martes, junio 23, 2015

Todo proceso evolutivo es una serie de eventos de especiación y extinción.

La especiación es un procedimiento por el cual una especie da lugar a otra mediante dos mecanismos: la cladogénesis y la hibridación. Sin ahondar mucho en el tema para no aburrirlos más de lo normal, por la primera se entiende que dos especies distintas no pueden reproducirse, pero, en cada bifurcación de su árbol filogenético se van dando cambios graduales que conducen a la formación de una nueva especie. La hibridación, al contrario, es el cruce reproductivo entre dos grupos distintos.
Y la extinción vendría siendo la interrupción de algo que ha ido desapareciendo paulatinamente: como el dodo, el tilacino y las mujeres que no la hacen de pedo, snif.

En el mundo interior también existe un proceso evolutivo en donde van ocurriendo cambios graduales según nuestras experiencias; cambios que conducen al desarrollo de una mayor variedad de pensamientos, valores y emociones; estados mentales y espirituales. Las experiencias moldean nuestra forma de percibir el mundo. Las experiencias que abarcan desde las personas que conocemos y los lugares que visitamos, hasta los libros y películas que nos marcan– vendrían siendo algo así como la cladogénesis y la hibridación de la evolución interior; ese árbol filogenético que se va ramificando en nuestro ser o esencia.

El problema aquí es que también puede haber un retroceso; un estancamiento, pues no todas las personas tienen la capacidad o el interés de sacar el mejor provecho de cada vivencia y avanzar en el plano interno. Se llenan de ataduras materiales, complejos, traumas, prejuicios y rencores; siguen patrones sociales impuestos, códigos de ética convenencieros, reglamentos morales absurdos y contradictorios.

Por eso creo que para que esta transformación interior sea verdadera y positiva, la extinción más que los dos mecanismos de especiación juega un papel muy importante. Extinguir es desaprender todo eso que "nos hacen aprender", por llamarlo de alguna forma. Extinguir es liberarse; es deshacerse de esos códigos, patrones, protocolos y prejuicios que ni siquiera brotan de uno mismo para crear los propios en base a las experiencias, o a lo que en algún momento Nietzsche llamó la voluntad de poder y, Schopenhauer, la voluntad de vivir; lo que mejor les embone. Y hasta de esto deben sacar sus propias conclusiones, por más chingones que estos dos hayan sido.

En conclusión: hasta en el mundo interior, si no se deja morir lo que no sirve, no hay evolución.

P.D. Y hablando de evolución, especiación, adaptación, extinción, etc.: las crías de colibrí nacieron hace un par de semanas. En las siguientes fotos pueden apreciarse.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Ahhh que fabuloso!!! Snif,, lástima que tendrán que irse.

Alexander Strauffon dijo...

Oh, los pajarillos finalmente. Chido, Guffo.

la burbuja de yol dijo...

me encanta tu blog mi Guffo. ya quedamos bien poquitos que le seguimos. Oye tengo tu libro, el que te dejó Tanis ¿cuando pasas por el?. saludos compadrito!

Guffo dijo...

El Simple: Ya sé, snif.

Alexander: Están bien bonitos; ya los vi de más cerca :3

Yol: Aaaaah, muchas gracias Yolis. Sí, te aviso para pasar por él, a ver si el miércoles me doy la vuelta. Abrazo.

Unknown dijo...

que chingon relato mi buen, mero lo publicaste el dia de mi cumpleaños, por chamba lo voy leyendo hasta ahorita, se sintio como un regalo atrasado pero chevere.

saludos!