Aprovechando la enajenación que provoca el mundial de fútbol, me tomaré la libertad de lanzar algunos tiritititos reflexivos al área. No es nada que no sepamos, pero me ayuda como desahogo para no salir a la calle con mi bazooka a dispararle a todos esos que traen puesta “la verde”:
-Las dos televisoras de siempre, el pan que da chorrillo, el refresco que pica los dientes, las frituras enchiladas que engordan a los niños, la leche rebajada, el servicio telefónico con las tarifas más altas del mundo, el banco más ratero… Con esta “renovada” selección mexicana, que promete cambios que nunca ha aplicado, de seguro todos los mexicanos ganamos.
-La gente prefiere pagarle un millón de pesos mensuales (yendo al estadio, comprando abonos, comprando camisetas oficiales, bebiendo cerveza, etc.) a un pendejo para que patee un balón y lo meta en una portería, que pagarle más de 7 mil pesos mensuales (pagando impuestos, etc.) a un policía o a un médico del seguro social para que hagan bien su chamba. El fútbol ante todo, pos qué chingados.
-Un evento de esta magnitud, en medio de una de las peores crisis económicas, realizado en el continente más jodido del planeta, no me da buena espina. Me huele a que los únicos beneficiados van a ser los mismos huevones encumbrados de siempre: ésos que se la pasan componiendo canciones, haciendo obras de beneficencia y clamando por que se les perdone la deuda a los africanos para quedarse con la tajada más grande del pastel.
-Eso de las pasiones desbordadas por equipos que representan de manera ambigua una ideología, una institución o una patria, tampoco me da buena espina. Nunca he confiado en la gente que basa su estado de ánimo, sus opiniones o su productividad en el resultado final de un partido de su equipo favorito. De hecho, nunca he comprendido el por qué "irle" a alguien o defender "los colores" de una camiseta.
-Para todos ésos que ya ven a México campeón del mundo, desde ahorita les digo: aunque México sea campeón, las cosas no van a cambiar. Hemos tenido muchos campeones del mundo (clavadistas, marchistas, boxeadores, etc.) y no ha pasado de un día de hueva y peda total con resaca y actitud positiva al día siguiente. El verdadero cambio va más allá del “sí se puede” o del “sí se pudo”; va más allá de 11 babosos diciendo que “hagas sándwich” y de su sobrevalorado director técnico choreándonos con que ama a México pero vive fuera de él. Mientras vivamos en una sociedad con tantas y tan marcadas diferencias, donde se mata por comida, coches y droga, México puede ganar mil mundiales y darnos “mil alegrías”, pero si el cambio no es de fondo, seguirá yéndose directito a chingar a su madre.
-Los partidos de fútbol se ganan con goles y las guerras se ganan con balas. Ambas cosas pudieran evitarse –fútbol malo y guerras sangrientas- si al dinero se le diera menos importancia de la que tiene.
-La gente justifica los partidos de fútbol diciendo: “Es que hay que darle de vez en cuando una alegría a la gente en medio de tanta tragedia”. O: “A veces este tipo de distracciones son buenas para que la gente se olvide un rato de sus problemas”. No sé, en lo personal, no comulgo con esas ideas. Si se necesita “darle alegrías y distracciones a la gente”, es porque la vida apesta, y quienes "nos dan esas alegrías” son precisamente los culpables de que la gente crea que su vida apesta a tragedia y problemas, y la solución es consumir los placebos que ellos mismos ofrecen.
-En las escuelas primarias y secundarias de mi país, llevan televisores para ver los partidos de México y, cuando el juego es a la 1:30, dan la salida temprano. Me enteré por ahí que en algunos planteles educativos, si los niños no llevan la camiseta de la selección mexicana, se les castiga haciéndolos llevar el “uniforme de gala” del colegio y no se les dan los “puntos extra” que se les dan a los que sí acatan la orden de comprar su playera. Neta que con un sistema educativo así, si tuviera hijos, preferiría aventarlos al monte para que los educara un oso o una pantera, como en el Libro de la Selva. Sería más seguro.
-Saramago y Monsi, a pesar de todo lo que lucharon, lograron muy poco para hacer de este mundo uno más humano. Su mejor legado -aparte de sus letras, críticas y opiniones- fue su ejemplo. Pero nunca es suficiente pelear con la inteligencia en un entorno que prefiere los proyectiles. Su legado ahí está. Nomás que hay que echarle el doble de huevos si queremos imitarlo. Y educar a los niños para que quieran ser como Saramago y Monsi, no como el "Chicharito" y el "Temo".
¡Haz Lonche!
-Las dos televisoras de siempre, el pan que da chorrillo, el refresco que pica los dientes, las frituras enchiladas que engordan a los niños, la leche rebajada, el servicio telefónico con las tarifas más altas del mundo, el banco más ratero… Con esta “renovada” selección mexicana, que promete cambios que nunca ha aplicado, de seguro todos los mexicanos ganamos.
-La gente prefiere pagarle un millón de pesos mensuales (yendo al estadio, comprando abonos, comprando camisetas oficiales, bebiendo cerveza, etc.) a un pendejo para que patee un balón y lo meta en una portería, que pagarle más de 7 mil pesos mensuales (pagando impuestos, etc.) a un policía o a un médico del seguro social para que hagan bien su chamba. El fútbol ante todo, pos qué chingados.
-Un evento de esta magnitud, en medio de una de las peores crisis económicas, realizado en el continente más jodido del planeta, no me da buena espina. Me huele a que los únicos beneficiados van a ser los mismos huevones encumbrados de siempre: ésos que se la pasan componiendo canciones, haciendo obras de beneficencia y clamando por que se les perdone la deuda a los africanos para quedarse con la tajada más grande del pastel.
-Eso de las pasiones desbordadas por equipos que representan de manera ambigua una ideología, una institución o una patria, tampoco me da buena espina. Nunca he confiado en la gente que basa su estado de ánimo, sus opiniones o su productividad en el resultado final de un partido de su equipo favorito. De hecho, nunca he comprendido el por qué "irle" a alguien o defender "los colores" de una camiseta.
-Para todos ésos que ya ven a México campeón del mundo, desde ahorita les digo: aunque México sea campeón, las cosas no van a cambiar. Hemos tenido muchos campeones del mundo (clavadistas, marchistas, boxeadores, etc.) y no ha pasado de un día de hueva y peda total con resaca y actitud positiva al día siguiente. El verdadero cambio va más allá del “sí se puede” o del “sí se pudo”; va más allá de 11 babosos diciendo que “hagas sándwich” y de su sobrevalorado director técnico choreándonos con que ama a México pero vive fuera de él. Mientras vivamos en una sociedad con tantas y tan marcadas diferencias, donde se mata por comida, coches y droga, México puede ganar mil mundiales y darnos “mil alegrías”, pero si el cambio no es de fondo, seguirá yéndose directito a chingar a su madre.
-Los partidos de fútbol se ganan con goles y las guerras se ganan con balas. Ambas cosas pudieran evitarse –fútbol malo y guerras sangrientas- si al dinero se le diera menos importancia de la que tiene.
-La gente justifica los partidos de fútbol diciendo: “Es que hay que darle de vez en cuando una alegría a la gente en medio de tanta tragedia”. O: “A veces este tipo de distracciones son buenas para que la gente se olvide un rato de sus problemas”. No sé, en lo personal, no comulgo con esas ideas. Si se necesita “darle alegrías y distracciones a la gente”, es porque la vida apesta, y quienes "nos dan esas alegrías” son precisamente los culpables de que la gente crea que su vida apesta a tragedia y problemas, y la solución es consumir los placebos que ellos mismos ofrecen.
-En las escuelas primarias y secundarias de mi país, llevan televisores para ver los partidos de México y, cuando el juego es a la 1:30, dan la salida temprano. Me enteré por ahí que en algunos planteles educativos, si los niños no llevan la camiseta de la selección mexicana, se les castiga haciéndolos llevar el “uniforme de gala” del colegio y no se les dan los “puntos extra” que se les dan a los que sí acatan la orden de comprar su playera. Neta que con un sistema educativo así, si tuviera hijos, preferiría aventarlos al monte para que los educara un oso o una pantera, como en el Libro de la Selva. Sería más seguro.
-Saramago y Monsi, a pesar de todo lo que lucharon, lograron muy poco para hacer de este mundo uno más humano. Su mejor legado -aparte de sus letras, críticas y opiniones- fue su ejemplo. Pero nunca es suficiente pelear con la inteligencia en un entorno que prefiere los proyectiles. Su legado ahí está. Nomás que hay que echarle el doble de huevos si queremos imitarlo. Y educar a los niños para que quieran ser como Saramago y Monsi, no como el "Chicharito" y el "Temo".
¡Haz Lonche!