Nunca supe si la tía Pinole estaba loca o nada más medio pendeja. Con ese nombre tal vez ambas cosas. De hecho, nunca supe si así se llamaba o así le decían. De lo único que estoy seguro es que Pinolilla, como le decíamos de cariño, tenía mucho dinero. Sin embargo, me daba los regalos más extraños y estúpidos que un niño de 9 años pudiera recibir. Sus regalos parecían una broma, por no decir, una patada en los huevos. Me llegó a regalar ganchos para colgar la ropa, una grapadora, cera para lustrar zapatos, agujetas, jabón de tocador de hoteles en los que había estado hospedada, un cortaúñas, una taza con el logotipo de algún partido político y, en una ocasión, me regaló una sandía. ¡Ahora si que te la mamaste con la sandía, Pinole!, le dijo uno de mis tíos -su hermano menor- y todo mundo echó a reír. ¿Por qué?, ¿qué tiene de malo?, contestó ella poniendo cara de pendeja. Por eso digo que nunca supe si estaba loquita o tontita o simplemente era exageradamente tacaña y se hacía pasar por loca. La tía Pinole murió joven, no sé de qué, y le dejó todo su dinero a mi abuelita: una viejita huevona que su único oficio era darle de comer a las palomas cagonas del parque frente a su casa y estar fingiendo enfermedades para joder a sus hijos. Debo admitir que los regalos de la tía Pinole eran lo único divertido de mis cumpleaños porque lo divertido de cumplir años desaparecía cuando los adultos se empeñaban en regalarme cosas que ellos consideraban útiles, como pares de calcetones gruesos, guantes para el frío, un agua de colonia, agendas, plumas y un sweater a cuadros bordado cortesía, como todos los años, de mi abuelita; quien se volvió igual de tacaña que su hija Pinole después de la herencia. Pero ningún juguete recibía. Por eso prefería los regalos de la tía Pinole, por eso la extrañaba: porque ella de perdido me sorprendía y mantenía viva mi capacidad de asombro, cosa que los adultos habían olvidado ya tiempo atrás. Bueno, debo decir que Chuy sí que me sorprendió al regalarme la revista de mujeres encueradas que había traído su papá de Houston y que tenía escondida debajo del colchón de la cama. Yo la escondí donde mismo.
Era otoño y el viernes acababa de cumplir 9 años. Pero ya era domingo, el día más triste y cínico de la semana. Recordar a la tía Pinole lo hacía más llevadero. Sentía calor a pesar del viento fresco de los últimos días de octubre. El sol pegaba de lleno durante todo el día en la ventana de mi cuarto. ¡Se te va a atorar la lengua ahí, cabrón!, me decía mi madre entre en broma y en serio. Me divertía mucho ponerme frente al abanico y hablar. Me daba risa cómo las aspas rebanaban mis palabras y le daban un efecto como de robot a todo lo que decía. Podía quedarme horas frente al abanico de mi cuarto, hablando solo, con la boca a centímetros de las rejillas protectoras, imaginando que era un androide: H-o-o-o-l-a-a-a m-a-a-a-m-i-i-i, le decía a mi madre cuando pasaba por mi cuarto. ¡Ya quítate de ahí!, te vas a mochar la lengua, gritaba mi jefecita con cierta preocupación. Además te va a dar una pulmonía, remataba con esta frase que era de sus favoritas. T-a-a-a b-u-u-u-e-e-e-n-o-o-o, le respondía. Era de lo más estúpido hacer eso, pero era divertidísimo perder el tiempo de esa manera. Me dio cinco monedas para que dejara de perder así el tiempo y me saliera a jugar. Los calcetones, los guantes y el sweater a cuadros bordado los guardé en un cajón. El agua de colonia –que nunca usé- la puse en el baño
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11 comentarios:
Maestro, con esa saga que usté a puesto, me quito el sombrero. Espero que nos pongamos de acuerdo para que escriba algún cuento para "Cuando no puedes hacer el amor". Te felicito hermano.
Este post raya en lo sublime maetro chiale yo quiero un tia pinole, esta fresa lo de los regalos raros, y bueno del agua de colonia no muy fanatico. saludos y buen inicio de semana.
esa tia era la onda, lastima que no todos tenemos una asi y lo de el abanico yo lo sigo haciendo de vez en cuando, ja!
Debo aclarar que los personajes y situaciones son basados en personas y situaciones de la vida real, pero que no necesariamente son mis familiares o así se llamaban o así sucedieron tal cuál las cosas. Pa´que no crean que le estoy diciendo vieja huevona a mi agüelita, snif. Hay un 15 o 20 % de ficción en esta novelita. Disfrútenla.
Buena novela... y definitivamente los niños si eramos reojetes con todo mundo, pero solo siguiendo el ejemplo de los padres...
Yo tambien hacia eso con el abanico jojojo, lo de la tia que risa... yo tengo una parecida... es mi madrina aparte una vez me regalo un muñeco miniatura de popeye que le salió en una cajita feliz... y cuando llego a mi piñata me dijo "ah mira te traje esto..." y lo sacó de su bolsa con un pedazo de lechuga pegado... en otra ocasión me regaló unos cupones de mandado cuando cumplí 9 años... pensaría que estabamos pobres.... en fin... respecto a tus relatos... neta que me dio mucha tristeza lo del niño discapacitado... porque yo tengo un sobrino con paralisis cerebral y me caga la gente que lo discrimina.... pero bueno esto ya parece novela... besitos a ti y a la fabi...
qeu bonito es recordar esas situacionesl las narras tan bien que hasta ahora aprecio los horrendos regalos de mis tias.
"Hay un 15 o 20 % de ficción en esta novelita. Disfrútenla"
Ps nel. Hay personajes que prácticamente secuetras de todas nuestras infancias...
Salu2
Andaba "Blogging" y me topé con este texto deliciosamente entretenido. Me doy cuenta que todos los comentarios son positivos, porque de alguna manera todos nos identificamos con situaciones parecidas. Keep up the good work. Te he ligado a mi Blog. La gente no debe perderse esto.
Ikaro
ah no manches guffo!!!
jajajajajaja yo te iba a decir q le preguntaras a tus papas como se llamaba en realidad la tia pinole (bien chismes yo)
jajajaja
saludossssssssssssss
Hey yo también así lo mismo con el abanico, jajaja...XD
Este está menos cruel que los anteriores.
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