Muchas gracias a todos por sus correos y sus muestras de afecto referentes a la muerte de mi abuela. Aunque confieso que también recibí algunas críticas por mi manera de decir las cosas en situaciones "tan delicadas", y por haberle echado mierda al padrecito que ofició su misa en un post que “pudo haber prescindido de eso”, según algunos lectores.
Desde ahorita les digo que, si por mí fuera, me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina; pero no tengo el tiempo, snif.
Gente cercana y familiares siguen pensando que la misa fue hermosa, pero yo sigo diciendo que mi abuela merecía más. Mucho más. No palabrería sobada de un manual antiguo ni poemas de florecitas. No mamen. Si la amaban de verdad, deberían de estar ofendidos.
“Ay, es que el poema de las flores que dijo el padrecito al final estuvo hermoso, nunca lo voy a olvidar”, expresan con voz quebrada y lágrimas en los ojos.
Chinnngada madre… a ver… ¿cómo se los explico sin quedar como el ogro ateo y malhumorado que soy?...
Imaginen al padrecito sentado en un sillón, viendo la lista de misas que tiene que oficiar ese día y contando las montañas de dinero que le dejan los incautos y los temerosos de Dios. El padrecito ve que murió una mujer y se le ocurre lo más fácil: agarrar un pinche poema pedorro que habla acerca de las flores; un poema que ya está escrito, pero como la gente no lee, no lo conoce; un poema tan obvio que da hueva escuchar la primera estrofa.
Me imagino al padre diciéndose a sí mismo: “Mmmm, se murió una señora… a las mujeres les gustan las flores... siempre las comparan con ellas por su belleza y su delicadeza… ¡Bingo! Voy a decir un poema que hable de flores y metafóricamente hable de las virtudes de la mujer... Eso nunca se ha visto. De seguro la misa será un éxito”. Chale. Y todavía cobró el muy cabrón.
Les repito: si por mí fuera me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina, pero no tengo el tiempo.
Que me disculpe mi abuela, que fue híper creyente y súper católica, pero eso pienso y en muchas cosas no creo. Pero como me dijo un amigo: "No tienes que creer, estoy seguro que tu abuela creía por ti".
Desde ahorita les digo que, si por mí fuera, me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina; pero no tengo el tiempo, snif.
Gente cercana y familiares siguen pensando que la misa fue hermosa, pero yo sigo diciendo que mi abuela merecía más. Mucho más. No palabrería sobada de un manual antiguo ni poemas de florecitas. No mamen. Si la amaban de verdad, deberían de estar ofendidos.
“Ay, es que el poema de las flores que dijo el padrecito al final estuvo hermoso, nunca lo voy a olvidar”, expresan con voz quebrada y lágrimas en los ojos.
Chinnngada madre… a ver… ¿cómo se los explico sin quedar como el ogro ateo y malhumorado que soy?...
Imaginen al padrecito sentado en un sillón, viendo la lista de misas que tiene que oficiar ese día y contando las montañas de dinero que le dejan los incautos y los temerosos de Dios. El padrecito ve que murió una mujer y se le ocurre lo más fácil: agarrar un pinche poema pedorro que habla acerca de las flores; un poema que ya está escrito, pero como la gente no lee, no lo conoce; un poema tan obvio que da hueva escuchar la primera estrofa.
Me imagino al padre diciéndose a sí mismo: “Mmmm, se murió una señora… a las mujeres les gustan las flores... siempre las comparan con ellas por su belleza y su delicadeza… ¡Bingo! Voy a decir un poema que hable de flores y metafóricamente hable de las virtudes de la mujer... Eso nunca se ha visto. De seguro la misa será un éxito”. Chale. Y todavía cobró el muy cabrón.
Les repito: si por mí fuera me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina, pero no tengo el tiempo.
Que me disculpe mi abuela, que fue híper creyente y súper católica, pero eso pienso y en muchas cosas no creo. Pero como me dijo un amigo: "No tienes que creer, estoy seguro que tu abuela creía por ti".