Dejé de ir a mis tacos favoritos antes de ponerme a dieta, todo porque la señora que atiende el puesto me tenía hasta la madre con sus pláticas.
La gota que derramó el vaso fue una mañana que llegué crudo a comerme cinco tacos en tortilla de harina con papa y frijoles. La ñora empezó a platicarme, angustiada, que su hijo de 20 años había embarazado a su novia de 19, que se iban a tener que salir de estudiar, que su hijo no encontraba trabajo, que los papás de la chavita estaban bien encabronados, que no sabían qué hacer… puras pinches quejas. Y yo bien crudo.
Ya que se desahogó y quitó su cara de compungida, la señora empezó a hacerse cocowash, como los loquitos, y me dijo con una sonrisa: “Ay, pero bueno, debemos verle el lado positivo a las cosas, ¿vedá? Todo en esta vida es una bendición; Diosito sabe por qué hace las cosas, voy a ser abuelita, bla bla bla”. Deliraba mal pedo la pobre vieja.
Yo quisiera saber si sigue pensando en “bendiciones” el día que vea a su hijo batallando con el dinero, con el trabajo, con la leche del niño, los pañales, las colegiaturas. Cuando vea a su hijo condenado a vivir una vida que no eligió en el momento que le llegó. Quiero ver si piensa lo mismo cuando el pendejo de su hijo le haga el otro chipote en la panza a su novia, cuando lleguen a pedirle dinero, cuando lleguen a vivir a su casa con todo y chamaquitos, cuando tenga que dejar su negocio para dedicarse a cuidar a sus nietos porque su hijo y su nuera trabajan todo el día.
No señora, ésas no son bendiciones, ésas se llaman pendejadas, no quiera justificarlos. Estoy seguro que si le preguntara al bebé que viene en camino si se considera “una bendición” por nacer de dos padres veinteañeros, desempleados y sin estudios, se saldría del útero, le daría una patada en el culo, se metería de nuevo y se ahorcaría con el cordón umbilical. Le apuesto lo que quiera a que esto pasaría.
¿Tan difícil es tomar buenas decisiones? ¿Tan difícil es aprender en cabeza ajena? ¿Tan difícil es no cometer errores que cambien tus planes de vida? Ay, pero es que de los errores se aprende; ay, están jóvenes; ay, pero es que nadie aprende en cabeza ajena; ay, es que la vida son tropiezos; ay, Diosito sabe por qué hace las cosas... Por mentalidades como las anteriores nunca aspiraremos a convertirnos en el Superhombre del que hablaba Nietzsche, y siempre seremos los Chavos del 8 que prefieren decir: "Se me chispoteó, pipipipipi..."
Es que neta: ¿son tan pendejos como para no tomar decisiones correctas sin incurrir en el error y, aparte, justificarlas como algo divino? No mamen. Y sí, yo entiendo que uno puede cometer alguna falta de ortografía, comprar unos zapatos una talla más chica, escoger un tapete de un color que no combina con las cortinas del baño o dar un golpe en el coche; pero no poder pensar tantito para evitar consecuencias obvias, me parece una pendejadota.
¿Tan difícil es?... ¿Tan perfecto soy?, snif.
La gota que derramó el vaso fue una mañana que llegué crudo a comerme cinco tacos en tortilla de harina con papa y frijoles. La ñora empezó a platicarme, angustiada, que su hijo de 20 años había embarazado a su novia de 19, que se iban a tener que salir de estudiar, que su hijo no encontraba trabajo, que los papás de la chavita estaban bien encabronados, que no sabían qué hacer… puras pinches quejas. Y yo bien crudo.
Ya que se desahogó y quitó su cara de compungida, la señora empezó a hacerse cocowash, como los loquitos, y me dijo con una sonrisa: “Ay, pero bueno, debemos verle el lado positivo a las cosas, ¿vedá? Todo en esta vida es una bendición; Diosito sabe por qué hace las cosas, voy a ser abuelita, bla bla bla”. Deliraba mal pedo la pobre vieja.
Yo quisiera saber si sigue pensando en “bendiciones” el día que vea a su hijo batallando con el dinero, con el trabajo, con la leche del niño, los pañales, las colegiaturas. Cuando vea a su hijo condenado a vivir una vida que no eligió en el momento que le llegó. Quiero ver si piensa lo mismo cuando el pendejo de su hijo le haga el otro chipote en la panza a su novia, cuando lleguen a pedirle dinero, cuando lleguen a vivir a su casa con todo y chamaquitos, cuando tenga que dejar su negocio para dedicarse a cuidar a sus nietos porque su hijo y su nuera trabajan todo el día.
No señora, ésas no son bendiciones, ésas se llaman pendejadas, no quiera justificarlos. Estoy seguro que si le preguntara al bebé que viene en camino si se considera “una bendición” por nacer de dos padres veinteañeros, desempleados y sin estudios, se saldría del útero, le daría una patada en el culo, se metería de nuevo y se ahorcaría con el cordón umbilical. Le apuesto lo que quiera a que esto pasaría.
¿Tan difícil es tomar buenas decisiones? ¿Tan difícil es aprender en cabeza ajena? ¿Tan difícil es no cometer errores que cambien tus planes de vida? Ay, pero es que de los errores se aprende; ay, están jóvenes; ay, pero es que nadie aprende en cabeza ajena; ay, es que la vida son tropiezos; ay, Diosito sabe por qué hace las cosas... Por mentalidades como las anteriores nunca aspiraremos a convertirnos en el Superhombre del que hablaba Nietzsche, y siempre seremos los Chavos del 8 que prefieren decir: "Se me chispoteó, pipipipipi..."
Es que neta: ¿son tan pendejos como para no tomar decisiones correctas sin incurrir en el error y, aparte, justificarlas como algo divino? No mamen. Y sí, yo entiendo que uno puede cometer alguna falta de ortografía, comprar unos zapatos una talla más chica, escoger un tapete de un color que no combina con las cortinas del baño o dar un golpe en el coche; pero no poder pensar tantito para evitar consecuencias obvias, me parece una pendejadota.
¿Tan difícil es?... ¿Tan perfecto soy?, snif.