“Tantas personas no pueden estar equivocadas”.
La anterior es una frase que considero como una de las más grandes mentiras de la humanidad.
Al contrario, creo que entre más personas concuerden en algo, más equivocados están. ¿O acaso no recuerdan la frase del intelectual gringo, Walter Lippmann, que dice: “Donde todos piensan igual, ninguno piensa mucho”?
Vean nomás a los católicos, a los seguidores de los equipos de fútbol, a los fans de los libros de vampiros adolescentes o a los de las telenovelas mexicanas. ¿En verdad creen que esa gente está en lo correcto? Obviamente que no.
¿Que qué autoridad tengo para descalificar los gustos o creencias de la gente? Toda. ¿Por qué? Porque tengo cerebro. Nada más por eso.
Ahora que la ciudad está casi vacía por las vacaciones, me doy cuenta que no es una metrópoli tan pinche y odiosa como pensaba. Ahora compruebo que quienes la afean son todos esos que ahorita andan de viaje, afeando otros lugares.
Por eso, eviten decirme “pues si no te gusta, lárgate a otra parte” cada que me queje de esta ciudad. Los que están mal son ustedes. Prueba de ello es que Monterrey es maravillosa sin ustedes. Tanta gente no puede estar en lo correcto, por lo tanto, el que está en lo correcto soy yo.
Así es que ahí les encargo que se queden donde andan el mayor tiempo posible. Por favor. Déjenme la ciudad para mi solo. No la jodan con su presencia.
La anterior es una frase que considero como una de las más grandes mentiras de la humanidad.
Al contrario, creo que entre más personas concuerden en algo, más equivocados están. ¿O acaso no recuerdan la frase del intelectual gringo, Walter Lippmann, que dice: “Donde todos piensan igual, ninguno piensa mucho”?
Vean nomás a los católicos, a los seguidores de los equipos de fútbol, a los fans de los libros de vampiros adolescentes o a los de las telenovelas mexicanas. ¿En verdad creen que esa gente está en lo correcto? Obviamente que no.
¿Que qué autoridad tengo para descalificar los gustos o creencias de la gente? Toda. ¿Por qué? Porque tengo cerebro. Nada más por eso.
Ahora que la ciudad está casi vacía por las vacaciones, me doy cuenta que no es una metrópoli tan pinche y odiosa como pensaba. Ahora compruebo que quienes la afean son todos esos que ahorita andan de viaje, afeando otros lugares.
Por eso, eviten decirme “pues si no te gusta, lárgate a otra parte” cada que me queje de esta ciudad. Los que están mal son ustedes. Prueba de ello es que Monterrey es maravillosa sin ustedes. Tanta gente no puede estar en lo correcto, por lo tanto, el que está en lo correcto soy yo.
Así es que ahí les encargo que se queden donde andan el mayor tiempo posible. Por favor. Déjenme la ciudad para mi solo. No la jodan con su presencia.