Mi padre acostumbraba regalarme tomos de enciclopedias de animales. Cada fin de semana, antes del medio día, paseábamos por Soriana y buscábamos un nuevo volumen. Algunos venían con juegos de geometría, estampitas o álbumes para iluminar como obsequio.
Eran los ochentas. Todos los niños queríamos ser Rodolfo Neri Vela o Hugo Sánchez: héroes nacionales en un país donde siempre han escaseado, han sido ficticios o de muy mala calidad.
Recuerdo haber tenido la enciclopedia Salvat, la Bruguera, la Colibrí, el Tesoro de la Juventud e incluso una de Disney. Lo chido de las enciclopedias era que -a diferencia de los juguetes- ninguno de tus amiguitos te las pedía.
A esa edad yo tenía tres sueños –aparte de ser Rodolfo Neri Vela y Hugo Sánchez-: que me compraran un canguro como mascota, correr más rápido que un chita y tener la enciclopedia Time Life (¡Qué ñoño!, snif).
Dicha enciclopedia -de más de 24 ejemplares y que sólo se podía conseguir pidiéndola por teléfono y con tarjeta de crédito- tenía unos volúmenes que hablaban exclusivamente de Oceanía y África, lugares de origen de los canguros y chitas que tanto me gustaban.
Y un día, uno de mis sueños se hizo realidad. En uno de mis cumpleaños, mi padre me consiguió una enciclopedia Time Life usada, pero completita. Casi lloro de la emoción (¡qué ñoño!, snif) al romper el papel de la envoltura (que era de animalitos, por cierto).
Fue así como empezó mi gusto por la lectura.
En secundaria tuve un maestro –un hermano marista- que me fortaleció ese gozo. El primer libro que nos encargó leer para un examen mensual, fue Los Cachorros, de Vargas Llosa.
“Se trata de un chavo de su edad, que estudia en una escuela marista: como ustedes, al que un perro le come los huevos”. Todos nos volteamos a ver con cara de dolor, nos sobamos los testículos y reímos mucho. Con esa referencia cómica que rayó en lo morboso, hasta el más huevón e irresponsable del salón leyó el libro.
Así nos hacía leer el profe Ibarra: haciéndonos reír.
“Para la próxima semana quiero que lean una de las tragedias griegas de Sófocles: la de Edipo Rey. Es la historia de un hijo de la chingada que se apachurra a su mamá... a su mamá de él, no a la de ustedes”. Era genial el maestro Ibarra.
Es así como, con lo poco que he leído, me atrevo a recomendar brevemente 10 libros que han marcado mi vida.
NOTA: Cabe aclarar que omitiré Kafkas, Nietzsches, Dostoievskis, Kunderas y demás intensos, para que los que gusten de iniciarse en la lectura (nunca es tarde, pinches huevones) no se espanten y empiecen con cosas facilitas pero buenas.
El PrincipitoDecir que El Principito es tu libro favorito es igual a cuando las pendejas que concursan en los certámenes de belleza dicen que la Madre Teresa de Calcuta es la persona que más admiran y que La Biblia y Cien Años de Soledad son sus libros preferidos. Debo confesar que la primera vez que leí El Principito no le entendí ni madres y hasta me aburrió mucho. Tuvieron que pasar muchos años, lapidando a mi niño interior, para que su mensaje me iluminara de nuevo el alma, snif. Lo mismo me pasó con Momo, de Michael Ende. Hay que perder un poco nuestra esencia para entender al Principito y que su lectura nos haga recuperarla.
Platero y YoCon este libro me pasó lo mismo que con El Principito: una hueva horrenda me invadió antes de pasar la primera página. Después, supe que no había sido mi momento para leerlo. Ya más grande, comprendí y disfruté la belleza con que Platero y Yo está escrito. Siempre he pensado que un cabrón capaz de contar de esa manera la vida de un burrito, es un cabrón superior a lo humano. No por nada fue Premio Nobel de Literatura en 1956.
De PerfilLa Ciudad de México de los años sesentas como trasfondo de una historia que parece no contar nada. Tres días en la vida de un adolescente del que nunca sabemos su nombre pero sabemos que está próximo a entrar en la universidad. Joven avispado que llama a sus padres por sus nombres -porque le parecen dos perfectos desconocidos- y disfruta de recostarse en una piedra del jardín de su casa a pensar. Con este libro me enamoré por primera vez de un personaje literario: Queta Johnson, la cachonda rockera hija de puta que se traía como un pendejo al chavito éste. La escena de sexo entre el protagonista y Queta es de las más intensas que he leído. Ni siquiera en la revista “Sensacional de Tanguitas Mojadas” escriben tan cachondo. ¡Uf!
Las Batallas en el DesiertoNo, no es un libro de guerra. Se trata de un niño que se enamora de la mamá de su mejor amigo en la Ciudad de México de los años cincuentas. Como trasfondo crítico de esta pequeña novela está la pérdida de la identidad nacional y la voraz e inevitable intromisión de las corporaciones gringas, que borran toda memoria histórica y costumbres milenarias. Mariana, la “señora” de la que se enamora el protagonista, es el segundo personaje literario que me ha hecho sentir maripositas bajo los calzones.
El título del libro tiene que ver con un juego infantil.
Hay una canción del grupo Café Tacuba que se llama “Las Batallas” y una película de Alberto Isaac que se llama “Mariana, Mariana”, basadas en este libro de José Emilio Pacheco.
La Biblia de NeónEsta novela y la Conjura de los Necios fueron las únicas dos que escribió su joven autor, John Kennedy Toole, antes de quitarse la vida a los 31 años, cuando cayó en una profunda depresión al no poder publicarlas y al sentirse inútil para lo único que disfrutaba: escribir. Ambas salieron publicadas hasta la década de los ochentas, y La Conjura de los Necios ganó un premio Pulitzer. Kennedy Toole escribió La Biblia de Neón a los 16 años, y, precisamente, trata sobre un joven de esa edad que vive en una población miserable y fanática religiosa del sur de Estados Unidos. David, el protagonista, tiene una simpática y liberal tía anciana, la cual tuvo algo de fama en el mundo del espectáculo y aún no se da por vencida para recuperar ese sueño glamoroso, cosa que los cerrados habitantes del pueblo no ven con buenos ojos.
El Guardián entre el CentenoMencionado por muchos asesinos seriales famosos como su libro favorito. De hecho, el asesino de John Lennon llevaba una copia de El Guardián entre el Centeno cuando lo detuvieron. El libro ni promueve conductas anárquicas, ni incita a la violencia o al asesinato, ni es satánico, como muchos han dicho y muchos creerán por sólo escuchar la mala fama que lo rodea. Ah, y si a esa mala fama le suman la de J.D. Salinger, el autor ermitaño que nunca ha concedido entrevistas, que no volvió a escribir otro libro y al que muy pocas personas conocen: el libro es una bomba.
Trata sobre Holden Caulfield, un adolescente al que corren del internado donde estudia y decide pasar unos días en la ciudad de Nueva York, antes de llegar a su casa y de que sus padres se enteren de la noticia.
El libro está escrito en primera persona y es una crítica mordaz a la sociedad y a la hipocresía de la gente; una oda al desencanto por la vida cuando uno se vuelve adulto. El protagonista ama y admira a Phoebe, su hermana de 10 años, quien representa toda esa espontaneidad e inocencia que se pierden en ese proceso de madurez. De las cosas que más me gustan del libro, es la razón del título.
Un libro de temática similar, es La Conjura de los Necios, de John Kennedy Toole, al que mencioné anteriormente.
El Lobo EsteparioHermann Hesse es Hermann Hesse: el amo de la introspección. El Lobo Estepario son los apuntes de un tal Harry Haller, un misterioso cincuentón que le renta una habitación a la tía del joven que encuentra dichos manuscritos. Conforme avanza la lectura uno va descubriendo la incapacidad del señor Haller para relacionarse con el mundo exterior mientras busca la verdad, la felicidad y la paz dentro de sí mismo, y la angustia que esto le ocasiona.
Todos los libros de Hermann Hesse me gustan porque todos abordan esa temática: el difícil camino del hombre para encontrarse con él mismo y los sacrificios y consecuencias que acarrea tal búsqueda: soledad, abandono, condena social, locura, etc.
El Capitán Salió a Comer y Los Marineros Tomaron El BarcoDiario personal de Charles Bukowski que narra sus últimos días de vida.
Bukowski ha rebasado los setenta años de edad, vive cómodamente en una casa con jacuzzi, a lado de su mujer casi 30 años menor, rodeado de gatos, escribiendo poemas a mil por hora en una computadora, apostando en el hipódromo y con leucemia.
Las duras -y a la vez sencillas- reflexiones de Bukowski sobre la vida y la muerte nos hacen comprender en un tronar de dedos esos grandes misterios. Sus críticas al sistema laboral y la repulsión que le causa la humanidad en general son geniales, porque uno nunca las toma como los berrinches de un viejo desahuciado, sino como las de un hombre que consiguió todo sin buscar nunca nada: sólo escribir. Bukowski logró sin querer lo que muy pocos logran en vida: tener miles de seguidores, vender millones de libros y volverse inmortal.
La Hermandad de la UvaCuenta la historia de Henry, un escritor cincuentón que se ve obligado a regresar a su pueblo natal ante la amenaza de divorcio de sus padres, unos ancianitos que se la viven de pleito. Allí, en San Elmo, Henry se reencuentra con algunos fantasmas de su infancia y juventud. Convive con su madre: mujer ultracatólica que le perdona todo al borracho rabo verde de su marido; y con sus hermanos, quienes siguen viviendo a la sombra del padre y sintiendo por él miedo, rechazo y rencor.
Henry es el único que acepta ayudarlo en un último capricho: construir un ahumadero para carne de ciervo en una colina. Es entonces que nos adentramos en el mundo del padre y de sus amigos: un grupo de ancianos alcohólicos y desempleados que se hacen llamar La Hermandad de la Uva. Lo chingón de estos personajes es que uno nunca los ve como borrachos asquerosos sin aspiraciones: uno los ve como tiernos ancianos que se aferran a su existencia por medio de los excesos, que, a la vez, es la única forma en que pueden disfrutar de la vida al máximo ante la cercanía de la muerte.
La parte donde el padre de Henry se escapa del hospital para irse a poner bien pedo con los amigos, es de lo más chingón del libro.
“Más vale morir borracho que morir de sed… y es mejor morir rodeado de amigos que de doctores”.La Sombra del VientoCarlos Ruiz Zafón es un narrador chingonsísimo. Leer sus libros es como ver una muy buena película de Hollywood. Todo lo describe a detalle, minuciosamente, pero sin hacerte bostezar. La Sombra del Viento es un thriller muy bien armado; una novela que se desarrolla en la Barcelona de principios del siglo XX, cuando un joven encuentra un misterioso libro en una increíble y gótica biblioteca olvidada.
Hay personajes y escenas memorables, y decir más de la trama es echárselos a perder. Leer a este güey es como tener en la imaginación una pantalla de alta definición en tercera dimensión y un sonido surround encabronado. Aún no entiendo cómo es que nadie se ha animado a hacer la versión cinematográfica de este libro. Guillermo del Toro o David Fincher serían los indicados.