lunes, noviembre 03, 2014

¿Quieres ser mi chambelán? (segunda parte)

Foto de Sergio Ruiz
Como les platicaba en la entrada anterior, siempre me negué a ser chambelán. Tenía -y sigo teniendo- pánico escénico y no sabía -y sigo sin saber- bailar.

De hecho, he de confesar que tanto me angustiaba pensar que alguien pudiera invitarme como chambelán, que me volví loco cuando me di cuenta que tarde o temprano mis hermanas llegarían a esa ridícula edad, y, ahí sí, aunque no quisiera, iba a tener que bailar con ellas mínimo un vals, ante la mirada burlona y juzgadora de los ahí presentes, que de seguro pensarían: "Se negó tanto a ser chambelán que Dios por fin lo castigó. Eso se llama karma instantáneo bla bla bla"; porque ya saben cómo es esta sociedad regia de cruel y ranchera. Pero bueno. Les decía que en verdad se convirtió en un martirio pensar que ese día llegaría. Con decirles que todas las noches me despertaba gritando: "¡NOOOOOOOOOO!", y luego me ponía a rezar para que eso de ser chambelán de mis carnalas no sucediera.
Total que para mi muy buen suerte -y la muy mala suerte de mis hermanas- ninguna de las dos tuvo fiesta de quinceaños; al menos no con bailable y esas ridiculeces. Y fue así que otra vez me salvé de la humillación pública, snif.

Creo que en mi vida sólo he querido ir a un quinceaños; curiosamente, a uno al que no fui requerido como chambelán.
Fue la fiesta de una amiga cuyo padre trabajaba en el mundillo del espectáculo. Su fiesta sería en la disco más nice de aquella época y, aparte, ¡tocaría en vivo el grupo Maná! (no se desmayen de la emoción, por favor, que aún no termino mi relato... ¡y no estén chingando con que de seguro esto sucedió hace tanto tiempo que Maná todavía se llamaba Sombrero Verde!, snif).

Total que así fue, mis muy estimados lectores: fui a un quinceaños en el que Maná tocó; aquel Maná famosísimo y ecologiquísimo de ¿Dónde jugarán los niños?, que, aunque no te gustara, terminabas aprendiéndote al menos la de Me Vale porque a todas pinches horas la pasaban en el radio y en la tele. Me acuerdo que en la fiesta el mamón del Fher -Fher el de Maná- hizo un intermedio en su concierto privado para pasar a mi amiga al frente del escenario, felicitarla de parte del grupo y regalarle un bonsái... sí, un bonsái; porque ya saben: "su onda ecológica"... Ay, pinche Fher tan mamón y tacaño.

Años después esta misma amiga me invitó a su boda, a la que fue Raul Di Blasio, Armando Manzanero y José José. Sí, yo sé que odio ir a bodas sean de quien sea, pero a ésta fui con gusto; no porque sea yo muy fan de esos artistas, sino porque quería tener algo que me sirviera a futuro para presumirle a los Godínez y demás simples mortales cuando se pusieran muy locos con sus presunciones comunes y corrientes. ¡Pos estos! ¡Si no somos iguales!
Recuerdo que esa noche un amigo llegó a la mesa con cara de orgasmo porque se había topado al Príncipe de la Canción en el baño y había orinado al lado de él y, pues... chido por él.

Pero volviendo a lo de los quinceaños, en especial recuerdo uno. A éste no quería ir porque no iban a ir mis amigos, pero mis papás me llevaron a la de a huevo porque era la pachanga de una prima "de cariño"; ya saben: esas hijas o hijos de compadres de nuestros padres que no son parientes pero nos relacionamos de cierta forma con ellos que son "casi casi" como de la familia. Yo tendría unos 13 ó 14 años y estaba en un enorme salón del Club Palestino Libanés sentado en una mesa con otros primos "de cariño", metido en un traje azul marino que me quedaba como le quedaban los trajes a Clavillazo, snif.

Y fue entonces que comenzó la pesadilla, pues tía "de cariño" que pasaba por la mesa, tía que decía: “¡Ándenles, no sean rancheros: saquen a bailar a las chavas!”. Ya saben cómo son las pinches tías de cagaleras. Así estuvieron chingue y chingue durante toda la fiesta, hasta que un primo de mi edad, que se sintió muy chingoncito, se puso de pie y fue a Las Mesas de las Chavas y las empezó a invitar a bailar. Está de más decir que a mi primo el traje le quedaba como a Resortes le quedaban los trajes, y que todas y cada una de las niñas lo mandaron al carajo. Ninguna aceptó bailar con él, snif. El wey regresó todo derrotado a sentarse en La Mesa de los Primos ignorando las risitas burlonas y muecas de asco de algunas adolescentes.

De pronto apareció en la mesa mi papá con otros tíos. Habían ido a "consolar" al galán frustrado. Nos echaron un rollo de que "al menos él lo había intentado" y que "nos había puesto el ejemplo a todos" y ese tipo de mamadas.
Yo pensé: "Eeeemmm... no: mi primo no es un héroe; más bien quedó como un pobre pendejo por doblegarse ante la presión social". Y más como pendejo quedó cuando una tía gorda se acercó efusiva a felicitarlo por su valentía y, de premio, lo sacó a bailar. ¡Wooow! ¡Qué gran premio! ¡Dios es grande! ¡Dios premia a quien lo intenta! ¡Wooow! ¡Qué gran lección!

Y creo que fue ahí en donde me cayó el veinte. No es que yo fuera del todo inseguro, lo que pasaba era que simplemente no soportaba esos eventos de música, baile y amontonaderos, pero iba por mis amigos o por mis papás o por "tratar de ser normal". Pero en verdad me parecían -y me siguen pareciendo- ociosos, sin sentido y aburridos. No quería demostrarle nada a nadie; no quería validarme ante nadie; no quería competir con nadie ni me importaba bailar con la más guapa o bailar con muchas ni me interesaba encajar en el "ambiente normal" de los chavos y chavas de mi edad. Me valía verga, en pocas palabras; y fue entonces que empecé a ser más honesto conmigo mismo: a la chingada todo eso que no quería hacer por el simple gusto de hacerlo; a la fregada todo aquello que no quería hacer de corazón.

Tampoco quedé muy convencido de "la enseñanza" de aquella anécdota del primo al que todas le dijeron que no. Me cagaba la interpretación que la mayoría le daba a esa supuesta lección de vida. Me parecía muy cursi, por lo que preferí ver el lado poético del perdedor; la nobleza que conllevan sus actos como un proceso de crecimiento interno, no la bazofia motivacional que pretendían vendernos. Pero bueno...

Tenía 20 años cuando fui a mi última fiesta de quince años, después de mucho tiempo sin asistir a una. Una niña de 15 que estaba enamorada de mí me invitó como su acompañante. Ahí me confesó que desde que tenía 7 años yo le gustaba. Cabe aclarar que por una u otra cosa, entre ella y yo nunca hubo nada, snif. 

9 comentarios:

Unknown dijo...

Un bonsái jaja pero la intención es lo que cuenta, no?, o es una excusa que inventamos los pobres?

Unknown dijo...

Pos que tragedias nos cuenta usted Guffo... pero quien le manda el ir a esas cosas. es más, hay al menos varias excusas:

-Me siento mal
-Estoy triste
-Fingir estar ebrio
-Fingir tener mucho trabajo
-Caerle gordíismo a media humanidad (se logra mayormente mostrando cultura).

Anónimo dijo...

Eres el Grinch hecho un Regio (believer)!

Saludos,
El Buho

Anónimo dijo...

"Yo pensé: "Eeeemmm... no: mi primo no es un héroe; más bien quedó como un pobre pendejo por doblegarse ante la presión social". Y más como pendejo quedó cuando una tía gorda se acercó efusiva a felicitarlo por su valentía y, de premio, lo sacó a bailar. ¡Wooow! ¡Qué gran premio! ¡Dios es grande! ¡Dios premia a quien lo intenta! ¡Wooow! ¡Qué gran lección!
"
Jajajajajaja

Si eso es cierto, supondría que el creador es un gran bromista.

Anónimo dijo...

"Yo pensé: "Eeeemmm... no: mi primo no es un héroe; más bien quedó como un pobre pendejo por doblegarse ante la presión social". Y más como pendejo quedó cuando una tía gorda se acercó efusiva a felicitarlo por su valentía y, de premio, lo sacó a bailar. ¡Wooow! ¡Qué gran premio! ¡Dios es grande! ¡Dios premia a quien lo intenta! ¡Wooow! ¡Qué gran lección!
"
Jajajajajaja

Si eso es cierto, supondría que el creador es un gran bromista.

Anónimo dijo...

Yo tuve un compañero de universidad que siempre dijo que no le gustaba bailar, terminando los estudios él y otros cuates se metieron a clases de baile (salsa).

Y resultó que todos los fines de semana ya no lo sacabas de la salsoteca, y en las fiestas se la pasaba bailando, incluso conoció a una chica que también bailaba y ya hasta se casaron, en toda la universidad nunca tuvo una sola novia.

Deberías probar un día entrar a clases, no más para aprender un poco y ver que se siente, que tal si terminas igual

=P

saludos
Joako

Anónimo dijo...

nunca eh entendido todos esas mamadas de rituales y protocolos que se hacen en las bodas y quince años, lo que si es que me dan tanta flojera, que probablemente por esas cosas nunca me casare...
saludos desde Juarez

A.S dijo...

¡Que horror! Yo tenía pesadillas al saber que se acercaba la mentada fecha. Lo bueno que mi madre acepto mi negativa de no querer fiesta de quince años.

¡Saludos!

Alexander Strauffon dijo...

Hiciste la interpretación correcta del primo. No fue valentía ni mérito de intentarlo, fue doblegarse ante la presión de otros en vez de mandarlos a la mierda y seguir firme en sus convicciones.

Comparto tu aversión por todos esos eventos. Son estúpidos.