Al leer la carta en la que el poeta mexicano Javier Sicilia -a quien acaban de asesinarle un hijo- renuncia definitivamente a las letras, me invade ese sentimiento de hartazgo y zozobra que a diario padecemos la mayoría de los mexicanos cuando nos enteramos de lo que sucede en nuestro entorno; pero, sobre todo, me recuerda mucho a la novela La Rebelión de Atlas, de la filósofa ruso americana Ayn Rand.
A grandes rasgos la novela habla de una resistencia pasiva, o, mejor dicho, de una "huelga de hombres de razón". De un día para otro empiezan a desaparecer misteriosamente músicos prodigiosos, empresarios ricos y honestos, intelectuales visionarios, inventores y demás hombres de virtudes especiales; los cuales siempre han sido perseguidos y chantajeado por funcionarios del gobierno que inventan leyes y cobros de impuestos para enriquecerse con el trabajo y talento ajenos. Los legados e imperios de estos hombres- que van desde piezas musicales e industrias metalúrgicas que generan materiales más baratos y ligeros que el acero, hasta motores impulsados por electricidad estática- son abandonados, quemados, desaparecidos o destruidos por completo; algunos con letreros que dicen: "Si lo quieren, tómenlo como yo lo encontré". Conforme avanza la novela -de más de 1000 páginas-, uno se va dando cuenta de las razones de la desaparición de estos hombres, mientras el canibalismo gubernamental provoca un colapso mundial.
Javier Sicilia renuncia a la poesía. A su pasión. A lo que dedicó su vida entera. "Sólo la poesía puede acercarse un poco a él (a su hijo), y ustedes no saben de poesía", les espeta a los políticos y criminales en su carta. Es su manera de protestar como hombre de razón: quitándole al mundo su palabra escrita, su talento, su sensibilidad, su virtuosismo.
Dice una frase de la novela: “Buscamos el poder y lo lograremos. No hay manera de dominar a la gente inocente. El único poder que tiene el gobierno es aplastar a los delincuentes. Entonces, cuando no hay suficientes delincuentes, los inventamos. Declaramos qué tantas cosas son delitos que resulta imposible que la gente viva sin quebrantar la ley. Ése es el sistema. Ése es el juego. Y una vez que lo comprendan, será más fácil lidiar con ustedes”.
Vamos leyendo -o releyendo- La Rebelión de Atlas. Verán cómo cambia su manera de ver el mundo, de comprenderlo; tanto el exterior como el interior. No más "ojo por ojo, diente por diente", no más marchas inútiles por la paz ni actos "heróicos" como el de don Alejo. Vamos haciendo una huelga de hombres de razón, y que los salvajes se maten entre ellos. Ya habrá tiempo de reconstruir las ruinas que dejen a su paso. Para empezar de nuevo. Para empezar bien desde el principio. Como hombres de razón.
A grandes rasgos la novela habla de una resistencia pasiva, o, mejor dicho, de una "huelga de hombres de razón". De un día para otro empiezan a desaparecer misteriosamente músicos prodigiosos, empresarios ricos y honestos, intelectuales visionarios, inventores y demás hombres de virtudes especiales; los cuales siempre han sido perseguidos y chantajeado por funcionarios del gobierno que inventan leyes y cobros de impuestos para enriquecerse con el trabajo y talento ajenos. Los legados e imperios de estos hombres- que van desde piezas musicales e industrias metalúrgicas que generan materiales más baratos y ligeros que el acero, hasta motores impulsados por electricidad estática- son abandonados, quemados, desaparecidos o destruidos por completo; algunos con letreros que dicen: "Si lo quieren, tómenlo como yo lo encontré". Conforme avanza la novela -de más de 1000 páginas-, uno se va dando cuenta de las razones de la desaparición de estos hombres, mientras el canibalismo gubernamental provoca un colapso mundial.
Javier Sicilia renuncia a la poesía. A su pasión. A lo que dedicó su vida entera. "Sólo la poesía puede acercarse un poco a él (a su hijo), y ustedes no saben de poesía", les espeta a los políticos y criminales en su carta. Es su manera de protestar como hombre de razón: quitándole al mundo su palabra escrita, su talento, su sensibilidad, su virtuosismo.
Dice una frase de la novela: “Buscamos el poder y lo lograremos. No hay manera de dominar a la gente inocente. El único poder que tiene el gobierno es aplastar a los delincuentes. Entonces, cuando no hay suficientes delincuentes, los inventamos. Declaramos qué tantas cosas son delitos que resulta imposible que la gente viva sin quebrantar la ley. Ése es el sistema. Ése es el juego. Y una vez que lo comprendan, será más fácil lidiar con ustedes”.
Vamos leyendo -o releyendo- La Rebelión de Atlas. Verán cómo cambia su manera de ver el mundo, de comprenderlo; tanto el exterior como el interior. No más "ojo por ojo, diente por diente", no más marchas inútiles por la paz ni actos "heróicos" como el de don Alejo. Vamos haciendo una huelga de hombres de razón, y que los salvajes se maten entre ellos. Ya habrá tiempo de reconstruir las ruinas que dejen a su paso. Para empezar de nuevo. Para empezar bien desde el principio. Como hombres de razón.