvenidos a este civilizado y hermoso lugar.


viernes, julio 15, 2011

Más de mi lista de personas non gratas

Me incomoda toparme con ex compañeros de la primaria, secundaria o del barrio, sobre todo con ésos a los que dejé de frecuentar desde hace algún tiempo. Me incomoda topármelos porque siento que tengo que forzar una platica que no da para mucho, pues ponernos al corriente de lo que hemos hecho en los últimos 15 ó 20 años es una tarea casi imposible, que me provoca una hueva tremenda.

Ah, pero más me caga toparme con esos cabrones que “eran un desmadre”, según sus propias palabras.

Son los típicos güeyes que, como no tienen nada de que platicar y siguen sin tener gracia o virtud alguna, se ven en la necesidad de revivir los desmadritos que se aventaron en la adolescencia. Cuando te los encuentras, siempre te dicen: “¿Te acuerdas?, ¿sí te acuerdas?, yo siempre fui un desmadre, ¿te acuerdas?, verdad que yo siempre fui un pinche desmadre”, y uno nomás siguiéndoles la corriente y diciéndoles que sí para no hacerlos sentir mal. Incluso, hasta inferior lo ven a uno por no haber sido como ellos.

“Yo era puro cabrón en aquella época, ¿te acuerdas?”, dicen orgullosos, aferrados a un pasado sin oficio ni beneficio ni memorable en lo más mínimo. Aparte, ¡qué arrogancia! Si algo me caga es que alguien hable y hable y hable de su persona si no se le pregunta por su persona.

Estos cabrones insoportables creen que por haber sido el terror de las fiestas de quinceaños, por haberse agarrado a chingazos con otros morritos, haber roto vidrios de casas, haberse robado el Shadow rojo de su jefecita, haber escapado de clases, haber fumado a los 12 o haber hecho llorar a sus espinilludas noviecitas casándose con otra en una kermés, eran muy cabrones y dignos de admiración.

Pero lo peor de todo, ¡lo peor de lo peor!, ¡el horror de horrores!, es cuando te dicen: “Y mírame ahora: quién iba a pensar que me iba a casar y a tener hijos”.

No sé qué se creen al decir esto, en serio. Como si eso de casarse y tener hijos los redimiera automáticamente de todas las mamadas y pendejadas que hicieron por el puro gusto de ser unos hijos de puta.

Aparte, no sé por qué creían que siendo los desmadrositos eran los “diferentes” o los "liberales" del grupo. La prueba más grande de que nunca fueron diferentes, es que terminaron haciendo lo que cualquier persona con dos neuronas y un poco calentura entre las piernas hace: casarse y tener hijos.

Se creen que eran muy cabrones, pero ni siquiera fueron lo suficientemente cabrones como para desafiar las leyes de la naturaleza y los protocolos sociales negándose a casarse y a tener hijos. Estos güeyes se la pasaron “desafiando” pendejadas infantiloides que no había necesidad de desafiar; reglas pendejas que cualquiera podía cumplir y romper; pero nunca podrán desafiar nada en serio.

Por eso, cuando veo de lejos a una de estas personitas, me cambio de banqueta o me escondo dentro de un basurero o hago como que me abrocho los zapatos, para no tener que hablar con ellos. Y es mejor para esa persona, porque piensa que le siguen teniendo miedo o lo siguen "respetando" por haber sido un cabrón. Y eso le alimenta el ego y es feliz. Y hacer felices a las personas me hace feliza mí, snif.

miércoles, julio 13, 2011

Hipnotizadores

Monterrey ha sido por años la ciudad de los hipnotizadores. En ningún otro lugar estos charlatanes se han hecho tan ricos y tan famosos. El teatro no existe desde hace décadas. Aquí las funciones de teatro son las presentaciones de supuestos encantadores de masas. Tony Kamo, Taurus Do Brasil, John Milton –por mencionar algunos “mentalistas”- han hecho su fortuna gracias a la estupidez de la gente de esta ciudad.

Los canales de televisión local se pelean por tener a esta gente “con poderes” en sus programas de “mayor rating”. Generalmente, cuando el hipnotizador se presenta en dicho programucho, “duerme” a los presentadores y los pone a actuar como imbéciles: bailan, dicen groserías que no dicen al aire, adoptan personalidades bizarras y obedecen los caprichos del hipnotista hasta que éste truena los dedos. Es una coreografía grotesca que no se cree ni su chingada madre, sólo los nacos que ven esos programas.

Recuerdo que hace casi 20 años fui a un show de esta calaña con un par de amigos. Nos había invitado el hermano mayor de una amiga que trabajaba tras bastidores en un teatro. Cuando apagaron las luces del lugar, el güey éste se puso entre el público, en una butaca, y cuando el hipnotizador dio la orden de que nos durmiéramos, el hermano de nuestra amiga hizo como que se quedaba dormido y caminó sonámbulo y lo pasaron al frente -junto a otros pendejos que también se habían dormido-, y lo pusieron a hacer las jaladas de siempre: bailar, decir groserías, obedecer y despertar al tronar los dedos.

Al salir del teatro, mis amigos y yo le preguntamos al hermano de nuestra amiga si algo de lo que habíamos visto había sido real, y el güey nos dijo que sí, que él ya llevaba tiempo “practicando la hipnosis” y que “podía dormirse y desprenderse de su cuerpo cuando él quisiera”. En conclusión nos dijo que todas las pendejadas que había hecho en el teatro, habían “sido reales y fuera de sus cinco sentidos”. Después, el puñetas nos ofreció 50 pesos y entradas gratis a diario si nos prestábamos para hacernos los dormidos y pasábamos al frente a hacer el ridículo. Yo, lo mandé a la verga y me fui de ahí riéndome a mi casa a contarle a la mayor cantidad de personas posible el gran fiasco que me había llevado.

Obviamente, como Monterrey tiene un gran número de estúpidos, me tildaron de loco. La mamá de un amigo, me dijo: “¿A poco no has visto cómo duerme a los conductores de la televisión y los hace llorar cuando están hipnotizados?, ¿crees que alguien se prestaría a hablar de cosas personales en la televisión y ponerse a llorar? Si fuera mentira, ¿no crees que ya lo hubieran dicho en la tele?... esas son cosas delicadas… eso sólo se logra bajo hipnosis”, me dijo la vieja muy segura. Chale... Y esas viejas tienen hijos... y esos hijos eran mis amigos. ¡Qué vergüenza!

Repito: sólo en Monterrey los hipnotizadores hacen fama y fortuna. Y ahora sí, por hipnotizadores me refiero a todo tipo de embrutecedores de las masas: políticos parlanchines, directivos de equipos de fútbol, empresarios cerveceros, comunicadores de chismes de espectáculos, maestros huevones, franquicias de café con mierda y farsantes en general que nos han hecho caer alguna vez en sus espejismos y discursos de hueva; discursos y estilos de vida que no les cree ni su puta madre. Hipnotizadores cuyos poderes han surtido efecto sobre nosotros por error o descuido.

La pregunta es: ¿ahora cómo nos libramos de esta hipnosis colectiva que nos mantiene actuando como imbéciles?
Que alguien truene los dedos o tire una bomba, a ver si con el sonido despertamos de una buena vez.

viernes, julio 08, 2011

Toda la semana se habló sobre la maistra Elba Esther (mejor conocida como la mamá de Chucky), su poder y sus "negociaciones". Y como hoy no tengo nada de qué escribir, les dejo una caricatura que hice hace un par de días.

miércoles, julio 06, 2011

Donde radica la riqueza

Me escribe Fabiola desde Colonia del Sacramento, Uruguay, y lo primero que me dice, es: “Aquí serías muy feliz… muuuy, muuuy feliz”. Me meto a Google para ver las fotografías del lugar, y no dudo de sus palabras.

“No es mentira todo lo que has leído de Uruguay, Guffo” -me dice en su escrito-. “No te has equivocado en tus suposiciones... al menos no en esta parte del país. Aquí la gente es amable, alegre y austera: como su presidente. Las calles empedradas están limpias y libres de coches; la arquitectura y los atardeceres en el Río de la Plata no los he visto nunca en ningún otro lugar”.

Me dan ganas de llorar al comparar las fotos y las imágenes que me vienen a la mente, con el lugar en donde vivo.

Siempre he pensado que la riqueza de una sociedad no radica en la prosperidad económica o en la acumulación de bienes. La riqueza está en cosas tan básicas como la educación, el respeto a los demás, la honra de las tradiciones, la congruencia de los gobernantes, el manejo moderado de los recursos y el amor por el entorno natural. Se tiene que ser educado, respetuoso, congruente, amoroso, moderado y consciente, antes que tener muchos billetes.
Si la prosperidad monetaria o la acumulación de bienes materiales vienen antes de tener todas esas virtudes humanas, tendremos lo que estamos padeciendo a diario en este pobre país.

Vivo en una ciudad que, se supone, es de las más ricas de México. Incluso hay uno que otro empresario alucinado que se atreve a decir que del mundo. Y yo me pregunto: ¿en qué radica la riqueza de mi ciudad? Seamos honestos: la gente no es amable ni austera, las calles no están limpias ni libres de coches, el cielo ya no es azul, las montañas ahora son montañas de residencias y basura, los afluentes se pintan de negro y los atardeceres de sangre todos los días. En serio, ¿en qué radica su riqueza? ¿En la enorme cantidad de drogas que se venden?, ¿en las entradas billonarias que tienen los casinos cada mes?, ¿en la venta de cerveza?, ¿en la venta de galvanizados?... ¿En dónde está esa riqueza de la que tanto presumen?

Sigo leyendo el escrito de la Fabi. Me dice que una señora le platicó que el presidente de Uruguay es como un héroe nacional y, a la vez, como cualquier otro ciudadano. Que viaja en un Volkswagen con su esposa y su perra Manuela, a la que le falta una pata y a la que quiere como a una hija. Que la gente se toma fotos con ellos. Que la gente de ese país tiene al presidente que se merece; por lo tanto, todos son héroes nacionales. Esta última frase me cae como bomba… y ya no quiero seguir leyendo.

Y aquí estoy yo, en Monterrey, lidiando con viejas feas y gordas que acaparan el estacionamiento del negocio de cajas de cartón porque vienen a bajar las lonjas al gimnasio que está a dos locales de éste. Lidiando con personas horribles que cuando les pido amablemente que muevan sus coches para poder entrar o salir, me dicen que son esposas de comandantes de la policía o novias de jefes de sicarios de algún grupo armado, y que ellas se pueden estacionar en donde quieran y que mejor ni la haga de pedo porque me “desmantelan mi changarro”.

¿Qué me queda? ¿Defender hasta la muerte lo que por ley me pertenece? ¿Valdrá la pena morir por un par de lugares de un estacionamiento que es para mis clientes? Bah… que se los queden. Que se queden con todo. Me vale verga.

Mi casa, la gente de la que puedo sentirme orgulloso y mi destino, están en otra parte.

martes, julio 05, 2011

Ve

Hace poco me topé con esta frase:

La vida no es otra cosa que esos miles de pequeños compromisos que hacemos a diario y que eventualmente nos llevan a la pérdida de nosotros mismos.

Después de leerla, me dio miedo tener más compromisos de los que pudiera soportar para no alejarme de quien quiero ser. Me aferré más a vivir bajo mis ideas, reglas y condiciones. Me ayudó a seguir al tanto de mis alcances y limitaciones; a cerrarme más en mí mismo para seguir descubriéndome y no alejarme ni tantito de lo que soy y me gusta ser.

Si piensan que encerrarse en uno mismo no es vida, agarrar tantos compromisos que no te dejan tiempo ni para pensar en esto, tampoco.

No sé por qué la frase me recordó a esos hombres que se jactan de tener "mucha experiencia" por el simple hecho de llevar más años que uno recorriendo el trayecto de esta vida y haber aceptado compromisos -algunos ni siquiera propios- a cambio de cierta seguridad, de que no los consideren irresponsables o los llamen egoístas.

A mí que me llamen como quieran.

Después de reflexionar lo que ahora escribo, como por arte de magia me topé con esta otra cita, que también me gustó mucho y vino a ser como el diamante sobre el anillo (o la cereza en el pastel, pero quise decirlo de manera más "elegante", jejeje):

...porque al final no recordarás el tiempo que pasaste trabajando en una oficina ni las veces que cortaste el césped o pintaste la verja, ¡ve y escala esa montaña!

domingo, julio 03, 2011

Patria y religión. Dos ideas que han estado aquí desde hace mucho tiempo; dos cosas que nunca he comprendido ni he querido necesitar porque creo que son enfermizas. Sin embargo, con el tiempo me las he ido formando a mi manera. No las he ido construyendo porque sienta un gran vacío existencial, sino por gusto propio. Porque creo que empiezo a entender ambos términos y la trascendencia que pueden tener en nuestras vidas.

Por eso te elegí a ti como mi patria, porque la otra patria uno no la escoge y es un sentimiento algo ambiguo que delimitan las fronteras y florece cada que nos conviene. Lo nuestro simplemente floreció y florece a diario. Y carece de fronteras, espacio y tiempo. Con una que otra guerra de vez en cuando, jejeje.

Te declaro a ti mi patria porque no creo en otro nacionalismo que no sea la belleza. Tu belleza. Interna y externa. No sé si el nacionalismo tenga algo que ver con la belleza y esto suene absurdo, pero es mi manera de darle valor y forma a todo lo que para mí representas.

Eres la patria de la que nunca renegaría. De eso puedes estar bien segura. Yo no digo: “Soy mexicano”; yo digo: “Soy de ella”. Eres el territorio que mejor conozco, del que nunca me quiero ir ni quiero ser extraditado. Y quiero seguir siendo su único habitante. Eres el territorio que me vio nacer, pues nacer es cambiar, es abrirse, es ser mejor o querer serlo. Una patria común y corriente no se da cuenta de esto. No lo comprende porque es imprecisa e intangible. Una persona a la que declaras tu patria, sí.

También eres la religión en la que decidí creer, porque es la única en la que puedo ver los milagros. Los vivo a diario. Ni todas las religiones del mundo juntas podrían comprobar tantos milagros. Aquí no hay ángeles con espadas de fuego, vírgenes que tienen hijos, viejos barbones que curan con magia o pecados. Aquí hay amor. Lo que ninguna otra religión profesa. Aquí no se piden sacrificios a cambio de un lugar en el cielo, porque el cielo eres tú, aquí y ahora. No allá arriba. Y lo serás para siempre. Incluso si hay algo allá arriba, a donde me elevo cuando me miras, me hablas, me tocas o me hueles.

La pregunta es: ¿puede una persona ser patria y religión al mismo tiempo? Sí, siempre y cuando se llame Fabiola.

Buen viaje.

viernes, julio 01, 2011

Taquitititos

Alguna vez escuché la leyenda urbana de que por el negocio de cajas existen unos tacos de guisados que valen un peso cada uno. ¡Un peso!

Como el incrédulo que soy, me negué a creer tan fantástica historia. "Ha de ser una conspiración del gobierno para crear una cortina de humo y así distraernos de los verdaderos problemas que aquejan al país", pensaba cuerdamente, y compraba los tacos de veinticatorcemil pesos cada uno que acostumbro.

Hasta que los del negocio de a un lado -muy amablemente- me dijeron que irían por tacos, que si no quería aprovechar la vuelta para pedir algo de comer. Les pregunté: “¿De qué tacos van a traer?", y me respondieron: “De los tacos de a peso". Un escalofrió me recorrió el espinazo. El vello de la nuca se me erizó. El mito gastronómico comenzaba a materializarse.

Y para no hacerles el cuento largo ni aburrido ni mamón con eso de “el mito” y “la leyenda”, por fin conocí los famosos tacos de un peso. La orden, como es costumbre, trae 5 taquitos –literalmente- y vale 5 pesos (obviamente). Y, aparte, están buenos los cabrones. Me dicen que hay filas de personas esperando 300, 500 y 1000 tacos a diario, para eventos y para revenderlos en 2.50 pesos. Vean nomás. ¡Coshiiitaassss!



Si de algo puedo presumir, es que en mi colonia la gente no se muere de hambre y se generan empleos.