clasemedieras chronicles...

En e bosque de la China la chinita se perdió. Cómo olvidar este rolón del payaso Cepillín, que sonaba por aquellas épocas cuando decíamos "gomitada" en vez de vomitada, "Grabiel" en vez de Gabriel y "estuata" en lugar de estatua. Aquel trozo de vida donde lo único que nos molestaba era confundir un refresco de uva con uno de raiz (me imagino que por eso los descontinuaron). Me gustaban chingos las paletas de grocella y, hasta la fecha de hoy, no sé qué es la chingada grocella (orita lo busco en google) y no he vuelto a ver paletas de ese sabor. También me gustaban los pollitos de colores. Recuerdo que nos regalaron en la escuela unos pollitos por el día del niño: a todos mis amigos se les murieron, menos a mí. El pollito cabrón se convirtió en gallo a base de puro pan Bimbo y croqueta de perro molida. Todas las mañanas nos despertaba cantando, pero también despertaba la ira de mi familia. Derrepente, mi pollo desapareció misteriosamente, snif. Nuestros miedos no iban más allá del monte baldío donde vivía El Viejo del Costal o la casa abandonada donde se escondía el Robachicos. Lo único que nos quitaba el sueño era la historia de terror esa que decía que las brujas se convertían en lechuzas y te chistaban (te hacían sht sht) por las noches. Pero ahora...