Hablar de Star Wars como fan siempre me ha parecido un acto poco objetivo y algo narcisista, pues a veces creemos que la cantidad de recuerdos y emociones tan intensas que evoca la saga, son propias, cuando la realidad es que hay millones de personas de todas las generaciones que sienten lo mismo que uno. Dicho lo anterior, les platicaré de manera breve mi experiencia personal con estas películas, más que los sentimientos que me brotan a causa de ellas.
Nací en 1976 y a los siete años vi El Regreso del Jedi, en estreno y en la mítica pantalla gigante del Cinema Río 70. No recuerdo que mi padre haya sido fan de la primera trilogía; creo más bien que me llevó al cine a ver el episodio VI porque se lo pedí, movido por el marketing -que en aquel tiempo era una burla comparado con las estrategias de venta de ahora- y porque los hermanos mayores de algunos amigos tenían los monitos de las películas pasadas, y pues a mí me gustaban mucho y quería tenerlos todos. Confieso que la primera impresión que tuve al ver uno de los pósteres promocionales de El Regreso del Jedi, en donde salía Wicket, el ewok, fue pensar que esa cosa peluda parecida a un oso, era un Jedi, pues me sonaba a Teddy. Perdón: estaba chavo, snif.
Está de sobra decir que aquella experiencia cinematográfica en el Cinema Río 70 marcó mi vida, como la de tantas personas.
Está de sobra decir que aquella experiencia cinematográfica en el Cinema Río 70 marcó mi vida, como la de tantas personas.
Los episodios IV y V los vi después, en alguna matinée del cine Montoya, frente a la Alameda Mariano Escobedo, en donde llegaron a proyectar los tres episodios de corrido. Los vi varias veces en el cine y miles de veces más en las videocaseteras Beta -primero- y VHS -después- del cuarto de mis padres. Recuerdo que cada que invitaba amigos a jugar a la casa, le pedía a mi mamá que me rentara en un videoclub cercano la trilogía de Star Wars, y pasábamos casi toda la tarde adelantando y regresando los cassettes para poner las partes que más nos gustaban: los vuelos del Halcón Milenario, las batallas espaciales y los duelos con sables de luz. Después salíamos a la calle y a los montes baldíos a jugar a "Las Guerras de las Galaxias".
Soñaba con que me saliera la maroma que se avienta Luke sobre el monstruo Sarlacc. Era la escena que más regresaba y le ponía play. Una vez, en unas vacaciones en la playa, intenté hacer lo mismo que mi héroe favorito en la alberca del hotel: brincar al vacío, darme la media vuelta, sujetarme del trampolín, impulsarme hacia arriba y dar un salto mortal hacia el frente para cachar una imaginaria espada de luz; pero lo único que logré fue rasparme los dedos, sentir un tirón en los brazos y caer de panzazo en el agua, aunque eso no impidió que el resto de aquellas vacaciones intentara emular una de mis escenas favoritas de Star Wars.
Me ponía las camisas de mi padre con un cinturón a la altura del ombligo y una bata de baño encima, para parecer un Jedi; hacía mis sables de luz apagando el foco del cuarto, aventando talco y encendiendo una linterna; también con botes de shampoo llenos de agua con colorante para betún, y, al apachurrar el bote, "se encendía" el sable.
De los episodios I, II y III, prefiero no hablar. Cuando supe que las filmarían, no me emocionó. Yo siempre quise que la historia siguiera, no que se fuera para atrás. Nunca me importó saber de dónde venía Darth Vader. De George Lucas, pues sólo le agradezco haber creado este universo, porque sigo pensando que es quien más daño le ha hecho a su creación.
Me ponía las camisas de mi padre con un cinturón a la altura del ombligo y una bata de baño encima, para parecer un Jedi; hacía mis sables de luz apagando el foco del cuarto, aventando talco y encendiendo una linterna; también con botes de shampoo llenos de agua con colorante para betún, y, al apachurrar el bote, "se encendía" el sable.
De los episodios I, II y III, prefiero no hablar. Cuando supe que las filmarían, no me emocionó. Yo siempre quise que la historia siguiera, no que se fuera para atrás. Nunca me importó saber de dónde venía Darth Vader. De George Lucas, pues sólo le agradezco haber creado este universo, porque sigo pensando que es quien más daño le ha hecho a su creación.
Más que por sus estrategias de marketing, creo que Star Wars me cautivó -y me sigue cautivando- por su mitología y filosofía. Si no me equivoco, fue el primer acercamiento que tuve con "lo espiritual", "lo místico", con los conceptos del bien y el mal; la luz y la oscuridad; el destino, la omnipresencia, la omnipotencia de "algo". Y si no fue mi primer acercamiento, las primeras tres películas sí vinieron a aclararme -y reforzar- lo poco que comprendía algunos de estos conceptos.
Por lo tanto, con El Despertar de la Fuerza, para mí no fueron 10 años de espera: para mí fueron 32 años de espera. Y vaya que valieron la pena.