Aparte de andar esquivando balas y esquirlas de granada, acá, tipo el güey de la película Matrix; evadiendo retenes, bloqueos, comandos armados y raterillos de poca monta; sorteando la crisis, el smog, la cruda y el calor… aparte de todo lo anterior, tengo que aguantar a las pinches viejas locas que vienen todos los días al negocio. ¿Por quéeeee?
Antes de irme de vacaciones vino a la tienda una señora que ha sido lo más parecido a un dolorón de huevos. La vieja necesitaba “cajas grandes”. Así nomás: “cajas grandes”. Cuando le pregunté las medidas específicas, para no caer en relatividades, me respondió: “Es que yo soy más de vista, no de medidas”. “Uooorale”, pensé.
Le mostré las cajas más grandes que teníamos en existencia, para que las midiera con la vista (¡toing!, che vieja loca), pero le parecieron muy caras y “no tan grandes”. Como no entendía bien qué era lo que buscaba la ñora, le pregunté que para qué necesitaba las cajas, y me respondió: “Pa´meter cosas”. Chale... No sé quién esté más pendejo: yo por preguntar lo obvio o ella por responderme. Pero es que a veces por más obvia que parezca la pregunta, es necesario hacerla para ofrecer la opción que cubra mejor las necesidades del cliente (chin... ya hablo como un pinche empleado, snif).
Total que bueno, la vieja quería las cajas para “meter cosas” y las que tenía en ese momento se le hacían muy chiquitas porque ella no era de saberse las medidas sino de verlas, por lo que le comenté que en algunos días nos llegarían cajas más económicas y más grandes, esto último lo dije haciendo un ademán con las manos, como si cargara una cajota, y le dije: “Son cajas como de este vuelo, señora”, y la ñora puso una cara de estar bien contenta y amenazó con volver.
En mi ausencia, llegaron las cajas. Vía e-mil me enteré que la señora volvió al negocio, pero las cajas le siguieron pareciendo pequeñas. Desde el castillo renacentista en el que me encontraba hospedado rascándome los huevos y bebiendo champán entre faisanes, mandé pedir cajas con medidas mayores para mi clienta, pues al cliente lo que pida, ¡sí señor, cómo chingados de que no!
Total que a mi triste regreso -el jueves pasado- recibo en mi teléfono la llamada de doña Cajas Grandes, preguntándome si ya tenía sus cajas. Le dije que no tardaban en llegar, que yo la llamaba al tenerlas, pues no me habían especificado el día del envío. Pero no sé si la vieja ésta sea sorda, esté medio Teletón o nomás le gusta ser bien pinche necia, pues eso de “yo le llamo cuando las tenga” no lo entendió, y me marcó el mismo jueves después de las 7, el viernes en la mañana, el sábado al medio día e incluso el puto domingo, para ver si ya habían llegado las cajas que “tanto le urgían” (che vieja… le urgían tanto que en dos semanas no pudo conseguirlas en otra parte).
Hoy lunes al medio día llegaron las chingadas cajas. La señora necia ya había marcado a las 9 y a las 11 de la mañana. “Ya están aquí sus cajas, señora, puede pasar por ellas”, le dije amablemente con mi última gota de paciencia. Y a los 15 minutos, llegó la vieja.
Tomó una caja, la analizó, se la pasó a su comadre, le pidió su opinión, la comadre asintió y la vieja necia me dijo: “¡Está perfecta! Deme 2”. ¡¿Dos?! ¡¿Dos pinches cajas de 20 pesos cada una?! ¡Dos putas semanas jodiendo con que necesitaba cajas grandes y nomás se lleva dos! ¿En dos semanas no pudo resolver su problema y prefirió atosigarme a tal grado de hacerme perder la fe en la humanidad y buscar ayuda psiquiátrica? ¿¡Por qué, señora, por qué chingados me hace eso!?
Ah, pero eso no es lo “pior”. A la media hora, la vieja volvió. Yo pensé que venía por más cajas… pero no. ¿Saben a qué regreso? A devolverlas. ¿Saben por qué, amiguitos y amiguitas? ¡Porque las putas cajas ahora le parecían muy grandes y no podía cargarlas! ¿Y saben por qué no debemos portar armas? Por situaciones como éstas. Viejajijadelachingada…
¿Por qué no tengo el suficiente dinero para prolongar mis vacaciones 5 años?, snif
Antes de irme de vacaciones vino a la tienda una señora que ha sido lo más parecido a un dolorón de huevos. La vieja necesitaba “cajas grandes”. Así nomás: “cajas grandes”. Cuando le pregunté las medidas específicas, para no caer en relatividades, me respondió: “Es que yo soy más de vista, no de medidas”. “Uooorale”, pensé.
Le mostré las cajas más grandes que teníamos en existencia, para que las midiera con la vista (¡toing!, che vieja loca), pero le parecieron muy caras y “no tan grandes”. Como no entendía bien qué era lo que buscaba la ñora, le pregunté que para qué necesitaba las cajas, y me respondió: “Pa´meter cosas”. Chale... No sé quién esté más pendejo: yo por preguntar lo obvio o ella por responderme. Pero es que a veces por más obvia que parezca la pregunta, es necesario hacerla para ofrecer la opción que cubra mejor las necesidades del cliente (chin... ya hablo como un pinche empleado, snif).
Total que bueno, la vieja quería las cajas para “meter cosas” y las que tenía en ese momento se le hacían muy chiquitas porque ella no era de saberse las medidas sino de verlas, por lo que le comenté que en algunos días nos llegarían cajas más económicas y más grandes, esto último lo dije haciendo un ademán con las manos, como si cargara una cajota, y le dije: “Son cajas como de este vuelo, señora”, y la ñora puso una cara de estar bien contenta y amenazó con volver.
En mi ausencia, llegaron las cajas. Vía e-mil me enteré que la señora volvió al negocio, pero las cajas le siguieron pareciendo pequeñas. Desde el castillo renacentista en el que me encontraba hospedado rascándome los huevos y bebiendo champán entre faisanes, mandé pedir cajas con medidas mayores para mi clienta, pues al cliente lo que pida, ¡sí señor, cómo chingados de que no!
Total que a mi triste regreso -el jueves pasado- recibo en mi teléfono la llamada de doña Cajas Grandes, preguntándome si ya tenía sus cajas. Le dije que no tardaban en llegar, que yo la llamaba al tenerlas, pues no me habían especificado el día del envío. Pero no sé si la vieja ésta sea sorda, esté medio Teletón o nomás le gusta ser bien pinche necia, pues eso de “yo le llamo cuando las tenga” no lo entendió, y me marcó el mismo jueves después de las 7, el viernes en la mañana, el sábado al medio día e incluso el puto domingo, para ver si ya habían llegado las cajas que “tanto le urgían” (che vieja… le urgían tanto que en dos semanas no pudo conseguirlas en otra parte).
Hoy lunes al medio día llegaron las chingadas cajas. La señora necia ya había marcado a las 9 y a las 11 de la mañana. “Ya están aquí sus cajas, señora, puede pasar por ellas”, le dije amablemente con mi última gota de paciencia. Y a los 15 minutos, llegó la vieja.
Tomó una caja, la analizó, se la pasó a su comadre, le pidió su opinión, la comadre asintió y la vieja necia me dijo: “¡Está perfecta! Deme 2”. ¡¿Dos?! ¡¿Dos pinches cajas de 20 pesos cada una?! ¡Dos putas semanas jodiendo con que necesitaba cajas grandes y nomás se lleva dos! ¿En dos semanas no pudo resolver su problema y prefirió atosigarme a tal grado de hacerme perder la fe en la humanidad y buscar ayuda psiquiátrica? ¿¡Por qué, señora, por qué chingados me hace eso!?
Ah, pero eso no es lo “pior”. A la media hora, la vieja volvió. Yo pensé que venía por más cajas… pero no. ¿Saben a qué regreso? A devolverlas. ¿Saben por qué, amiguitos y amiguitas? ¡Porque las putas cajas ahora le parecían muy grandes y no podía cargarlas! ¿Y saben por qué no debemos portar armas? Por situaciones como éstas. Viejajijadelachingada…
¿Por qué no tengo el suficiente dinero para prolongar mis vacaciones 5 años?, snif