lunes, abril 21, 2008

Luisa y la alberca. Primera parte.

Nunca imaginé que una mujer pudiera llamarse “Luisa”. A esa edad ignoraba que el nombre de “Luís” podía transformarse en femenino agregando una letra “a” al final y, a pesar de ello, no sonar tan feo: como “Gustavo”, “Sergio” o “Ramón”, que en nombre de mujer deben sonar horribles.
Pero Luisa suena celestial, como quien portaba ese nombre.

Luisa siempre le quitaba las orillas a sus sándwiches y me las regalaba; igual que lo hacía Bety, la del cuarto grado del Colegio Montessori. Decía que no le gustaban porque estaban duras y sabían a tierra. Todas las mujeres son iguales. Eso de que “sabían a tierra” me daba mucha risa, y me las devoraba haciéndome el valiente ante las muecas de asco que ponía Luisa. También acostumbraba comerme las tapas: esos panes con un lado café y otro blanco que todos desprecian y siempre quedan al final en el envoltorio. A Luisa le parecían chistosos mis “gustos raros”, decía, y a mí me gustaba hacerla reír. Recuerdo que todos los sábados, antes del medio día, cortaba finamente los bordes de sus lonches con un cuchillo afilado, los envolvía cuidadosamente en servilletas de papel y los ponía dentro de una bolsa de plástico transparente; los míos los metía en otra, junto con las orillas mochas de los suyos. Cuando hacía eso, el corazón me brincaba como nunca lo había sentido. Ni siquiera con Bety.

Yo tenía 9 años y Luisa tendría unos 20... ó 21. Llevaba cuatro viviendo en casa de la abuela, cursaba el último semestre de la universidad y era la menor de las primas de mi madre; o sea que para mí venía siendo algo así como una tía.

Mi abuela –su tía directa- era quien nos preparaba los bocadillos antes de irnos al club deportivo a nadar, centro recreativo al que teníamos acceso gracias a una membresía que Luisa había falsificado la vez que mi tía Pinole -la ricachona de la familia- le prestó su tarjeta de socia exclusiva del lugar para que fuera a nadar con sus amigos de la facultad. Los emparedados no eran nada del otro mundo: jamón de pavo, queso panela y mayonesa casera batida en la licuadora, sin embargo, para mí eran los mejores: mejores incluso que los de mi mamá. Y, aunque Luisa llevaba casi un lustro viviendo ahí, la abuela aún olvidaba cortarle los costados oscuros a los suyos.

Hubo una temporada que dormí todos los fines de semana en casa de mi abuelita Aeropajita. Mi madre tuvo que ponerse a trabajar cuando un corto circuito acabó con la clínica veterinaria de mi padre, con todo y perros adentro. Mi padre consiguió un empleo temporal y mal pagado en el rastro municipal en lo que reconstruía su negocio y limpiaba su nombre. Mi madre entró a trabajar en la joyería de una comadre. Ambos trabajaban hasta pasadas las seis de la tarde incluso los sábados. A esa edad no me angustiaba la ruina de mi padre, sino lo que debieron haber sufrido los pobres animales al ser consumidos vivos por el fuego. Todas las noches tenía pesadillas y escuchaba aullidos histéricos de perros calcinándose. En casa de la abuela, durmiendo en el mismo cuarto que Luisa, las pesadillas y los quejidos caninos desaparecían.

Cada quien comía un sándwich antes de ir al centro recreativo, los restantes los metíamos en la mochila -entre las toallas y las chanclas- para que no se aplastaran. Nos despedíamos de la abuela y caminábamos las cuatro cuadras de distancia que nos separaban del lugar. Luisa siempre tomaba mi mano como precaución para cruzar la calle, que ni estaba tan transitada en aquella época. Cada que lo hacía, el cuerpo me burbujeaba. ¡Mucho cuidado! -gritaba la abuela Pajita desde el marco de la puerta, mientras dibujaba una cruz en el aire en señal de bendición. Ya saben cómo son las abuelas de religiosas.

Continuará...

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno como siempre.

Gracias

Saludos desde SLP.

Anónimo dijo...

Esos recuerdos de la infancia...
saludos!

Anónimo dijo...

Presiento un final incestuoso salpimentado de orillas de pan y mayonesa casera...

Pinche Vieja dijo...

a mí tmp me gusta la orilla del pan, pero después de años de regaños y no encontrar alguien que las comiera por mí, se las corto y me las como primero...

ah, los luises...

Tigrus dijo...

A las tapas tambien se les llama suegras.. porque nadie las quiere jajajajaja.

Un saludo men.

From the brain of Alfrek dijo...

Changos, por que uno siempre se enamora de alguien de la familia, yo de pequeño me hubiera casado con todas mis primas, lástima que no nací en Shelbyville.

Malhechecito dijo...

Que bonito relato compadre, y usted tan enamoradizo desde guffito je je je, no le digo pues, un saludote bien grande valga la rebusnacia.
Bye

Malhechecito dijo...

Que bonito relato compadre, y usted tan enamoradizo desde guffito je je je, no le digo pues, un saludote bien grande valga la rebusnacia.
Bye

Noemí dijo...

deberían de hacerle así como a la pizza hut, orillas del pan rellenas de queso!!

y si es cierto, usté siempre tan emoradizo de las mujeres mayores jejejej


saludOss ;)

Anónimo dijo...

Hola Guffo
Que tristeza que estes tan desaprovechado en el periódico Norte y que te tengan relegado a las ediciones para chavos que están llenas de mierda y cosas banales. Confieso que solo las hojeo para leer tu tira.
Es una látima que no exploten los talentos como tú y Caballo Negro, que tengo entendido labora ahí mismo. Calderón también vale la pena y es de lo poco rescatable de ese periódico.

Saludos.

H. H. T

KALA Editorial dijo...

Hola Guffo
Has sido denunciado por Gloria. Te invitamos a participar de nuestro proyecto: de lo virtual a lo real.
Escribenos a contacto@kalaeditorial.com o ingresa a www.kalaeditorial.com

Anónimo dijo...

super bien que escribas otra vez.. capitan cooltura hasta la madre

Gaal Dornick dijo...

Siento que su historia terminara muy "Las batallas en el desierto"

A mi no me molesta comerme las tapas del pan o la orilla del mismo pero lo que es la mayonesa. . . como la odio!

Buen post Guffo.

NOBODY dijo...

Hey:

Carnal, chido post, aquí no avienta tantas netas como en el de los que me caen mal, me interesa la aventura de su jefe con eso de que se murieron los perros, los tuvo que pagar o algo así?

Saludos Maese

Anónimo dijo...

Cada post que escribes me gusta, es como poco a poco conocer a un amigo, mi novia se llama Luisa, el nombre es de hecho, hermoso.

Chido.

Anónimo dijo...

QUE NBIEN QUE ESCRIBES DE NUEVO GUFFO, SIEMPRE ES UN GUSTO LEERTE. NO PUEDO EVITAR RECORDAR MI INFANCIA CUANDO LEO ESTOS POST, AUNQUE TAMBIEN ME GUSTA LEER CUANDO ALGO TE ENCABRONA, ES MUY DIVERTIDO.

SALUDOS

Anónimo dijo...

Aay que horror lo de los perros!!!! Creo que habria reaccionado igual que tu, porque casi siempre siento mas lastima, tristeza y compasion cuando matan un perro que una persona jeje