domingo, agosto 30, 2015
martes, agosto 25, 2015
Abuso de confianza
Cada una de las salas de visita está dividida a la mitad por un vidrio grueso con orificios. Son cuartos pequeños, de aproximadamente dos metros por dos metros, sin ventilación, con una lámpara de cada lado que hace que las paredes blancas destellen de forma peculiar. Aunque la iluminación es abundante, la
acústica no es muy buena, por lo que hay que pegarse al cristal para
hablar y escuchar con claridad. Afuera de estos recintos, del lado de los detenidos, un elemento de seguridad hace guardias cada que algún familiar de estos pide tiempo para una visita.
Con Jairo había tenido algunas
consideraciones, debido a su situación. Como lleva casi seis meses en prisión preventiva, decidí permitirle ver a su familia en otra parte que no fueran las entrañas de estos cubos de yeso tan impersonales y luminosos. Recrear en mi cabeza la imagen de Jairo con las manos pegadas al vidrio a la altura de las manos de su madre, novia o hermanos –como si se tocaran–, me resultaba triste e indignante; por eso decidí que recibiera sus visitas en un espacio más amplio: una sala de espera con cámara de seguridad y lugar suficiente para que cinco o seis personas puedan estar sentadas.
Pero todo cambió ayer. La noche estaba tan tranquila que me di el lujo de ver una película en la computadora de mi oficina, hasta que escuché el característico silbido que hace Jairo cuando necesita hablar conmigo. Al escuchar el chiflido, le puse pausa a la movie –que iba a más de la mitad–, me puse de pie y me dirigí al área de celdas. Jairo estaba sentado sobre el muro que le da privacidad al escusado: ése por el que se vio que el Chapo de pronto desapareció. Al verme, Jairo dio un salto hacia el suelo y se dirigió al enrejado. Me saludó de mano por segunda ocasión en mi turno. Lo noté impaciente.
–¿Qué onda, Jairo? –le dije.
–Oiga, Lic., es que necesitaba
hablar con usted.
–¿Qué fue?, dime.
–Es que le tengo que confesar
algo, pero no quiero que le diga a nadie ni que me lo vaya a tomar a mal ni que
se vaya a enojar conmigo.
–Ya me intrigaste, ¿qué pasó?
Jairo me observó dudoso, con una
risa nerviosa y las cejas arqueadas. Quizás pensó que por sus palabras creí que me confesaría su culpabilidad o complicidad en el delito del que se le acusa, pero ni por la cabeza me pasó esa idea. Después de unos segundos, Jairo lo soltó.
–La semana pasada, ¿se acuerda
que vi a mis papás y a mis carnalillos en la sala de espera?
–Sí, ¿por qué?, ¿qué pasó? –empecé a
impacientarme debido a la curiosidad.
–Pues es que ese día mi mamá me dio un celular envuelto en el periódico, para que pudiera mensajear con mis carnalillos y con mis amigos.
Me quedé inmóvil. No pude articular una sola palabra. La imagen positiva que me había creado de nuestra relación confianza-respeto, maestro de dibujo y crucigramas-alumno, se derrumbó en segundos. Sentí una mezcolanza de rabia, decepción y tristeza. Un "Eres un pendejo, por confiado" me retumbó en las paredes del cráneo. Imaginé a toda la gente que conozco, diciéndome: "Esa gente así es: les das la mano y te agarran el pie". Noté cómo Jairo trataba de descifrar mi rostro en silencio, por lo que intenté controlar la marejada de emociones que me invadía. Lo único que pude hacer fue sonreí forzadamente, soltar un "¡Pfffff!" y una risa falsa, como si su acción me pareciera indiferente. Jairo se sintió en terreno seguro al ver mi reacción, y prosiguió hablando con soltura.
–No le había dicho porque me
daba pena, porque sabía que lo podía meter en algún problema, por eso quería esperar al viernes, para devolverle el teléfono a mi mamá.
–No hay bronca. Nomás que no te lo
vayan a ver –le dije–. ¿Dónde lo tienes?
–¿En serio no hay bronca?
–No. ¿Dónde lo tienes?
–Atrás del escusado. Envuelto en el
periódico.
La sangre me hervía, los brazos me hormigueaban; pero seguía disimulando calma.
–Igual y mejor dámelo, para guardarlo
en mi oficina, y te lo paso en las noches, para que no te lo vayan a cachar y nos metamos en un pedo grande.
Jairo asintió. Se dirigió presuroso detrás del muro del escusado, se agachó, sacó el periódico con el celular envuelto y me lo extendió como siempre me lo extiende para hacer el crucigrama:
–¿Me lo podría poner a cargar?
Tomé el periódico con el celular dentro y le dije:
–Vete a la chingada, cabrón. Abusaste de mi confianza. Bastantes consideraciones he tenido contigo y así me jodes.
–No, Lic., es que… Le pido una
disculpa, Lic., pero es que…
–¡A la chingada! No vas a volver
a ver a tu familia en la sala de espera. Todas las visitas van a ser a través
del vidrio. Y si me dicen que tus hermanos no pueden pasar por ser menores de
edad, no van a pasar. Ya no voy a interceder por ti para que tengas privilegios. Te mamaste, Jairo.
–Sí, Lic., yo sé que abusé y…
–Me chingaste, Jairo. Me lo hubieras pedido por la buena y ya veía yo cómo le hacía. Pero así no. Por esto me pueden chingar y por esto te puedes empinar tú –me di la
media vuelta y regresé a mi oficina con un nudo en la garganta. A mis espaldas, Jairo balbuceaba: "Lic., venga, por favor... Lic...".
No pienso echarlo de cabeza. No le he dicho
nada a nadie del trabajo. No por miedo a que me corran, sino para no perjudicarlo. Y si me corren, ya no me importa. A veces siento que es inútil seguir siendo humano en un ambiente deshumanizado. Los que pierden son ellos, no yo. Yo no voy a cambiar para hacerme como ellos creen que uno debe ser en estos ambientes.
Aquí tengo el celular en un cajón. Se lo voy a entregar a la mamá de Jairo cuando venga, sin decir una palabra. Quería pensar y actuar distinto al común denominador para cambiar la imagen que se tienen de las instituciones –"En vez de criticar desde una computadora, haz algo desde adentro"– pero las circunstancias obligan a uno a comportarse como el común denominador. Y eso no me gusta. No aporta nada. No soy así ni puedo ser de otra forma. Pero tal vez no necesitan que alguien aporte algo positivo ni sea "distinto", sino que todo siga igual, como ha sido por años.
Aquí tengo el celular en un cajón. Se lo voy a entregar a la mamá de Jairo cuando venga, sin decir una palabra. Quería pensar y actuar distinto al común denominador para cambiar la imagen que se tienen de las instituciones –"En vez de criticar desde una computadora, haz algo desde adentro"– pero las circunstancias obligan a uno a comportarse como el común denominador. Y eso no me gusta. No aporta nada. No soy así ni puedo ser de otra forma. Pero tal vez no necesitan que alguien aporte algo positivo ni sea "distinto", sino que todo siga igual, como ha sido por años.
Escucho desde mi oficina el silbido insistente de Jairo desde el área de celdas. Me pongo de pie, cierro la puerta con seguro y vuelvo a mi lugar para teclear esto.
domingo, agosto 23, 2015
viernes, agosto 21, 2015
Monterrey 2020
Vancouver trae un proyecto muy interesante llamado Greenest City 2020. Es un plan a cinco años que pretende hacer de esta ciudad la mejor para vivir en el mundo, todo mediante acciones ligadas a "lo verde": edificios verdes, transporte verde, trabajos verdes, huertos urbanos, energías alternativas, manejo de desperdicios, reducción de emisiones, etcétera.
Una de las cosas que se busca con este ambicioso proyecto es que la mayoría de los ciudadanos se mueva a pie, en bicicleta o en transporte público, pues Greenest City 2020 pretende que se dependa lo menos posible de los combustibles fósiles, dándole prioridad a las "energías limpias" y a un estilo de vida saludable y en armonía con el medio ambiente. Si de por si Vancouver es una ciudad arbolada y consciente de su entorno natural, con este proyecto se busca plantar 150 mil árboles más, para así tener "el aire más limpio respirable en una gran ciudad". También se procurará reducir en un 50% los deshechos materiales y que todos los vancuveritas estén a, mínimo, cinco minutos de algún parque, bosque o área verde. Suena chingonsísimo, ¿no? Menciono sólo algunos de los puntos que llamaron mi atención de esta iniciativa, pero aquí les dejo el link del proyecto para que lo lean completito.
Y ahora les pregunto: ¿cómo creen que estará la ciudad de Monterrey en el año 2020? Yo, la verdad, y no es por ser pesimista, pero la veo peor que nunca. Devastada, sucia, saqueada, con el doble de pobres, el doble de fraccionamientos, el doble de coches, el doble de calles, el doble de idiotas, el doble de deuda y el triple de problemas. Pongo este ejemplo de Vancouver porque en verdad me preocupa voltear a ver mi ciudad -quesque rica, quesque empresarial y quesque de gente trabajadora- y no verle un futuro ni prometedor, ni verde, ni limpio, ni civilizado, ni próspero, ni nada. Estamos a años luz de ser un lugar con calidad de vida ejemplar. Es más: ni siquiera sabemos qué es calidad de vida.
Que más del 50% de los regiomontanos pudieran trasladarse a pie, en bicicleta o en transporte público a cualquier parte, es impensable. ¡Ni lo mande Dios! Eso es de pobres. ¿O acaso el gobierno pretende que todos nos hagamos pobres, como en Vancouver? Aquí en Nuevo León se apoya a empresas extranjeras del ramo automotriz para que vengan a invertir y a generar empleos, y así fomentar el uso del automóvil mediante créditos accesibles para que todos podamos hacernos de un coche y así construir más calles y más avenidas y más estacionamientos y más OXXO Gas y más Petro 7, pues así se generan más chamba y eso es sinónimo de progreso y modernidad y de riqueza; no andar a pie, en bicicleta, en camión o cultivando frutitas en los parques: ¡como pinche pobre!
Aquí en Monterrey se construyó un estadio de futbol -¡el más moderno de Latinoamérica!, híjoles, kemosión- sobre el último bosque urbano existente, sólo para que 22 millonarios pateen una pelota frente a 50 mil jodidos que mantienen millonarios a esos 22 y a otros cuantos.
También aquí se acostumbra gastar medio millón de pesos al día en transportación aérea, porque ¿quién dijo que nuestro estado -¡y mucho menos nuestra ciudad!- es pobre? Pobre Vancouver, que anda sembrando arbolitos como hippie y alentando con infraestructura a la gente para que camine y ande en bicicleta. Aquí en Monterrey podrá no haber una sombrita de árbol para resguardarse del sol, pero podemos darnos el lujo de que nuestros representantes se muevan en aeronaves.
En fin. Mejor ya ni le sigo porque ya troné el medidor de sarcasmo, y, aparte, es viernes y no me quiero encabronar. Lo único es que sí creo que para el 2020 Monterrey se parecerá más a Burkina Faso y a Sierra Leona que a Vancouver. Es más: ni siquiera le llegará a los talones a Guadalajara. Y eso es muuuy triste. Aquí "calidad de vida", "proyecto ambicioso", "riqueza" y "primer mundo" siempre han tenido otro significado. Uno muy torcido.
Que más del 50% de los regiomontanos pudieran trasladarse a pie, en bicicleta o en transporte público a cualquier parte, es impensable. ¡Ni lo mande Dios! Eso es de pobres. ¿O acaso el gobierno pretende que todos nos hagamos pobres, como en Vancouver? Aquí en Nuevo León se apoya a empresas extranjeras del ramo automotriz para que vengan a invertir y a generar empleos, y así fomentar el uso del automóvil mediante créditos accesibles para que todos podamos hacernos de un coche y así construir más calles y más avenidas y más estacionamientos y más OXXO Gas y más Petro 7, pues así se generan más chamba y eso es sinónimo de progreso y modernidad y de riqueza; no andar a pie, en bicicleta, en camión o cultivando frutitas en los parques: ¡como pinche pobre!
Aquí en Monterrey se construyó un estadio de futbol -¡el más moderno de Latinoamérica!, híjoles, kemosión- sobre el último bosque urbano existente, sólo para que 22 millonarios pateen una pelota frente a 50 mil jodidos que mantienen millonarios a esos 22 y a otros cuantos.
También aquí se acostumbra gastar medio millón de pesos al día en transportación aérea, porque ¿quién dijo que nuestro estado -¡y mucho menos nuestra ciudad!- es pobre? Pobre Vancouver, que anda sembrando arbolitos como hippie y alentando con infraestructura a la gente para que camine y ande en bicicleta. Aquí en Monterrey podrá no haber una sombrita de árbol para resguardarse del sol, pero podemos darnos el lujo de que nuestros representantes se muevan en aeronaves.
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Foto de El Norte |
lunes, agosto 17, 2015
Uber
Un amable lector de este espacio me platicó por correo electrónico su experiencia trabajando para Uber. Aquí se las comparto con su autorización, para que conozcan un poco más sobre esta empresa. Aparte, quiero que lo lean porque creo que su relato es un fiel reflejo de lo que sucede en el triste ámbito nacional, y las ideas que pueden propiciar cambios positivos en la mentalidad y en el actuar de los mexicanos:
Hola
Guffo. Disculpa la tardanza, es que no había tenido chance de revisar mis
correos.
Te cuento rápido: la empresa donde trabajaba recortó personal debido a la inseguridad en el norte del país (los principales clientes eran/son PEMEX, CFE, Sistemas de Aguas y las oficinas de Catastro de los diferentes estados del país). Yo era técnico fotogrametrista y mi trabajo consistía en ubicar físicamente puntos topográficos sobre fotografías aéreas, medirlos con un GPS o dron y posteriormente procesar la información para convertirla en un mapa digital y así crear una red geodésica.
Te cuento rápido: la empresa donde trabajaba recortó personal debido a la inseguridad en el norte del país (los principales clientes eran/son PEMEX, CFE, Sistemas de Aguas y las oficinas de Catastro de los diferentes estados del país). Yo era técnico fotogrametrista y mi trabajo consistía en ubicar físicamente puntos topográficos sobre fotografías aéreas, medirlos con un GPS o dron y posteriormente procesar la información para convertirla en un mapa digital y así crear una red geodésica.
Entré
a Uber en enero de este año, luego de buscar -sin mucho éxito- otras opciones
relacionadas con lo que yo hacía. La verdad es que los sueldos raquíticos y las
pocas oportunidades de crecimiento en los lugares donde busqué me motivaron
a tomar esa decisión.
No me arrepiento. Gano lo mismo que antes y en algunas
ocasiones un poco más. No fue fácil, pues
Uber te exige que pases por una serie de filtros que van desde un examen de 50
preguntas sobre ubicación y conocimiento de los puntos de interés en el Distrito
Federal, (en mi caso), el cual debes pasar con al menos el 90% de respuestas
correctas para continuar con el proceso de certificación como conductor, el
cual consta de un examen psicológico, un examen psicométrico, una
plática-entrevista con una psicóloga, un examen teórico-práctico de manejo y,
por último, si pasas esos cuatro filtros, un examen toxicológico; además de
presentar una carta vigente de no antecedentes penales, sin mencionar que no
debes tener tatuajes ni perforaciones y mostrar una presentación aceptable
(bañado, cabello corto, rasurado) al momento de brindar el servicio (traje y
corbata), pues cuando un usuario solicita el servicio, aparece el nombre y la
fotografía del conductor que te dará el servicio, su calificación en estrellas
así como el modelo y las placas del automóvil que conduce, pues todos tus
documentos están disponibles para consulta en el portal de Uber (IFE, licencia,
carta de no antecedentes penales, fotografía tomada por Uber y comprobante de
domicilio)
La
política de Uber es tan estricta que te dan de baja si alguna usuaria se queja
de que la miras con morbo o intentas ligarla; si les
llamas después de dejarlas sin ninguna razón que no sea relacionada al servicio
e, incluso, por negar el servicio a personas con discapacidad (de cualquier
tipo) y/o que viajen con sus mascotas. Uber es "Pet Friendly": tiene
cero tolerancia con este tipo de actitudes mencionadas.
Cada
viaje eres calificado por los usuarios mediante estrellas y si no mantienes una
calificación de al menos 4.7 estrellas, Uber te deshabilita una semana donde no puedes conducir y debes asistir a un
curso, y si tu calificación no mejora, de plano te dan de baja. Los conductores deben bajarse del auto para
darte la bienvenida, abrirte la puerta al abordar y descender del vehículo
y mostrarse amables y atentos en todo momento.
A grandes rasgos, eso es lo más importante. Los mayoría de los vehículos son del año y deben contar con :seguro de cobertura amplia (el dueño debe estar dado de alta en hacienda), botellas de agua de cortesía,
paraguas, dulces, aire acondicionado, Chip TAG para usarlo en las autopistas
urbanas, radio con entrada auxiliar para que el usuario ponga su música si así
lo desea, deben estar limpios (lavados) y libres de olores extraños
(aromatizante); además de que está estrictamente prohibido fumar dentro de un
Uber.
Te
menciono algunos otros puntos:
-Cuando
te registras en la plataforma, tu primer viaje es gratis.
-Si por alguna razón el conductor te lleva a propósito por una ruta diferente o
se pierde, tienes derecho a solicitar un "ajuste de
tarifa", para que se te haga el cargo correctamente.
-Si olvidas algún objeto, puedes contactar al conductor o ir directamente a las
oficinas a preguntar si el conductor
devolvió el objeto olvidado. Si Uber sospecha que el conductor se lo apropió de
manera indebida, puede aplicarle el polígrafo y, si lo
considera necesario, el socio y/o conductor deberán reponer el objeto perdido
por uno igual o con las mismas características.
-Los conductores pueden negar el servicio a usuarios que estén en avanzado
estado de ebriedad o que muestren un comportamiento
indebido, además de solicitar "tarifa de limpieza" en caso de que el
usuario derrame alguna bebida o vomite dentro del vehículo.
-Los socios (propietarios de los vehículos) deben realizar también el proceso de
certificación, pues en primera instancia Uber los
considera como primeros conductores del vehículo; posteriormente, ellos deciden
si contratan a sus propios conductores.
Después, para que corroborara que no estaba exagerando con las estrictas políticas de la empresa, mi lector me mandó un correo que le envió Uber sobre una situación que tuvieron con una persona con discapacidad. Aquí la captura de pantalla del correo.
Ahora se imaginarán por qué están tan encabronadas con Uber las mafias que controlan los taxis.
El único "pero" que le pongo a Uber es eso de no contratar personas con tatuajes o piercings. Está medio arcaico. Todo lo demás me parece muy bien. Ojalá perdure.
lunes, agosto 10, 2015
Barberías: el nuevo mame del año
Como si no fuera suficiente con los productos orgánicos, los restaurantes veganos, los food trucks, las cervezas artesanales, los mezcales gourmet, los gimnasios de crossfit y los negocios que empiezan con "La" y terminan en "ría" -La Lonchería, La Charcutería, La Tequilería, La Hamburguesería, La Chilaquilería-, llegan las barberías. Sí, las barberías son el mame más reciente del siglo.
El mítico "Tengo una banda de rock" fue mutando poco a poco hasta convertirse en el "Tengo un barecito", para seguir evolucionando hasta llegar al "Tengo un negocio de tatuajes", pasar por el "Tengo una marca de cheve artesanal", transformarse en el "Tengo un food truck" y culminar en el "Tengo una barbería".
Y así como empezaron a salir programas televisivos sobre chefs, tatuadores, remodeladores de bares, dueños de casas de empeño, gordos que quieren adelgazar, camioneros que manejan en la nieve y pendejos que compran tiliches en bodegas olvidadas, no dudo que pronto tengamos una serie de televisión (o igual y ya existe y yo ni en cuenta) que convierta a los barberos en los nuevos rockstars. Y por mí está bien; por mí se la pueden arrancar.
Pero me llama la atención el reciente boom de estos lugares. Me llama la atención porque conozco a varios novedosos -ahora clientes asiduos de estas mentadas barberías- que no hace mucho tiempo tenían prejuicios bien cabrones sobre que un hombre les agarrara la cabeza y les cortara el cabello (sí, en pleno siglo XXI y en la moderna ciudad de Monterrey). Estos güeyes no iban a estéticas donde hubiera hombres porque de seguro eran "jotitos". Y pues bueno, muchas veces sí lo son, pero por mí está bien; por mí se la pueden arrancar, pero estos güeyes eran de que: "¡¿Cómo voy a permitir que un jotito me acaricie el cabello?! ¡Mucho menos que me agarre el rostro y me acerque el suyo para delinearme la barba!". Sí: tal cosa la consideraban una agresión a su virilidad. Y como que las barberías han venido a borrar un poco este tabú/trauma/fobia/prejuicio que -creo yo- comenzó con el surgimiento de las escuelas de belleza y las estéticas, que fue algo así como "la modernización" o "diversificación" de las barberías tradicionales.
Pero lo más curioso es que estos novedosos que ahora frecuentan las barberías modernas, antes no iban a las barberías clásicas. De hecho, las barberías más representativas de la ciudad de Monterrey han ido desapareciendo, snif. Lo que me dice que muchos clientes de estos lugares "revividos" son personas que actúan en base a moditas pasajeras -como la mayoría de los regiomontanos promedio-; y pues, qué triste, deveras, porque al rato también van a desaparecer estos negocios, como lo hicieron las peluquerías típicas.
Como paréntesis: recuerdo con cariño la peluquería -con su cilindro azul, blanco y rojo que giraba y toda la cosa- donde de niño me cortaba el cabello; ahí por la colonia Vista Hermosa, en un segundo piso. Pancho, el peluquero, me decía: "Si te mueves te mocho la oreja, cabrón", y yo mantenía el cuerpo rígido. De repente, Pancho me pasaba el borde sin filo de la navaja por detrás de la oreja y me decía: "¡Ándele, cabrón, casi se la mocho", y se reía al ver que se me saltaban los ojos, aguantaba la respiración y más rígido ponía el cuerpo.
(¡Ay, qué bonita historia, Guffo, casi lloro!).
Volviendo a lo de los prejuicios sobre que un hombre le dé mantenimiento a nuestros pelos: como que ahora con este concepto de barberías modernas buenaondita donde hasta puedes chupar alcohol, es distinto. Ahora los hombres muy hombres se dejan que otros hombres muy hombres, barbones, tatuados, con chalequito, corbata y pinta de malandro rehabilitado -al parecer ése es el requisito para trabajar en uno de estos lugares- les acaricien el rostro, se los masajeen, les pongan pomadas, bálsamos -¡qué palabra más maricona!- y les pongan toallitas calientes en sus delicados rostros; les vendan peinecitos y lociones y tratamientos para el cuidado de sus pelos faciales. Lo que nunca. Y por mí está bien; por mi se la pueden arrancar. Yo nunca he tenido pedos con que un hombre muy hombre o uno muy femenino me corte el cabello o me rasure. Mucho menos si es una chichona guapa :)
De hecho, este fenómeno del resurgimiento de las barberías me llama la atención precisamente por eso: porque el hombre se está haciendo vanidoso gracias a su barba. Como que el hombre que se cree muy hombre siempre ha tenido miedo a ser vanidoso; o al menos a exteriorizar su vanidad. El hombre muy hombre ve a la vanidad con rescoldos de feminidad. Ser vanidoso es ser femenino. Es como comer ensaladas: si te las comes con un rib eye de dos pulgadas o sobre una pizza, pues te sientes menos mujer. Y sí: como que el hombre muy hombre tenía miedo a ser vanidoso, pero en su barba encontró la manera de serlo sin culpas. Con este fenómeno "reciente" de las barbas largas y las barberías, la ondita retro/elegante que manejan, los productos de grooming y mamadita y media, el hombre muy hombre puede darle vuelo a su vanidad sin dejar de sentirse muy hombre. ¡Qué belleza! ¡Aplausos!
Sí, las barberías no son nada nuevo, pero resulta que ahorita están de moda. De hecho, supongo que muchas barberías legendarias desaparecieron porque nunca se modernizaron; porque nunca le entraron a la fantochada ésa de cambiar las batas blancas por los chalequitos, los tirantes y las corbatitas o moños, que, al parecer, es parte del encanto mamador de estos nuevos templos de hombría, ¡ahijuesupinchimare!
Y ya para terminar: el otro mame; ése sobre que si son lugares exclusivos para caballeros y sólo hombres pueden laborar en ellos. Pues yo creo que es como en las cantinas en las que no trabajan mujeres ni dejan entrar mujeres. No es pedo machista ni misógino ni tiene que ver con la igualdad de géneros ni es para que se encabronen las feminazis. Por eso: ¡paren su mame, plis! Así como hay espacios y tiempos para puras mujeres -sus mentados Martecitos, Juevecitos, despedidas, babyshowers, etc.-, así los hombres requerimos de espacios y tiempos para estar con puros hombres. Tampoco es nada homosexual. Es simplemente tener un espacio sin viejas. Punto.
Y pues bueno, desde hace rato que quería escribir sobre este tema. Sólo falta ver cuánto durará el mame de las barberías. La neta espero que, como todo buen mame y buen negocio, perdure, y no sea sólo una llamarada de petate.
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¡Holis! |
Como paréntesis: recuerdo con cariño la peluquería -con su cilindro azul, blanco y rojo que giraba y toda la cosa- donde de niño me cortaba el cabello; ahí por la colonia Vista Hermosa, en un segundo piso. Pancho, el peluquero, me decía: "Si te mueves te mocho la oreja, cabrón", y yo mantenía el cuerpo rígido. De repente, Pancho me pasaba el borde sin filo de la navaja por detrás de la oreja y me decía: "¡Ándele, cabrón, casi se la mocho", y se reía al ver que se me saltaban los ojos, aguantaba la respiración y más rígido ponía el cuerpo.
(¡Ay, qué bonita historia, Guffo, casi lloro!).
Volviendo a lo de los prejuicios sobre que un hombre le dé mantenimiento a nuestros pelos: como que ahora con este concepto de barberías modernas buenaondita donde hasta puedes chupar alcohol, es distinto. Ahora los hombres muy hombres se dejan que otros hombres muy hombres, barbones, tatuados, con chalequito, corbata y pinta de malandro rehabilitado -al parecer ése es el requisito para trabajar en uno de estos lugares- les acaricien el rostro, se los masajeen, les pongan pomadas, bálsamos -¡qué palabra más maricona!- y les pongan toallitas calientes en sus delicados rostros; les vendan peinecitos y lociones y tratamientos para el cuidado de sus pelos faciales. Lo que nunca. Y por mí está bien; por mi se la pueden arrancar. Yo nunca he tenido pedos con que un hombre muy hombre o uno muy femenino me corte el cabello o me rasure. Mucho menos si es una chichona guapa :)
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Somos bien malotes y, sobre todo, ¡bien hombres! |
Sí, las barberías no son nada nuevo, pero resulta que ahorita están de moda. De hecho, supongo que muchas barberías legendarias desaparecieron porque nunca se modernizaron; porque nunca le entraron a la fantochada ésa de cambiar las batas blancas por los chalequitos, los tirantes y las corbatitas o moños, que, al parecer, es parte del encanto mamador de estos nuevos templos de hombría, ¡ahijuesupinchimare!
Y ya para terminar: el otro mame; ése sobre que si son lugares exclusivos para caballeros y sólo hombres pueden laborar en ellos. Pues yo creo que es como en las cantinas en las que no trabajan mujeres ni dejan entrar mujeres. No es pedo machista ni misógino ni tiene que ver con la igualdad de géneros ni es para que se encabronen las feminazis. Por eso: ¡paren su mame, plis! Así como hay espacios y tiempos para puras mujeres -sus mentados Martecitos, Juevecitos, despedidas, babyshowers, etc.-, así los hombres requerimos de espacios y tiempos para estar con puros hombres. Tampoco es nada homosexual. Es simplemente tener un espacio sin viejas. Punto.
Y pues bueno, desde hace rato que quería escribir sobre este tema. Sólo falta ver cuánto durará el mame de las barberías. La neta espero que, como todo buen mame y buen negocio, perdure, y no sea sólo una llamarada de petate.
jueves, agosto 06, 2015
Dos interesantes artículos sobre el Estadio BBV Bancomer
Un excelente escrito autoría de Federico Compeán, quien habla sobre la frágil identidad prefabricada del regiomontano promedio: Monterrey y su infantil identidad.
Y otro artículo escrito por Víctor Esparza, llamado: Estadio BBV Bancomer: premio al crimen ambiental de la década, en el que menciona mi post anterior, por lo cual agradezco mucho.
Buen jueves.
viernes, julio 31, 2015
Orgasmo colectivo
Este fin de semana la ciudad de Monterrey vivirá un orgasmo más chingón que el de la estudiante de la UACH, pues se inaugura el nuevo estadio del equipo los Rayados de Monterrey.
¡Uy, sí, qué emoción! Borrachera, euforia, enajenación y caos vehicular a todo lo que da.
"PueZ LLo No eZtoI HemoZionaDo GufFo XKe LLo NO ZoY RaLLado: ¡¡¡LLo Zoy TiGre de Koraz..." Sí, amigo: también eso me vale verga.
Lo que no me vale madres es que Femsa, Banco BBV Bancomer, el mentado club de futbol, empresarios, autoridades municipales y estatales hayan sido cómplices de la destrucción de la última reserva ecológica del área metropolitana de Monterrey: el bosque de La Pastora, snif.
Nada pudo hacerse para construir esa bacinica gigante en donde no jodiera un área colmada de agua, flora y fauna. Pero en Nuevo León la vida silvestre no vale nada, diría José Alfredo Jiménez si fuera de Greenpeace. Aquí el verde que importa es el de los billetes, los envases de vidrio para guardar cerveza regia/holandesa y los botes de tereftalato de polietileno para contener agua carbonatada y edulcorantes.
En algún momento el saliente gobernador, Rodrigo Medina, dijo sobre el estadio: "En la medida en que a través del futbol impulsemos el cariño para ídolos de la afición que representen valores positivos, habrá más espacios para generar mejores ciudadanos y para también contribuir al mejoramiento de los valores colectivos en aspectos tan importantes como el combate a la delincuencia, a la violencia y al crimen organizado".
Así es: el tipo no tiene ni puta idea de lo que dice. El güey éste cree –como muchos otros– que con estadios de futbol donde las personas comunes y corrientes NO practican el deporte, se generan "mejores ciudadanos" y se promueven "valores positivos" –bebiendo cerveza y gritándole "¡Puto!" al portero– gracias a "ídolos de la afición". Ajá, sí: ídolos que se comportan como divas, visten como cholos fresas con ropas "de marca", manejan automóviles de más de un millón de pesos y viven como jeques.
Seguramente así se promueven más los valores y se crean mejores ciudadanos, y no preservando un pulmón urbano rico en biodiversidad y educando a la gente para que lo aprecie y lo respete. Pero bueno: son rependejos, insensibles y voraces.
Por eso aprovecho para repetir lo que alguna vez dijo el astrofísico canadiense Hubert Reeves: "El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una Naturaleza visible, sin saber que esta Naturaleza que masacra es el Dios invisible que venera". Nada más que este Dios invisible tiene muchos años siendo visible en nuestra ciudad; en nuestro país. Se llama futbol, y aquí se hace lo que él diga.
¡Uy, sí, qué emoción! Borrachera, euforia, enajenación y caos vehicular a todo lo que da.
"PueZ LLo No eZtoI HemoZionaDo GufFo XKe LLo NO ZoY RaLLado: ¡¡¡LLo Zoy TiGre de Koraz..." Sí, amigo: también eso me vale verga.
Lo que no me vale madres es que Femsa, Banco BBV Bancomer, el mentado club de futbol, empresarios, autoridades municipales y estatales hayan sido cómplices de la destrucción de la última reserva ecológica del área metropolitana de Monterrey: el bosque de La Pastora, snif.
Nada pudo hacerse para construir esa bacinica gigante en donde no jodiera un área colmada de agua, flora y fauna. Pero en Nuevo León la vida silvestre no vale nada, diría José Alfredo Jiménez si fuera de Greenpeace. Aquí el verde que importa es el de los billetes, los envases de vidrio para guardar cerveza regia/holandesa y los botes de tereftalato de polietileno para contener agua carbonatada y edulcorantes.
En algún momento el saliente gobernador, Rodrigo Medina, dijo sobre el estadio: "En la medida en que a través del futbol impulsemos el cariño para ídolos de la afición que representen valores positivos, habrá más espacios para generar mejores ciudadanos y para también contribuir al mejoramiento de los valores colectivos en aspectos tan importantes como el combate a la delincuencia, a la violencia y al crimen organizado".
Así es: el tipo no tiene ni puta idea de lo que dice. El güey éste cree –como muchos otros– que con estadios de futbol donde las personas comunes y corrientes NO practican el deporte, se generan "mejores ciudadanos" y se promueven "valores positivos" –bebiendo cerveza y gritándole "¡Puto!" al portero– gracias a "ídolos de la afición". Ajá, sí: ídolos que se comportan como divas, visten como cholos fresas con ropas "de marca", manejan automóviles de más de un millón de pesos y viven como jeques.
Seguramente así se promueven más los valores y se crean mejores ciudadanos, y no preservando un pulmón urbano rico en biodiversidad y educando a la gente para que lo aprecie y lo respete. Pero bueno: son rependejos, insensibles y voraces.
Por eso aprovecho para repetir lo que alguna vez dijo el astrofísico canadiense Hubert Reeves: "El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una Naturaleza visible, sin saber que esta Naturaleza que masacra es el Dios invisible que venera". Nada más que este Dios invisible tiene muchos años siendo visible en nuestra ciudad; en nuestro país. Se llama futbol, y aquí se hace lo que él diga.
lunes, julio 27, 2015
Me preocupa el tiempo perdido
La audiencia intermedia de Jairo no fue nada bien.
Llegué a la oficina y entré a celdas con la esperanza de no encontrarlo. Pero ahí estaba. Cabizbajo sobre el colchón. Desparramado por un lado, el periódico del día de hoy. Al verme se puso de pie, sacó la mano entre los barrotes y me saludó con el ánimo más apagado que de costumbre. "¿Qué pasó?", le dije, y me platicó lo sucedido. Todo lo que escuché fue "desahogo de pruebas", "interponer un amparo", "el juicio hasta que salga el amparo", "no me dieron fecha" y "lo que me preocupa es el tiempo perdido". Hablaba sereno, aunque, por su semblante, deduje que minutos antes había estado llorando.
Jairo seguirá en prisión preventiva hasta quién sabe cuándo.
Hoy lo cambiamos de celda. Van a pintar la suya y a arreglar un desperfecto del baño. Durante "la mudanza" se dieron cuenta de la libreta, los lápices, el borrador y el sacapuntas. Los tenía escondidos debajo del colchón. También se percataron de la pequeña bocina y el USB: la tenía metida en la funda de la almohada.
Acepté que yo había tomado esa decisión por convicción propia; que yo le había permitido tener eso en su celda, pues al muchacho le gusta dibujar y lo más correcto es fomentarle esa vena artística. No me llamaron la atención, pero me dijeron que no podía tener ese tipo de consideraciones. "Le puede entrar una depresión y se puede hacer daño". Propuse que el chavo dibujara mientras esté yo ahí presente, pero me dijeron que no. "Lectura toda la que quiera, pero nada de instrumentos que pueda usar para hacerse daño".
Jairo me miró con tristeza mientras me entregaba el cuaderno y los utensilios de dibujo. La bocina no le dolió tanto entregarla. Tampoco puede tener jabón, shampoo y pasta de dientes dentro del calabozo. Todo se le entregará cuando necesite usarlo.
La administración entrante también verá lo de las visitas de sus hermanos. Por ser menores de edad se supone que no pueden estar dentro de las instalaciones. La noticia le cae como bomba.
Ya instalado en la nueva celda, le digo que él sabe que conmigo no hay problema de nada; que por mí puede dibujar, escuchar música y recibir la visita de sus familiares y su novia más del tiempo permitido; pero "son órdenes de arriba", de la nueva administración, y no puedo hacer nada más. "Yo sé, Lic. Muchas gracias". Jairo toma el periódico del suelo y me extiende la página del crucigrama. "Si quiere hágalo usted solo, yo me voy a dormir". Tomo la hoja de papel y la doblo a la mitad. Jairo me vuelve a dar las gracias y se acuesta viendo hacia la pared.
Vuelvo a mi oficina. Guardo la bocina, el cuaderno y los lápices en un cajón. Aprovecho que no hay trabajo para hacer el crucigrama. Las palabras de Jairo me retumban en la cabeza como rebota el eco de todo lo que se dice en los pasillos de la prisión: "Lo que me preocupa es el tiempo perdido".
A mí también.
Llegué a la oficina y entré a celdas con la esperanza de no encontrarlo. Pero ahí estaba. Cabizbajo sobre el colchón. Desparramado por un lado, el periódico del día de hoy. Al verme se puso de pie, sacó la mano entre los barrotes y me saludó con el ánimo más apagado que de costumbre. "¿Qué pasó?", le dije, y me platicó lo sucedido. Todo lo que escuché fue "desahogo de pruebas", "interponer un amparo", "el juicio hasta que salga el amparo", "no me dieron fecha" y "lo que me preocupa es el tiempo perdido". Hablaba sereno, aunque, por su semblante, deduje que minutos antes había estado llorando.
Jairo seguirá en prisión preventiva hasta quién sabe cuándo.
Hoy lo cambiamos de celda. Van a pintar la suya y a arreglar un desperfecto del baño. Durante "la mudanza" se dieron cuenta de la libreta, los lápices, el borrador y el sacapuntas. Los tenía escondidos debajo del colchón. También se percataron de la pequeña bocina y el USB: la tenía metida en la funda de la almohada.
Acepté que yo había tomado esa decisión por convicción propia; que yo le había permitido tener eso en su celda, pues al muchacho le gusta dibujar y lo más correcto es fomentarle esa vena artística. No me llamaron la atención, pero me dijeron que no podía tener ese tipo de consideraciones. "Le puede entrar una depresión y se puede hacer daño". Propuse que el chavo dibujara mientras esté yo ahí presente, pero me dijeron que no. "Lectura toda la que quiera, pero nada de instrumentos que pueda usar para hacerse daño".
Jairo me miró con tristeza mientras me entregaba el cuaderno y los utensilios de dibujo. La bocina no le dolió tanto entregarla. Tampoco puede tener jabón, shampoo y pasta de dientes dentro del calabozo. Todo se le entregará cuando necesite usarlo.
La administración entrante también verá lo de las visitas de sus hermanos. Por ser menores de edad se supone que no pueden estar dentro de las instalaciones. La noticia le cae como bomba.
Ya instalado en la nueva celda, le digo que él sabe que conmigo no hay problema de nada; que por mí puede dibujar, escuchar música y recibir la visita de sus familiares y su novia más del tiempo permitido; pero "son órdenes de arriba", de la nueva administración, y no puedo hacer nada más. "Yo sé, Lic. Muchas gracias". Jairo toma el periódico del suelo y me extiende la página del crucigrama. "Si quiere hágalo usted solo, yo me voy a dormir". Tomo la hoja de papel y la doblo a la mitad. Jairo me vuelve a dar las gracias y se acuesta viendo hacia la pared.
Vuelvo a mi oficina. Guardo la bocina, el cuaderno y los lápices en un cajón. Aprovecho que no hay trabajo para hacer el crucigrama. Las palabras de Jairo me retumban en la cabeza como rebota el eco de todo lo que se dice en los pasillos de la prisión: "Lo que me preocupa es el tiempo perdido".
A mí también.
miércoles, julio 22, 2015
Fragmentos de ciudad que nos pasan de largo
Una niña juega en la parada del
camión. A estas horas de la tarde el sol pega de tal manera que la sombra de la techumbre no cubre a quienes esperan debajo de ella. De la mano de quien supongo es su abuelo, la nena sube a la banca metálica y pega de brincos hacia la banqueta una
y otra vez.
El hombre parece exhausto, aunque no deja de sonreír y de seguirle el juego a su nieta. Un par de minutos después, la carga y la sienta sobre su regazo. Intenta calmarla haciéndole caballito en sus piernas. Se quita la gorra y se limpia el sudor con la manga de la camiseta, que trae el logotipo de un partido político estampado a la altura del corazón. La pequeña toma al viejo por los cachetes. El hombre le tira una mordida juguetona, atrapando sus pequeños dedos entre los labios. La niña estalla en risas y engurruña el cuerpo hasta quedar tendida sobre la plancha de metal, reposando la cabeza en el regazo de su abuelo.
La pequeña toma con las manos los cordones que le salen del cuello del vestido, los observa unos segundos y se los mete a la boca. El hombre le dice que no lo haga, dando un suave manotazo. La niña se pone de pie sobre la banca, como una catapulta. El viejo hace lo mismo, la toma de una mano y le sigue el juego de brincar una y otra vez del asiento a la acera.
El camión se aproxima.
La niña se para en el borde de la raya amarilla y levanta la mano. El abuelo se apresura a sostenerla por los hombros con sus manos toscas, para impedir que vaya a dar un paso en falso. La masa metálica se detiene soltando resoplidos hidráulicos y rechinidos. La puerta de abre justo frente a la pequeña, quien voltea emocionada a ver a su abuelo: cree que tiene poderes; que hizo magia. Su abuelo la carga y suben al camión atestado de gente.
El hombre parece exhausto, aunque no deja de sonreír y de seguirle el juego a su nieta. Un par de minutos después, la carga y la sienta sobre su regazo. Intenta calmarla haciéndole caballito en sus piernas. Se quita la gorra y se limpia el sudor con la manga de la camiseta, que trae el logotipo de un partido político estampado a la altura del corazón. La pequeña toma al viejo por los cachetes. El hombre le tira una mordida juguetona, atrapando sus pequeños dedos entre los labios. La niña estalla en risas y engurruña el cuerpo hasta quedar tendida sobre la plancha de metal, reposando la cabeza en el regazo de su abuelo.
La pequeña toma con las manos los cordones que le salen del cuello del vestido, los observa unos segundos y se los mete a la boca. El hombre le dice que no lo haga, dando un suave manotazo. La niña se pone de pie sobre la banca, como una catapulta. El viejo hace lo mismo, la toma de una mano y le sigue el juego de brincar una y otra vez del asiento a la acera.
El camión se aproxima.
La niña se para en el borde de la raya amarilla y levanta la mano. El abuelo se apresura a sostenerla por los hombros con sus manos toscas, para impedir que vaya a dar un paso en falso. La masa metálica se detiene soltando resoplidos hidráulicos y rechinidos. La puerta de abre justo frente a la pequeña, quien voltea emocionada a ver a su abuelo: cree que tiene poderes; que hizo magia. Su abuelo la carga y suben al camión atestado de gente.
Para la niña, esperar el transporte colectivo con su abuelo es toda una aventura. Por la mirada que me concede el viejo de ventana a ventana, deduzco que le entristece saber que algún día su nieta dejará de ser niña y se dará cuenta del suplicio que implica moverse en esta ciudad para poder apenas sobrevivir.
lunes, julio 13, 2015
La vida es un crucigrama
Jairo se supo nueve de las veintiocho respuestas del crucigrama de hoy. Nada mal para un chavo de nivel socioeconómico bajo que no ha terminado la preparatoria.
Y digo "nada mal" porque alguna vez intenté implementar "La Hora del Crucigrama" en el trabajo, para no estar con el cerebro en neutral durante los tiempos muertos de oficina. Pero mi idea no tuvo éxito. Los Godínez se desesperaban con facilidad, les daba hueva pensar más de un minuto, se rendían al menor esfuerzo y preferían hablar de futbol o ver videos de comediantes mexicanos en Youtube. Juro que no resolvían ni cinco interrogantes entre cuatro Licenciados.
Hoy, Jairo se supo "púlpito", "poseso", "pelotón", "pabilo", "apatía" y otras cuatro que no recuerdo. Me sorprendió que se supiera "púlpito" y "pabilo". A mí ni por la cabeza me pasó la segunda palabra. "Es que mi abuelita prende muchas veladoras", me dijo sonriendo. Los Godínez, al enterarse que Jairo ha respondido más casillas en blanco que ellos, dedujeron que: si es inteligente, entonces debe ser culpable de lo que se le acusa. "Así son de inteligentes los delincuentes peligrosos".
Yo me supe veintiun respuestas. Supongo que para los Godínez soy un delincuente peligroso en potencia. Aunque confieso que el crucigrama de hoy venía relativamente fácil, a comparación de otros días, que preguntan las capitales de Bangladesh, Laos, Uganda y Zimbabue. Me gusta que el crucigrama venga difícil. Que sea un reto. Una vez sólo respondí siete casillas. Aprendí muchas cosas aquel día.
Salgo de celdas, regreso a mi oficina y le doy otra pensada al acertijo. Me cuesta trabajo, pero resuelvo otras dos: "cadencia" y "corcova". Busco las restantes en Google y regreso a las mazmorras para decirle a Jairo el resto de los resultados, aunque a veces ni usando Google doy con todos. Una de las respuestas es "casualidad". Quizás la razón por la que Jairo esté aquí.
Me gusta que queden casillas en blanco. Disfruto la expectación que me provoca el periódico del día siguiente con las soluciones del día anterior.
Aparte de dibujar, los crucigramas son mi forma de enseñarle algo a Jairo; mi aporte desinteresado. Es mi forma de mantener su mente ocupada, ejercitada, para que no se le atrofie, como a los pobres Licenciados con quienes trabajo.
Desde hace unos cinco años que le agarré el gusto a este pasatiempo gracias al papá de la Fabi, que nos ponía a resolverlos en grupo todos los domingos, mientras asábamos carne y vegetales en su patio.
Poniéndome filosófico y metafórico -y un poco mamón-, creo que la vida es como un crucigrama: llena de encrucijadas y espacios en blanco que hay que ir llenando; buscar respuestas, ayudarte con las que ya tienes y saber esperar las que no llegan. Pero creo que también se trata de no conocerlas todas, pues se acabaría el misterio; la emoción que provocan las cosas por aprender.
Horizontales. 25.-Destino. Me vinieron a la cabeza "azar", "suerte" y "fortuna". La respuesta correcta era "casualidad".
El 22 de julio es la audiencia intermedia de Jairo. "A ver si en ésta me voy", dice con seriedad. "Es como esperar el crucigrama del día siguiente para saber la respuesta, ¿verdad, Lic.?; pero en éste hay que esperar diez días más". Me quedo callado, pensando sólo en que el destino de Jairo sea el justo.
Y digo "nada mal" porque alguna vez intenté implementar "La Hora del Crucigrama" en el trabajo, para no estar con el cerebro en neutral durante los tiempos muertos de oficina. Pero mi idea no tuvo éxito. Los Godínez se desesperaban con facilidad, les daba hueva pensar más de un minuto, se rendían al menor esfuerzo y preferían hablar de futbol o ver videos de comediantes mexicanos en Youtube. Juro que no resolvían ni cinco interrogantes entre cuatro Licenciados.
Hoy, Jairo se supo "púlpito", "poseso", "pelotón", "pabilo", "apatía" y otras cuatro que no recuerdo. Me sorprendió que se supiera "púlpito" y "pabilo". A mí ni por la cabeza me pasó la segunda palabra. "Es que mi abuelita prende muchas veladoras", me dijo sonriendo. Los Godínez, al enterarse que Jairo ha respondido más casillas en blanco que ellos, dedujeron que: si es inteligente, entonces debe ser culpable de lo que se le acusa. "Así son de inteligentes los delincuentes peligrosos".
Yo me supe veintiun respuestas. Supongo que para los Godínez soy un delincuente peligroso en potencia. Aunque confieso que el crucigrama de hoy venía relativamente fácil, a comparación de otros días, que preguntan las capitales de Bangladesh, Laos, Uganda y Zimbabue. Me gusta que el crucigrama venga difícil. Que sea un reto. Una vez sólo respondí siete casillas. Aprendí muchas cosas aquel día.
Salgo de celdas, regreso a mi oficina y le doy otra pensada al acertijo. Me cuesta trabajo, pero resuelvo otras dos: "cadencia" y "corcova". Busco las restantes en Google y regreso a las mazmorras para decirle a Jairo el resto de los resultados, aunque a veces ni usando Google doy con todos. Una de las respuestas es "casualidad". Quizás la razón por la que Jairo esté aquí.
Me gusta que queden casillas en blanco. Disfruto la expectación que me provoca el periódico del día siguiente con las soluciones del día anterior.
Aparte de dibujar, los crucigramas son mi forma de enseñarle algo a Jairo; mi aporte desinteresado. Es mi forma de mantener su mente ocupada, ejercitada, para que no se le atrofie, como a los pobres Licenciados con quienes trabajo.
Desde hace unos cinco años que le agarré el gusto a este pasatiempo gracias al papá de la Fabi, que nos ponía a resolverlos en grupo todos los domingos, mientras asábamos carne y vegetales en su patio.
Poniéndome filosófico y metafórico -y un poco mamón-, creo que la vida es como un crucigrama: llena de encrucijadas y espacios en blanco que hay que ir llenando; buscar respuestas, ayudarte con las que ya tienes y saber esperar las que no llegan. Pero creo que también se trata de no conocerlas todas, pues se acabaría el misterio; la emoción que provocan las cosas por aprender.
Horizontales. 25.-Destino. Me vinieron a la cabeza "azar", "suerte" y "fortuna". La respuesta correcta era "casualidad".
El 22 de julio es la audiencia intermedia de Jairo. "A ver si en ésta me voy", dice con seriedad. "Es como esperar el crucigrama del día siguiente para saber la respuesta, ¿verdad, Lic.?; pero en éste hay que esperar diez días más". Me quedo callado, pensando sólo en que el destino de Jairo sea el justo.
lunes, julio 06, 2015
El caso de Jairo
Jairo cumplirá cuatro meses de prisión preventiva en las celdas del único municipio en el estado de Nuevo León donde ganó la alcaldía un candidato independiente.
Nunca me había tocado un caso como el suyo. Es decir: nunca alguien se había quedado más de 36 horas detenido en este lugar. Jairo está aquí porque no hay casas de arraigo y sigue un proceso legal en su contra, esperando librarse de ir al escabroso Penal del Topo Chico. Su próxima audiencia será el 22 de julio.
No ahondaré mucho en términos o referencias legales, pues soy un ignorante del tema. Lo muy poco que sé es por oídas, algunas lecturas, papeleo de oficina y pláticas con el propio Jairo, que, por su situación, sabe más que yo de materia penal. Tampoco hago muchas preguntas sobre su caso a otras personas porque, pues, a mí qué me importa. Y no es que no me importe, pero, digamos que laboralmente, su asunto no debe ser de mi incumbencia. Las contadas veces que han venido el fiscal y su abogado, me quedo escuchando al margen de la puerta de la sala de visitas, pues mi trabajo se limita a que la estancia de Jairo en celdas sea digna.
Jairo acaba de cumplir los 19 años. Se le acusa de violación y robo con violencia a una menor de edad. He convivido con él, con su novia y su familia durante el tiempo que lleva detenido, y, conociéndolo un poco más a fondo -su mirada, movimientos, pensamientos, carácter, el tono en que agradece o pide las cosas por favor-, creo que es inocente.
Su historia es medio confusa. Parece una mala jugada del destino. La versión de Jairo es que su hermano menor -un chavito de 13 años- encontró en un lote baldío el chip del teléfono de la chavita a la que violaron, y se lo puso al suyo. Dieron con él por la foto del Whatsapp. Al principio la chavita dijo que el de la foto no era su agresor, pues, según su versión, éste era mayor y tenía aspecto de indigente. Después, al ver a Jairo, dijo que se parecía a quien había abusado de ella, "pero en limpio". Total que lo señaló y lo acusaron y aquí está encerrado.
A la chica le han realizado algunos estudios médicos. No encontraron semen ni desgarramiento anal, como en un principio refirió la joven en su versión del ataque, la cual, tiene algunas contradicciones. Jairo asegura nunca haber visto a la chica, pero piensa que pudiera estar encubriendo a alguien. Quizás a su novio, de quien sí ha escuchado hablar y dice tener "mala fama".
Hay más pruebas a favor de Jairo, pero me comentan que los padres de la niña pudieran tener miedo de que salga libre y tome acciones legales en su contra por el tiempo que le hicieron pasar encerrado siendo inocente; por eso dicen que la niña no se retracta de lo que dice. Espero que esta versión sea sólo un rumor. Jairo asegura que nunca haría eso. Que no quiere problemas ni dinero. Que nada más quiere volver a la prepa. Le duele no haberse graduado junto a su novia.
El abogado de Jairo también cree que es inocente. Lo he escuchado decir eso varias veces en privado, cuando no está presente Jairo. "Mire, Lic., la verdad no perdería mi tiempo sabiendo que el chavo es culpable". Por otro lado, el fiscal no está tan convencido. La historia del chip en el lote baldío le parece absurda. ¿Encontrar un chip de teléfono entre tanto escombro y maleza? Una vez el fiscal llegó a sugerir que el hermano de Jairo pudiera haber sido el violador y que Jairo se había echado la culpa. "Me ha tocado ver niños sicarios", fue su argumento.
Jairo dice que su hermano cruza ese lote baldío casi a diario para ir a la secundaria y que desde que Jairo está preso, siente mucha culpa, llora y no duerme por las noches. Otro argumento a favor del fiscal: "el hermano siente culpa por algo". Yo nunca he visto llorar a Jairo. Tampoco lo he escuchado hacerse la víctima. Platica con soltura y sonríe seguido, como si no le guardara rencor a nada ni a nadie. Por eso digo que si Jairo está diciendo la verdad, su situación es una muy mala jugada del destino.
A diario vienen familiares a verlo. Su mamá le trae desayuno, comida y cena. Una vez me regaló elotes y tamales. Una tía le trajo una Biblia y un rosario. Su papá siempre le trae el periódico El Metro. También dejé que pasaran una pequeña bocina y unos audífonos para que escuche música. Yo le he traído algunos libros y muchas revistas para fomentarle el gusto por la lectura. Hace poco me pidió hojas y lápiz. "Me gusta mucho dibujar, Lic.". Me muestra sus dibujos. Le doy algunos consejos y tips de lo poco que sé y le muestro los que yo hago. La vez pasada le ayudé a trazar un rinoceronte que vio en una National Geographic. Los dibujos los pega en la pared de la celda con cinta adhesiva. Los oficiales los observan curiosos y lo felicitan. También le estoy enseñando a hacer los crucigramas de la penúltima página del periódico. La otra vez me sorprendió que se supiera la palabra "etnia" como respuesta. También se supo "caparazón", "oleaje", "hilera" y "reprender".
Éste es el caso de Jairo. Sólo quería que lo conocieran. Estas cosas son las que hacen interesante este trabajo; las que hacen que valga la pena venir y sentir que se hace una diferencia, aunque sea en una persona. Sólo espero que después de la audiencia del 22 de julio, Jairo sea declarado inocente y quede en libertad.
Nunca me había tocado un caso como el suyo. Es decir: nunca alguien se había quedado más de 36 horas detenido en este lugar. Jairo está aquí porque no hay casas de arraigo y sigue un proceso legal en su contra, esperando librarse de ir al escabroso Penal del Topo Chico. Su próxima audiencia será el 22 de julio.
No ahondaré mucho en términos o referencias legales, pues soy un ignorante del tema. Lo muy poco que sé es por oídas, algunas lecturas, papeleo de oficina y pláticas con el propio Jairo, que, por su situación, sabe más que yo de materia penal. Tampoco hago muchas preguntas sobre su caso a otras personas porque, pues, a mí qué me importa. Y no es que no me importe, pero, digamos que laboralmente, su asunto no debe ser de mi incumbencia. Las contadas veces que han venido el fiscal y su abogado, me quedo escuchando al margen de la puerta de la sala de visitas, pues mi trabajo se limita a que la estancia de Jairo en celdas sea digna.
Jairo acaba de cumplir los 19 años. Se le acusa de violación y robo con violencia a una menor de edad. He convivido con él, con su novia y su familia durante el tiempo que lleva detenido, y, conociéndolo un poco más a fondo -su mirada, movimientos, pensamientos, carácter, el tono en que agradece o pide las cosas por favor-, creo que es inocente.
Su historia es medio confusa. Parece una mala jugada del destino. La versión de Jairo es que su hermano menor -un chavito de 13 años- encontró en un lote baldío el chip del teléfono de la chavita a la que violaron, y se lo puso al suyo. Dieron con él por la foto del Whatsapp. Al principio la chavita dijo que el de la foto no era su agresor, pues, según su versión, éste era mayor y tenía aspecto de indigente. Después, al ver a Jairo, dijo que se parecía a quien había abusado de ella, "pero en limpio". Total que lo señaló y lo acusaron y aquí está encerrado.
A la chica le han realizado algunos estudios médicos. No encontraron semen ni desgarramiento anal, como en un principio refirió la joven en su versión del ataque, la cual, tiene algunas contradicciones. Jairo asegura nunca haber visto a la chica, pero piensa que pudiera estar encubriendo a alguien. Quizás a su novio, de quien sí ha escuchado hablar y dice tener "mala fama".
Hay más pruebas a favor de Jairo, pero me comentan que los padres de la niña pudieran tener miedo de que salga libre y tome acciones legales en su contra por el tiempo que le hicieron pasar encerrado siendo inocente; por eso dicen que la niña no se retracta de lo que dice. Espero que esta versión sea sólo un rumor. Jairo asegura que nunca haría eso. Que no quiere problemas ni dinero. Que nada más quiere volver a la prepa. Le duele no haberse graduado junto a su novia.
El abogado de Jairo también cree que es inocente. Lo he escuchado decir eso varias veces en privado, cuando no está presente Jairo. "Mire, Lic., la verdad no perdería mi tiempo sabiendo que el chavo es culpable". Por otro lado, el fiscal no está tan convencido. La historia del chip en el lote baldío le parece absurda. ¿Encontrar un chip de teléfono entre tanto escombro y maleza? Una vez el fiscal llegó a sugerir que el hermano de Jairo pudiera haber sido el violador y que Jairo se había echado la culpa. "Me ha tocado ver niños sicarios", fue su argumento.
Jairo dice que su hermano cruza ese lote baldío casi a diario para ir a la secundaria y que desde que Jairo está preso, siente mucha culpa, llora y no duerme por las noches. Otro argumento a favor del fiscal: "el hermano siente culpa por algo". Yo nunca he visto llorar a Jairo. Tampoco lo he escuchado hacerse la víctima. Platica con soltura y sonríe seguido, como si no le guardara rencor a nada ni a nadie. Por eso digo que si Jairo está diciendo la verdad, su situación es una muy mala jugada del destino.
A diario vienen familiares a verlo. Su mamá le trae desayuno, comida y cena. Una vez me regaló elotes y tamales. Una tía le trajo una Biblia y un rosario. Su papá siempre le trae el periódico El Metro. También dejé que pasaran una pequeña bocina y unos audífonos para que escuche música. Yo le he traído algunos libros y muchas revistas para fomentarle el gusto por la lectura. Hace poco me pidió hojas y lápiz. "Me gusta mucho dibujar, Lic.". Me muestra sus dibujos. Le doy algunos consejos y tips de lo poco que sé y le muestro los que yo hago. La vez pasada le ayudé a trazar un rinoceronte que vio en una National Geographic. Los dibujos los pega en la pared de la celda con cinta adhesiva. Los oficiales los observan curiosos y lo felicitan. También le estoy enseñando a hacer los crucigramas de la penúltima página del periódico. La otra vez me sorprendió que se supiera la palabra "etnia" como respuesta. También se supo "caparazón", "oleaje", "hilera" y "reprender".
Éste es el caso de Jairo. Sólo quería que lo conocieran. Estas cosas son las que hacen interesante este trabajo; las que hacen que valga la pena venir y sentir que se hace una diferencia, aunque sea en una persona. Sólo espero que después de la audiencia del 22 de julio, Jairo sea declarado inocente y quede en libertad.
miércoles, julio 01, 2015
El blues del chupamirto
Esta situación de la colibrí anidando en una rama del bambú de la cochera de mi casa, me puso muy sensible, snif. Sí: aunque se burlen de mí, bola de cabrones; y aunque me digan que "¡Ay, ay, inche joto": es la verdad, ¿qué quieren que haga? (es verdad que me puse sensible, no que sea joto, snif). Y digo "sensible" porque como que se exponenció la percepción que tengo respecto a la relación del hombre con su entorno; de cómo hasta el ser "más insignificante" es importante y complejo; y de cómo si uno es un imbécil puede borrar de un manotazo un eslabón -o varios- de ese engranaje perfecto que es La Madre Naturaleza.
Desde que vi los huevos de colibrí en el nido me puse a leer tooodo lo relacionado con estos animalitos. Incluso encontré una página donde vienen "primeros auxilios para bebés colibrí" y explican qué hacer en caso de que la mamá no volviera al nido o alguno de los polluelos se cayera de él. Por ejemplo, aprendí que los colibríes no tienen olfato, por lo que un polluelo puede ser regresado al nido por un humano sin problema de que sea rechazado por la madre. ¿Cómo ven?
Pero bueno... Volviendo al tema: la neta sí me preocupó bastante tener un nido de colibrí en casa. Me sentí privilegiado -algo así como un Neo de La Matrix de los colibríes- y a la vez, sentía una responsabilidad medio cabrona, pues no quería que les fuera a pasar algo. Con decirles que hasta a mi gato el Chocorrol le prohibí sus salidas.
Pero bueno... Volviendo al tema: la neta sí me preocupó bastante tener un nido de colibrí en casa. Me sentí privilegiado -algo así como un Neo de La Matrix de los colibríes- y a la vez, sentía una responsabilidad medio cabrona, pues no quería que les fuera a pasar algo. Con decirles que hasta a mi gato el Chocorrol le prohibí sus salidas.
Y pues bueno: resultó que entre más leí sobre colibríes, más me maravillaron estos pajaritos. Su fragilidad y, a pesar de ella, la capacidad de adaptación que tienen en un medio tan hostil como el de la ciudad de Monterrey, es impresionante. Que un ave de esas características pueda sobrevivir entre el concreto, el hierro, el vidrio, el smog, las balaceras y el plástico, está muy cabrón. Es una maravilla de la evolución, no un milagro, religiosos pederos.
Si antes los respetaba por el simple hecho de ser seres vivos, ahora los respeto más. Ahora respeto todo más. Incluso estoy a dos pasos de preferir echar pa´fuera a escobazos a los cucarachos que pisarlos para escuchar cómo truenan.
Si antes los respetaba por el simple hecho de ser seres vivos, ahora los respeto más. Ahora respeto todo más. Incluso estoy a dos pasos de preferir echar pa´fuera a escobazos a los cucarachos que pisarlos para escuchar cómo truenan.
Les platico todo esto porque ayer, al salir de casa, volteé a ver el nido de colibrí y me percaté que los picos negros de los polluelos no sobrepasaban el borde. ¡Y me preocupé! Lo primero que pensé fue que se habían caído del nido. Escaneé el suelo con mis hermosos ojos color esmeralda (:P), poniendo minuciosa atención a cada centímetro de concreto, pero no vi nada.
Esperé un poco a una distancia prudente para cerciorarme que la mamá colibrí no anduviera cerca, pues cada que salgo, se aparece, revolotea a mi alrededor y se va a posar sobre un cable de teléfono. Agudicé mi oído para ver si apreciaba el sonido que hacen los colibríes -como un chasquido intermitente- pero no escuché nada. Esperé unos cinco minutos, pero el avecilla no apareció. Me asomé a la calle y miré hacia el cable, pero tampoco estaba ahí. Fue entonces que decidí acercarme al nido.
Estaba vacío.
Estaba vacío.
Hice cálculos mentales y, según lo que aprendí en mis lecturas, los polluelos ya están en edad de dejar el nido, cosa me que dio mucho gusto, pues hay dos colibríes más en la ciudad que nacieron en mi casa. Neta que ojalá mi hogar se convierta en un santuario de colibríes, y que llegue a haber tantos que se coman a mis vecinos :)
Por otro lado, me da algo de tristeza y me pongo chipil, snif, pues ya no los voy a ver. Mientras duró, fue un espectáculo que disfruté mucho; de los mejores de mi vida (tan cabrón como cuando vi a Roger Watters en Toronto, en el 2012)
Como les dije al principio: esto de tener un nido de colibríes me sensibilizó más de lo que estaba. Si antes me preocupaba, ahora me resulta horrendo pensar en el poder e inconsciencia del hombre hacia su entorno. Me aterra pensar que sigamos viviendo rodeados de imbéciles que tengan la fuerza y la ignorancia suficiente como para borrar algo tan maravilloso de un manotazo. Espero que con este escrito cambie su percepción y pongan más atención a cosas que antes no la merecían. Y, como dijo Hubert Reeves: "El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una Naturaleza visible, sin saber que esta Naturaleza que masacra es el Dios invisible que venera".
lunes, junio 29, 2015
A veces pasa
Despiertas un día con la seguridad de que las circunstancias se equivocaron contigo.
Como el juego de mesa que tiene revueltas sus fichas y dados con las cartas y el tablero de otro juego.
Te sientes tan ajeno a tu espacio y tu tiempo.
En verdad lo sientes. No como quienes toman esa pose dramática de moda.
Piensas que erraste de familia y ciudad. De profesión. De amigos. Ideales. Sueños.
Crees que desperdiciaste el tiempo aprendiendo, haciendo y persiguiendo cosas que no te han servido para sentirte tú mismo.
Que te rodeaste de gente que daba igual haber estado solo.
Y te vas a la cama con toda la incertidumbre del mundo.
Resignado ante la falta de respuestas.
Como el juego de mesa que tiene revueltas sus fichas y dados con las cartas y el tablero de otro juego.
Te sientes tan ajeno a tu espacio y tu tiempo.
En verdad lo sientes. No como quienes toman esa pose dramática de moda.
Piensas que erraste de familia y ciudad. De profesión. De amigos. Ideales. Sueños.
Crees que desperdiciaste el tiempo aprendiendo, haciendo y persiguiendo cosas que no te han servido para sentirte tú mismo.
Que te rodeaste de gente que daba igual haber estado solo.
Y te vas a la cama con toda la incertidumbre del mundo.
Resignado ante la falta de respuestas.
A veces pasa.
Piensas que hubiera sido mejor no salirte de la raya. No alejarte del común denominador.
Tal vez así no sentirías esto que te digo.
Morir por dentro pero no morir de hambre. Es fácil disimular lo primero con el estómago lleno.
Pasa más seguido de lo que te imaginas.
Y no tiene nada de malo sentir que vives equivocado. Saber que lo estás, es estar en lo correcto.
A veces pasa. Y no pasa nada. Se continúa por el propio camino. Es nuestra única verdad.
martes, junio 23, 2015
Todo proceso evolutivo es una serie de eventos de especiación y extinción.
La especiación es un procedimiento por el cual una especie da lugar a otra mediante dos mecanismos: la cladogénesis y la hibridación. Sin ahondar mucho en el tema –para no aburrirlos más de lo normal–, por la primera se entiende que dos especies distintas no pueden reproducirse, pero, en cada bifurcación de su árbol filogenético se van dando cambios graduales que conducen a la formación de una nueva especie. La hibridación, al contrario, es el cruce reproductivo entre dos grupos distintos.
Y la extinción vendría siendo la interrupción de algo que ha ido desapareciendo paulatinamente: como el dodo, el tilacino y las mujeres que no la hacen de pedo, snif.
En el mundo interior también existe un proceso evolutivo en donde van ocurriendo cambios graduales según nuestras experiencias; cambios que conducen al desarrollo de una mayor variedad de pensamientos, valores y emociones; estados mentales y espirituales. Las experiencias moldean nuestra forma de percibir el mundo. Las experiencias –que abarcan desde las personas que conocemos y los lugares que visitamos, hasta los libros y películas que nos marcan– vendrían siendo algo así como la cladogénesis y la hibridación de la evolución interior; ese árbol filogenético que se va ramificando en nuestro ser o esencia.
El problema aquí es que también puede haber un retroceso; un estancamiento, pues no todas las personas tienen la capacidad –o el interés– de sacar el mejor provecho de cada vivencia y avanzar en el plano interno. Se llenan de ataduras materiales, complejos, traumas, prejuicios y rencores; siguen patrones sociales impuestos, códigos de ética convenencieros, reglamentos morales absurdos y contradictorios.
Por eso creo que para que esta transformación interior sea verdadera y positiva, la extinción –más que los dos mecanismos de especiación– juega un papel muy importante. Extinguir es desaprender todo eso que "nos hacen aprender", por llamarlo de alguna forma. Extinguir es liberarse; es deshacerse de esos códigos, patrones, protocolos y prejuicios –que ni siquiera brotan de uno mismo– para crear los propios en base a las experiencias, o a lo que en algún momento Nietzsche llamó la voluntad de poder y, Schopenhauer, la voluntad de vivir; lo que mejor les embone. Y hasta de esto deben sacar sus propias conclusiones, por más chingones que estos dos hayan sido.
La especiación es un procedimiento por el cual una especie da lugar a otra mediante dos mecanismos: la cladogénesis y la hibridación. Sin ahondar mucho en el tema –para no aburrirlos más de lo normal–, por la primera se entiende que dos especies distintas no pueden reproducirse, pero, en cada bifurcación de su árbol filogenético se van dando cambios graduales que conducen a la formación de una nueva especie. La hibridación, al contrario, es el cruce reproductivo entre dos grupos distintos.
Y la extinción vendría siendo la interrupción de algo que ha ido desapareciendo paulatinamente: como el dodo, el tilacino y las mujeres que no la hacen de pedo, snif.
En el mundo interior también existe un proceso evolutivo en donde van ocurriendo cambios graduales según nuestras experiencias; cambios que conducen al desarrollo de una mayor variedad de pensamientos, valores y emociones; estados mentales y espirituales. Las experiencias moldean nuestra forma de percibir el mundo. Las experiencias –que abarcan desde las personas que conocemos y los lugares que visitamos, hasta los libros y películas que nos marcan– vendrían siendo algo así como la cladogénesis y la hibridación de la evolución interior; ese árbol filogenético que se va ramificando en nuestro ser o esencia.
El problema aquí es que también puede haber un retroceso; un estancamiento, pues no todas las personas tienen la capacidad –o el interés– de sacar el mejor provecho de cada vivencia y avanzar en el plano interno. Se llenan de ataduras materiales, complejos, traumas, prejuicios y rencores; siguen patrones sociales impuestos, códigos de ética convenencieros, reglamentos morales absurdos y contradictorios.
Por eso creo que para que esta transformación interior sea verdadera y positiva, la extinción –más que los dos mecanismos de especiación– juega un papel muy importante. Extinguir es desaprender todo eso que "nos hacen aprender", por llamarlo de alguna forma. Extinguir es liberarse; es deshacerse de esos códigos, patrones, protocolos y prejuicios –que ni siquiera brotan de uno mismo– para crear los propios en base a las experiencias, o a lo que en algún momento Nietzsche llamó la voluntad de poder y, Schopenhauer, la voluntad de vivir; lo que mejor les embone. Y hasta de esto deben sacar sus propias conclusiones, por más chingones que estos dos hayan sido.
martes, junio 09, 2015
El peso de una promesa
David se encontraba de pie detrás de la barra del bar "La Tía",
con un montón de fotografías colgadas y botellas de toda clase de licores alineadas a su espalda. Es curioso que alguien que habla inglés –y que no hace el mínimo esfuerzo por hablar español– atienda un negocio en México. Se siente como si uno fuera el extranjero en su propio país. Por eso, desde un principio, David me cayó bien: poniendo sus reglas; sin ser condescendiente; con la seguridad de que quien visita el bar habla su mismo idioma. Pasaba del mediodía. Habíamos caminado toda la mañana. Yo pedí un ron con agua mineral y Coca Cola; ella, una cerveza Pacífico.
David –Deivid– nació cerca de
Dallas, Texas, “Pero mi última dirección conocida es en el estado de Alabama”,
aclara. Llegó a Ajijic –un pueblo mágico de Jalisco, a orillas del lago de
Chapala– cuando tuvo que visitar Guadalajara por cuestiones de negocios y uno de sus proveedores, en agradecimiento,
lo llevó un fin de semana a dicho poblado. Desde hace siete años, David habita en
este lugar.
David tiene 72 años y ha viajado
por una tercera parte del mundo. “He visitado tantos países como los años que tengo de vida”,
dice en inglés. “¿Y por qué Ajijic?”, pregunté, curioso. “Tiene el clima
perfecto”, asegura. “Sólo un lugar se le asemeja, pero está en Malasia. Muy
lejos. Aparte, aquí conocí al amor de mi vida”.
Suena el teléfono detrás de la
barra. David se estira y contesta en español. Articula algunas palabras y luego habla en
inglés. Ríe y cuelga. “Eeeeh... a eia no le gusta que yo hablo en inglés: eia me regania”, dice,
mientras, sonriente, pasa un trapo húmedo por la barra.
La dueña del establecimiento y
David se enamoraron después de que ésta enviudara. David acudía a "La Tía" cuando los viajes de negocios a Guadalajara se hicieron más frecuentes y aprovechaba los fines de semana para visitar Ajijic. “Miran: es eia”, nos dice, señalando el teléfono y una de las tantas fotografías colgadas en la pared. La mujer parece mucho más joven que David, y él lo sabe, pues, sin que se le borre la sonrisa del rostro y volviendo a su idioma nativo, aclara: “Tiene 23 años menos que yo”.
David es espigado, de piel casi colorada, bigote ralo y cabello entrecano bien peinado; fuma con elegancia, como uno de esos antiguos galanes de Hollywood. Nos platica de
cuando vivió en Singapur, de cuando viajó a Filipinas y de sus intenciones de ir
a Corea del Norte. “Quiero comprobar si es cierto todo lo que dicen de ese lugar”.
En eso llega Rosario, la novia/esposa/compañera de David. Es una mujer inquieta, dicharachera y alegre. Aparenta menos edad del medio siglo que tiene. David se apresura detrás de la barra, saca un vaso, le sirve un tequila y una cerveza y se estira para darle un beso en la boca. Es ahora Rosario quien nos platica su versión de la historia de amor. "Ah, sí, David nos lo comentó", le decimos; y nos pregunta: "¿Se los dijo en inglés o en español?", para inmediatamente clavarle una mirada punzante y juguetona a su amado, quien no le quita los ojos ni la sonrisa de encima.
Llegan más clientes al bar "La Tía". David los atiende. Me presenta a un inglés canoso de la edad de Rosario. Me presume estar casado con una ex modelo y ex reina de belleza mexicana. Me dice el nombre, pero no la ubico. También viven en Ajijic. "El clima es perfecto", dice el inglés. Algo empiezan a filosofar sobre el peso de las palabras; de las promesas. David dice: "Cuando le dije a Rosario que quería que fuera mi mujer, me dijo que nada más le prometiera que no me iba a morir: no quiere ser viuda por segunda vez. Llevo siete años cumpliendo mi promesa".
Rosario alcanza a escuchar el comentario de David. Le da un sorbo al caballito de tequila, se da media vuelta, monta la mitad del cuerpo sobre la barra y lo besa en la boca. "Hasta ahorita me lo has cumplido, mi amor", le dice, reincorporándose en el banquillo. David sonríe, se sonroja y baja la mirada, perdiéndose en algún punto de la barra, pensando, tal vez, cuánto tiempo más podrá mantener su promesa.
En eso llega Rosario, la novia/esposa/compañera de David. Es una mujer inquieta, dicharachera y alegre. Aparenta menos edad del medio siglo que tiene. David se apresura detrás de la barra, saca un vaso, le sirve un tequila y una cerveza y se estira para darle un beso en la boca. Es ahora Rosario quien nos platica su versión de la historia de amor. "Ah, sí, David nos lo comentó", le decimos; y nos pregunta: "¿Se los dijo en inglés o en español?", para inmediatamente clavarle una mirada punzante y juguetona a su amado, quien no le quita los ojos ni la sonrisa de encima.
Llegan más clientes al bar "La Tía". David los atiende. Me presenta a un inglés canoso de la edad de Rosario. Me presume estar casado con una ex modelo y ex reina de belleza mexicana. Me dice el nombre, pero no la ubico. También viven en Ajijic. "El clima es perfecto", dice el inglés. Algo empiezan a filosofar sobre el peso de las palabras; de las promesas. David dice: "Cuando le dije a Rosario que quería que fuera mi mujer, me dijo que nada más le prometiera que no me iba a morir: no quiere ser viuda por segunda vez. Llevo siete años cumpliendo mi promesa".
Rosario alcanza a escuchar el comentario de David. Le da un sorbo al caballito de tequila, se da media vuelta, monta la mitad del cuerpo sobre la barra y lo besa en la boca. "Hasta ahorita me lo has cumplido, mi amor", le dice, reincorporándose en el banquillo. David sonríe, se sonroja y baja la mirada, perdiéndose en algún punto de la barra, pensando, tal vez, cuánto tiempo más podrá mantener su promesa.
lunes, junio 01, 2015
Extorsión tapatía
Llamaron a la habitación a las
dos de la madrugada.
–¡No abras! –me dijo casi
susurrando, con cierto sobresalto. Me puse de pie entre la oscuridad,
tambaleante, medio dormido y medio despierto. Encendí la luz, me tallé los ojos
y me acerqué a la puerta.
–¿Quién es? –pregunté extrañado,
aclarando mi garganta.
–Soy el de la recepción, señor.
Tiene una llamada –contestó una voz al otro lado del vitral opaco que decoraba
la puerta.
–No estoy esperando ninguna
llamada –dije con sospecha.
Ella me observaba desde la cama,
apretujando las sábanas contra su pecho. Noté su respiración agitada. Yo
contenía la mía, como si ese acto agudizara mis sentidos.
–Es que dicen que quieren hablar
con usted, señor –insistió la silueta
borrosa.
–¡No abras! –gritó.
–¿Quién quiere hablar conmigo si
no estoy esperando ninguna llamada? –pregunté.
No escuché nada. Sólo murmullos.
La silueta seguía inmóvil al otro lado, como si hablara con alguien.
–Dicen que usted ya sabe quiénes
son. Que conteste, por favor –dijo el tipo.
–¡No abras! –insistió ella. Me
acerqué.
–Cálmate, por favor… Si no abro, ¿qué?: ¿nos quedamos aquí? Si alguien quiere hacernos algo de todas formas van a tumbar la puerta.
Quité el pasador y abrí.
–¿Qué pasó?, ¿quién me habla? –dije.
El hombre me extendió su teléfono celular
con la mano temblorosa y los ojos muy abiertos: “Están preguntando por usted”.
–Diga… –contesté la llamada.
–Buenas noches, mi amigo. Usted
está en el cuarto seis, ¿verdad? Responda nada más si es afirmativo –dijo una voz de hombre.
–No, no estoy en el cuarto seis.
¿A quién busca?
–Mire, amigo, no me eche
mentiras; desde aquí lo estamos observando. Soy el comandante… –le devolví el teléfono al
recepcionista instintivamente, como si mi brazo fuera un resorte.
–Cuelga. Te están extorsionando –le
dije.
–Es que me dicen que quieren
hablar con usted. Que están buscando a alguien. Me dijeron que no les colgara –insistió
el hombre, extendiéndome el teléfono.
–¡Cuelga! –dije enérgico, y cerré la
puerta con pasador.
A los pocos segundos escuché cómo el celular sonaba de nuevo, el hombre tomaba la llamada y tocaba otra vez en nuestra habitación. Sentí una descarga de adrenalina que me estremeció el cuerpo como pocas veces lo he sentido.
A los pocos segundos escuché cómo el celular sonaba de nuevo, el hombre tomaba la llamada y tocaba otra vez en nuestra habitación. Sentí una descarga de adrenalina que me estremeció el cuerpo como pocas veces lo he sentido.
–¡Vámonos de aquí, por favor;
tengo mucho miedo! –me dijo, mientras metía apresuradamente ropa y productos de
aseo personal en las maletas.
No abrí la puerta. No recuerdo qué
grité, pero los toquidos cesaron. Apagué la luz del cuarto y otra vez contuve la
respiración. Me asomé por las ventanas que daban a la calle. Estábamos en primera planta. No había nadie afuera. El coche que habíamos
rentado estaba a la vuelta de la esquina. No alcanzaba a divisarlo.
–¡Vámonos de aquí por favor!
Le pedí que se tranquilizara para
poder pensar con claridad las posibilidades. La persona que llamaba no había dicho mi nombre ni
había adivinado el número de nuestra habitación, de seguro era una extorsión
telefónica. Si era eso, "no pasaba de ahí", pensé;
lo sospechoso era el recepcionista, que, o estaba muy idiota para seguir
tomando las llamadas o estaba coludido con quien llamaba; por lo tanto, no era
seguro seguir durmiendo en ese lugar. En mi inocencia –y dándole el beneficio de
la duda– pensé que si el recepcionista hubiera estado involucrado, podría haber
dado mis datos completos, para hacer más creíble la extorsión, pues los tenía a la mano. En conclusión: aunque estuviera 100% seguro que todo era una farsa, no íbamos a dormir tranquilos ahí.
El otro problema radicaba en
abandonar a esa hora el hostal Casa Vilasanta, que, según TripAdvisor, tiene certificado de
excelencia con 9.3 de calificación. Si era una típica extorsión telefónica, posiblemente no había nadie afuera;
pero: ¿y si sí? Fuera o no cierto, no
quería que el miedo me venciera. Si hubiera estado yo
solo, igual y cerraba la puerta y me volvía a dormir como si nada hubiera pasado. Pero iba con ella. No quería que le pasara nada ni que algo así arruinara nuestras vacaciones.
Le ayudé a meter lo que faltaba en las
maletas. Le dije que buscara el teléfono de la policía o que llamara –o mensajeara– a unos
conocidos, para que estuvieran al tanto de lo sucedido, en dado caso que
sucediera algo más. Me asomé de nuevo a la calle. No había nadie. Sólo oscuridad. Salí del cuarto
pensando que me encontraría al encargado de la recepción, pero no estaba. Me asomé a la recepción, que estaba al lado de nuestro cuarto, pero estaba vacía. Me llamó la atención que la habitación contigua estaba abierta, con las luces encendidas y unas maletas a la vista. Eché un ojo dentro, pero tampoco había gente. Entré de vuelta al cuarto. "¡Espérame aquí encerrada", dije, mientras tomaba las llaves del coche del buró. Salí corriendo del hostal. Fue entonces que me percaté que
andaba descalzo y en calzones corriendo por la calle. Sentía burbujas en la panza y las
piernas frías. Abrí el automóvil, subí, arranqué y lo estacioné frente al albergue. Entré
y a lo lejos vi al recepcionista afuera de una habitación, con la mano extendida, como
entregando el teléfono a otro huésped. Me miró y la puerta se cerró de golpe.
–¡Cuelga ese teléfono! ¡Ya no
contestes! ¡Entiende! –grité mientras me le acercaba, atravesando el patio interior de la hostería. El hombre me miraba con gesto compungido.
Escuché como se ponían el cerrojo de la puerta de la habitación que acababan de
cerrar. Dentro de mi rush de adrenalina, pensé: “¿Y si los extorsionadores están adentro del hostal?”, y, pues,
casi me cago.
El teléfono móvil del hombre
volvió a sonar y el hombre volvió a contestar. Se lo arrebaté, se lo apagué y
se lo aventé a un sillón que estaba al lado de una maceta.
–¡No haga eso, señor! ¡Me tienen
amenazado! ¡Aquí están afuera! ¡Van a venir por todos!
–Ya salí y no hay nadie –le dije.
–¡No salga! ¡No se vayan a ir, es peligroso! –me dijo.
–Ya salí y no hay nadie –le dije.
–¡No salga! ¡No se vayan a ir, es peligroso! –me dijo.
En eso, ella salió de
la habitación arrastrando una maleta, sosteniendo su teléfono con el hombro y una oreja. Gritaba la dirección del hostal, el número de nuestra habitación, nombres falsos y narraba lo que estaba sucediendo.
Después, me confesó que no había hablando con nadie.
–¡Vengan rápido, por favor! –dijo, antes de fingir que colgaba.
Entré a la habitación por la maleta restante. Tomé una camisa y un pantalón que estaban a la vista y me calcé unas chanclas. Me vestí en dos patadas. Salí casi corriendo. Sólo alcancé a escuchar al hombre, que estaba arrodillado en el sillón donde yo acababa de aventar su teléfono móvil, diciendo: "¿Señora Dafne?... sí, soy yo: ¡estoy metido en un problemón!". La habitación contigua seguía con la puerta abierta, las luces encendidas y las maletas a la vista; pero nadie adentro. "A estos, o ya se los llevaron, o cayeron en la trampa y fueron a un cajero", pensé, recordando los tipos de extorsiones de los que tengo conocimiento.
Aventé las maletas en el asiento trasero y arranqué el coche. A la vuelta de la esquina había un Platina oscuro con los vidrios abajo. Dos tipos tenían los pies afuera del coche. Aquel tramo de calle, mirando por el retrovisor, pensando que encenderían el automóvil y nos perseguirían, fue eterno. Me metí en contra en una avenida; también en una calle lateral; casi me subo en una banqueta cuando una camioneta negra salió a mi paso. Me tranquilicé para no ser presa del pánico y recorrimos la ciudad en busca de otro hotel.
Ya instalados en otra habitación, escribí en Twitter lo que había sucedido.
En la mañana regresamos al hostal Casa Vilasanta: había olvidado un par de camisas y unos zapatos en el clóset; aparte, exigiríamos que nos devolvieran el dinero de la noche anterior. Al llegar, había otro recepcionista. Nos dijo que estaban enterados de lo sucedido en la madrugada. Que "qué pena". Que había llegado la policía como a las 4 de la madrugada. Que eran llamadas desde una cárcel de Tuxtla Gutiérrez. Nos devolvieron los $500 pesos de la noche. Fui al cuarto por lo que había olvidado. La habitación que en la madrugada había estado abierta, encendida y con las maletas a la vista, ahora estaba cerrada. Le pregunté al encargado si había huéspedes ahí. Me dijo que sí: que desde el jueves estaba ocupada esa habitación. No quise indagar más. Salimos con rumbo a Santa María del Oro.
Y así fue...
Entré a la habitación por la maleta restante. Tomé una camisa y un pantalón que estaban a la vista y me calcé unas chanclas. Me vestí en dos patadas. Salí casi corriendo. Sólo alcancé a escuchar al hombre, que estaba arrodillado en el sillón donde yo acababa de aventar su teléfono móvil, diciendo: "¿Señora Dafne?... sí, soy yo: ¡estoy metido en un problemón!". La habitación contigua seguía con la puerta abierta, las luces encendidas y las maletas a la vista; pero nadie adentro. "A estos, o ya se los llevaron, o cayeron en la trampa y fueron a un cajero", pensé, recordando los tipos de extorsiones de los que tengo conocimiento.
Aventé las maletas en el asiento trasero y arranqué el coche. A la vuelta de la esquina había un Platina oscuro con los vidrios abajo. Dos tipos tenían los pies afuera del coche. Aquel tramo de calle, mirando por el retrovisor, pensando que encenderían el automóvil y nos perseguirían, fue eterno. Me metí en contra en una avenida; también en una calle lateral; casi me subo en una banqueta cuando una camioneta negra salió a mi paso. Me tranquilicé para no ser presa del pánico y recorrimos la ciudad en busca de otro hotel.
Ya instalados en otra habitación, escribí en Twitter lo que había sucedido.
En la mañana regresamos al hostal Casa Vilasanta: había olvidado un par de camisas y unos zapatos en el clóset; aparte, exigiríamos que nos devolvieran el dinero de la noche anterior. Al llegar, había otro recepcionista. Nos dijo que estaban enterados de lo sucedido en la madrugada. Que "qué pena". Que había llegado la policía como a las 4 de la madrugada. Que eran llamadas desde una cárcel de Tuxtla Gutiérrez. Nos devolvieron los $500 pesos de la noche. Fui al cuarto por lo que había olvidado. La habitación que en la madrugada había estado abierta, encendida y con las maletas a la vista, ahora estaba cerrada. Le pregunté al encargado si había huéspedes ahí. Me dijo que sí: que desde el jueves estaba ocupada esa habitación. No quise indagar más. Salimos con rumbo a Santa María del Oro.
Y así fue...
Creo que alguien se aprovechó del estado de shock que vivía la ciudad para hacer esto, pues llegamos a Guadalajara un día
después de que grupos criminales casi incendian Jalisco. La prohibición de las drogas y la ordeña de combustibles (y la corrupción, y el analfabetismo, y la desigualdad social, etc.) tienen a este país en la jodidencia total. La verdad, no pensaba en que nos pudiera suceder algo. Ya no pienso en eso, a pesar de que el país en que vivimos amerita que uno ande todo el día neurótico. Desde hace tiempo que no es un mecanismo de defensa actuar con miedo a pesar de todo lo que se entera uno. Ya decidí que unos imbéciles que tienen a México en guerra porque son capaces de matar por droga, gas y petróleo, no me van a robar mi paz a la verga.
A pesar de esta desagradable experiencia, pienso que Guadalajara es una ciudad maravillosa, arbolada, amable, limpia y con un clima envidiable. Aunque, estoy consciente que le falta mucho, sí siento que Guadalajara es todo eso que Monterrey no ha logrado ser en un chingo de aspectos (apertura mental, diversidad sexual, respeto medioambiental, cultura vial, peatonal, cervecera, gastronómica, ecológica, ciclista, foodtruckera, etc.). Y, pues, es una verdadera lástima; en verdad, snif. Con tanto "somos más los buenos que los malos" y tanto tipito "orgullosamente regio", y seguir en retroceso. ¡Qué raro!
Y sí: no faltará el imbécil –nunca falta ese puto imbécil– que diga: "PhueZ Zi No Te GuZtha MonteRReY no BiBaz aKi, GufffFo", y pues, querido imbécil cuya respuesta es ésta cada que alguien critica tu ciudad, te digo: no has entendido nada de nada con esa hueva mental que te cargas, fruto de tu conformismo, tu insensibilidad y tu cero objetividad al ver la triste realidad de nuestra metrópoli. El que debe irse eres tú, no yo. Tú le haces más daño que yo con tu puta pasividad.
Por último: ¡vayan a Guadalajara!
A pesar de esta desagradable experiencia, pienso que Guadalajara es una ciudad maravillosa, arbolada, amable, limpia y con un clima envidiable. Aunque, estoy consciente que le falta mucho, sí siento que Guadalajara es todo eso que Monterrey no ha logrado ser en un chingo de aspectos (apertura mental, diversidad sexual, respeto medioambiental, cultura vial, peatonal, cervecera, gastronómica, ecológica, ciclista, foodtruckera, etc.). Y, pues, es una verdadera lástima; en verdad, snif. Con tanto "somos más los buenos que los malos" y tanto tipito "orgullosamente regio", y seguir en retroceso. ¡Qué raro!
Y sí: no faltará el imbécil –nunca falta ese puto imbécil– que diga: "PhueZ Zi No Te GuZtha MonteRReY no BiBaz aKi, GufffFo", y pues, querido imbécil cuya respuesta es ésta cada que alguien critica tu ciudad, te digo: no has entendido nada de nada con esa hueva mental que te cargas, fruto de tu conformismo, tu insensibilidad y tu cero objetividad al ver la triste realidad de nuestra metrópoli. El que debe irse eres tú, no yo. Tú le haces más daño que yo con tu puta pasividad.
Por último: ¡vayan a Guadalajara!
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