Muy temprano por la mañana todavía podía escucharse el murmullo de la nieve derretida corriendo a un lado de las banquetas y colándose entre las alcantarillas.
Las delgadas capas de hielo se han ido desvaneciendo irregularmente, permitiendo que las hebras verdes de pasto y hierba que sobrevivieron a las heladas comiencen a brotar en jardines y parques.
El sol pega del lado de la ventanilla en la que recargo mi cabeza en el tranvía. Su luz se abre paso entre el contorno de los edificios y la bruma lejana, pero al tocar mi rostro languidece. Veo destellos de colores que van y vienen, intermitentes, como los recuerdos de los que quisieras no tener memoria. El chirrido metálico del vagón me arrebata de mis pensamientos.
Levanto el cuello de mi gabardina, meto las manos en los bolsillos aterciopelados y bajo del tranvía en un punto de la ciudad donde nunca antes había estado. Al parecer es un barrio musulmán. Un barrio cualquiera para alguien que como yo no cree en las religiones. Camino entre sus calles, sobre banquetas amuralladas por esqueletos de árboles que dibujan telarañas con sus ramas en el cielo.
Después de caminar algunas cuadras entro a un buffet de comida india. Hombres con turbantes y barbas largas; mujeres con vestidos coloridos y lentejuela. También hay japoneses; o coreanos. Y yo. Aquí nadie es extranjero. Me sirvo dos platos y como en silencio. Todo huele y sabe a curry y jengibre.
Pago la cuenta, levanto el cuello de mi gabardina, meto las manos en sus bolsillos aterciopelados y de vuelta a la calle. Tomo el primer tranvía que se detiene frente a mí. No recuerdo cómo regresar a casa. Recuesto mi cabeza en la ventana y otra vez veo centellas de luz que parpadean conforme suben y bajan las siluetas de los edificios. Quizá me baje en otro barrio que no conozco. Otro barrio donde nadie es extranjero.
Las delgadas capas de hielo se han ido desvaneciendo irregularmente, permitiendo que las hebras verdes de pasto y hierba que sobrevivieron a las heladas comiencen a brotar en jardines y parques.
El sol pega del lado de la ventanilla en la que recargo mi cabeza en el tranvía. Su luz se abre paso entre el contorno de los edificios y la bruma lejana, pero al tocar mi rostro languidece. Veo destellos de colores que van y vienen, intermitentes, como los recuerdos de los que quisieras no tener memoria. El chirrido metálico del vagón me arrebata de mis pensamientos.
Levanto el cuello de mi gabardina, meto las manos en los bolsillos aterciopelados y bajo del tranvía en un punto de la ciudad donde nunca antes había estado. Al parecer es un barrio musulmán. Un barrio cualquiera para alguien que como yo no cree en las religiones. Camino entre sus calles, sobre banquetas amuralladas por esqueletos de árboles que dibujan telarañas con sus ramas en el cielo.
Después de caminar algunas cuadras entro a un buffet de comida india. Hombres con turbantes y barbas largas; mujeres con vestidos coloridos y lentejuela. También hay japoneses; o coreanos. Y yo. Aquí nadie es extranjero. Me sirvo dos platos y como en silencio. Todo huele y sabe a curry y jengibre.
Pago la cuenta, levanto el cuello de mi gabardina, meto las manos en sus bolsillos aterciopelados y de vuelta a la calle. Tomo el primer tranvía que se detiene frente a mí. No recuerdo cómo regresar a casa. Recuesto mi cabeza en la ventana y otra vez veo centellas de luz que parpadean conforme suben y bajan las siluetas de los edificios. Quizá me baje en otro barrio que no conozco. Otro barrio donde nadie es extranjero.
10 comentarios:
Muy bien,saludos. me pareció muy breve la entrada,estoy acostumbrado a tu forma de escribir, con muchos detalles,
haciendo que el lector, se sienta en el lugar del cual estás escribiendo. Gracias.
..y cuando te bajaste el cuello de la gabardina... te brincaste ese paso...jeje
I just saw you at Kingston Market!
Anónimo: Le echaré más ganas a la otra, snif.
Panzón Z: Buena observación, jajaja.
Mel: Y ni siquiera me saludaste.
I wasn't sure, imaginate que oso que no fueras! jajajaja, por cierto, antes de que alguien me corrija, es Kensington Market, made a bubu. Entonces si eras tu??
Sí era yo, jajaja. Ahí anduve caminando con un compa que lleva 4 años acá y amablemente me dio un tour de reconocimiento por lugares "importantes" de la ciudad.
Guffo
en efecto, aunque tus cronicas son breves, se disfrutan. ojala te vayas asentando por esas tierras que por lo visto de gelidas solo tienen la fama pues que has sido bien recibido, lo noto cuando dices: aqui nadie es extranjero y el frio mas paece un elemento rutinario como el calor de Yucatan. Que las reflexiones en la soledad de la noche cobren forma en el papel y las compartas en este espacio con los que te seguimos y que, cual argonauta en busca de la inalcanzable colquida, saborees tu estancia en tierras hospitalarias son los deseos de
Adrian
Buenas imagenes.
Que chingón mi guffo!!
Estimado Guffo: A veces la vida nos lleva por caminos insospechados, y nos hace decidir entre dos mundos: A ti te ha tocado decidir entre el mundo de siempre y un nuevo mundo, y has elegido el nuevo mundo. Y ha sido la decision correcta, porque te ha hecho feliz, pues se nota en como escribes ahora, mas vivo, mas humanos que antes. Las decisiones correctas causan tranquilidad en nuestro corazon. No dejes de escribir tus bellas anecdotas torontianas...saludos desde tierras cachanillas...
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