martes, junio 30, 2009

Los regateadores

Eso de regatear los precios es un mal congénito de mucha gente, y comienza a causarme cierto escozor en las patas. Puedo asegurarles que esa manía por regatear y ese escozor en el empeine de mis pies sólo desaparecerá pateándoles el fundillo.

No digo que esté mal pedir rebajas o descuentos; a veces hay que hacerle la luchita para ahorrarse unos pesos, pero hay que saber cuándo pedirlos y ser bien honestos en cuanto a si los merecemos o no.

A veces al negocio llegan clientes a comprar 5 pinches cajas y quieren que les hagas un descuentazo, como si fueran los clientazazazos.

Ayer fue uno de esos casos. Vino una señora por 5 cajas que valen 1 peso con 20 centavos cada una –sí: un pinche peso con pinches 20 centavos-, y me dice: “Pues que queden a peso cada una, ¿no?, al cabo que te voy a comprar cinco”. ¡Por Dios!
Era una de esas viejas que prefieren viajar una hora en coche y meterse al conflictivo centro de la ciudad para comprar las mismas cajas pero 20 centavos más baratas.

En serio: ¿qué ganan con hacer eso?, ¿realmente un peso hace la diferencia en sus finanzas?, ¿o nomás lo hacen por joder?

Yo he aprendido que si no tienes, no compras. Punto. Así de sencillo. Por eso me caga endeudarme y por eso odio regatear.

Pero ya tengo una nueva política en la empresa: cada que venga un pichicato de ésos, en vez de darle un descuento, le voy a regalar una ristra de condones o una cajita de pastillas anticonceptivas, para que no se reproduzcan los culeros. Por el bien de la humanidad.

lunes, junio 29, 2009

Cuando el diablo me amenazó

Una de las formas más efectivas para molestar a mis hermanas, era diciéndoles “adolescentes”. Todavía no eran unas adolescentes, pero como todas las niñas, jugaban a “ser grandes”; eso me daba mucha risa.
Ignoro si era la manera en que se los decía o la palabra “adolescente” en sí trae una carga muy ofensiva en cada una de sus letras. El caso es que se encabronaban mucho… hasta que un día, se la cobraron.

Una tarde, mientras jugaban con sus amiguillas a Beverly Hills 90210 –una era Kelly y la otra era Donna, pero en prietas-, les grité: “¡Adolescentes fracasadas!”. Me voltearon a ver con el rostro enrojecido; furiosas. Les devolví un gesto burlón y se pusieron a llorar y amenazaron con decirle a mi mamá.

Antes de que fueran con el chisme, corrí a casa de un amigo para jugar con la güija -juguete de moda en aquella época- que traía guardada en mi mochila.
Mi padre me la había regalado para que yo mismo comprobara que todo lo que decían acerca de esa “tabla maldita” eran puros inventos y mentiras de la gente ignorante y débil de la mente.

Apenas anocheció y regresé a mi casa bien espantado. Le conté a mi mamá que la güija me había dicho que el diablo me iba a ahorcar con su cola cuando estuviera dormido, a la media noche. Puse la güija en la mesa de la cocina y le dije con voz temblorosa que me ayudara a destruirla. Mi madre me dijo que eran puras mentiras, que no pasaba nada, que alguno de mis amigos me quiso jugar una broma y que el juguetito había costado muy caro como para romperlo.
Total que me tranquilicé, me volvió la valentía, subí a mi cuarto y dejé la güija sobre el escritorio.

De pronto, se apagaron las luces. Oprimí el contacto de la pared y ya no encendieron. Traté de abrir la puerta de mi habitación, pero estaba atascada. Empecé a jalonear la perilla con todas mis fuerzas, pero no pude abrirla. Unos golpes horribles comenzaron a retumbar al otro lado de la madera.
Grité, lloré, pedí auxilio, me cagué en los calzones, me aventé a la cama horrorizado, me tapé hasta arriba con las cobijas... ¡”Mamáaa, el diaaablooo!”

Minutos después, volvió la luz, se abrió la puerta y ahí estaban mi madre, mis hermanas y sus amigas: todas atacadas de la risa, apuntándome con el dedo de una forma por demás burlona.

Chale. Tenía 13 añotes y me puse a berrear como niña, snif.

No volví a decirles adolescentes a mis hermanas. Ni siquiera cuando llegaron a la adolescencia.

jueves, junio 25, 2009

Los parientes lejanos

Estaba muy tranquilo en mi oficina echándome unas tostadas de ceviche de camarón -de ésas que venden unas viejas de Sinaloa a la vuelta del negocio de cajas- cuando osaron perturbar el hedonismo en que flotaba llamando con tres golpes a mi puerta.

-Están ahí en el mostrador unos parientes tuyos que vienen de fuera y dicen que quieren saludarte –me dijo el encargado.

Dejé a medio comer la segunda tostada. La salsa Guacamaya apenas y se deslizaba por las rebanadas de aguacate para acariciar el pepino (sin albur), la cebolla morada y los trocitos de camarón (sin albur) cocidos en limón. Snif.
¿Quiénes podrían ser? Me imaginé a todos mis parientes que viven lejos... menos a las cuatro perfectas desconocidas que estaban ahí paradas, sonriendo, como si me conocieran de años.

Resultaron ser de esos parientes de otro estado que son hijos del primo segundo del tío abuelo del papá de tu papá. Parientes que en tu vida has visto; parientes con los que incluso tus parientes más cercanos nunca han convivido o convivieron muy poco. De esos familiares que llegan explicándote todo el árbol genealógico de tu apellido para comprobarte que son algo tuyo.

-Mira: ella es tu prima y yo soy tu tía –me dijo la mujer de mayor edad, la más emocionada de las cuatro.

Me sentí muy incómodo porque no sé si esperaban que llorara de la emoción y gritara “¡Ti-ítaaa!”, o me les abalanzara con los brazos abiertos, nos tomáramos de las manos y cantáramos en coro “yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”.
Aprecio mucho que se hayan tomado la molestia de venir a saludar a alguien que en su vida habían visto –yo- y que hayan mandado saludar a toda mi familia, pero: ¡qué incomodidad!, en serio. O al menos a mí -ermitaño/huraño/antisocial/amarguetas-, me pareció muy incómodo y me sacó de onda.

Nos dijimos adiós entre “prima”, “primo”, “tía”, “pariente”, “se cuidan”, “ahí luego nos vemos”, “a ver si estamos en contacto más seguido”, etcétera. Media hora después, yo seguía pensando que alguien me acababa de jugar una broma por ser tan pinche sociópata; hasta que hablé con mi padre y le comenté lo de sus parientes y, después de un ejercicio de memoria, me dijo que sí las conocía, pero que tenía años de no saber de ellas.

Volví a la oficina y mi tostada de ceviche de camarón estaba más aguada que Irma Serrano.

martes, junio 23, 2009

Como recordarán -y si no recuerdan píquenle aquí-, hay un nuevo integrante en el Escuadrón Retro: el Tirafichas Vengador, creado para acabar con los "maldosos" de Retrópolis...


Y fue así como nuestro nuevo paladín de la justicia salió a partir madres:



Quitaré algunas escenas de extrema violencia porque este blog lo leen niños; así es que mejor imagínenselas y pasemos directamente a la escena donde el Tirafichas cumple con su deber:


Aviso:
A quienes no les han llegado sus paquetes con revistas y playeras, no desesperen. Algunos paquetes me los han devuelto por "x" razones y algunas tallas en ciertos estilos se batallan para conseguir. Espero esta semana cumplir con todos los que amablemente han pedido ambos productos.
También espero tener los nuevos diseños de playeras la próxima semana.
Un saludo.

viernes, junio 19, 2009

Es posible que no vaya a tu entierro

Ayer se murió un güey que fue mi patrón por mucho tiempo en uno de esos empleos que uno termina aborreciendo. Era un tipo altanero y mamón: de los que tienes que aguantar sólo porque te paga y -por lo mismo- cree que tiene derecho a comportarse altanero y mamón.

Lo que más me molestó de su muerte es que una de sus empleadas me llamó a las dos de la madrugada para avisarme. Yo ya estaba dormido. Cuando me puso al tanto de lo sucedido, me dijo que “le confirmara mi asistencia al velorio” (que empezaba con una misa a las ocho de la mañana).

-Oiga, Tere –le dije-: son las dos de la madrugada.
-Yo sé, señor Caballero, pero sólo cumplo con mi trabajo. He estado todo el día haciendo llamadas: desde las siete del día que no paro. ¿Va a ir o no? Necesito que me confirme su asistencia porque afuera de la iglesia va a haber un libro que van a firmar los asistentes y bla bla bla.

Le colgué y apagué el teléfono.
¿Quién diablos hace eso? ¿Quién vergas anda hablando para pedir que confirmen la asistencia a un velorio?
Pinche vieja pendeja. “Ay, yo sólo cumplo con mi trabajo”. Pues sí, babosa: porque el puto cerebro no te da para nada más que ser una cotorra que obedece todo lo que le piden que haga. Para ti, “eficiencia” es sinónimo de “bestia de carga”.
La vieja me arruinó el sueño y tuve que ponerme a ver una repetición de Futurama.

Hoy, en lo que va del día, he recibido tres llamadas: todas reprochándome no haber ido al velorio.

-Oye, ¿te enteraste que se murió X?
-Sí, sí me enteré. La pendeja de la Tere me habló a las 2 de la mañana para avisarme.
-¿Y por qué no fuiste al velorio?
-Porque, siendo honestos, ese güey siempre me cagó las bolas.

No es que me dé gusto que haya muerto, simplemente no creo que haya sido alguien que merezca ser velado, recordado o admirado por lo que hizo en vida. Aparte, no me gusta ir a esa clase de eventos sólo por cumplir o por sentirme comprometido porque me pagaba. Era su obligación, pues yo le prestaba un servicio, y por eso no tengo por qué estarle agradecido.

Así es que quedan advertidos: si me cagan las bolas, posiblemente no vaya a su entierro. Es la venganza más dulce que puede existir.

jueves, junio 18, 2009

"Think Locally" mis huevos...

Abel Quezada dibujó alguna vez -era caricaturista- que la mejor prueba de que Dios es un pendejo era que puso a vivir a los mexicanos en un territorio tan rico como México.
No habría pedo si hubiera puesto como habitantes a los suecos, noruegos, islandeses, suizos o finlandeses; pero no: puso a los mexicanos, snif.

Es irónico que Dios siempre haya tenido miras tan cortas y, sin embargo, creado tantas expectativas y fans. Debería agradecer que ahora haya tanto ateo en el mundo, pues así tiene menos trabajo y tiene más tiempo para escuchar las plegarias de sus seguidores y ponerse a jalar. Pero ni así lo hace. En fin.

Hace un par de semanas platicaba cosas antipatrióticas con un amigo que vive fuera del país. No pude estar más de acuerdo con su observación.
“Ser pobre en México no es lo mismo que ser pobre en Noruega. En Noruega eres pobre, pero tienes los lagos, las montañas, los fiordos, los canales, su arquitectura, su gente educada, su buena comida, sus áreas recreativas. En México eres pobre y ni siquiera tienes eso. Ya se lo acabaron”.
Hacía mucho que una verdad no me dolía tanto.

Aquí en mi ciudad tenemos hartas montañas, pero lo importante no es eso: lo importante es tener una casa lo más arriba que se pueda en alguna de ellas. Si es ilegal porque sobrepasa la altura permitida, ¡qué mejor!, pues aumenta su valor. Quebrantar la ley siempre ha sido un excelente negocio en este país.

No importan los pinos, los riachuelos ni los animales que ahí viven, pues a nadie le divierte observar aves o convivir con la aburrida naturaleza; lo bello es la alberca de mosaico azul, la caseta con vigilancia las 24 horas y la sala de piel con vista panorámica a los edificios. A veces bajan los osos y los jabalíes a beber agua en los jacuzzis, porque creen que es el riachuelo donde antes bebían, y entonces hay que llamar al heroico cuerpo de protección civil para que ahorquen con sus mecates y golpeen con sus tubos a esos bichos horribles que desvergonzadamente se meten en propiedad privada.

Los postes de luz y teléfono siempre tendrán prioridad sobre las ramas de los árboles. El honorable municipio manda podar todo follaje que intente rebasar la altura del cableado o tapar la propaganda de algún alto funcionario que promete “más ecología” cuando ocupe un puesto de elección popular.

Dicen que hay que empezar haciendo bien las cosas en casa; que si se quiere cambiar al mundo hay que empezar por nuestra localidad. ¿Cómo cambiar una ciudad podrida? ¿Cómo salvar un miembro gangrenado? Métanse su filosofía de "think locally" barata por el culo.

Habría que derrumbar esta ciudad y empezar de nuevo. Eso habría que hacer para cambiar al mundo.

martes, junio 16, 2009

Algunas caricaturas de la semana pasada

El candidato del PAN al gobierno de Nuevo León anda haciendo campaña ¡en Texas! Yo sé que ese territorio nos lo quitaron y ahora vuelve a ser nuestro con tanto regiomontano que trabaja y vive allá, pero no sea tan descarado, señor.


Con respecto al voto nulo o en blanco:


Un reflejo de la actitud de los regiomontanos hacia sus semejantes: siempre carente de sensibilidad social porque la mayoría de ellos cree que todos son de su condición:


Para enfrentar una crisis económica y situaciones desagradables similares, nada mejor que una actitud positiva:


Es común que las autoridades atrapen animales que bajan de los cerros o decomisen especies exóticas en mansiones del crimen organizado. Lo más triste de esto es que a los pobres animalitos se los llevan a vivir/morir a un pseudo zoológico llamado La Pastora, ubicado en uno de los municipios más espantosos de Nuevo León. En dicho “zoológico”, uno puede admirar animales moribundos que se alimentan de moscas mientras nadan entre su cagada y sus orines. Varias veces les he escrito a los medios impresos del Estado para que convenzan a los narcos de que le metan lana a ese lugar, ya que a las autoridades les vale verga. Mi lógica es: si a estos vatos les gustan tanto los animales exóticos y las autoridades son unas ignorantes en el tema, pues que el crimen compre el parque para que tengan ahí a sus mascotas y todos podamos verlas y disfrutarlas. Digo: si ya tienen en la nómina a los tránsitos y policías, no pierden nada con mantener bien alimentados y cuidados a otros animalitos. Es más: hasta lo veríamos como un gesto de bondad y limpiarían su imagen.


Y hablando de animales: los animales siempre son un muy buen recurso para hacer caricaturas en tres patadas, cuando la inspiración no aparece. De preferencia debes dibujar animales salvajes para ejemplificar situaciones. Por ejemplo: si quieres hablar del gobierno y su sus nexos con el crimen, puedes dibujar algo tan sencillo como esto:



O puede ser algo más poético, tipo esto:



El pedo de dibujar animales que ejemplifiquen problemas nacionales, es que a muchos se les ocurre lo mismo o ya se les ha ocurrido antes o se les ocurrirá después.
Buen martes a todos.

lunes, junio 15, 2009

"Si no me das de tu lonche, te pego", "si no pones mi nombre en el trabajo final, ya no soy tu amigo", "si no me prestas el balón, córtalas", "si vas con el chisme, te chingo"...
Viejísimas amenazas infantiles. Imposible ir de rajón con la maestra, con tu papá o con el director del colegio, pues sabías que te podía ir peor y que la fama de cobarde nunca te la quitarías. Todo terminaba hasta que un valiente -al que no bajaban de maricón rajón- iba con el chisme o -en el mejor de los casos- le ponía unos chingazos al acosador. Y entonces mandaban llamar al niño abusivo, a sus padres, a los tuyos, dabas tu versión y, si las cosas no cambiaban, lo corrían del plantel y se iba a una escuela para niños burros y problemáticos y por fin te librabas de él.

Uno se convierte en adulto y se da cuenta que el mundo se maneja de la misma forma que cuando éramos niños, sólo que ahora te dicen: "Si no haces lo que yo diga, te mato a ti y a toda tu familia". Y no puedes ir a chismearle a la maestra, a tus papás, al director, a la policía ni a nadie, porque todos se han puesto del lado del niño abusivo.

Era lo bonito de la infancia: que los niños abusivos no sobrepasaban a la autoridad.

sábado, junio 13, 2009

Sábado de links ajenos

Aquí hay una tira.

Todos los domingos, en el Corredor del Arte del Barrio Antiguo de Monterrey (calle Mina), pueden conseguir playeras del Escuadrón Retro y algunas pocas que saqué de La Neta del Planeta. También pueden conseguir los ¡#$%&! Cómics. Chequen aquí.
Ah, y gracias a los meros meros del Zombie Studio por vender mi mercancía en su tienda.

Próximamente, más playeras y más diseños.

viernes, junio 12, 2009

El fut mexicano y un bobesponjólogo

Dos acontecimientos de la semana me motivan a escribir este pequeño post: el juego de México y Milenio Televisión.

¡Wooow! Le ganamos (sí, digo "le ganamos” porque, ¡ay!, todos somos la Selección, snif) a Trinidad y Tobago. ¡Qué orgullo!

La verdad, no sé quiénes estén más para llorar: la Selección, los comentaristas de TV Azteca o los de Televisa. Por ejemplo: un pendejo de TV Azteca se la pasó gritando antes del partido: "La Selección Azteca, en el Estadio Azteca, por TV Azteca, ¿qué más puede pedir?".
Mmmm... a verrr... déjame pensar... ¿Que te mueras, quizá?; ¿que le metas más ganitas y pienses dos veces las pendejadas simplonas que dices? No sé, pudiera pedir tantas cosas, pero estoy conciente que un comentarista rascuache de TV Azteca no me las va a cumplir.

Por otro lado, los de Televisa se la pasaron exagerando y agrandando las jugadas pedorras de los mexicanos. Decían: "Ésta es la buena", "ésta es la de peligro", "la del gol", "¡Cuidado!", "ya se fue con el balón y no hay quién lo detenga".
Lo mejor de la noche fue Enrique Bermúdez y su “ella se llamaba Martha, ella se llamaba así…” cuando un mexicano falló una de tantas oportunidades de gol. Agradecería si alguien me explicara por qué Bermúdez se puso a cantar eso.

Estaba viendo esa basura que se hace llamar Milenio Televisión. ¡Dios mío! Si la mayoría de los que escriben en Milenio Diario son insoportables, imaginen ahora aguantarlos en televisión; sobre todo al higadito ése de Carlos Marín y al caime-bien-chistoso de Jairo Calixto.
La gota que hizo estallar la vena de mi amplia frente, fue el programa de una vieja con lentes de culturosa (no recuerdo su nombre), que estaba entrevistando a un "bobesponjólogo". ¡Háganme el puto favor! Sí, un bobesponjólogo: un especialista en Bob Esponja; un treintón fan de Bob Esponja que ve moros con tranchete en la caricatura: que si el mensaje homosexual, que si en el capítulo tal pasa no sé qué, que si el reflejo de una nueva sociedad bajo el mar. Puras mamadas.
Un jalecito de verdad no le vendría nada mal al bobesponjólogo ése.

Buen fin de semana.

miércoles, junio 10, 2009

Creo que éste es el post más largo que he escrito

Mi padre acostumbraba regalarme tomos de enciclopedias de animales. Cada fin de semana, antes del medio día, paseábamos por Soriana y buscábamos un nuevo volumen. Algunos venían con juegos de geometría, estampitas o álbumes para iluminar como obsequio.
Eran los ochentas. Todos los niños queríamos ser Rodolfo Neri Vela o Hugo Sánchez: héroes nacionales en un país donde siempre han escaseado, han sido ficticios o de muy mala calidad.

Recuerdo haber tenido la enciclopedia Salvat, la Bruguera, la Colibrí, el Tesoro de la Juventud e incluso una de Disney. Lo chido de las enciclopedias era que -a diferencia de los juguetes- ninguno de tus amiguitos te las pedía.
A esa edad yo tenía tres sueños –aparte de ser Rodolfo Neri Vela y Hugo Sánchez-: que me compraran un canguro como mascota, correr más rápido que un chita y tener la enciclopedia Time Life (¡Qué ñoño!, snif).

Dicha enciclopedia -de más de 24 ejemplares y que sólo se podía conseguir pidiéndola por teléfono y con tarjeta de crédito- tenía unos volúmenes que hablaban exclusivamente de Oceanía y África, lugares de origen de los canguros y chitas que tanto me gustaban.
Y un día, uno de mis sueños se hizo realidad. En uno de mis cumpleaños, mi padre me consiguió una enciclopedia Time Life usada, pero completita. Casi lloro de la emoción (¡qué ñoño!, snif) al romper el papel de la envoltura (que era de animalitos, por cierto).

Fue así como empezó mi gusto por la lectura.

En secundaria tuve un maestro –un hermano marista- que me fortaleció ese gozo. El primer libro que nos encargó leer para un examen mensual, fue Los Cachorros, de Vargas Llosa.
“Se trata de un chavo de su edad, que estudia en una escuela marista: como ustedes, al que un perro le come los huevos”. Todos nos volteamos a ver con cara de dolor, nos sobamos los testículos y reímos mucho. Con esa referencia cómica que rayó en lo morboso, hasta el más huevón e irresponsable del salón leyó el libro.
Así nos hacía leer el profe Ibarra: haciéndonos reír. “Para la próxima semana quiero que lean una de las tragedias griegas de Sófocles: la de Edipo Rey. Es la historia de un hijo de la chingada que se apachurra a su mamá... a su mamá de él, no a la de ustedes”. Era genial el maestro Ibarra.

Es así como, con lo poco que he leído, me atrevo a recomendar brevemente 10 libros que han marcado mi vida.

NOTA: Cabe aclarar que omitiré Kafkas, Nietzsches, Dostoievskis, Kunderas y demás intensos, para que los que gusten de iniciarse en la lectura (nunca es tarde, pinches huevones) no se espanten y empiecen con cosas facilitas pero buenas.

El Principito


Decir que El Principito es tu libro favorito es igual a cuando las pendejas que concursan en los certámenes de belleza dicen que la Madre Teresa de Calcuta es la persona que más admiran y que La Biblia y Cien Años de Soledad son sus libros preferidos. Debo confesar que la primera vez que leí El Principito no le entendí ni madres y hasta me aburrió mucho. Tuvieron que pasar muchos años, lapidando a mi niño interior, para que su mensaje me iluminara de nuevo el alma, snif. Lo mismo me pasó con Momo, de Michael Ende. Hay que perder un poco nuestra esencia para entender al Principito y que su lectura nos haga recuperarla.

Platero y Yo


Con este libro me pasó lo mismo que con El Principito: una hueva horrenda me invadió antes de pasar la primera página. Después, supe que no había sido mi momento para leerlo. Ya más grande, comprendí y disfruté la belleza con que Platero y Yo está escrito. Siempre he pensado que un cabrón capaz de contar de esa manera la vida de un burrito, es un cabrón superior a lo humano. No por nada fue Premio Nobel de Literatura en 1956.

De Perfil


La Ciudad de México de los años sesentas como trasfondo de una historia que parece no contar nada. Tres días en la vida de un adolescente del que nunca sabemos su nombre pero sabemos que está próximo a entrar en la universidad. Joven avispado que llama a sus padres por sus nombres -porque le parecen dos perfectos desconocidos- y disfruta de recostarse en una piedra del jardín de su casa a pensar. Con este libro me enamoré por primera vez de un personaje literario: Queta Johnson, la cachonda rockera hija de puta que se traía como un pendejo al chavito éste. La escena de sexo entre el protagonista y Queta es de las más intensas que he leído. Ni siquiera en la revista “Sensacional de Tanguitas Mojadas” escriben tan cachondo. ¡Uf!

Las Batallas en el Desierto


No, no es un libro de guerra. Se trata de un niño que se enamora de la mamá de su mejor amigo en la Ciudad de México de los años cincuentas. Como trasfondo crítico de esta pequeña novela está la pérdida de la identidad nacional y la voraz e inevitable intromisión de las corporaciones gringas, que borran toda memoria histórica y costumbres milenarias. Mariana, la “señora” de la que se enamora el protagonista, es el segundo personaje literario que me ha hecho sentir maripositas bajo los calzones.
El título del libro tiene que ver con un juego infantil.
Hay una canción del grupo Café Tacuba que se llama “Las Batallas” y una película de Alberto Isaac que se llama “Mariana, Mariana”, basadas en este libro de José Emilio Pacheco.

La Biblia de Neón


Esta novela y la Conjura de los Necios fueron las únicas dos que escribió su joven autor, John Kennedy Toole, antes de quitarse la vida a los 31 años, cuando cayó en una profunda depresión al no poder publicarlas y al sentirse inútil para lo único que disfrutaba: escribir. Ambas salieron publicadas hasta la década de los ochentas, y La Conjura de los Necios ganó un premio Pulitzer. Kennedy Toole escribió La Biblia de Neón a los 16 años, y, precisamente, trata sobre un joven de esa edad que vive en una población miserable y fanática religiosa del sur de Estados Unidos. David, el protagonista, tiene una simpática y liberal tía anciana, la cual tuvo algo de fama en el mundo del espectáculo y aún no se da por vencida para recuperar ese sueño glamoroso, cosa que los cerrados habitantes del pueblo no ven con buenos ojos.

El Guardián entre el Centeno


Mencionado por muchos asesinos seriales famosos como su libro favorito. De hecho, el asesino de John Lennon llevaba una copia de El Guardián entre el Centeno cuando lo detuvieron. El libro ni promueve conductas anárquicas, ni incita a la violencia o al asesinato, ni es satánico, como muchos han dicho y muchos creerán por sólo escuchar la mala fama que lo rodea. Ah, y si a esa mala fama le suman la de J.D. Salinger, el autor ermitaño que nunca ha concedido entrevistas, que no volvió a escribir otro libro y al que muy pocas personas conocen: el libro es una bomba.
Trata sobre Holden Caulfield, un adolescente al que corren del internado donde estudia y decide pasar unos días en la ciudad de Nueva York, antes de llegar a su casa y de que sus padres se enteren de la noticia.
El libro está escrito en primera persona y es una crítica mordaz a la sociedad y a la hipocresía de la gente; una oda al desencanto por la vida cuando uno se vuelve adulto. El protagonista ama y admira a Phoebe, su hermana de 10 años, quien representa toda esa espontaneidad e inocencia que se pierden en ese proceso de madurez. De las cosas que más me gustan del libro, es la razón del título.
Un libro de temática similar, es La Conjura de los Necios, de John Kennedy Toole, al que mencioné anteriormente.

El Lobo Estepario


Hermann Hesse es Hermann Hesse: el amo de la introspección. El Lobo Estepario son los apuntes de un tal Harry Haller, un misterioso cincuentón que le renta una habitación a la tía del joven que encuentra dichos manuscritos. Conforme avanza la lectura uno va descubriendo la incapacidad del señor Haller para relacionarse con el mundo exterior mientras busca la verdad, la felicidad y la paz dentro de sí mismo, y la angustia que esto le ocasiona.
Todos los libros de Hermann Hesse me gustan porque todos abordan esa temática: el difícil camino del hombre para encontrarse con él mismo y los sacrificios y consecuencias que acarrea tal búsqueda: soledad, abandono, condena social, locura, etc.

El Capitán Salió a Comer y Los Marineros Tomaron El Barco


Diario personal de Charles Bukowski que narra sus últimos días de vida.
Bukowski ha rebasado los setenta años de edad, vive cómodamente en una casa con jacuzzi, a lado de su mujer casi 30 años menor, rodeado de gatos, escribiendo poemas a mil por hora en una computadora, apostando en el hipódromo y con leucemia.
Las duras -y a la vez sencillas- reflexiones de Bukowski sobre la vida y la muerte nos hacen comprender en un tronar de dedos esos grandes misterios. Sus críticas al sistema laboral y la repulsión que le causa la humanidad en general son geniales, porque uno nunca las toma como los berrinches de un viejo desahuciado, sino como las de un hombre que consiguió todo sin buscar nunca nada: sólo escribir. Bukowski logró sin querer lo que muy pocos logran en vida: tener miles de seguidores, vender millones de libros y volverse inmortal.

La Hermandad de la Uva


Cuenta la historia de Henry, un escritor cincuentón que se ve obligado a regresar a su pueblo natal ante la amenaza de divorcio de sus padres, unos ancianitos que se la viven de pleito. Allí, en San Elmo, Henry se reencuentra con algunos fantasmas de su infancia y juventud. Convive con su madre: mujer ultracatólica que le perdona todo al borracho rabo verde de su marido; y con sus hermanos, quienes siguen viviendo a la sombra del padre y sintiendo por él miedo, rechazo y rencor.
Henry es el único que acepta ayudarlo en un último capricho: construir un ahumadero para carne de ciervo en una colina. Es entonces que nos adentramos en el mundo del padre y de sus amigos: un grupo de ancianos alcohólicos y desempleados que se hacen llamar La Hermandad de la Uva. Lo chingón de estos personajes es que uno nunca los ve como borrachos asquerosos sin aspiraciones: uno los ve como tiernos ancianos que se aferran a su existencia por medio de los excesos, que, a la vez, es la única forma en que pueden disfrutar de la vida al máximo ante la cercanía de la muerte.
La parte donde el padre de Henry se escapa del hospital para irse a poner bien pedo con los amigos, es de lo más chingón del libro. “Más vale morir borracho que morir de sed… y es mejor morir rodeado de amigos que de doctores”.

La Sombra del Viento


Carlos Ruiz Zafón es un narrador chingonsísimo. Leer sus libros es como ver una muy buena película de Hollywood. Todo lo describe a detalle, minuciosamente, pero sin hacerte bostezar. La Sombra del Viento es un thriller muy bien armado; una novela que se desarrolla en la Barcelona de principios del siglo XX, cuando un joven encuentra un misterioso libro en una increíble y gótica biblioteca olvidada.
Hay personajes y escenas memorables, y decir más de la trama es echárselos a perder. Leer a este güey es como tener en la imaginación una pantalla de alta definición en tercera dimensión y un sonido surround encabronado. Aún no entiendo cómo es que nadie se ha animado a hacer la versión cinematográfica de este libro. Guillermo del Toro o David Fincher serían los indicados.

martes, junio 09, 2009

Amo a la Iglesia del Señor...

...porque siempre dan tema para madrearlos.

La iglesia -como es su costumbre- vuelve a meter sus narices donde no debe.
Resulta que ahora están en contra del voto en blanco o nulo, y casi casi dicen que quien anule su voto se irá al infierno donde están todos los malos mexicanos quemándose.

La iglesia tiene esa tonta manía de estar en contra de todo pero nunca dar razones válidas a sus posturas; aparte de que nunca toman una postura crítica contra el sistema, o, al menos, más objetiva.
Es como cuando se ponen en contra del aborto y, en vez de promover los métodos anticonceptivos para evitar que la gente aborte, los prohiben y satanizan.

Ayer hice esta caricatura, la cual pensé que me censurarían (el dueño del periódico dice ser muy católico), pero creo que la editora andaba peda o en sus días y quería desquitarse con alguien y sí la publicó. ¡Ajúa!


lunes, junio 08, 2009

¡¡¡El libro El Secreto sí funciona!!!

Nunca creí decirlo, pero el libro y el dvd de El Secreto sí funcionan. Eso de que uno atrae lo que piensa, es la puritita verdad. Fíjense que yo, cada que juega la Selección Nacional de Fútbol, pido con todas mis fuerzas que pierda, y pierde. Todavía no se me cumplen todos mis deseos; todavía falta que una que otra autoridad y personaje público odioso -Fabiruchis y el hijo retrasado mental de Joan Sebastian son un par de ellos- cuelguen los tenis, y sé que si lo sigo deseando, pronto sucederá.
Y no me lo tomen a mal, pero nunca he creído que desearle la muerte a alguien tenga algo de malo. Lo inapropiado sería deseársela a alguien con calidad moral, con grandeza de espíritu y un ser humano ejemplar; eso sí no se hace. Dirán que sólo Dios puede tomar una decisión de ese tipo, pero no se necesita ser Dios -o creérselo- para saber quiénes cumplen con los requisitos que necesita una sociedad para ser sana y funcional. Pero en fin. Estábamos hablando de fútbol.

Creo que primero deberían acabar con el fútbol mexicano que con el narcotráfico. Es más dañino. De perdido para consumir drogas uno tiene la libertad de escoger hacerlo o no; pero para el fútbol uno no puede decidir, pues te lo meten a huevo en todas partes y a todas horas.

No tengo la menor duda que el fútbol –aparte de ser una mafia- es una actividad que fomenta la rivalidad, los complejos, la discriminación y el odio entre las naciones. Vayan a un estadio y escuchen la cantidad de insultos e improperios que se gritan mientras suena el himno nacional del contrario y verán. Es más, no se vayan tan lejos: si entre los mismos regiomontanos existe rivalidad por pertenecer a equipos contrarios, imaginen entre naciones del tercer mundo. Aquí en mi ciudad los "nacos" y los pobres le van a los Tigres y los "fresitas" que estudiaron en el Tec le van a los Rayados. Bonito muro divisorio que entre hermanos hemos construido.

El mejor ejemplo de lo que digo es el juego del sábado pasado, entre México y el Salvador: dos países pobres y salvajes que ni en esas condiciones –que muchos aprovecharían para sobresalir- aprendieron a patear un puto balón. Lo único que hicieron fue insultarse y agredirse físicamente, comprobando una vez más que la única manera en que los mexicanos pueden meter goles, es engañando al árbitro, inventándose faltas o tirándose al piso a propósito.
Bonito fútbol y bonita imagen que damos al mundo, que no es otra cosa que el reflejo de lo que somos como raza y la maldición que cargamos en la sangre.

Aunque, en el fondo, no puedo negar que me gustaría un trabajo así: en el que me paguen millones de pesos por fracasar una y otra vez, echarle la culpa de mis fracasos al árbitro o al director y, aparte, tener un chingo de fans.