domingo, septiembre 26, 2010

Los amantes de más de medio siglo


Esta foto la tomé en Annapolis, capital de Maryland, después de tragarme como 5 crabcakes, una docena de ostiones en su concha y 3 cervezas muy amargas cuya marca no conocía ni quiero volver a conocer.

Tomé la foto porque me llamó mucho la atención la pareja que está en el extremo derecho. Ambos –fácil- pasaban los 50 años de edad y, en todo lo que duró el viajecito en el barco, no dejaron de besarse ni fajarse los muy calientes, jejeje. Incluso, cuando se bajaron, lo hicieron agarrados de la mano y así se fueron caminando entre las calles del pueblo cangrejero.

Se me hizo muy buen pedo ver una escena como ésta porque en donde me estaba hospedando no había canales pornográficos. ¡No, no es cierto! Se me hizo muy buen pedo porque uno no ve situaciones así tan seguido.

Como contraste de estos amantes veteranos, vean nomás a la pareja del otro lado: tan jóvenes ellos, tan fuertes, tan bellos, tan modernos, con sus lentes oscuros y toda la cosa… pero ni agarrados de la mano iban los pinches aburridos. ¿Dónde quedó esa libido de a todas horas traer la pilinga parada o las piernas temblando por el hecho de estar con la persona que uno decide estar? Malas decisiones, tal vez.

La morrilla que está en el centro de la foto es la hija emo de la pareja joven, que me imagino que todo el tiempo se fue pensando que la habían procreado sin amor y buscaba el momento justo para aventarse a las gélidas aguas de la bahía Cheesecake… o Chesapeake… o algo así.

Pero bueno, no pretendo adivinar o dar por hecho lo que piensan o sienten personas que no conozco (aunque las acciones dicen mucho), la cosa es que todo el trayecto me clavé en lo que hacía la pareja madura, como stalker de blogs, y neta que los rucos nunca se separaron, nunca dejaron de platicarse ni de meterse las manos en las bolsas traseras del pantalón del otro. El ñor siempre miraba a los ojos a la ñora cuando ésta le decía algo; la veía de bien cerquita, casi besándola. Y la ñora igual: lo miraba toda embobada, sonriendo siempre. A veces se decían algo en inglés al oído, y se lo mordían. Bien pinches cachondos los güeyes, jajaja; como comercial de Viagra hagan de cuenta. Y sí, no dudo ni tantito que muchos que los vieron hayan pensado: "Pinches viejos ridículos".

Total, nunca supe -aparte, a mí qué chingados me importa- si eran novios, esposos o amantes, si acababan de conocerse o tenían toda la vida de hacerlo, si estaban celebrando que por fin se habían librado de sus hijos o si habían nacido al revés: viejos, y en algunos años rejuvenecerán y estarán como la pareja joven: aburridos el uno del otro. Pero ojalá hayan nacido normalito, como todos, para que su ejemplo valga.

A veces el amor -a como lo entienda cada quien- nos hace parecer ridículos, pero prefiero un mundo ridiculizado por el amor antes que por la indiferencia o el odio. Son de esas cosas que vemos y no las creemos, pero queremos tenerlas. Porque al final, es lo único que cuenta.