Yo tengo un amigo al que le decimos el Refresquito.
Todo empezó una noche de viernes cuando salimos -con cerveza en mano- del Kokoloco, un antro chido de acá de Monterrey. Teníamos como unos 20 años de edad; era la época en que Shakira todavía no se ponía pinche como ahora. En eso, que llega la policía y nos sube a la granadera junto con otros batos. Nos llevaron detenidos por "tomar en la vía pública", "alterar el orden" y "negarnos a la detención"; pero esto último más bien fue "negarnos a dar mordida", porque a los otros güeyes sí los bajaron a medio camino, cuando soltaron un billete. El pedo es que nosotros ya no traíamos ni un cinco, snif.
Total, que llegamos a la delegación y que nos encierran en una celda después del dictamen médico; una celda en donde había como otros 10 cabrones.
De entre los batos que estaban adentro de esa jaula apestosa, estaba un güey cagando en el "baño" de pozo. Se quitó la playera, la empezó a romper en trozos y con eso se limpió la cola. Apuesto a que andaba pedísimo o drogado; tenía uno que andar así para atreverse a cagar ahí. Había otro güey que lo detuvieron por orinar en un parque, otro que iba tomando y manejando y se había pasado una luz roja, llegó otro detenido que luego luego se durmió en el piso de lo borracho que andaba y otro imbécil que se la pasó gritando toda la noche que “no sabían con quién se estaban metiendo”. El gritón decía que él era camarógrafo del canal 28 (jajajaja) y que iba a denunciar los abusos cometidos contra él; que iba a llevar a todos los medios al día siguiente y se iban a meter en un problema. Le callaron el hocico de un chingazo en la cabeza y –la verdad- me dio mucho gusto porque no se callaba y porque ahí, en las celdas, todos llegaban alegando que si el abuso de autoridad, que eran influyentes, que conocían a no sé quién, que si sus derechos humanos, que si la riata. Puro pinche mentiroso.
Mi amigo y yo no rezongamos en nada y nos dedicamos a fumar, a ofrecer cigarros a los “roomies” para que no nos fueran a coger y a imaginar la putiza que nos meterían nuestros padres al enterarse.
Cinco horas después, empezó a amanecer. Nos sacaron al patio para tomar lista (como si uno pudiera escaparse de ese cuchitril) y nos llevaron a desayunar al comedor. Ahí dentro, en la fila, uno de los presos me dijo que muchos de los detenidos prefieren quedarse ahí encerrados porque de perdido comen. “Muchos indigentes cometen faltas menores para que los encierren, con tal de que les den de comer”, mencionó.
Total, hicimos fila en la barra del pequeño comedor. Unas mujeres repartían los platos y los vasos. En el plato venían dos taquillos de huevo con frijoles y chorizo y en el vaso, café. Y mi amiguito, fresita al fin, que se le ocurre decir:
-¿De qué son los tacos, señora?
- De huevo con chorizo…
-¿Nada más hay de eso?
En eso, un policía se le acerca.
-Eh, aquí no estas en tu casa, niñito, cómete lo que hay.
Y mi amigo todo azorrillado tomó el plato ya sin decir nada. En eso, la señora le da el vaso con café, y el imbécil de mi amigo vuelve a preguntar pendejamente:
- ¿Es café?... De pura casualidad no tendrá un refresquito…
Oh dios mío. Levantó la furia de los policías y los presos que horas antes eran nuestro amigos porque les dimos cigarros.
-¡Aquí no estás en tu casa, hijo de tu pinche madre! ¡Pinche güerco fresa, vete con tu mami, culero! ¡Vamos a violarlo por fresa al pinche niño llorón! ¡Denle una coca a la nena… pinche maricón! Ooooora, puto, véngaseeeee
Casi se me sale la popó del susto. Mejor se llevaron a mi amigo a que comiera en la celda y a mí me dejaron en el comedor. Comí con el fundillo en la mano y los huevos en el pescuezo de moño; esperando un pinche navajazo o un tubazo en la cabeza por ser “el Amigo del Fresita”. Pero no pasó nada. Hasta eso: los tacos estaban muy buenos.
Y por eso le decimos el Refresquito.