Con este cartón espero ser muy claro en mi opinión acerca del RENAUT y lo que pueden hacer con mi teléfono celular... pero no con mi Nextel, snif.
Sí, soy de lo peor. Me siento sucio por haberme doblegado ante el sistema. Al Nextel no tuve más remedio que registrarlo porque no es mío, está en línea con otros aparatos del trabajo, tiene radio, no tengo teléfono en mi casa y bla bla bla: pretextos de vida moderna que machacan nuestros sueños guajiros de total independencia; porque no, no les basta con tenernos fichados con la credencial de elector.
Ni hablar. El sistema se nos puso de nalguitas y tuvimos la oportunidad de metérsela toda entera, pero -otra vez- por miedosos y agachones que somos, no lo hicimos.
Tuvimos oportunidad de joder a las compañías de telefonía celular -que se la pasan jodiéndonos a nosotros con sus tarifas absurdas- y llevarle la contra a los ineptos que inventan las reglas de cómo vivir en este país; pero nel: ahí vamos todos a hacer lo que nos dicen, a reafirmar que ellos son quienes mandan.
“Ay, es que el teléfono es mi medio de trabajo”; “ay, es que es muy necesario”; “ay, es que ahí tengo a todos mis clientes”; “ay, es que bla bla bla”. ¿Y cuando no existían los pinches teléfonos celulares cómo le hacía la gente? ¿No trabajaba o qué pedo? ¿Tampoco se podía comunicar con nadie o qué chingados?
Ése es el problema de volver necesario algo que antes no lo era: con acciones como éstas, no tenemos para dónde hacernos. O te alineas o te alineas.
Teniendo taaantas opciones para comunicarnos: Facebook, MSN, Hi5, Blogger, etc., y vamos y damos las nalgas a la menor provocación. Ya hasta nos parecemos al Ricky Martin.
Y no, señoritas y señoritos, esta queja no es nomás por llevar la contra a los pendejo ni decir lo que ya han dicho muchos mails sobre los puntos escabrosos de la iniciativa. La onda es que ya nadie cree en nada que venga de boca de las autoridades que, en lugar de recuperar nuestra confianza hablándonos al chile, nos amenazan si no hacemos tal o cual cosa. Será que todas esas campañas de iniciativas gubernamentales a las que se les invierte tanto dinero y tanto tiempo aire, en las que los motivos no son muy claros y nos piden que hagamos cosas metiéndonos miedo, no me las creo.
Me retiro a darme una ducha y a ponerme pomada en el culo, que todavía me duele. Les recomiendo hacer lo mismo a todos aquellos que registraron su número.
Sí, soy de lo peor. Me siento sucio por haberme doblegado ante el sistema. Al Nextel no tuve más remedio que registrarlo porque no es mío, está en línea con otros aparatos del trabajo, tiene radio, no tengo teléfono en mi casa y bla bla bla: pretextos de vida moderna que machacan nuestros sueños guajiros de total independencia; porque no, no les basta con tenernos fichados con la credencial de elector.
Ni hablar. El sistema se nos puso de nalguitas y tuvimos la oportunidad de metérsela toda entera, pero -otra vez- por miedosos y agachones que somos, no lo hicimos.
Tuvimos oportunidad de joder a las compañías de telefonía celular -que se la pasan jodiéndonos a nosotros con sus tarifas absurdas- y llevarle la contra a los ineptos que inventan las reglas de cómo vivir en este país; pero nel: ahí vamos todos a hacer lo que nos dicen, a reafirmar que ellos son quienes mandan.
“Ay, es que el teléfono es mi medio de trabajo”; “ay, es que es muy necesario”; “ay, es que ahí tengo a todos mis clientes”; “ay, es que bla bla bla”. ¿Y cuando no existían los pinches teléfonos celulares cómo le hacía la gente? ¿No trabajaba o qué pedo? ¿Tampoco se podía comunicar con nadie o qué chingados?
Ése es el problema de volver necesario algo que antes no lo era: con acciones como éstas, no tenemos para dónde hacernos. O te alineas o te alineas.
Teniendo taaantas opciones para comunicarnos: Facebook, MSN, Hi5, Blogger, etc., y vamos y damos las nalgas a la menor provocación. Ya hasta nos parecemos al Ricky Martin.
Y no, señoritas y señoritos, esta queja no es nomás por llevar la contra a los pendejo ni decir lo que ya han dicho muchos mails sobre los puntos escabrosos de la iniciativa. La onda es que ya nadie cree en nada que venga de boca de las autoridades que, en lugar de recuperar nuestra confianza hablándonos al chile, nos amenazan si no hacemos tal o cual cosa. Será que todas esas campañas de iniciativas gubernamentales a las que se les invierte tanto dinero y tanto tiempo aire, en las que los motivos no son muy claros y nos piden que hagamos cosas metiéndonos miedo, no me las creo.
Me retiro a darme una ducha y a ponerme pomada en el culo, que todavía me duele. Les recomiendo hacer lo mismo a todos aquellos que registraron su número.