No había visto la película de Avatar... y por fin la vi. ¡Oh, qué gran mierda! La vi porque todo mundo hablaba maravillas de ella, de sus impresionantes efectos especiales y de ese “gran mensaje ecológico”; mensaje ecológico que a todos les encanta cacarear pero nadie pone en práctica ni en las cosas mínimas de su vida diaria. Lo que más me sorprende es que haya críticos que se atrevan a afirmar que James Cameron está revolucionando la industria cinematográfica. ¿Cómo un cabrón que hace películas tres veces más caras de lo que costaría normalmente una superproducción y trata de revivir al ochenterísimo 3D, está revolucionando al cine? Pero bueno, para los gringos eso de “revolucionar el cine” es sinónimo de la cantidad de dinero que metas en taquilla.
Aparte, la historia, los personajes… ¡qué horror! Como dijo un conductor de MTV: Imagina que eres un productor de cine y llega alguien y te dice: “Tengo una idea genial para una película: extraterrestres azules de más de dos metros de altura, con rasgos felinos, que viven en un árbol, montan dragones y tienen sexo a través de sus colas de caballo”. ¿Qué pensarías? Yo, pensaría que está orate y que su película será una mierda. Como lo es.
Lo único positivo de verla fue que saqué un buen apodo para mi amigo El Sabalito de Chapopote, un güey alto, flaco y moreno. Ahora le decimos el Avatar. Aunque Sabalito de Chapopote sigue sonando mejor.
Total que para quitarme ese trago amargo que me provocó ver Avatar, me fui de rol a varias librerías, tiendas de discos y changarros para ver si conseguía algo nutritivo para mi reproductor de dvds, y conseguí películas muy chidas, que traen mucho idealismo y mucho mensaje de hermandad, igualdad, lucha, libertad, respeto, paz, sha la la la laaa y esas cosas bonitas que no existen afuera de la pantalla. Ora verán:
Mi primera recomendación se llama los Edukadores. Es una película alemana del 2004 que cuenta las aventuras de dos amigos, Peter y Jan, que se hacen llamar así: los Edukadores. Son una onda tipo artistas callejeros que por las noches entran a las casas de los millonarios a hacer desmadre y a dejar mensajes como: “Sus días de abundancia están contados”, o: “¿No crees que tienes mucho dinero?”. Todo lo anterior como un acto de protesta, casi artístico e inofensivo, pues no roban nada y sólo entran a las casas cuando sus dueños están de vacaciones. Su objetivo es crear un terror psicológico para ver si así esos ogros capitalistas recapacitan, snif. Peter tiene una novia, Jule, que trabaja horas extra de mesera en un restaurante para poder pagar una deuda interminable, pues, irónicamente, chocó contra el auto de un ricachón. La morra no puede pagar más la renta de su depa y tiene que mudarse a vivir con su novio, quien comparte apartamento con Jan. Un día, Peter viaja a Barcelona y deja a Jule con Jan, quien le revela sus actividades nocturnas. Jan y Jule buscan la mansión del millonario al que Jule le está pagando el coche, la ven sola y deciden entrar. Pero al salir, Jule olvida su teléfono celular (ah, pinchis viejas, nomás cagándola). Total que vuelven a la mansión a buscar el teléfono y el burgués propietario del inmueble los sorprende. A los chavos no les queda otra más que amordazar al hombre cuando éste amenaza con llamar a la policía. Llaman a Peter, que ha regresado de su viaje, y entre los tres deciden tomar como rehén al millonetas. Total que los cuatro se van a una cabaña en una montaña con paisajes rete hermosos, propiedad de un pariente de Jule, donde permanecen varios días mientras resuelven qué chingaos hacer con el jueguito que se les salió de control. Después de algunos pleitos, diálogos y reflexiones muy chidas, y de las típicas frases de los viejos derrotados pero “exitosos”, esas de: “Yo pensaba igual que ustedes, pero el mundo me cambió y uno no puede cambiar al mundo”, deciden regresar al millonario a su casa, pues éste promete no denunciarlos. Y ya no les cuento más. Véanla. Está muy chingona y cuesta 50 pesitos en la Gandhi.
Otra recomendación que les hago se llama Martín (Hache), así, entre paréntesis. Es una coproducción de Argentina y España de hace más de una década. Hache (así le dicen porque es Martín Hijo) es un morro de 19 años que no estudia ni trabaja (¡qué envidia!, snif), vive con su madre y toca en una banda de rock con sus amigos. Una noche, despechado porque una chavita lo rechaza, se pone bien pedo, se mete cocaína y termina en el hospital. Su padre, un exitoso director de cine que detesta Argentina y vive en Madrid desde hace ya mucho tiempo, vuela a Buenos Aires para verlo, después de 5 años de no hacerlo. Ya recuperado, la madre de Hache, quien ha formado otra familia, habla con el padre de éste y lo convence de que se lo lleve a España, porque ahí en casa nomás le estorba. En Madrid, Hache conoce a Alicia, la joven amante yonki de su padre, y se reencuentra con Dante, un actor bisexual, el mejor y único amigo de su papá. La película es una reflexión profunda y divertida acerca de la vida, acerca de esa búsqueda de identidad y sentido. Un discurso sobre la hipocresía social, los ideales y sobre la imposibilidad de evadir las responsabilidades y obligaciones cuando se llega a la adultez, pues, según el protagonista, tener obligaciones no es vida, sino esclavitud. La neta la película trae muy buenas cavilaciones sobre el significado de la patria, el trabajo, la soledad, el amor, la pertenencia. Todos los personajes tienen puntos de vista distintos y, al final, terminamos dándonos cuenta que todos tienen razón, por crudas o ingenuas que sean sus conclusiones; basta saber cómo queremos vivir nuestras vidas para encajar en alguna de ellas, con el único fin de no vivir equivocados o, peor aún, frustrados. La pueden bajar o ver en el youtube. Yo no conseguí el dvd. Ah, aparte salen las chichas a Cecilia Roth, jejeje.
Ésta es más famosona, se llama Into the Wild, y es una película que vale madres si la dirigió Sean Penn o está basada en un suceso de la vida real o tuvo algunas nominaciones al Óscar. Lo chingón de esta película es que refleja todo lo que un verdadero hombre –y no una rata de dos patas, como diría Paquita la del Barrio- quisiera hacer: aflojarse la corbata, desabotonarse la camisa y correr en pelotas entre los matorrales, gritando como animal; enloquecer un día y abandonarlo todos para irnos a vivir lo más alejados que sea posible de la tecnología, las guerras, el materialismo, el dinero, la mala televisión y, ay, esta falsa sociedad.
Se cuenta la historia de un morro recién salido de la universidad que decide dejar las comodidades y la seguridad de “su mundo” para convertirse en un nómada que cree que viviendo en contacto con la naturaleza y valiéndose por sí mismo, alcanzará la felicidad y se sentirá pleno. El chavo viaja por Estados Unidos durante dos años hasta que en Alaska encuentra un camión abandonado que le sirve de casa. Si alguna vez llegan a hacer lo que el protagonista de esta película hizo, no cometan su mismo error. Por eso mejor estudien botánica, o, de perdido, tengan un amigo hierbero, jejeje. Nunca está de más.
Temporada de Patos es una película mexicana en la que no sale ni Diego Luna ni los hermanos Bichir, gracias a Dios. “Ay, guákatelas, cine mexicano, ¡qué asco!”, dirán muchos, pero allá ustedes si se la pierden. También vale 50 pesitos en la Gandhi, cómprenla de perdido por el precio, no sean cabrones. Trata de dos chavitos de unos 13 años que se juntan un domingo a jugar al “Nintendos” y a pedir una “pikza”. El repartidor llega como un minuto tarde (según los 30 minutos establecidos de entrega) y los morrillos se lo quieren chingar diciéndole que no se la van a pagar. Total que lo que empieza como una pendejada desencadena una trama llena de personajes conmovedores, con vidas torcidas y sueños frustrados; empezando por el repartidor, que quería ser veterinario y termina trabajando en el antirrábico, de donde renuncia porque no soporta sacrificar perros. Un personaje muy chingón ése del repartidor de las pizzas. Hay una escena que no tiene madre, ya casi al final. Dura como 20 segundos, pero resume de manera genial el mensaje de la película. Al terminar de verla queda una espinita clavada: la de algún día tener los huevos para dejar de ir a trabajar, recibir la llamada del jefe bien encabronado pidiendo una explicación y mentando madres, y contestarle: “Pues córrame, pinche viejo… me vale pito", para después sentir una paz enorme porque nos quitamos un pesote de encima.
Y ya por último, La Vida de los Otros, que es la película que le ganó al Laberinto del Fauno el Óscar a Mejor Película Extranjera.
En 1984, la Stasi –que era la policía de la República Democrática Alemana- vigila la vida de la gente. Gerd Wiesler es un duro capitán de la Stasi a quien se le asigna espiar a Georg Dreyman, un famoso dramaturgo, y a su novia, pues dudan sobre la fidelidad de Dreyman al régimen. La Stasi instala micrófonos ocultos en su departamento y el espionaje le permite a Wiesler adentrarse en el mundo artístico de Dreyman y en sus relaciones afectivas.
Después del suicidio de un director de teatro amigo suyo, Dreyman consigue una máquina de escribir de contrabando que le traen del oeste (pues la Stasi tenía registradas todas las máquinas de escribir), y redacta un artículo sobre el alto índice de suicidios en la RDA, dato que es mantenido en secreto por el gobierno comunista. Dreyman esconde la máquina en un hueco en el suelo de su departamento, para no ser descubierto.
El oficial Wiesler, seducido por “la vida de los otros”, abandona su objetivo inicial de encontrar pruebas que inculpen a Dreyman como traidor al régimen (a esas alturas, ya tenía suficientes pruebas para empinarlo). Wiesler también se da cuenta de la corrupción, absurdos, abusos y contradicciones del sistema en el que siempre había creído, se sensibiliza y decide proteger a Dreyman escribiendo datos falsos y sin trascendencia en sus informes.
El artículo de los suicidios aparece publicado poco después en una importante revista de la Alemania Occidental, causando revuelo. La Stasi se pone a buscar al escritor responsable para jodérselo. La novia de Dreyman es llevada a prisión para que declare ante el mismísimo Wiesler (¿pos no que ya se había vuelto bueno?). Al no soportar la presión ni las amenazas de éste, termina delatando a su novio y el escondite de la máquina de escribir. Pero, oh, sorpresa…
Y ya no les digo más porque se las arruino. Sólo les digo que es uno de los finales más chingones que he visto en mi vida. De los que mejor sabor de boca me ha dejado. Hasta optimista me sentí, y eso que soy bien pinche fatalista. También consiguen esta película en la Gandhi.
Aparte, la historia, los personajes… ¡qué horror! Como dijo un conductor de MTV: Imagina que eres un productor de cine y llega alguien y te dice: “Tengo una idea genial para una película: extraterrestres azules de más de dos metros de altura, con rasgos felinos, que viven en un árbol, montan dragones y tienen sexo a través de sus colas de caballo”. ¿Qué pensarías? Yo, pensaría que está orate y que su película será una mierda. Como lo es.
Lo único positivo de verla fue que saqué un buen apodo para mi amigo El Sabalito de Chapopote, un güey alto, flaco y moreno. Ahora le decimos el Avatar. Aunque Sabalito de Chapopote sigue sonando mejor.
Total que para quitarme ese trago amargo que me provocó ver Avatar, me fui de rol a varias librerías, tiendas de discos y changarros para ver si conseguía algo nutritivo para mi reproductor de dvds, y conseguí películas muy chidas, que traen mucho idealismo y mucho mensaje de hermandad, igualdad, lucha, libertad, respeto, paz, sha la la la laaa y esas cosas bonitas que no existen afuera de la pantalla. Ora verán:
Mi primera recomendación se llama los Edukadores. Es una película alemana del 2004 que cuenta las aventuras de dos amigos, Peter y Jan, que se hacen llamar así: los Edukadores. Son una onda tipo artistas callejeros que por las noches entran a las casas de los millonarios a hacer desmadre y a dejar mensajes como: “Sus días de abundancia están contados”, o: “¿No crees que tienes mucho dinero?”. Todo lo anterior como un acto de protesta, casi artístico e inofensivo, pues no roban nada y sólo entran a las casas cuando sus dueños están de vacaciones. Su objetivo es crear un terror psicológico para ver si así esos ogros capitalistas recapacitan, snif. Peter tiene una novia, Jule, que trabaja horas extra de mesera en un restaurante para poder pagar una deuda interminable, pues, irónicamente, chocó contra el auto de un ricachón. La morra no puede pagar más la renta de su depa y tiene que mudarse a vivir con su novio, quien comparte apartamento con Jan. Un día, Peter viaja a Barcelona y deja a Jule con Jan, quien le revela sus actividades nocturnas. Jan y Jule buscan la mansión del millonario al que Jule le está pagando el coche, la ven sola y deciden entrar. Pero al salir, Jule olvida su teléfono celular (ah, pinchis viejas, nomás cagándola). Total que vuelven a la mansión a buscar el teléfono y el burgués propietario del inmueble los sorprende. A los chavos no les queda otra más que amordazar al hombre cuando éste amenaza con llamar a la policía. Llaman a Peter, que ha regresado de su viaje, y entre los tres deciden tomar como rehén al millonetas. Total que los cuatro se van a una cabaña en una montaña con paisajes rete hermosos, propiedad de un pariente de Jule, donde permanecen varios días mientras resuelven qué chingaos hacer con el jueguito que se les salió de control. Después de algunos pleitos, diálogos y reflexiones muy chidas, y de las típicas frases de los viejos derrotados pero “exitosos”, esas de: “Yo pensaba igual que ustedes, pero el mundo me cambió y uno no puede cambiar al mundo”, deciden regresar al millonario a su casa, pues éste promete no denunciarlos. Y ya no les cuento más. Véanla. Está muy chingona y cuesta 50 pesitos en la Gandhi.
Otra recomendación que les hago se llama Martín (Hache), así, entre paréntesis. Es una coproducción de Argentina y España de hace más de una década. Hache (así le dicen porque es Martín Hijo) es un morro de 19 años que no estudia ni trabaja (¡qué envidia!, snif), vive con su madre y toca en una banda de rock con sus amigos. Una noche, despechado porque una chavita lo rechaza, se pone bien pedo, se mete cocaína y termina en el hospital. Su padre, un exitoso director de cine que detesta Argentina y vive en Madrid desde hace ya mucho tiempo, vuela a Buenos Aires para verlo, después de 5 años de no hacerlo. Ya recuperado, la madre de Hache, quien ha formado otra familia, habla con el padre de éste y lo convence de que se lo lleve a España, porque ahí en casa nomás le estorba. En Madrid, Hache conoce a Alicia, la joven amante yonki de su padre, y se reencuentra con Dante, un actor bisexual, el mejor y único amigo de su papá. La película es una reflexión profunda y divertida acerca de la vida, acerca de esa búsqueda de identidad y sentido. Un discurso sobre la hipocresía social, los ideales y sobre la imposibilidad de evadir las responsabilidades y obligaciones cuando se llega a la adultez, pues, según el protagonista, tener obligaciones no es vida, sino esclavitud. La neta la película trae muy buenas cavilaciones sobre el significado de la patria, el trabajo, la soledad, el amor, la pertenencia. Todos los personajes tienen puntos de vista distintos y, al final, terminamos dándonos cuenta que todos tienen razón, por crudas o ingenuas que sean sus conclusiones; basta saber cómo queremos vivir nuestras vidas para encajar en alguna de ellas, con el único fin de no vivir equivocados o, peor aún, frustrados. La pueden bajar o ver en el youtube. Yo no conseguí el dvd. Ah, aparte salen las chichas a Cecilia Roth, jejeje.
Ésta es más famosona, se llama Into the Wild, y es una película que vale madres si la dirigió Sean Penn o está basada en un suceso de la vida real o tuvo algunas nominaciones al Óscar. Lo chingón de esta película es que refleja todo lo que un verdadero hombre –y no una rata de dos patas, como diría Paquita la del Barrio- quisiera hacer: aflojarse la corbata, desabotonarse la camisa y correr en pelotas entre los matorrales, gritando como animal; enloquecer un día y abandonarlo todos para irnos a vivir lo más alejados que sea posible de la tecnología, las guerras, el materialismo, el dinero, la mala televisión y, ay, esta falsa sociedad.
Se cuenta la historia de un morro recién salido de la universidad que decide dejar las comodidades y la seguridad de “su mundo” para convertirse en un nómada que cree que viviendo en contacto con la naturaleza y valiéndose por sí mismo, alcanzará la felicidad y se sentirá pleno. El chavo viaja por Estados Unidos durante dos años hasta que en Alaska encuentra un camión abandonado que le sirve de casa. Si alguna vez llegan a hacer lo que el protagonista de esta película hizo, no cometan su mismo error. Por eso mejor estudien botánica, o, de perdido, tengan un amigo hierbero, jejeje. Nunca está de más.
Temporada de Patos es una película mexicana en la que no sale ni Diego Luna ni los hermanos Bichir, gracias a Dios. “Ay, guákatelas, cine mexicano, ¡qué asco!”, dirán muchos, pero allá ustedes si se la pierden. También vale 50 pesitos en la Gandhi, cómprenla de perdido por el precio, no sean cabrones. Trata de dos chavitos de unos 13 años que se juntan un domingo a jugar al “Nintendos” y a pedir una “pikza”. El repartidor llega como un minuto tarde (según los 30 minutos establecidos de entrega) y los morrillos se lo quieren chingar diciéndole que no se la van a pagar. Total que lo que empieza como una pendejada desencadena una trama llena de personajes conmovedores, con vidas torcidas y sueños frustrados; empezando por el repartidor, que quería ser veterinario y termina trabajando en el antirrábico, de donde renuncia porque no soporta sacrificar perros. Un personaje muy chingón ése del repartidor de las pizzas. Hay una escena que no tiene madre, ya casi al final. Dura como 20 segundos, pero resume de manera genial el mensaje de la película. Al terminar de verla queda una espinita clavada: la de algún día tener los huevos para dejar de ir a trabajar, recibir la llamada del jefe bien encabronado pidiendo una explicación y mentando madres, y contestarle: “Pues córrame, pinche viejo… me vale pito", para después sentir una paz enorme porque nos quitamos un pesote de encima.
Y ya por último, La Vida de los Otros, que es la película que le ganó al Laberinto del Fauno el Óscar a Mejor Película Extranjera.
En 1984, la Stasi –que era la policía de la República Democrática Alemana- vigila la vida de la gente. Gerd Wiesler es un duro capitán de la Stasi a quien se le asigna espiar a Georg Dreyman, un famoso dramaturgo, y a su novia, pues dudan sobre la fidelidad de Dreyman al régimen. La Stasi instala micrófonos ocultos en su departamento y el espionaje le permite a Wiesler adentrarse en el mundo artístico de Dreyman y en sus relaciones afectivas.
Después del suicidio de un director de teatro amigo suyo, Dreyman consigue una máquina de escribir de contrabando que le traen del oeste (pues la Stasi tenía registradas todas las máquinas de escribir), y redacta un artículo sobre el alto índice de suicidios en la RDA, dato que es mantenido en secreto por el gobierno comunista. Dreyman esconde la máquina en un hueco en el suelo de su departamento, para no ser descubierto.
El oficial Wiesler, seducido por “la vida de los otros”, abandona su objetivo inicial de encontrar pruebas que inculpen a Dreyman como traidor al régimen (a esas alturas, ya tenía suficientes pruebas para empinarlo). Wiesler también se da cuenta de la corrupción, absurdos, abusos y contradicciones del sistema en el que siempre había creído, se sensibiliza y decide proteger a Dreyman escribiendo datos falsos y sin trascendencia en sus informes.
El artículo de los suicidios aparece publicado poco después en una importante revista de la Alemania Occidental, causando revuelo. La Stasi se pone a buscar al escritor responsable para jodérselo. La novia de Dreyman es llevada a prisión para que declare ante el mismísimo Wiesler (¿pos no que ya se había vuelto bueno?). Al no soportar la presión ni las amenazas de éste, termina delatando a su novio y el escondite de la máquina de escribir. Pero, oh, sorpresa…
Y ya no les digo más porque se las arruino. Sólo les digo que es uno de los finales más chingones que he visto en mi vida. De los que mejor sabor de boca me ha dejado. Hasta optimista me sentí, y eso que soy bien pinche fatalista. También consiguen esta película en la Gandhi.