viernes, enero 29, 2010

Gente descolorida


Hay mucha gente de colores. Está Hulk, los Simpson, el hombre del traje gris y los príncipes azules. Pero existe más gente descolorida.

De Hulk, ya tengo lo amargado y los pantalones rotos; de los Simpson, ahí la llevo con la cerveza y la caída del cabello; el traje gris ya no me queda y de los príncipes azules no tengo nada. Ni me interesa tenerlo.

Me conformo con ser el sueño del que te levantes furiosa por haber despertado en la mejor parte. El sueño al que intentes volver para empezar donde te quedaste. El sueño del que te acuerdes todo el día y todos los días sean como un sueño.

¿Para qué quieres gente de colores? Ésa sólo existe en la televisión. ¿Para qué vivir una realidad de gente descolorida, si a mí puedes tenerme en tus sueños? Soy tan real como ellos.

jueves, enero 28, 2010


Por otro lado, Jerome David Salinger, autor de El Guardían entre el Centeno, murió hoy a los 91 años de edad en su casa de New Hampshire, donde vivía aislado del mundo desde hacía décadas.

Cuando leí por primera vez esa novela, lo primero que pensé fue: "No estoy mal, no soy el único". Eso me marcó. Sentir que alguien que no conoces "te entiende" y te habla de manera tan sencilla y honesta, como uno quisiera decir y hacer las cosas, es algo con lo que uno queda agradecido y admirado.

Chale... neta que sí me dolió la noticia, snif. Nomás por eso, hoy me recluiré a leer por milésima vez su libro más famoso: El Guardían entre el Centeno.

miércoles, enero 27, 2010

Clientes V.I.P.

Así los llaman ahora. Futbolistas alcohólicos, tetonas que dicen cantar, culonas que dicen actuar, funcionarios drogadictos, juniors prepotentes, empresarios mafiosos y escoltas armados.

“Gente exitosa” que no “se divierte” en cualquier lugar piojoso. Personas que se pueden “dar el lujo” de desvelarse hasta las 6 de la madrugada un lunes.

A eso aspira la mayoría de la juventud: a entrar en los lugares “exclusivos” que frecuentan estos buenos para nada.

He de confesar que alguna vez -de más chavo- estuve deslumbrado por ese ambiente fantoche, pues tuve una novia de “familia bien” a la que le encantaba andar de pedota en los antros V.I.P.

Filas interminables para entrar después de la media noche, aguantando las humillaciones y criterios racistas de los imbéciles detrás de la cadena; aguantando las miradas de odio de los demás cuando tú entrabas y ellos no; tirando el poco dinero que ganaba en cervezas y copas de precios infladísimos. Todo por estar ahí.

Una noche, mientras mi ex levantaba la mano desesperada para que el de seguridad del lugar la viera y nos dejara entrar, me pregunté: “¿Qué vergas estoy haciendo aquí?” Me sentí tan mal conmigo mismo. Tan imbécil.

Me fui de ahí. Ni siquiera me despedí. Imagino que esa noche creció mi fama de “novio extraño” entre las retrasadas mentales de sus amigas.

Al día siguiente hablé para disculparme y terminar la relación. Volví a ser yo.

Clientes V.I.P. Dejen me río: ja ja ja. Para mí no son más que la pelusa de mi ombligo, el queso de los dedos de los pies y el sudor añejo que se forma entre los huevos.

lunes, enero 25, 2010

Mañana en el D.F.


Habrá venta y firma de libros.

Si no son del D.F. y les interesa adquirir un ejemplar, sepárenlo mandánome un correo electrónico. Ya quedan pocos...

Gracias.

jueves, enero 21, 2010

El niño, la niña y el pez

Después de mis arrebatos conspiracionistas y paranoides de ayer, paso a otra cosa.

Mucha gente me pregunta que qué pedo con el libro Diarios del Fin del Mundo. Algunos dicen que no se animan a comprarlo si no leen algún fragmento primero. Les aviso que ya sólo quedan 100 ejemplares de los 500 que sacamos y, para que vean que no soy gacho y se animen a apoyar esta noble causa para alimentar a los blogueros pobres, ahí les va un pequeño fragmento de mi texto titulado: "El niño, la niña y el pez".

"Antier cumplí años. No hubo piñata ni invitados, sólo el pastel de chocolate que siempre prepara mi abuela. Cumplir años en martes no es igual que cumplir en viernes o sábado: es muchísimo más aburrido.

Por culpa de la maestra de inglés, que me pasó al frente para cantarme el happy birthday, los del salón se enteraron que cumplí diez, y en todo el día no dejaron de molestar con lo mismo: ─ ¡Tienes diez y te apestan la cola y los pies!─. En el recreo estuve a punto de pelearme con Godzilla, uno de sexto que, aparte de burlarse de mí, me dio una patada en las nalgas. El muy marica salió corriendo cuando me vio con el puño levantado. Estará muy grandullón, pero no deja de ser un mariquita.

Cuando llegué a casa, papá y mamá me tenían una sorpresa: un pez. Me emocioné mucho porque siempre quise tener uno. Fabi, mi hermana menor, dijo que se parecía a “Memo”; quiso decir “Nemo”, el de la caricatura, pero todavía está chiquita y no sabe pronunciar bien la ene. Mamá me preguntó que cómo me había ido en la escuela, yo le dije que muy bien; no la vi a los ojos porque siempre que la veo me descubre las mentiras.

Nemo es anaranjado, vive en una esfera de vidrio con piedritas de colores y una planta de plástico en el fondo. Cuando abro las cortinas del cuarto, sus aletas se ponen doradas y el agua del tanque refleja un arco iris que baila sobre el mueble. Hoy no he abierto las cortinas porque Sofi, mi otra hermana, todavía duerme.
Cuando sepa que hoy no vamos a ir a la escuela se va a poner muy contenta.

Acabo de llamar a papá, pero no me contestó. De seguro es porque en los hospitales no dejan usar el celular porque despiertas a los enfermos. Comoquiera ya le dejé dos mensajes para que no olvide la comida de Nemo. Es que ayer, antes de dormirme, le di trocitos de pan y galleta molida, pero creo que no le gustaron porque todavía hay pedacitos flotando en el agua.

Sofi brinca de la cama como una catapulta y lo primero que hace es saludar a Nemo rasguñando con un dedo el vidrio de su pecera. Abro las cortinas y las escamas de mi pez brillan igualito que el sol.

Sofi tiene hambre. Le digo que papá y mamá llevaron a Fabi al doctor y que no van a poder hacernos el desayuno ni llevarnos a la escuela, pero no se pone tan contenta como creí. Antes de salir mamá dijo que llamara a la abuela o pidiera los tacos que a veces pedimos los domingos, los del imán amarillo que está pegado en la puerta del refri.

Sofi cree que Fabi vomitó toda la noche por comer tanto pastel en mi cumpleaños. Yo pienso lo mismo. Le digo que vayamos a la cocina, pero no quiere dejar solo a Nemo, por lo que cargamos con mucho cuidado la pecera y la ponemos en la mesa del comedor. Tiramos tantita agua sobre el mantel. La mancha que se forma es idéntica al conejo de la piyama de Sofi. Cuando se lo digo, sonríe.

El teléfono de mi abuelita suena más de veinte veces. No contesta. Ha de estar dormida. Sofi destapa la jaula de los canarios porque mamá lo olvidó. Cuando marco de memoria el número del imán, Sofi grita muy fuerte. El teléfono se me cae del susto y la tapita donde van las pilas sale volando.

Hay tres canarios muertos. Tienen sangre en el pico y las plumas. El único que está vivo se ve muy triste: ya no canta ni se mece en el columpio de su jaula.
Sofi se pone a llorar, ─Le dije a mami que los soltara para que volaran en el cielo─. La abrazo para que no los vea. Le digo que los enterremos en la jardinera donde mamá tiene sus flores. ─Los canarios ya están en el cielo, hermanita, donde siempre quisiste que estuvieran─. Sofi me dice que sí moviendo la cabeza. Tiene los cachetes llenos de lágrimas y absorbe los mocos que se le quieren escurrir.

Abro el cajón de arriba del gabinete y agarro un cucharón para usarlo como pala.
Las flores de mamá están marchitas y el aire de afuera huele feo, como cuando los vecinos queman basura. Sofi hace un pozo en la tierra con el cucharón. A veces se talla los ojos y le digo que no lo haga porque le va a entrar tierra y le van a picar, pero no me hace caso. Los labios le tiemblan, como si quisiera llorar otra vez.

Corro a la cocina por los canarios. El único vivo está tirado sobre la tapita del frasco de mayonesa que usan para beber agua. Respira muy rápido, con el pico abierto. El pajarito me mira, como si me pidiera ayuda. Cuando abro la puertita de la jaula, su cabecita le cuelga y un chorro de sangre le sale del pico. Deja de respirar, como si se le desinflara el cuerpo. No sé qué pasa. No debo asustarme. Antier papá me dijo que ya tengo diez, que soy el hombre de la casa y debo cuidar a mis hermanas cuando él o mamá no estén.

Envuelvo al canario en el delantal que está colgado en la agarradera del horno y lo echo hasta mero abajo del bote de la basura. Si Sofi me pregunta por él, le diré que voló cuando abrí la jaula.

Sofi tiene la carita llena de tierra. Le brillan los ojos cuando le digo que el canario voló. Voltea hacia los árboles y al cielo gris para buscarlo. ─Uy, ya debe de ir bien lejos─ le digo. Me siento mal por echarle mentiras y por haberlo tirado al bote de la basura.

Metemos los canarios muertos al pozo. La tierra del fondo está fría. Sofi hace pucheros, no quiere que se les suban las hormigas, pero es imposible. Cuando tapamos el hoyo, empiezan a caer muchas gotas: como si lloviera de color rojo. Es Sofi que le sangra la nariz..."

¡Cómprenlo si quieren ver en qué acaba, bwaaahahahahaha!

miércoles, enero 20, 2010

¿Por qué Estados Unidos siempre es el primero en apoyar a los damnificados de las tragedias mundiales?

¿Será que se quieren apoderar de la nación en desgracia?

No dudo que estos putos sionistas –los gringos- hayan provocado el sismo en Haití y los otros dos que le sucedieron. No lo dudo ni tantito.

Y ahora resulta que en Nuevo León –mi estado- ¡hay alerta de temblor! (según los periódicos, los investigadores "serios" y los noticieros locales de mierda).

¡Por favor!

Aquí nunca ha temblado, pero ahora, en nombre del Calentamiento Global, dicen que todo puede suceder.

JA JA JA.

Lo mismo pasó con la influenza.

Es puro pedo. Pero un pedo muuuy macabro.

martes, enero 19, 2010

La Sencilla Existencia 2

"La gente no quiere trabajar". A diario escucho esta frase.

En parte comprendo a esa gente, pues imagino las ofertas de trabajo que tendrán: barrendero, lavaplatos, burócrata, ayudante de contador, asistente de gerente de ventas.

No es que sean trabajos indignos; simplemente nadie soñó con ser algo de eso.

La desesperación generada por necesidades no satisfechas convierte a cualquiera en esclavo con mentalidad de mercenario. Las personas creen que existen más necesidades de las necesarias, por eso tienen que aceptar trabajos que no les gustan y, aparte, agradecer por ello.

Dicen que el trabajo es alimento para el espíritu; sin embargo, muchas veces no es alimento suficiente ni para el estómago.

¿Qué grandeza espiritual puede adquirir un individuo que va de lunes a sábado -de 9 de la mañana a 9 de la noche- al mismo lugar a hacer lo que otros le dicen que haga durante 35 años de su vida?
¿Qué se podrá platicar con él? ¿Qué nos enseñará? ¿Podremos aprenderle algo?

Nada. Simplemente nada. ¿Cuál experiencia? La experiencia está en otra parte.

Por eso, me quedo con lo que me gusta hacer y con quien quiero estar, con las pláticas en la cocina, las de media noche en la cama, los pocos libros que he leído, los silencios y abrazos largos, una sonrisa que aún no olvido, un correo inesperado, la música de fondo, alguna foto, algún recuerdo de la playa, preparar cada día mejor un sándwich, los pájaros que hacen ruido por las mañanas en el árbol y las cenas con cerveza que se alargan hasta que amanece.

Eso me nutre el alma. Y estoy trabajando para tenerlo todos los días.


viernes, enero 15, 2010

La Sencilla Existencia



Yo busco la vida sencilla. El pensamiento decente. La acción coherente. La esencia ligera. Un camino sin complicaciones.

Siempre he creído que así debe de ser. No por cómodo o haragán. Quizá es mi naturaleza, pues nadie pide venir a existir a un mundo como éste.

Responsabilidades, sacrificios y obligaciones. ¿Quién en su sano juicio quiere eso?

Las personas viven engañadas. Creen ser libres sin salirse de lo convencional. Creen ser felices haciendo lo que otros les piden que hagan. Se la pasan justificando sus decisiones, resignándose a las consecuencias.

Imposible no sentir frustración. Por eso el mundo está lleno de gente de mirada apagada. Nos roban lo elemental. Lo que queremos ser.

Son muy pocas las cosas por las que vale la pena estar aquí, que me parece absurdo seguir engañándonos el resto del viaje.

Yo busco la vida sencilla. La existencia simple. Sin complicaciones.

jueves, enero 07, 2010

Conspiración masónica para eliminarme, snif...

Hay gente que no puede superar ciertas cosas; que no da vuelta a la página. Por lo general, las personas que se creen inteligentes o dicen ser portadoras de vastos conocimientos, son a quienes más les arden las críticas y las bromas, estancándose en ellas. Supongo que esto se debe a que se toman muy en serio, snif.

Hace más de dos años –¡dooos años!- escribí a manera de parodia -y basándome en experiencias personales-, estos posts; y, a la fecha, no han dejado de comentar en ellos. También sigo recibiendo correos de supuestos masones y ajefistas ofendidos (¡dooos años!).
Uno de ellos me pidió amablemente que lo diera de alta en el msn, para aclarar algunos puntos. Cuando me contactó, lo único que me dijo fue: “¡Cuídate, cabrón!”, y me bloqueó. Otro -de correo oscuro y misterioso, algo así como darknightrival33- me dijo que si no fuera porque un tío abuelo mío fue Gran Maestro y grado 33, “tomaría represalias en mi contra”.

¿Así quieren que uno los respete?, con esa fijación enferma que tienen hacia los Protocolos de los Sabios de Sion (que, por cierto, basta con echarle un ojo a nuestra actualidad y a la actitud de estas personitas para darse cuenta que de ficción no tienen nada).

Uno de los ajefistas agraviados comenta algo muy cierto: “…al que escribe poemas se le denomina poeta, al que escribe novelas se le dice novelista, pero al que escribe pendejadas, como tú, se le denomina pendejo”. ¿Qué diablos hace entonces leyendo mi blog?, pregúntome yo.
De seguro es algún secreto masónico… o un “guilty pleasure”.

Ya, hombreee... perdónenmeeee... snif.
Me consuela saber que mis palabras son tan incendiarias –por lo que leo- que tienen el poder suficiente para hacer tambalear conciencias e instituciones.

martes, enero 05, 2010

Bajo el alud

De niño, ver caer nieve era algo parecido a la magia.

Dejé de ver nevar y de creer en la magia hace muchos años.

Cuando se deja de creer en algo, una parte de nosotros muere. Indudablemente.

Tantos años sin ver nevar y, curiosamente, siento como si una avalancha hubiera enterrado parte de lo que fui; como si debajo de un montón de nieve que me oprime el pecho estuviera muerto el que quiero ser.

Tomé el coche y manejé casi un día entero sin parar. Durante el trayecto, pensé en renunciar a todo: en jamás volver al lugar donde me he ido perdiendo.

Quince horas de carretera después, llegué a un primer destino. Caí rendido sobre una cama de alquiler, con los pies adoloridos.

En la mañana, al despertar, estaba nevando.


Lo primero que se me ocurrió fue arroparme y salir a atrapar copos de nieve con la lengua, como lo hice alguna vez en el cuarto grado.
Esa noche dormí con las ventanas escarchadas; ya sin el dolor de los pies.

Al día siguiente no hizo tanto frío. Salí de la habitación y caminé rumbo a una llanura cercana. Algunos cúmulos de hielo blanco sobrevivían al sol. Las espigas y flores del pasto se asomaban en algunas partes, intentando reverdecer.


Todavía siento ese alud oprimiéndome el pecho. No se ha ido y no sé cuándo lo hará. Pero también siento la fuerza de esos sentimientos olvidados que buscan aflorar; esos sueños que esperan encontrar el cálido rayo de luz que derrita la dureza del espíritu y le devuelva a la vida su magia.

lunes, enero 04, 2010

La frase del año

"La prueba más grande de que Dios no existe -y si existe, es un culero-, es que se murió Toño De Nigris en vez de Poncho".

El Filósofo de Cantina.