Jawad Rana era de Pakistán pero había vivido casi toda su infancia -y lo que iba de su adolescencia- en Arabia Saudita. Era su primer año en Maur Hill, donde cursaría la preparatoria completa. Tenía 15 años y estaba más delgado que un perro callejero. Usaba lentes con fondo de botella que agrandaban sus ojos de manera descomunal y, en vez de darle un look de tonto, lo hacían parecer un tipo muy agradable. Y sí que lo era. Me dijo que esa cabra a la que salía abrazando en la foto era su mascota. Después rió y me confesó que el animalito fue el banquete que dieron en su fiesta de despedida allá en Arabia hacia más de 6 meses; casualmente, el mismo día en que cumplió 15 años. Me platicó que la tradición decía que el animal -que más bien era chivo, y no cabra- tenía que ser hospedado en su casa todo un día y él y su familia deberían tratarlo como rey, para así, justificar su sacrificio en la celebración y agradecer su carne. Todo esto me lo tradujo el Yuca, un yucateco que había sido roomate de Jawad un semestre antes.
Jawad me regaló unos dulces árabes, unas monedas y unos billetes de baja denominación de Pakistán y de Arabia. Hablaba urdu, pero era raro escucharlo hablar en ese idioma, aún y estando con su grupo de amigos de la misma nacionalidad. La mayoría de los estudiantes extranjeros en Maur Hill eran de Pakistán, pero ellos tomaban clases regulares de preparatoria, no cursos intensivos de inglés como yo. Los Pakis, como les decíamos, tenían en común dos cosas aparte de sus rasgos físicos: todos vivían en Arabia y todos hablaban en inglés entre ellos. En aquella época, el odio y la ignorancia no llegaban a tanto como para hacer bromas a sus espaldas sobre ataques terroristas o para evitar sentarse con ellos en la mesa. Ese año el mundo era un lugar mejor y los gringos no eran tan paranoicos como para ver a un terrorista en cada extranjero que entrara a su país.
Jawad y el Yuca me dieron un tour por el colegio. Me explicaron las reglas y los horarios a grandes rasgos. Me mostraron el comedor, la lavandería, el gimnasio, la pista de atletismo, los jardines, las mesas de ping pong, la iglesia. Era obligatorio para todos los estudiantes residentes de Maur Hill ir a misa los domingos, incluso los musulmanes y budistas tenían que ir. Ese era el trato –o chantaje-: Ellos iban a misa católica los domingos, y la escuela respetaba su religión y costumbres gastronómicas. De hecho, durante el Ramadan, a los estudiantes de fe islámica les cocinaban cosas especiales y los dejaban rezar durante la madrugada en el cuarto de tele, que era el cuarto más grande del edificio. Después de las 10 de la noche, nadie podía salir del dormitorio si no era para ir al baño; a los musulmanes sí se les permitía hacer eso durante su Ramadan. Eso era lo que me gustaba de esa escuela: la tolerancia y el respeto. Y eso es lo que más extraño: que en ese año, el mundo era un lugar mejor.
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11 comentarios:
Qué bueno que al menos habia un lugar en este mundo donde las cosas funcionaban. Saludos Don Guffo.
Saludos Guffo.
Muy interesante, seguimos al pendiente.
El respeto al derecho ajeno.... es "LA PAZ".
Ni quien lo dude¡¡¡¡
Si es que dentro de 10 años todavía podamos tener un blog. Lo más probable es que todo este más controlado y no s acusen de terroristas potenciales sólo por atrevernos a escribir sobre la tolerancia y el respeto ajeno.
Saludos y muy bueno tu relato.
Hola! Me gusta tu estilo y lo que posteas, creo que me haré tu lectora fiel. Buena foto y lindos ojos... Y los datos personales hablan bien de ti!
Chido que hayamos coincidido, gracias por la visita!!!
caray! suena muy bien... Yo creo que mejor me salgo de esta mugrienta escuela y me voy para alla con usted compilla.
Deme la direccion, no?
aaaaaaaaaaaahhhhh
siempre que sale con sus ondas aca tierna y eso se me haceunnoseque en el pecho, se me cierra la garganta y namas le hago sob, sob...
Cualquiera puede escribir bonito...
transmitir emociones esta cabrón...
no me lo tomes a mal.. pero no mames cabron....
jaja no no es cierto, asi pasa que antes de cierta manera te veia al mundo, de morrillo uno es menos prejucioso y tolerante a hacia muchas cosas, pero a medida de que uno crece, nos lleva la chingada...
saludos
Muy interesante Guff...
postearé mi experiencia viviendo con extranjeros...para ser exacto con un chino y un pakistaní..
por cierto, huelen a madres.
A donde se iría ese mundo mejor?
Ta padre tu relato...
el problema es q ahora, hasta nosotros les vemos feo por toda ésa mala publicidad q se les ha dado a los musulmanes
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