Estos días helados me traen recuerdos de mi infancia. No sé si sea el olor del frío (siempre he insistido en que el frío huele a algo, a algo muy rico), el aire que corre por las mañanas o la resequedad en la piel; pero el frío me remonta a cuando era un Guffillo. Me levantaba modorro y con baba seca en la comisura de los labios, con la esperanza de que en las noticias dijeran que no habría clases por las bajas temperaturas. Algunas veces sucedía, otras no; y me mandaban a la escuela sin bañar, con la pijama de los Superamigos abajo de la ropa, una bufanda "para que no se me enchuecara la boca", un chaquetón y un gorro. Yo prefería mi chaquetilla negra "Members Only"-porque me sentía Luke Skywalker- y un gorro tipo el chavo del 8; pero mi amá decía que parecía loco con él y que la chaqueta negra no me cubría nada. Con el frío los pelotazos dolían más, el recreo era más aburrido y las ventanas de los salones se empañaban. Lo divertido era que podías dibujar en ellas y que podíamos jugar a que fumábamos como los grandes cada que soltábamos aire. En casa, me acurrucaba entre las colchas, con unos calcetones gruesos (todas las madres se encabronan si ven a sus hijos pisar el piso frío), un plato de huevo con jamón en el regazo y un vasote de Quik caliente. Viendo tele: Topo Gigio, El Crucero del Amor, Los Duques de Hazzard, Los Pioneros, Dallas... La pinche Familia Telerín agüitaba todo el pedo, sabía que el día ya había valido madre. Era hora de dormir... "Ojalá mañana, ahora sí, no haya clases", pensaba... Y soñaba acurrucado.
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2 comentarios:
Sip. muy bonito relato.
Saludos! :)
Chale, con estos post me haces sentir cada vez mas viejo, no chingues.
Sniff.
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