El sábado fue la posada del periódico en el que trabajo por las noches desde hace casi 14 años. La posada fue un desayuno a las 10 de la mañana en un restaurante del centro de la ciudad. Al despertarme ese día pensé que no asistiría mucha gente, pues el clima estaba medio de la chingada –frío, lluvioso, inseguro, personas desveladas y con cruda-, pero el lugar se llenó de empleados desde las nueve y media. “¡Cómo no iba a venir! Gratis hasta puñaladas”, dijo un prensista cuando abrió la puerta del salón y entró con los hombros entumidos y el cabello lleno de balines de agua.
Como en todas las posadas del periódico, llegué y me senté a lado de mi amigo El Ruco Guerrillero porque ese güey siempre trae plática bien interesante y sus amarguras y quejas están bien a toda madre. Y ahí estuvimos todo el rato hablando de que si la República Amorosa del Peje, de que si Peña Nieto es un vil pendejo, de que si Calderón es un pedote, de que por qué no ponen a un marino como candidato a la presidencia en vez de a una pinche vieja argüendera, y, sobre todo, de que a ambos nos valía madres si Tigres era el nuevo campeón del fútbol mexicano.
Entre las cosas que le platiqué al Ruco Guerrillero fue lo de irme a vivir a Canadá por un tiempo, y el güey luego luego me preguntó que si conocía a la periodista canadiense Naomi Klein. “¡A huevo!”, le dije. “¿Cómo no conocerla?”. Para los que no la conozcan, Naomi Klein -aparte de ser una eminencia del movimiento antiglobalización, partidaria del socialismo democrático y autora de La Doctrina del Shock- está bien sabrosa, snif.
Total que platicamos de todo un poco en lo que decían los trillados discursos navideños, daban en aguinaldo y servían el desayuno (que por cierto, estuvo bien sabroso: como Naomi Klein).
Después de los discursos trillados y de llenar la barriga con hartas tortillas de harina, jugo de naranja, chicharrón en salsa verde, machacado y queso con rajas de chile poblano, procedieron a realizar la rifa de regalos. El Guerrillero y yo ya no pudimos platicar tan a gusto como antes porque teníamos a un lado a unas de esas compañeras de trabajo que se la pasan gritando: “¡No se oyeee!” o aplauden a la menor provocación o empiezan con su “eh-eh-eh-eh-eh” cuando alguien se para al baño o pasa por su regalo; y pues la neta sí es algo medio cagante porque mi capacidad de concentración no me da para ignorar sus gritos de verduleras. Pero en fin, algún día seré supra humano para concentrarme en una plática interesante al mismo tiempo que se escuchan alaridos de viejas histéricas a 10 centímetros de mis orejas.
Y pues resultó que en la rifa me gané una camisa Polo y El Ruco Guerrillero se ganó una televisión “de las de antes”, bien grandota y pesada, y pues como estaba bien pesada me dijo que si le ayudaba a subirla a su Atos amarillo después de que nos despidiéramos del director y los editores, porque la pachanga matutina ya se había terminado. Le dije que sí y me puse a hacer fila para agradecerle al mero mero por el desayuno y el aguinaldo y la camisa Polo. En eso vi que pasaba a mi lado una señora vestida “muy acá”: con un abrigo muy elegante, toda enjoyada y erguida, con el pelo rubio y abultado. Tendría entre 60 y 65 años. La mujer había estado sentada durante el desayuno en la mesa de “los meros meros”, pero yo en mi vida la había visto en el periódico o en algún otro evento. Total que la señora pasó a mi lado y se me quedó viendo bien cabrón, entre seria y como si me conociera. Y pos yo le sonreí y ella me sonrió. Minutos después, ya que me despedí de los jefes y me disponía a cargar con mis fuerzas de He-Man la televisión del Ruco Guerrillero, vi que la señora enjoyada venía de regreso, mirándome. Cuando quise voltear hacia otro lado, la señora me hizo una seña con la mano. La miré de nuevo, se me puso enfrente y me dijo:
-¿Es usted Gustavo?
-Sí, señora, mucho gusto… yo soy Gustavo -le dije extendiéndole la mano. Cuando me extendió la suya y la sacudí con delicadeza, las pulseras doradas de su muñeca tintinearon como las teclas más agudas de un piano.
-Pues déjeme decirle que me gusta mucho lo que escribe, señor Gustavo. Sus dibujitos no, pero lo que escribe sí me gusta mucho –me dijo antes de que le preguntara su nombre.
-Ah, jejeje, muchas gracias, señora. Es un honor que me lo diga. No sabe cómo lo aprecio -respondí sonrojado.
-No quería que se fuera sin decírselo personalmente, porque me comentaron que se va a vivir fuera; ¿es cierto eso?
-Sí señora. En un mes me voy a vivir a Canadá.
-Pues el único favor que le pediría como su lectora, es que no deje de escribir.
Esto último me lo dijo muy seria, con las cejas arqueadas. Por su facha elegante y el tono de su voz, hubiera parecido una orden, pero más bien interpreté su mirada como la de alguien que espera una promesa.
“Claro que no voy a dejar de escribir”, le aseguré sonriendo. La mujer me extendió su mano blanca y suave, y las joyas destellaron. Se dio la media vuelta y salió del lugar. Un coche la esperaba encendido en el estacionamiento, con un hombre trajeado al volante.
El Ruco Guerrillero llegó y me dijo que estaba listo para que cargáramos el televisor. El coche de la mujer pasó por el ventanal del restaurante, con ella en el asiento de atrás, erguida, como siempre.
Me sentí bien raro y me sentí bien chido y me sentí con ganas de escribir todos los días y me sentí de muchas formas, todas positivas… me sentí chido aunque la señora misteriosa me haya recalcado que mis dibujitos no le gustaban, snif.
Como en todas las posadas del periódico, llegué y me senté a lado de mi amigo El Ruco Guerrillero porque ese güey siempre trae plática bien interesante y sus amarguras y quejas están bien a toda madre. Y ahí estuvimos todo el rato hablando de que si la República Amorosa del Peje, de que si Peña Nieto es un vil pendejo, de que si Calderón es un pedote, de que por qué no ponen a un marino como candidato a la presidencia en vez de a una pinche vieja argüendera, y, sobre todo, de que a ambos nos valía madres si Tigres era el nuevo campeón del fútbol mexicano.
Entre las cosas que le platiqué al Ruco Guerrillero fue lo de irme a vivir a Canadá por un tiempo, y el güey luego luego me preguntó que si conocía a la periodista canadiense Naomi Klein. “¡A huevo!”, le dije. “¿Cómo no conocerla?”. Para los que no la conozcan, Naomi Klein -aparte de ser una eminencia del movimiento antiglobalización, partidaria del socialismo democrático y autora de La Doctrina del Shock- está bien sabrosa, snif.
Total que platicamos de todo un poco en lo que decían los trillados discursos navideños, daban en aguinaldo y servían el desayuno (que por cierto, estuvo bien sabroso: como Naomi Klein).
Después de los discursos trillados y de llenar la barriga con hartas tortillas de harina, jugo de naranja, chicharrón en salsa verde, machacado y queso con rajas de chile poblano, procedieron a realizar la rifa de regalos. El Guerrillero y yo ya no pudimos platicar tan a gusto como antes porque teníamos a un lado a unas de esas compañeras de trabajo que se la pasan gritando: “¡No se oyeee!” o aplauden a la menor provocación o empiezan con su “eh-eh-eh-eh-eh” cuando alguien se para al baño o pasa por su regalo; y pues la neta sí es algo medio cagante porque mi capacidad de concentración no me da para ignorar sus gritos de verduleras. Pero en fin, algún día seré supra humano para concentrarme en una plática interesante al mismo tiempo que se escuchan alaridos de viejas histéricas a 10 centímetros de mis orejas.
Y pues resultó que en la rifa me gané una camisa Polo y El Ruco Guerrillero se ganó una televisión “de las de antes”, bien grandota y pesada, y pues como estaba bien pesada me dijo que si le ayudaba a subirla a su Atos amarillo después de que nos despidiéramos del director y los editores, porque la pachanga matutina ya se había terminado. Le dije que sí y me puse a hacer fila para agradecerle al mero mero por el desayuno y el aguinaldo y la camisa Polo. En eso vi que pasaba a mi lado una señora vestida “muy acá”: con un abrigo muy elegante, toda enjoyada y erguida, con el pelo rubio y abultado. Tendría entre 60 y 65 años. La mujer había estado sentada durante el desayuno en la mesa de “los meros meros”, pero yo en mi vida la había visto en el periódico o en algún otro evento. Total que la señora pasó a mi lado y se me quedó viendo bien cabrón, entre seria y como si me conociera. Y pos yo le sonreí y ella me sonrió. Minutos después, ya que me despedí de los jefes y me disponía a cargar con mis fuerzas de He-Man la televisión del Ruco Guerrillero, vi que la señora enjoyada venía de regreso, mirándome. Cuando quise voltear hacia otro lado, la señora me hizo una seña con la mano. La miré de nuevo, se me puso enfrente y me dijo:
-¿Es usted Gustavo?
-Sí, señora, mucho gusto… yo soy Gustavo -le dije extendiéndole la mano. Cuando me extendió la suya y la sacudí con delicadeza, las pulseras doradas de su muñeca tintinearon como las teclas más agudas de un piano.
-Pues déjeme decirle que me gusta mucho lo que escribe, señor Gustavo. Sus dibujitos no, pero lo que escribe sí me gusta mucho –me dijo antes de que le preguntara su nombre.
-Ah, jejeje, muchas gracias, señora. Es un honor que me lo diga. No sabe cómo lo aprecio -respondí sonrojado.
-No quería que se fuera sin decírselo personalmente, porque me comentaron que se va a vivir fuera; ¿es cierto eso?
-Sí señora. En un mes me voy a vivir a Canadá.
-Pues el único favor que le pediría como su lectora, es que no deje de escribir.
Esto último me lo dijo muy seria, con las cejas arqueadas. Por su facha elegante y el tono de su voz, hubiera parecido una orden, pero más bien interpreté su mirada como la de alguien que espera una promesa.
“Claro que no voy a dejar de escribir”, le aseguré sonriendo. La mujer me extendió su mano blanca y suave, y las joyas destellaron. Se dio la media vuelta y salió del lugar. Un coche la esperaba encendido en el estacionamiento, con un hombre trajeado al volante.
El Ruco Guerrillero llegó y me dijo que estaba listo para que cargáramos el televisor. El coche de la mujer pasó por el ventanal del restaurante, con ella en el asiento de atrás, erguida, como siempre.
Me sentí bien raro y me sentí bien chido y me sentí con ganas de escribir todos los días y me sentí de muchas formas, todas positivas… me sentí chido aunque la señora misteriosa me haya recalcado que mis dibujitos no le gustaban, snif.
ahh pinche guffo,, como chingados te explico?,,,,
ResponderBorrarEl diablo está en los detalles.
ResponderBorrarTsss la verdad es que Naomi Klein si esta re sabrosa
ResponderBorrarEso que le pasa a la señora se llama Demencia Senil, Guffo. La verdad es que escribes de la veRRRGGGGa, hahaha
ResponderBorrarY quien era la rota fufurufa Guffo?
ResponderBorrarSaludos!!
Pinche gufoo no me decepsiones
ResponderBorrarshercas del bajio
pfffff ya das lastima, mira que inventar historias para echarte porras...
ResponderBorrar¿sabes a quien me recuerdas pelón mediocre? a Brian Griffin y su libro 'Mas rápido que la velocidad del amor', eres un mediocre sin talento pero tienes tu merito por no rendirte (o no darte cuenta).
se ve se siente.. el guffo con los dientes
ResponderBorrarYo hubiera hecho lo mismo que esa doña... aunque hubiera agregado una caricia a tu mano y una mirada seductora!! :P
ResponderBorrarCrónico: Explícame, pa´que entienda...
ResponderBorrarRidLohman: Me gustó esa frase. Es como la que dice: "La fortaleza del diablo radica en que le hace creer al mundo que no existe".
Christian. La verdá que sí, jaja.
Anónimo: Pero aquí te tengo leyéndome, puños. Y por lo que dices, concluyo entonces que te gusta leer pura mierda.
Anónimo: Ni idea, no he ido al periódico. Pero hoy mismo pregunto porque estoy intrigado.
Shercas: ¿Por qué la decepción?, jajaja.
Anónimo: "Tienes tu mérito por no rendirte". ¿Y a ti quién te dijo que estoy compitiendo por algo, animal? Ayhijo de la verga; neta que ya me tienes hasta la madre con tu puta filosofía de empleado de fábrica.
Braulio: Jajaja, snif.
Anónimo: Jajaja. Gracias.
Guffo, con la descripción que diste de la mujer misteriosa, se me figuró Miranda Priestly, el personaje de Meryl Streep Devil´s wear prada... Saludos!
ResponderBorrar¿Y estaba sabrosa la ruca?
ResponderBorrarAtte. Anónimo
Anónimo: Ándale, pero con más años encima. Me dijeron que era una historiadora (bueno, ése era su hobbie porque es ñora de lana)que hace algunos años tenía una columna en el periódico.
ResponderBorrarAnónimo: Pues para su edad estaba guapa. O más bien tenía porte. Saludos.
Me acuerdo que en otra ocasión te tocó bailar con un rotoplas. Ahora los cumplidos de un chicharroncito.
ResponderBorrarSolo espero que esta racha no te siga hasta Canadá...
No pues Guffo acá soy uno de tus puñetasmil lectores y por favor sigue escribiendo. También sigue haciendo monitos que para gustos colores y los tuyos sí me agradan
ResponderBorrarEh we por la descripcion que das concluyo que ella era la mama de Naomi klein ¿No te diste cuenta? Chaaaaaaaaaaale, desperdiciaste una oportunidad de oro para conocerla.
ResponderBorrarqueria cojer, cojetela que no ves que no se siente deseada!
ResponderBorraratte. el anonimo cojelon
pues esta conmadre que te sigan gente de mas edad, saludos compadre.
ResponderBorrarParece como si hubieras ido a una fiesta a los 16 años y le estuvieras contando a tus compas de que una vieja te tiró el perro pero no le entendiste haha... de cualquier manera cuidado que te está vigilando!!
ResponderBorrarLa verdad tus escritos son infinitamente superiores a tus dibujos y por lo que veo no soy el único que te lo ha dicho, Mi buen Guffo no te olvides del blog, cada vez lo tienes más descuidado, la ruquita, el anónimo que se la pasa diciendo pendejadas y yo seguiremos esperando tus publicaciones
ResponderBorrarSaludos
Juan Antonio González
juanantonioglez@yahoo.com
Guffo!!!!!
ResponderBorrarAntes de que te vayas a la tierra del Maple...
Quiero un ejemplar de Diarios del Fin del Mundo ¿Tienes?¿A donde mando el deposito?...
C. Thunders: Ay, weyyy... esa imagen ya la había borrado de mi cabeza, snif.
ResponderBorrarFrías: Muchísimas gracias. Aquí andaremos.
Sergio: Chaaaale, era la oportunidad para llegar a su hija, jajaja.
Anónimo: Jajajaja, pinche Anónimo Cogelón, jajaja.
Ángello: Saludos, compadre.
Pepe: Ya me intrigaste con eso de que me está vigilando, snif.
Juan Antonio: Muchas gracias. Aquí seguiré escribiendo. Lo prometo.
Xldrin: Carnal, mándame un correo a guffo76@hotmail.com y te explico qué rollo con el librillo. Buen jueves. Un abrazo.
Guffo, vienes a Canada? A que parte, yo aca ando!
ResponderBorrarGuffo a que parte de Canada vas?
ResponderBorrarMarcela
Andale wey, si te apendejaste con la señora aqui está tu segunda oportunidad con marcela jeje, es show, es show (ay que pinche simpatico ando).
ResponderBorrarP.D. Tus dibujos están bien, es sólo cuestión de gustos.
Mira Guffon, lo que la señora quizo decirte acá bajita la mano es que quiere que la dibujes a ella junto con el escuadrón retro en una tira cómica de una lucha contra unos diputados-zombies que quieren dominar el mundo, o quizás te aventó el chon, no se, tu solo cumple tu promesa y no dejes de escribir canijo.
ResponderBorrarLo importante es que conoce los dibujitos, de seguro dijo que no le gustaban por algún prejuicio en contra de la cultura pop que tienen los ricachones de antaño.
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