viernes, abril 26, 2019

Gargantúa Espacio Cultural

Hablar de cultura es complicado, pues el término se ha convertido en algo amplio y ambiguo -según yo- porque con el tiempo se le han ido agregando vicios o defectos que justificamos como "cuestiones culturales". Por lo tanto, lo que pasa con la palabra "cultura" es similar a lo que pasa con la palabra "arte" en cuanto a definición -o percepción-, pues seguimos sin saber bien a bien qué sí se considera arte y qué no; por tal razón, todavía hay quienes creen que una caja de zapatos vacía tirada en medio de una sala de un museo, es una obra de arte; así como hay quienes dicen que los narcocorridos y la corrupción "son culturales". 

Digo esto de la cultura porque una vez me comentaron que no era correcto referirme a un lugar como que "fomentaba la cultura" nada más porque hacían obras de teatro y cantaban trova los sábados. Quien me dijo esto defendía su punto diciendo que, en Monterrey, el futbol soccer se había vuelto parte de nuestra cultura e identidad, por lo tanto, cualquier lugar en donde transmitieran los partidos de futbol de los equipos locales, estaría "fomentando la cultura". Y, desde esa lógica (la cual no comparto), pues sí, tenía razón; porque ¿qué es cultura y qué no? ¿qué es arte y qué no lo es?

Pero como yo no creo que hay "de culturas a culturas" ni "de artes a artes", me sigue pareciendo ridículo eso de considerar una cubeta con agua una obra de arte nada más porque está en un museo; y sigo pensando que la cultura es algo que, al adquirirse, enriquece espiritual, intelectual y moralmente a una sociedad. Aclarado este punto, en el resto de este escrito utilizaré a diestra y siniestra la palabra "cultura" y "cultural" a como yo la entiendo, para que no me vayan a salir como aquella persona que decía que cualquier lugar que transmitiera futbol estaba fomentando "la cultura".  

Empecemos con un poco de cultura general...

Gargantúa es un gigante que tiene un hijo de nombre Pantagruel. Ambos son los personajes principales de unas novelas francesas del siglo XVI llenas de humor extravagante y escatológico. Pero Gargantúa es también el nombre de un bar, o más bien: el nombre de un espacio cultubar; porque sí: también hay bares que fomentan la cultura, y el Gargantúa es uno de ellos.
Cineclub de los martes en el patio.
Ubicado en la calle Mariano Escobedo #740, entre Carlos Salazar y Treviño, el Gargantúa ha estado ahí desde hace más de 15 años como una plataforma cultural para fomentar el trabajo de artistas locales, el cine extranjero, el teatro, la literatura, la música, la fotografía y demás disciplinas artísticas. Sorprende su longevidad, pues en una ciudad como la nuestra, son escasos los espacios que le apuestan a las artes y a la cultura, y no mueren en el intento. Es admirable y digno de respeto que un espacio como éste siga vivo en una ciudad donde los negocios tipo bar se van por el camino fácil: poner pantallotas en las paredes, contratar un sistema de TV de paga y pasar todos los partidos de futbol para que la gente vaya a comprar cerveza y puedan así sobrevivir de las ventas. Lo heróico del Gargantúa es que no ha tenido necesidad de recurrir a estas prácticas -y ni quiere recurrir a ellas- pues con el tiempo se ha ido ganando un público que no es "de ese giro". Y esto, me parece, es muy buena señal, pues habla bien de la gente de Monterrey y lava un poco esa imagen caricaturesca del borrachito promedio que lo único que quiere hacer el fin de semana es asar carne y ver el futbol; la imagen del regio genérico, pues. Por eso se agradece que el Gargantúa sea "otra cosa", y que siga fiel a su ideología, congruente con sus políticas y promotor de una agenda cultural.

El "Gargas" abre de martes a sábado de 6 de la tarde a 1 de la mañana (viernes y sábados hasta las 2 AM), venden cerveza, otros tragos y preparan unos tacos de guisos muy ricos para cenar (asado de puerco, huitlacoche, champiñones, etc.). Y, sobre todo, chequen los eventos en su página.

Este fin de semana, denle una oportunidad a un bar "distinto". ¡No se van a arrepentir! Aparte, sirve que van a ver mi exposición de 25 dibujos con temática medioambiental titulada "Verde vs. Gris", que estará todavía el próximo mes en este espacio cultural. ¡Saludos!

miércoles, abril 24, 2019

La Tierra se quedó sin abogada

Cuando fui a La Haya, al evento este del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hice unas tarjetas de presentación en inglés. Reunido en una sala del Palacio de la Paz con los demás expositores, aproveché para entregarle una tarjeta a cada uno de ellos y presentarme.

Minutos después nos guiaron al salón donde daríamos las pláticas. Todos teníamos asignado un lugar y un turno para dar nuestra charla. Como a mi lado derecho nadie se sentó, pensé que yo sería el último. En eso, un hombre de traje negro llegó, volteó la silla, la cargó, la observó y la palpó minuciosamente. Después de inspeccionarla, la colocó de nuevo donde estaba y se fue a parar en un rincón del salón, muy atento. Segundos después, en esa silla se sentó una mujer de cabello largo y gris, muy amable y jovial, que iba acompañada por el guarura del rincón y otro más que la vigilaba desde la parte alta de la sala. Ignoraba quién era la mujer y por qué traía seguridad, pero desde que se sentó me cayó bien porque, cuando vio que mi brazo no encontraba el hueco de la manga del saco, me ayudó a ponérmelo amablemente.

Total que llegó el turno de dar mi plática y, al  concluir, me hicieron algunas preguntas. Cuando acabé de responderlas, regresé a sentarme a mi lugar. Y como que la mujer que estaba a mi lado notó que había estado un poco nervioso durante mi charla, y me dijo: "¡Lo hiciste muy bien, me gustó mucho lo que dijiste!". Le agradecí apenado y sudoroso, pues traía ropa térmica, suéter y saco de pana. Minutos después, esta mujer se puso de pie e inició su ponencia diciendo: "Como decía Guffo...", y me volví a sonrojar aún más.

Escuchando su plática me enteré que se llamaba Polly Higgins, que era una abogada escocesa y que defendía a nuestro planeta, pues redactó leyes modelo para considerar el ecocidio como un crimen internacional equiparable al genocidio, a los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Al terminar su plática, se despidió discretamente sonriendo, el guarura del rincón se fue detrás de ella y salieron del salón antes del cierre del evento.

En la noche, ya en el cuarto del hotel, me puse a buscar en el celular más información sobre las personas que habían expuesto ese día conmigo, y me di cuenta que tenía un mensaje. Era un mensaje de Polly, quien había sacado mis datos de una de las tarjetas de presentación que había entregado ese día. Hoy, cuatro meses después de conocerla, me entero que murió hace un par de días :´( Gracias por tu mensaje y por tus amables palabras, Polly. Gracias por terminar de hacerme el día aquel día, motivándome a seguir dibujando; pero, sobre todo: gracias por todo lo que hiciste por nuestro planeta, Aquí seguiremos con tu lucha.

jueves, abril 04, 2019

Bar Alameda/5ta Avenida

Después de 60 años, el Bar Alameda -hoy 5ta Avenida- dejó de existir el domingo pasado. La inseguridad y la poca afluencia de clientes fueron los motivos que orillaron a don Gil -de familia de tradición cantinera- a cerrar un ciclo de vida.

Los Gil tuvieron cuatro negocios de este giro en Monterrey. Empezaron cerca del Obispado, con un lugar que se llamaba Bar ArGil. Después tuvieron el Salón Rey, el Fresno Bar -en la avenida Venustiano Carranza- y el Bar Alameda: el más icónico de todos sus negocios, ubicado en la esquina de Villagrán y 5 de Mayo, a unas cuadras de la Alameda Mariano Escobedo.
Dice don Gil que el nombre se lo cambió por sugerencia de unos sobrinos "para atraer más clientes", allá, cuando su negocio todavía tenía cocina y servían distintos tipos de botana. Pero esa parte de la ciudad "se puso fea", como todos sabemos. Villagrán es una calle repleta de giros negros (teibols, sobre todo) donde son (o eran) comunes las extorsiones, los robos y los tiroteos. De hecho, en el año 2011, en esta calle se perpetró la mayor masacre que ha habido en nuestra ciudad: más de 20 personas fueron ejecutadas en el Bar Sabino Gordo, en Villagrán y Salazar.

Don Gil comenta que no quiere rentar su local para que siga siendo bar "porque uno nunca sabe a quién le renta". No quiere que su legado lo vayan a convertir en teibol disfrazado de cantina. "Donde hay mujeres atendiendo siempre hay malandros; siempre hay trata". La Cervecería le ha ofrecido quedarse con el negocio, pagándole una renta justa, pero la oferta tampoco convence a Don Gil, quien, recargado en su bastón metálico de cuatro patas, observa con nostalgia cada rincón de su negocio, como despidiéndose. "Me dicen que hay que cerrar ciclos en la vida, y creo que a éste ya le toca".

Que quede esta breve crónica como testimonio de la existencia del Bar Alameda y el legado cantinero de los Gil.