sábado, enero 12, 2008

Heladas barrancas del norte


No puede aferrarse más a la roca y el pedazo de hielo cae produciendo un sonido pesado y profundo en el arroyuelo. Las paredes forradas de heno gotean y la brisa que provoca un hilillo de la cascada se eleva y dibuja en lo alto un arcoiris con ayuda de las lenguas de luz que escapan entre las nubes matutinas.

A pesar de tanta belleza, paz y lejanía, estoy en “territorio Telcel”: lo dice un anuncio panorámico sobre la carretera antes de llegar a las faldas de este santuario natural. ¿Quién invitó a Carlos Slim a este lugar? No lo sé, posiblemente se invitó solo. La Coca Cola, la Bimbo y la Sabritas también han venido y han empezado a meter sus narices donde nadie los llama, donde nadie las necesita y donde sus empaques indestructibles afearán y sepultarán el paisaje en un par de años, cuando “empresarios visionarios” vean –valga la redundancia- un signo de pesos en esta majestuosa caída de agua helada y la atiborren de gente puerca e inconciente (pero con centavos en los bolsillos) a pesar del costo ambiental.
Y no soy negativo, simplemente es lo que veo que han hecho con todos estos lugares.

Un trozo de hielo de buen tamaño comienza una reacción en cadena. Cae y golpea a otro y ese otro parte en dos a otro más pequeño. Ha empezado el deshielo del medio día y con él se multiplican las crines del salto de agua hasta formar un hermoso telón blanco y ruidoso que cubre y corre por la pared de la montaña como el velo inmaculado de una novia.

Me pregunto -preguntón que soy yo- ¿para qué necesitaría alguien un teléfono celular o beber una Coca Cola en este lugar? Pero, como soy rependejo, no encuentro respuesta en mis adentros, lo único que encuentro en mis adentros son tripas vacías y mucha hambre, pero la Sabritas y la Bimbo pueden pasar a chingar a su bimbuñuela madre. Gorditas de maíz azul con una margarita de pitaya, el brunch de los campeones, como yo.