Me cuesta creer cuando dicen que somos más los que queremos cosas buenas para el mundo. No porque yo no las deseé, sino porque -matemáticamente hablando- si fuéramos mayoría, sucederían más cosas agradables que funestas.
Pasa algo curioso con ese discursito optimista del “somos más”; algo que puede engañar a mucha gente pero no engañar a las matemáticas simples.
Imaginen que son dueños de un millón de ceros y de un par de unos. Al sumar todos sus ceros, el resultado obvio será cero; pero al sumar el par de unos, el resultado será dos. Los ceros son más que los unos, sin embargo, los unos, aunque muy pocos, juntos valen más.
Así es en México y en casi todo el planeta: se hace lo que una poderosa minoría ordena y, si el mundo es matemático, estamos jodidos.
Por lo tanto, dejen de engañarnos con ese discursito baratón de que “somos más los que queremos paz”, “somos más los que no queremos corrupción”, “somos más los que bla bla bla”.
El día que la minoría dueña de los “unos” quiera que las cosas cambien, ese día cambiarán.
Pasa algo curioso con ese discursito optimista del “somos más”; algo que puede engañar a mucha gente pero no engañar a las matemáticas simples.
Imaginen que son dueños de un millón de ceros y de un par de unos. Al sumar todos sus ceros, el resultado obvio será cero; pero al sumar el par de unos, el resultado será dos. Los ceros son más que los unos, sin embargo, los unos, aunque muy pocos, juntos valen más.
Así es en México y en casi todo el planeta: se hace lo que una poderosa minoría ordena y, si el mundo es matemático, estamos jodidos.
Por lo tanto, dejen de engañarnos con ese discursito baratón de que “somos más los que queremos paz”, “somos más los que no queremos corrupción”, “somos más los que bla bla bla”.
El día que la minoría dueña de los “unos” quiera que las cosas cambien, ese día cambiarán.