miércoles, marzo 08, 2006

por la colita me iba a salir un árbol

Después de cada mandarina que me comía, yo siempre tiraba las semillitas al patio con la esperanza de que salieran muchos árboles, para que mi mamá ya no tuviera que ir a comprar más mandarinas a la frutería esa apestosa y llena de abejas a la que iba. Antes me tragaba las semillas, hasta que mi madre me dijo que si me las seguía tragando me iba a salir un árbol por la colita cuando fuera a hacer popó. En aquella época yo me comía como tres mandarinas diarias y a mi mamá le daba mucho gusto que comiera mandarinas en vez de fritos con chilito, pastelitos de chocolate o comida chatarra, como le decía mi padre a esa comida; pero también me regañaba porque me las acababa todas muy rápido y no le dejaba ninguna a mi papá para después de comer o de cenar, que era cuando le gustaba pelarlas y comerlas. El postre para mi padre siempre fueron las frutas, pero yo soñaba con bandejas de helado o refractarios de pirex con gelatina de limón. Pero mientras comiera mandarinas, mi papá no me decía nada y hasta orgulloso de mí se sentía. Igual y me hizo un bien al inculcarme que los postres son frutas y no mugreros azucarados. Eso sí, los árboles de mandarinas nunca se dieron en el pequeño patio de mi casa por más que escupía, enterraba y aventaba semillitas a la tierra, mientras la Chata, nuestra perra boxer, me miraba. No comprendía por qué en la casa de a lado, donde vivían los vecinos regañones, sí se daban los árboles de durazno. ¿Por qué aquí que somos bien buenas gentes no crecen mandarinas y allá que son bien regañones si crecen los duraznos? Y nomás por eso, me robaba los duraznos de a lado, jejeje, y me los comía sentado sobre la barda que dividía nuestras casas. Los limpiaba con la camiseta hasta quitarles la pelusita esa gris que tienen y que se llena de polvo y monch monch, a puras mordidas llegaba hasta el hueso. Una vez que devoraba la carne y la pulpa, roía bien el hueso con la lengua y los dientes, me lo sacaba de la boca con el índice y el pulgar, hacía un pequeño pozo en la tierra, depositaba el huesito, lo tapaba y le echaba agua; siempre ante la apacible mirada de la Chata. Si el árbol crecía, ya no me tendría que robar más los duraznos de los vecinos y mi mamá ya no tendría que ir a esa frutería apestosa y llena de abejas donde compraba la fruta. Pero tampoco se dieron los duraznos. Tal vez fue porque la Chata siempre miaba en ese rinconcito donde yo enterraba los huesos.

9 comentarios:

cano... dijo...

yo robaba los limones de la vecina de atras y los vendía en el abarrotes de Chendo, el me los compraba con mucho gusto porque le caia muy bien y a veces hasta me los cambiaba por pulparindos y tambien de esos vasitos con gelatina con estampitas de luchadores.

Nan Sepúlveda dijo...

Yo tengo un árbol de mandarinas en mi casa! JAJAJAJA de limones, y hasta una higuera...

Yo también siempre me como de postre una frutilla, pero de repe es bien rico una gloria, o un chocolatillo sacado de la oreja..jajaja

Saludos!!

Kabeza dijo...

A mí me decían que comer frutas hacía que la popó oliera a aroma frutal.
Saludos colega.

rfr dijo...

monch es la mejor descripción para comer duraznos...

sra. anilau dijo...

ME imagino al pequeño Guffo enterrando las semillitas y esperando, mirando con sus ojitos verdes la tierra para ver si crecía su arbolito

Snif Guffo que chidos y vívidos recuerdos de tu infancia tienes

Ismael Lares dijo...

yo yo yo yo yo

chale! yo no

ahora cuentanos cuando comías platano con semillas carnal, jojojo

Flacoman dijo...

Me hiciste recordar cuando me robaba las huayas del arbol del vecino. Un dia comí tantas que me quedó la lengua bifeda (o como se escriba) como de serpiente.

Saludos maestro!

Skarav dijo...

No cabe duda que todos nos rateamos frutas de los arboles de los vecinos...el pedo es cuando el vecino es un viejo loco cascarrabias con nexos con el narco que sale a tirar balazos por que un bonche de mocosos anda en el techo chingandole las mandarinas...ahora si eso si se puede poner muy feo...y para colmo estaban verdes todavia...no vale la pena perder la vida por una mandarina...y menos verde...y menos en la azotea de un viejo cascarrabias...y ...ups, creo que divague de mas. Saludos Señor Gustavo Caballero!

CHAD dijo...

jajajaja no creas que eras un niño ratero por robarte las frutas del vecino. Admiro tu buen espiritu en aquel entonces, que niño no quisiera tener frutas ilimitadas para saborear.

Un abrazo compilla.