jueves, enero 10, 2019

El Palacio de la Paz de La Haiga sido como Haiga sido

Aterricé en Ámsterdam por ahí de las ocho de la mañana del día siguiente, es decir: muy temprano y siete horas en el futuro :P

Aunque durante el vuelo me leí casi 250 páginas de Bailando en la oscuridad, del escritor noruego Karl Ove Knausgaard, no me dio sueño en todo el viaje; pero tampoco me sentía cansado. Creo que el entusiasmo de estar donde estaba, saber a lo que iba y cómo lo había conseguido, borraba cualquier rastro de fatiga.

A esa hora, Tjeerd Royaards –el mero mero de Cartoon Movement– ya me esperaba en el aeropuerto. Cuando nos vimos, nos saludamos como si nos conociéramos de años. Tomamos un tren y después nos subimos a un ferry. En ambos trayectos platicamos de lápices, plumas, tipos de papel, programas para dibujar, colorear y haber hecho de nuestro hobby una profesión. Después caminamos envueltos en el frío de la mañana, con rumbo a su oficina, ubicada en una parte de la ciudad en donde rescataron algunos edificios industriales abandonados que convirtieron en estudios para artistas. Ahí nos estaban esperando dos personas para hacerme una entrevista y grabar un video que sería la introducción a mi plática del 10 de diciembre en el Palacio de la Paz de La Haya.

Tardamos poco más de dos horas en hacer el video. Me gustó que fue algo espontáneo –me avisaron un día antes sobre esto– y no llevaba nada preparado; y, hasta eso, creo que salió bien. Así quedó el video del que les hablo (creo que en mi cara se notan un poco las horas de desvelo, jejeje):


Después de grabar el mentado video, nos fuimos a comer un sándwich y a recorrer la ciudad. Seguimos platicando sobre nuestras preferencias políticas, sobre el nuevo presidente de México, sobre el sistema de transporte holandés y cómo éste borra las diferencias sociales; platicamos sobre nuestros sueños como dibujantes y demás cosas de las que platican los moneros cuando se encuentran. Oscureciendo, tome un tren con rumbo a La Haya; llegando ahí, un camión que me llevó al hotel para instalarme. A pesar de que llevaba más de 24 horas despierto, esa noche no pude dormir. Me quedé leyendo el libro que no logró arrullarme durante el vuelo y puliendo la plática que daría el lunes. 

El cansancio me venció como hasta las 5 de la madrugada, y me desperté a la 1 de la tarde. Brinqué de la cama al ver la hora. No quería perderme ni un minuto de aquel viaje; ni una hora de luz –oscurecía a las 5–, ni un rincón de aquellos lugares. Me vestí... no, miento: me había quedado dormido con la ropa del viaje puesta y me salí del hotel con esos mismos trapos encima a recorrer las pacíficas calles de La Haya, su tráfico bicicletero y su arquitectura de ensueño.

Y así me la pasé los días antes del día de mi plática en el Palacio de la Paz: viajando entre La Haya y Ámsterdam; sí, cumpliendo con algunos compromisos del viaje, pero pasaba más tiempo recorriendo las calles, los barrios menos turísticos, visitando museos, metiéndome en restaurantes, cafés y microcervecerías. Probé comida de Surinám (creo que la más exótica que he probado hasta ahorita) y conocí los bitterballen (un snack típico de la cocina holandesa). Volví a probar los arenques con cebolla en un tendajo callejero y todo tipo de embutidos y quesos en un mercado montado en una callejuela. Hasta a una biblioteca me metí, pues había una exposición de caricaturistas holandeses. Me faltó andar en bicicleta y meterme a algún coffeeshop a tener "una experiencia cósmica" :P Ya será para la próxima. Ah, también fui al museo de M.C. Escher, uno de mis artistas favoritos (el que se dibuja viéndose en una esfera) y uno de los papelitos en mi bucket list que me faltaba palomear. Aquí les presento algunas fotos del lugar:
Tomarse una foto así en el museo de M.C. Escher es tan ordinario como tomarse una foto "sosteniendo" la torre de Pisa, snif.
Fachada del museo.
Aparte de la obra pictórica del autor, los candelabros de cada sala robaban las miradas de los asistentes.
Conocí también las playas de La Haya. Siempre me han llamado la atención las playas frías. Es como este inmenso desperdicio que tiene uno enfrente. Y digo "desperdicio" porque uno no puede ni quitarse la ropa ni meterse a nadar; uno se limita simplemente a contemplar el mar inquieto y helado; y como que en esa resignación contemplativa hay algo de romanticismo y nostalgia que hace que uno sienta rico a pesar del frío.

Recuerdo que el día que fui a la playa, comenzó a llover. Como no había cargado con un paraguas, me metí a resguardarme del agua en un café cercano que vi. Sentado ahí, pedí un sándwich y un capuchino, y me puse a dibujar en un block de hojas que había comprado. Las personas de la mesa de al lado me miraban de reojo y sonreían cuando los miraba. Después de unos minutos, agarraron confianza y se acercaron a ver lo que estaba haciendo. Y empezamos a platicar.

Les mostré algunos de mis dibujos, les platiqué del concurso y la razón por la que había sido invitado a su país, y, al escuchar eso, me trataron mejor de lo que me estaban tratando, jajaja. El chico que estaba en esa mesa, hasta me pidió que me tomara una foto con él y le hiciera un dibujo. Al ver aquello, la mujer detrás de la barra se acercó a mi mesa. Era la dueña del lugar y familiar del hombre que se había acercado con los jóvenes a ver mis dibujos. Lo más curioso de aquella experiencia fue que la dueña del café trabajaba para el gobierno de los Países Bajos, y el lunes 10 de diciembre estaría en mi plática O_O Cabe mencionar que no me cobró la cuenta por más que insistí en pagarla. "Es un honor que una persona que hablará en el Palacio de la Paz esté en mi negocio". Me fui sonrojado por tanta amabilidad. Y seguí recorriendo sin rumbo –y sin paraguas– la ciudad.

A continuación les presento máss fotos del viaje; algunos lugares que visité, donde comí o bebí (o las dos cosas); y, en la siguiente entrega (sí, habrá otra) les contaré sobre mi plática en el espectacular Palacio de la Paz de La Haya. Que tengan buen jueves.
Llegando con todo y maletas al estudio de Tjeerd Royaards, de Cartoon Movement
Ferry para llegar al otro lado del charco.
Regresando de noche al hotel.
Un barecito cerca del hotel donde tenían cerveza local.
Microcervecería en Ámsterdam
Bueno: ni tan "micro"...
"Oedipus", se llamaba (o sea, "Edipo").
Y sí: la cervecería "Edipo" tenía cervezas con puros nombres sexuales: "Swingers", "Mamá", "Poliamor", etc.
Gente muy arreglada pedaleando.
El famoso Bulldog Coffeeshop, en Ámsterdam.
Mercadito de quesos y embutidos.
Nieve de marihuana O_o
El EYE Film Institute, uno de los mejores museos de cine en el mundo; y la ciudad, de fondo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

conmadre mi guffo!!!

me da un chingo de gusto y me siento afortunado de ser tu cuate cabron!!

Guffo Caballero dijo...

Saludos, mi buen Beto. Gracias pro tu amistad. Abrazo.

Reynaldo Sanchez dijo...

Felicidades Guffo.

Vaya que te ha costado! Me da mucho gusto, aun sin conocerte, que nuestra gente talentosa sea reconocida.