La Mujer del Filósofo de Cantina alguna vez me dijo:
“Siempre he sentido desprecio por los hombres que se hacen pasar por amigos de las mujeres. Esos que llegan todos lindos y buena onda, ocultando sus verdaderas intenciones hasta ganar tu confianza y -un par de meses después- declararte su amor o llevarte a la cama. No sé, nunca he confiado en ellos. Me parece hipócrita esa actitud; se me hace falsa y alevosa. Yo siempre preferí a los hombres que de buenas a primeras te decían lo que sentían, así fuera al segundo día de verte o al minuto de conocerte. Son más arrojados; más valientes y con los sentimientos a flor de piel. Los que se hacen pasar por amigos son cobardes y la mayoría de ellos cambian cuando se convierten en tus novios: se vuelven todo lo contrario de lo que mostraron ser cuando decían ser tus amigos. Es preferible el hombre que desnuda sus intenciones y sentimientos a la primera -porque estoy segura que no con cualquiera lo hacen-, que el que va recolectando amigas por la vida a ver cuál de todas cae en sus brazos.
Por eso yo amo a mi viejo y sigo con él: por sincerote. Porque el primer día que me vio, me declaró su amor, y aparte, me llevó a la cama”.