Siendo bien honesto conmigo, he llegado a la conclusión que mi “talento” para dibujar no me va a llevar a Marvel, Image, DC, Norma o alguna otra editorial gringa o europea.
Sé que lo que escribo no va a pasar de este blog o del libro que pueda publicar con mis propios recursos económicos y con ayuda de mis amigos, lectores o familiares que lo van a comprar tal vez por lástima.
Aparte, no me gusta eso de “andar en el medio” o "en los eventos culturales para conocer gente del medio", o presentándome con los zares de la cultura del país para que "me echen la mano". Tampoco me gusta andar aplicando para concursos y becas (que lo he hecho), pues las becas se acaban y no son eternas; pero se agradecen un chingo cuando se reciben y, cuando esto sucede, se demuestra que uno es una verga y puede seguir con el proyecto a como dé lugar.
Por eso ¡#$&&! Cómics seguirá hasta que las ganas se nos acaben, nos quedemos sin colegas interesados en el proyecto (a los que no se les paga ni un cinco y se los agradecemos con los calzones en las rodillas por estar comprometidos con el amor al arte y la filosofía de "si yo gano, todos ganamos") o nos quedemos sin manos para dibujar. Y si nos quedamos sin manos, dibujaremos con las pinches patas y con el corazón.
Once años haciendo lo que me gusta profesionalmente (profesionalmente me refiero a estar dado de alta en Hacienda y dar facturas por lo que hago) y nunca he buscado que se me reconozca; simplemente quiero hacer lo que me gusta y que la gente disfrute lo que hago. Pero eso se convierte en trabajo desde que das recibo y te dicen qué dibujar y cómo dibujarlo; entonces, pierde el chiste y lo disfrutable.
Once años dibujando y escribiendo y que las revistas de tu ciudad te digan: “Me gusta mucho tu trabajo y te quiero en mi publicación, pero te puedo pagar 500 pesos cada dos meses”. Muchas gracias, responde uno, y simplemente te vas a la chingada, pues de mejores congales me han corrido. Tampoco abusen, revistas popof, y tampoco me vengan con el cuento de que: "Esta revista te va a dar proyección”. La proyección me vale madre si tienen anunciantes como Fendi, Aeroméxico o el Tec de Monterrey. Una vez, una publicación de Monclova -¡Monclova!- me ofreció mil pesos (1000) por una tira quincenal en blanco y negro, y no tenían esos patrocinadores. Eso es ser justo y humano. Y es más: no les cobré; trabajé gratis, por el simple hecho de que me ofrecieron lo que no pensé que me podían pagar y por ser honestos desde un principio conmigo.
¿Proyección? Tengo bastante frente como para proyectar un domo IMAX en mi futura calvicie.
Y es aquí donde entra mi padre: político priísta recalcitrante, enamorado de su país (todavía cree que México es una chingonada de país y que puede salir adelante sin tener su casa en Vallarta, Cancún o un reloj como el del puto Romero Deschamps), workaholic de 5 de la mañana a 10 de la noche (ni el pinche Pedro Ferriz de Con se levanta tan temprano) y con quien yo choco muy cabrón por ser eso: priísta recalcitrante, enamorado de México (prefiero Europa) y trabajador de esos de chinga bruta que hasta sus casi 60 años está viendo resultados y viviendo holgadamente (pues sí, se lo merece, ¿y qué pedo?):
-Mira mijo –dijo mi padre una noche de esas en que se dio cuenta que la vida se termina en lo que caga un gato-. No tengo dinero, y aunque tuviera, no te lo voy a dar. Los ahorros que tenemos son para reinvertirlos; son para poner un negocio de cajas de cartón, porque esto de estar en la política se acaba pronto; es sólo un espejismo… No dura y no es como la gente cree que es. ¿Cómo ves: le entras?, o si no, consigo a un cabrón que le interese…
-¿Cajas de cartón? –dije yo-. ¿Por qué no un cantina, un restorán de mariscos, un golf miniatura, una juguetería, una editorial de cómics o algo más divertido, apá? –cuestioné (¿y la Cheyene, apá?). Pero mi padre es tan correcto, visionario y, a veces, hasta cagante, como todos los padres, que respondió:
-Así está la cosa... ¿Le entras o no? Lo que yo te puedo dejar son estudios y trabajo: mucho trabajo; disciplina y libertad de seguir haciendo lo que te gusta pero con una entrada extra… Vendiendo cajas de cartón… Eso te ofrezco.
-Psss…¡Va!… Le entro… -respondí
-El lunes 2 de junio, a las 7 de la mañana, te vas al DF a la capacitación de la franquicia…
Mi vida –y la de otros- ha dado un vuelco de siéntateamiladoydatevueltas grados.
Los mantendré al tanto…
"El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que masacra es ese Dios invisible que venera". Hubert Reeves
sábado, mayo 31, 2008
jueves, mayo 29, 2008
Cómics y más cómics
Aquí están dos entregas del Capitán Cooltura y el Agente Moleskine. Pueden ver todas las tiras (de la 1 a la 11) aquí mero o en mis archivos de marzo y abril.
Algunas tiras cómicas de las que me publican en las ediciones juveniles del periódico El Norte, de Grupo Reforma:
Agradezco infinitamente lo que mi compadre Lacho escribió acerca de mí, después de un violento altercado que tuvimos una noche antes de la boda de un compa en la Huasteca Potosina, cuando la peda se nos salió de control, nos ofendimos y nos dimos en la madre armando un desmadre de sillas voladoras, mesas tiradas y gritos de mujeres histéricas en la palapa/bar del hotel. Ahora comprendo que la amistad a veces va más allá que el amor, porque muchas veces, aunque haya mucho amor, el amor no perdona, y la verdadera amistad siempre (ay, qué cursi y joto me leí). Gracias mi Lacho.
Aquí está la prueba de que la noche siguiente, en la boda, ya no tomé y me porté bien para que no me corrieran del hotel, snif. Mi cara de ñiño bueno lo comprueba:
Saludos.
Algunas tiras cómicas de las que me publican en las ediciones juveniles del periódico El Norte, de Grupo Reforma:
Agradezco infinitamente lo que mi compadre Lacho escribió acerca de mí, después de un violento altercado que tuvimos una noche antes de la boda de un compa en la Huasteca Potosina, cuando la peda se nos salió de control, nos ofendimos y nos dimos en la madre armando un desmadre de sillas voladoras, mesas tiradas y gritos de mujeres histéricas en la palapa/bar del hotel. Ahora comprendo que la amistad a veces va más allá que el amor, porque muchas veces, aunque haya mucho amor, el amor no perdona, y la verdadera amistad siempre (ay, qué cursi y joto me leí). Gracias mi Lacho.
Aquí está la prueba de que la noche siguiente, en la boda, ya no tomé y me porté bien para que no me corrieran del hotel, snif. Mi cara de ñiño bueno lo comprueba:
Saludos.
miércoles, mayo 28, 2008
Matadero
Uno de los periódicos en los que trabajo sacó un reportaje sobre los rastros municipales. Los videos y las fotos son espeluznantes. Me invade de nuevo ese sentimiento de estar loco, pues me encabrona, entristece y perturba ver a las reses siendo golpeadas sin piedad con la parte trasera de un hacha hasta caer muertas, pero no me conmueven en lo más mínimo las imágenes de empresarios, policías y delincuentes ejecutados, quemados o decapitados. La neta que no. Es más, he de confesar que a veces hasta gusto me da. Pero con los animales es otro pedo.
Si ya le había bajado mucho a mi consumo de carne roja, con esto -que no es nada nuevo, pues siempre he sabido la crueldad con la que sacrifican a los animales que nos comemos- estoy pensando en dejar de comerla por completo.
Si ya le había bajado mucho a mi consumo de carne roja, con esto -que no es nada nuevo, pues siempre he sabido la crueldad con la que sacrifican a los animales que nos comemos- estoy pensando en dejar de comerla por completo.
martes, mayo 27, 2008
No podrás...
El monstruo urbano despierta temprano. Los vicios y excesos que se ofrecen y consumen a diario lo vencen tan tarde que siempre lo sorprende la mañana.
En pocos minutos sus arterias se tapan y sus músculos se tensionan. Siente que su cabeza va a explotar, sus ojos se llenan de cólera y arremete contra todo, como si estuviera acorralado o herido de una de sus patas por una trampa de oso.
Cada una de las partículas que forman ese gran monstruo -ese universo hostil- tiene motivaciones propias para hacer todos los días la misma actividad durante el resto de sus vidas. Motivaciones, propósitos y políticas que permiten que el animal siga funcionando a la perfección aunque muera lentamente junto con todos nosotros.
Algunos engranes sólo quieren seguir comiendo, otros quieren darles un mejor futuro a sus hijos en un mundo que va en picada; otros sueñan con crecer por fuera aunque se pudran por dentro, pues no hay tiempo para otra cosa. No hay tiempo para reflexionar o nutrir el alma, pues también eso se ha vuelto falacia y negocio.
El que no se mueve se jode; aunque sea moverse por inercia. Tienes que aventarte a la corriente pestilente, si no, como quiera te van a empujar aunque te escondas o te van a jalar aunque no estés cerca del borde. Una vez adentro, está muuuy cabrón que alcances la orilla para salirte. A veces tú solito te avientas porque ser diferente es sinónimo de eso mismo: de quedarte solito, aunque se oiga putito. Nadar en contra, ni pensarlo: es inútil, te vas a cansar y terminarás ahogado. Lo mejor es nunca aventarse; mirar el río desde afuera mientras barre con todo el escombro, los cadáveres de ovejas y la mierda. Pero si así fuera, mejor uno no nace, para evitar lo inevitable.
Hay que meterse hasta para pagar un recibo de la luz, firmar un contrato de arrendamiento para tener un techo donde morir, hacer un depósito en un banco de 8 cajas y sólo dos empleados o darse de alta en Hacienda para poder trabajar y cobrar un cheque que la mitad del dinero será para quien te da el permiso de trabajar legalmente.
Y aunque sólo metas los pies, ya te chingaste; la corriente te va a arrastrar y vas a tener que hacer todo eso que nunca quisiste hacer y que sólo hace la gente que se tensiona y no tiene sueños, más los que aquí le ofrecen; gente que trabaja en oficinas haciendo labores aburridas que nunca los ponen en contacto con lo que alguna vez soñaron ser. Pero no los culpo, pues a nadie le queda de otra. Gente que hablará toda su vida de troqueladoras, despachos, inventarios, notarías, asesorías fiscales, equipos digitales, montacargas, softwares, maniobras y rutinas aburridas que les dan para comer y vivir más o menos bien los años que les queden de vida.
Una vez ahí, te acostumbrarás. Te dirán que “así es la vida” y te darás cuenta que así es la vida, y ya no la harás más de pedo, y flotarás como muertito, haciéndote pendejo porque así es más fácil sobrellevar las cosas. Entonces, tendrás que vacacionar cuando los demás vacacionen y nunca conocerás una playa vacía y limpia; y tendrás que hacer filas interminables en los aeropuertos, en las centrales camioneras y en las casetas de cobro de las carreteras junto con los demás como tú; con el montón; con la mayoría. Te bañaras en la mierda de todos esos a los que arrastra la corriente junto contigo, comprarás lo mismo que ellos, el mismo día, las mismas ofertas; te crearás necesidades iguales y buscarás sus mismos escapes. Tendrás que descansar cuando los demás descansen de tanto que les machacan el alma. Considerarás sagrados los domingos o cualquier tiempo libre que tengas para echarte una siesta. Esa será tu vida y esos serán ahora tus satisfactores: los domingos y las siestas. Patético, ¿no?
No podrás ser espontáneo: comprarte un helado a las 4 de la tarde, comerte un elote a las 11 de la mañana, o agarrar carretera un martes o un jueves hasta algún municipio olvidado o una costa azul sin turistas. No podrás porque ya eres parte del sistema. Y no podrás abandonarlo porque te quedarás sin nada y dejarás sin nada a tus hijos. Tendrás que aguantar hasta llegar a tus 50 o 60 abriles, junios u octubres para poder ser dueño de tu tiempo, tu espacio y tu libertad; pero a esa edad ya poco importa eso, pues pasaste la vida haciendo todo lo contrario, condicionándote a la joda física del día a día para no ahogarte en el cauce que te arrastra… y todo lo demás se te olvidó. Te olvidaste de ti. Te hicieron olvidar lo más importante y te dejaste. La corriente te devorará con el tiempo y nadie se dará cuenta. Ni siquiera tú.
En pocos minutos sus arterias se tapan y sus músculos se tensionan. Siente que su cabeza va a explotar, sus ojos se llenan de cólera y arremete contra todo, como si estuviera acorralado o herido de una de sus patas por una trampa de oso.
Cada una de las partículas que forman ese gran monstruo -ese universo hostil- tiene motivaciones propias para hacer todos los días la misma actividad durante el resto de sus vidas. Motivaciones, propósitos y políticas que permiten que el animal siga funcionando a la perfección aunque muera lentamente junto con todos nosotros.
Algunos engranes sólo quieren seguir comiendo, otros quieren darles un mejor futuro a sus hijos en un mundo que va en picada; otros sueñan con crecer por fuera aunque se pudran por dentro, pues no hay tiempo para otra cosa. No hay tiempo para reflexionar o nutrir el alma, pues también eso se ha vuelto falacia y negocio.
El que no se mueve se jode; aunque sea moverse por inercia. Tienes que aventarte a la corriente pestilente, si no, como quiera te van a empujar aunque te escondas o te van a jalar aunque no estés cerca del borde. Una vez adentro, está muuuy cabrón que alcances la orilla para salirte. A veces tú solito te avientas porque ser diferente es sinónimo de eso mismo: de quedarte solito, aunque se oiga putito. Nadar en contra, ni pensarlo: es inútil, te vas a cansar y terminarás ahogado. Lo mejor es nunca aventarse; mirar el río desde afuera mientras barre con todo el escombro, los cadáveres de ovejas y la mierda. Pero si así fuera, mejor uno no nace, para evitar lo inevitable.
Hay que meterse hasta para pagar un recibo de la luz, firmar un contrato de arrendamiento para tener un techo donde morir, hacer un depósito en un banco de 8 cajas y sólo dos empleados o darse de alta en Hacienda para poder trabajar y cobrar un cheque que la mitad del dinero será para quien te da el permiso de trabajar legalmente.
Y aunque sólo metas los pies, ya te chingaste; la corriente te va a arrastrar y vas a tener que hacer todo eso que nunca quisiste hacer y que sólo hace la gente que se tensiona y no tiene sueños, más los que aquí le ofrecen; gente que trabaja en oficinas haciendo labores aburridas que nunca los ponen en contacto con lo que alguna vez soñaron ser. Pero no los culpo, pues a nadie le queda de otra. Gente que hablará toda su vida de troqueladoras, despachos, inventarios, notarías, asesorías fiscales, equipos digitales, montacargas, softwares, maniobras y rutinas aburridas que les dan para comer y vivir más o menos bien los años que les queden de vida.
Una vez ahí, te acostumbrarás. Te dirán que “así es la vida” y te darás cuenta que así es la vida, y ya no la harás más de pedo, y flotarás como muertito, haciéndote pendejo porque así es más fácil sobrellevar las cosas. Entonces, tendrás que vacacionar cuando los demás vacacionen y nunca conocerás una playa vacía y limpia; y tendrás que hacer filas interminables en los aeropuertos, en las centrales camioneras y en las casetas de cobro de las carreteras junto con los demás como tú; con el montón; con la mayoría. Te bañaras en la mierda de todos esos a los que arrastra la corriente junto contigo, comprarás lo mismo que ellos, el mismo día, las mismas ofertas; te crearás necesidades iguales y buscarás sus mismos escapes. Tendrás que descansar cuando los demás descansen de tanto que les machacan el alma. Considerarás sagrados los domingos o cualquier tiempo libre que tengas para echarte una siesta. Esa será tu vida y esos serán ahora tus satisfactores: los domingos y las siestas. Patético, ¿no?
No podrás ser espontáneo: comprarte un helado a las 4 de la tarde, comerte un elote a las 11 de la mañana, o agarrar carretera un martes o un jueves hasta algún municipio olvidado o una costa azul sin turistas. No podrás porque ya eres parte del sistema. Y no podrás abandonarlo porque te quedarás sin nada y dejarás sin nada a tus hijos. Tendrás que aguantar hasta llegar a tus 50 o 60 abriles, junios u octubres para poder ser dueño de tu tiempo, tu espacio y tu libertad; pero a esa edad ya poco importa eso, pues pasaste la vida haciendo todo lo contrario, condicionándote a la joda física del día a día para no ahogarte en el cauce que te arrastra… y todo lo demás se te olvidó. Te olvidaste de ti. Te hicieron olvidar lo más importante y te dejaste. La corriente te devorará con el tiempo y nadie se dará cuenta. Ni siquiera tú.
lunes, mayo 26, 2008
Los psicólogos y el tamaño de la pipí
Los(as) que estudiaron psicología -muy alzaditos ellos- salen siempre con la misma madreada, broma o -según ellos- análisis. Te agarran desprevenido y preguntan: "¿Qué crees que sea mejor: tenerla grande o saberla mover?".
Si uno responde: "Saberla mover", de volada el psicólogo de marras deduce que el tamaño de nuestro pene es diminuto, como pito de Liliputense, que porque el subconsciente nos traiciona, que porque quien la tiene chiquita siempre responde eso y quién sabe qué jaladas más. Entonces, en vez de que uno quede como un pinche acróbata sexual, queda como un pendejo acomplejado y resignado a tener que enseñarle a bailar reguetón y pasito duranguense a la manguerita que un Dios envidioso puso a una cuarta de nuestro ombligo.
Pero si uno responde: "Es mejor tenerla grande", también deducen que la tenemos del mismo tamaño que la de un mono tití del amazonas, que porque el que presume de un gran miembro viril es porque carece de él y no sé qué tantas mentiras les enseñan en esa carrera.
Alguna que otra vez, algún muchacho vivales más listo que los estudihambres de psicología, ha respondido: "Lo mejor es tenerla grande y saberla mover, ¿quihubo?".
Pero un compa me dio la mejor respuesta que he escuchado para cuando le pregunten a uno el calibre de su pistola... o carabina, dependiendo el permiso que se tenga para portar armas y la genética heredada:
(Léase como poema de García Lorca)
"No la tengo ni muy chiquita
ni tampoco muy grande,
lo que sí te aseguro
es que no te dejará con hambre".
Tráguense esa, pinches psicólogos. Y ésta también, por si tienen hambre, jojojo.
Si uno responde: "Saberla mover", de volada el psicólogo de marras deduce que el tamaño de nuestro pene es diminuto, como pito de Liliputense, que porque el subconsciente nos traiciona, que porque quien la tiene chiquita siempre responde eso y quién sabe qué jaladas más. Entonces, en vez de que uno quede como un pinche acróbata sexual, queda como un pendejo acomplejado y resignado a tener que enseñarle a bailar reguetón y pasito duranguense a la manguerita que un Dios envidioso puso a una cuarta de nuestro ombligo.
Pero si uno responde: "Es mejor tenerla grande", también deducen que la tenemos del mismo tamaño que la de un mono tití del amazonas, que porque el que presume de un gran miembro viril es porque carece de él y no sé qué tantas mentiras les enseñan en esa carrera.
Alguna que otra vez, algún muchacho vivales más listo que los estudihambres de psicología, ha respondido: "Lo mejor es tenerla grande y saberla mover, ¿quihubo?".
Pero un compa me dio la mejor respuesta que he escuchado para cuando le pregunten a uno el calibre de su pistola... o carabina, dependiendo el permiso que se tenga para portar armas y la genética heredada:
(Léase como poema de García Lorca)
"No la tengo ni muy chiquita
ni tampoco muy grande,
lo que sí te aseguro
es que no te dejará con hambre".
Tráguense esa, pinches psicólogos. Y ésta también, por si tienen hambre, jojojo.
domingo, mayo 25, 2008
Las increíbles aventuras de un niño clasemediero en los años ochentas
Yo siempre pedía la Brontodoble, pero un día de esos en que uno se siente muy machín rin, me animé a pedir la Dinotriple.
La pedí a pesar de la advertencia de mi padre de: "Ay de ti donde no te la acabes, cabrón". Me valió madre. Pero una vez más, mi papá tuvo la razón, snif. Una torre de tres carnes emparedadas entre dos panes con ajonjolí era demasiado hardcore para una boca y un estómago de nueve años.
Pedimos la hamburguesa para llevar y en la noche mi padre me hizo comerla -ya con el pan aguadado por la lechuga y el tomate- porque si no, me iba a castigar por desperdiciar comida y por desobediente.
Bueno, al menos me fue mejor que a un amigo al que cacharon fumando a los 12 años. A él, como castigo, lo hicieron fumar media cajetilla de cigarros en el baño. Bueno, una cajetilla, pero a los 10 cigarrillos empezó a vomitar y a llorar. Creo que sus papás no lo querían.
Desaparecieron los Burguer Boys al igual que los casetes BETA, las consolas de Atari, los cigarros Sport, Varonet, Fiesta y aquellos veranos que no pasaban de los 33 grados.
La pedí a pesar de la advertencia de mi padre de: "Ay de ti donde no te la acabes, cabrón". Me valió madre. Pero una vez más, mi papá tuvo la razón, snif. Una torre de tres carnes emparedadas entre dos panes con ajonjolí era demasiado hardcore para una boca y un estómago de nueve años.
Pedimos la hamburguesa para llevar y en la noche mi padre me hizo comerla -ya con el pan aguadado por la lechuga y el tomate- porque si no, me iba a castigar por desperdiciar comida y por desobediente.
Bueno, al menos me fue mejor que a un amigo al que cacharon fumando a los 12 años. A él, como castigo, lo hicieron fumar media cajetilla de cigarros en el baño. Bueno, una cajetilla, pero a los 10 cigarrillos empezó a vomitar y a llorar. Creo que sus papás no lo querían.
Desaparecieron los Burguer Boys al igual que los casetes BETA, las consolas de Atari, los cigarros Sport, Varonet, Fiesta y aquellos veranos que no pasaban de los 33 grados.
jueves, mayo 22, 2008
Hoy tengo hueva de escribir...
Para los geeks de Jalisco (que creo que hay "munchos"): Ahí les va un mensaje, una noticia, el oráculo de la felicidad. Píquenle aquí.
miércoles, mayo 21, 2008
martes, mayo 20, 2008
Mi amigo Cristian Castro
He de confesar que tengo una foto con Cristian Castro. Sé que soy la envidia de todas las mujeres con pésimos gustos tanto para hombres como musicales, pero a mí me causa la más grande de las vergüenzas. No pondré la imagen en cuestión como prueba porque -gracias al Señor- ya no existe; y si existiera, no la pondría porque puede ser usada en mi contra.
Cabe mencionar que esa foto es algo que no le perdono aún a mi padre, snif, el culpable de tal humillación pública que, a la fecha, no he superado.
Tendría yo unos 14 años. Viajé con mi familia a Huatulco cuando Huatulco era un paraíso casi virgen. En el único hotel que existía en aquél tiempo, estaba hospedado Cristian Castro (insertar aquí grito de vieja histérica: "¡Aaaaaaahhhh!").
Sonaba en la radio su "éxito musical", ese que dice: "Hey, el uni-veeerso es paaara ti, no lo castiiiigues máaas así, ayúdame hazme sonreir d-a-m-e la ma-a-ano" (lo más escalofriante es que me acuerdo de la letra, bbbrrrrr…).
Bueno. Total que el Cristian Castro (¡Aaaaaahhh!) andaba ahí de vacaciones con una morenota nalgonzota que hacía caras de fuchi cada que algún naco mortal de sus fans se acercaba a pedirle un autógrafo y una foto. Debo aceptar que, en esa época, el Cristian se veía un tipo muy accesible, buena onda porque no era tan famoso y posiblemente aún no disfrutaba de agarrar a chingazos a su mamá Rosa Salvaje ni a su ex esposa (aunque la tipa que llevaba estaba tan nalgona que no dudo que le haya puesto sus buenas palmadas en el colote a la condenada).
Resulta que una mañana, en la playa, mi padre les propone a mis hermanas que se tomen una foto con Cristian Castro, “el Galán de América”. Mis hermanas decían que no, que qué pena y que quién sabe qué más. En eso, recortando el horizonte con su cuerpo esbelto como perro parado, que aparece el Cristian Castro (¡Aaaaahhh!) caminando con su morenaza nalgona a un costado Mi padre, cámara en mano, se le acerca, lo saluda, saluda a la acompañante nalgona, le dice no sé qué cosas, Cristian ríe con su sonrisa Colgate que destella con el sol, la morena nalgona pone cara de fuchi y, por último, mi padre lo convence de venir a conocer a la familia. Cristian accede y se acerca a las sombrillas donde estábamos tomando el sol apaciblemente como vacacionistas normales; pero en eso, que mis hermanas echan a correr de la pena, tapándose el rostro con sus rebozos y trenzas, levantándose las enaguas para que no se les llenaran de arena. Por más que mi padre y Cristian Castro les gritaron, mis hermanas huyeron a esconderse como rancheritas evadiendo la furia de su Tata o el regaño del patroncito.
Cristian Castro se atacó de la risa, mi padre se disculpó por haberlo hecho ir hasta donde estábamos, Cristian dijo que no había problema, que había sido un placer... y ahí hubiera terminado todo si mi padre, para lavar su culpa, no hubiera dicho:
- A ver Guffo: párate y ponte aquí a un lado de Cristian, para tomarte una foto.
¡EL HORROR!
- ¿Qué onda mano, tú cómo te llamas? –dijo Cristian muy campechano.
- Eh… Gustavo…
- Mucho gusto, Gustavo. A ver, voltea a la cámara de tu papá –y como avestruz, desenterré de la arena mi rostro enrojecido y humillado.
Bastó un click para que ese momento quedara inmortalizado como el más deshonroso de mi existencia, sólo después de la vez que la niña que más me gustaba en la primaria Montessori abriera la puerta del baño y me viera cagando, snif.
Cabe mencionar que esa foto es algo que no le perdono aún a mi padre, snif, el culpable de tal humillación pública que, a la fecha, no he superado.
Tendría yo unos 14 años. Viajé con mi familia a Huatulco cuando Huatulco era un paraíso casi virgen. En el único hotel que existía en aquél tiempo, estaba hospedado Cristian Castro (insertar aquí grito de vieja histérica: "¡Aaaaaaahhhh!").
Sonaba en la radio su "éxito musical", ese que dice: "Hey, el uni-veeerso es paaara ti, no lo castiiiigues máaas así, ayúdame hazme sonreir d-a-m-e la ma-a-ano" (lo más escalofriante es que me acuerdo de la letra, bbbrrrrr…).
Bueno. Total que el Cristian Castro (¡Aaaaaahhh!) andaba ahí de vacaciones con una morenota nalgonzota que hacía caras de fuchi cada que algún naco mortal de sus fans se acercaba a pedirle un autógrafo y una foto. Debo aceptar que, en esa época, el Cristian se veía un tipo muy accesible, buena onda porque no era tan famoso y posiblemente aún no disfrutaba de agarrar a chingazos a su mamá Rosa Salvaje ni a su ex esposa (aunque la tipa que llevaba estaba tan nalgona que no dudo que le haya puesto sus buenas palmadas en el colote a la condenada).
Resulta que una mañana, en la playa, mi padre les propone a mis hermanas que se tomen una foto con Cristian Castro, “el Galán de América”. Mis hermanas decían que no, que qué pena y que quién sabe qué más. En eso, recortando el horizonte con su cuerpo esbelto como perro parado, que aparece el Cristian Castro (¡Aaaaahhh!) caminando con su morenaza nalgona a un costado Mi padre, cámara en mano, se le acerca, lo saluda, saluda a la acompañante nalgona, le dice no sé qué cosas, Cristian ríe con su sonrisa Colgate que destella con el sol, la morena nalgona pone cara de fuchi y, por último, mi padre lo convence de venir a conocer a la familia. Cristian accede y se acerca a las sombrillas donde estábamos tomando el sol apaciblemente como vacacionistas normales; pero en eso, que mis hermanas echan a correr de la pena, tapándose el rostro con sus rebozos y trenzas, levantándose las enaguas para que no se les llenaran de arena. Por más que mi padre y Cristian Castro les gritaron, mis hermanas huyeron a esconderse como rancheritas evadiendo la furia de su Tata o el regaño del patroncito.
Cristian Castro se atacó de la risa, mi padre se disculpó por haberlo hecho ir hasta donde estábamos, Cristian dijo que no había problema, que había sido un placer... y ahí hubiera terminado todo si mi padre, para lavar su culpa, no hubiera dicho:
- A ver Guffo: párate y ponte aquí a un lado de Cristian, para tomarte una foto.
¡EL HORROR!
- ¿Qué onda mano, tú cómo te llamas? –dijo Cristian muy campechano.
- Eh… Gustavo…
- Mucho gusto, Gustavo. A ver, voltea a la cámara de tu papá –y como avestruz, desenterré de la arena mi rostro enrojecido y humillado.
Bastó un click para que ese momento quedara inmortalizado como el más deshonroso de mi existencia, sólo después de la vez que la niña que más me gustaba en la primaria Montessori abriera la puerta del baño y me viera cagando, snif.
lunes, mayo 19, 2008
Del fin de semana
Después de casi 6 horas de carretera, un inútil retén militar con soldados todavía crudos, un zorrillo descuartizado a la orilla del pavimento y dos clamatos camineros para ir entrando en ambiente, llegamos al punto de reunión. Esperamos a que llegaran nuestros demás amigos bebiendo en la palapa del hotel.
No pasaron ni 15 minutos y llegó un compa que tiene muy mala suerte con las viejas. El güey es medio tímido y penoso, y nomás se pone borracho y la anda cagando. Además, es medio mentirosón en el tema femenino. Dice ser el Mil Morras, pero yo sólo le conozco a la de los 4 Fanásticos: la mujer invisible.
Según él, tenía tres candidatas para llevar a la boda a la que nos habían invitado al día siguiente; pero el güey, misteriosamente, llegó solo, como a todos lados. Nadie preguntó qué había pasado con su supuesta acompañante.
Nos saludó, pidió una cerveza y se jaló un banco a la barra. En eso, un amigo le pregunta:
- Oye, güey, ¿sabes en qué se parece Ana Guevara y Lorena Ochoa?
- No, caón, ¿en qué?
- En que las dos agarran más viejas que tú.
¡PLOP!
No pasaron ni 15 minutos y llegó un compa que tiene muy mala suerte con las viejas. El güey es medio tímido y penoso, y nomás se pone borracho y la anda cagando. Además, es medio mentirosón en el tema femenino. Dice ser el Mil Morras, pero yo sólo le conozco a la de los 4 Fanásticos: la mujer invisible.
Según él, tenía tres candidatas para llevar a la boda a la que nos habían invitado al día siguiente; pero el güey, misteriosamente, llegó solo, como a todos lados. Nadie preguntó qué había pasado con su supuesta acompañante.
Nos saludó, pidió una cerveza y se jaló un banco a la barra. En eso, un amigo le pregunta:
- Oye, güey, ¿sabes en qué se parece Ana Guevara y Lorena Ochoa?
- No, caón, ¿en qué?
- En que las dos agarran más viejas que tú.
¡PLOP!
viernes, mayo 16, 2008
La Chipa
Corría el año del ochentayvalemadre. Cursaba la primaria en el colegio Montessori (o Mongossori, como lo llaman ahora): salones mixtos con pocos estudiantes de tercero y cuarto año mezclados bajo el mismo techo. Mis amigos de la cuadra -que estudiaban en escuelas públicas con nombres de héroes mexicanos- no podían creer que en un mismo salón hubiera alumnos de distintos grados.
En la televisión pasaban un programa pésimo –pero muy exitoso- llamado “Chispas de Chocolate”. Lo conducía el talentosísimo Zamorita, que, en vez de decir “chispas”, decía “chipas” el muy pendejo.
Y en mi salón estaba la Chipa.
La Chipa era una niña con un enorme lunar sobre la nariz. Era tan grande que parecía un tercer ojo que se le resbalaba por el tabique. La apodamos la Chipa porque decíamos que tenía una “chipa” de chocolate en la nariz, en alusión al mentado programa de la Televisa del Tigre Azcárraga.
No dudo que los años en el Montessori hayan sido muy duros para la Chipa. Sinceramente, todos fuimos ojetes con ella, porque, el que no era pinche con ella, le iba mal. “¡Eeeeeeeee, te gusta la Chipa!, le quieres dar un beso en la mosca que tiene en la nariz”, canturreaban los mocosos malandrines a quienes no se sumaban a las burlas.
Recuerdo que le cantábamos la canción de la telenovela Chispita, muy de moda en aquella época. “Chipiiitaaa, es como un mojón, Chipitaaaa, la la la la la…”.
Nunca escuché a la Chipa quejarse de las burlas. Sonreía o hacía como que no escuchaba. Alguna vez tiró un débil manotazo en el hombro del burlón en turno; pero de ahí no pasaba. Sus padres nunca pusieron una queja del abuso psicológico que cometíamos todos contra su hija. Posiblemente lo escondía, pero al llegar a su casa se soltaba a llorar encerrada en su cuarto sin que nadie se diera cuenta.
Volví a ver a la Chipa en la Universidad de Monterrey. Llegó a saludarme una mañana en el sombreado –patio techado de reunión de universitarios- mientras yo, líder nato, agarraba a madreada a uno de mis amigos más feos. Honestamente, no la reconocí.
- Hola Gustavo…
- Hola… -dije amablemente.
- Soy Irma, ¿no te acuerdas de mí?
- Ájale… nooo, qué pena… ¿de dónde nos conocemos?
- Del Montessori… soy la Chipa.
Uuuuta, me sentí de la chingada. No la reconocí porque ya no tenía el lunar, el origen de todas sus inseguridades y nuestras burlas. ¡Qué huevos para decir “Soy la Chipa”! Cachetada de guante blanco (aunque seguía sin ser bonita). La saludé efusivamente llamándola por su nombre verdadero y como si me hubiera portado bien a toda madre con ella durante la primaria; queriendo purificar las crueldades del pasado. Imaginé el día en que tomó la decisión de quitarse el lunar con toneladas de burlas despreciables. Ese punto negro del tamaño de una cochinilla que le había pesado lo que pesa un camión de tres toneladas lleno de chatarra, y, que sin embargo cargó, aguantó, y mandó a chingar a su madre con todos nosotros encima.
Platicamos, nos preguntamos sobre nuestros compañeros de la primaria y todas esas formalidades. Me dijo que ella no había tenido contacto con nadie porque no tuvo tantos amigos en aquella época; por no decir que no tuvo ninguno. Me sentí mal. Nos despedimos, me dijo que le había dado mucho gusto verme y me sentí de la rechingada; con un “perdóname desde el fondo de mi corazón por haberme burlado de ti en el Montessori” en la lengua, pero mis huevos no fueron tan grandes para hacerlo salir.
Me la topaba seguido en el campus y siempre me portaba amable y caballero con ella. Amable de más, pues la culpa me corroía y ya no era el mismo pendejillo influenciable que fui a los 9 años. Pero más que nada, por culpable.
Espero que la Chipa me perdone donde quiera que se encuentre.
En la televisión pasaban un programa pésimo –pero muy exitoso- llamado “Chispas de Chocolate”. Lo conducía el talentosísimo Zamorita, que, en vez de decir “chispas”, decía “chipas” el muy pendejo.
Y en mi salón estaba la Chipa.
La Chipa era una niña con un enorme lunar sobre la nariz. Era tan grande que parecía un tercer ojo que se le resbalaba por el tabique. La apodamos la Chipa porque decíamos que tenía una “chipa” de chocolate en la nariz, en alusión al mentado programa de la Televisa del Tigre Azcárraga.
No dudo que los años en el Montessori hayan sido muy duros para la Chipa. Sinceramente, todos fuimos ojetes con ella, porque, el que no era pinche con ella, le iba mal. “¡Eeeeeeeee, te gusta la Chipa!, le quieres dar un beso en la mosca que tiene en la nariz”, canturreaban los mocosos malandrines a quienes no se sumaban a las burlas.
Recuerdo que le cantábamos la canción de la telenovela Chispita, muy de moda en aquella época. “Chipiiitaaa, es como un mojón, Chipitaaaa, la la la la la…”.
Nunca escuché a la Chipa quejarse de las burlas. Sonreía o hacía como que no escuchaba. Alguna vez tiró un débil manotazo en el hombro del burlón en turno; pero de ahí no pasaba. Sus padres nunca pusieron una queja del abuso psicológico que cometíamos todos contra su hija. Posiblemente lo escondía, pero al llegar a su casa se soltaba a llorar encerrada en su cuarto sin que nadie se diera cuenta.
Volví a ver a la Chipa en la Universidad de Monterrey. Llegó a saludarme una mañana en el sombreado –patio techado de reunión de universitarios- mientras yo, líder nato, agarraba a madreada a uno de mis amigos más feos. Honestamente, no la reconocí.
- Hola Gustavo…
- Hola… -dije amablemente.
- Soy Irma, ¿no te acuerdas de mí?
- Ájale… nooo, qué pena… ¿de dónde nos conocemos?
- Del Montessori… soy la Chipa.
Uuuuta, me sentí de la chingada. No la reconocí porque ya no tenía el lunar, el origen de todas sus inseguridades y nuestras burlas. ¡Qué huevos para decir “Soy la Chipa”! Cachetada de guante blanco (aunque seguía sin ser bonita). La saludé efusivamente llamándola por su nombre verdadero y como si me hubiera portado bien a toda madre con ella durante la primaria; queriendo purificar las crueldades del pasado. Imaginé el día en que tomó la decisión de quitarse el lunar con toneladas de burlas despreciables. Ese punto negro del tamaño de una cochinilla que le había pesado lo que pesa un camión de tres toneladas lleno de chatarra, y, que sin embargo cargó, aguantó, y mandó a chingar a su madre con todos nosotros encima.
Platicamos, nos preguntamos sobre nuestros compañeros de la primaria y todas esas formalidades. Me dijo que ella no había tenido contacto con nadie porque no tuvo tantos amigos en aquella época; por no decir que no tuvo ninguno. Me sentí mal. Nos despedimos, me dijo que le había dado mucho gusto verme y me sentí de la rechingada; con un “perdóname desde el fondo de mi corazón por haberme burlado de ti en el Montessori” en la lengua, pero mis huevos no fueron tan grandes para hacerlo salir.
Me la topaba seguido en el campus y siempre me portaba amable y caballero con ella. Amable de más, pues la culpa me corroía y ya no era el mismo pendejillo influenciable que fui a los 9 años. Pero más que nada, por culpable.
Espero que la Chipa me perdone donde quiera que se encuentre.
miércoles, mayo 14, 2008
Nuevo disco
Ya, la mera verdad: Guffo Caballero no existe. El verdadero autor de este blog es Jimmy Güitron.
¡Compren mi disco, cabrones, no sean gachos! Televisa ya se olvidó de mí, nomás me explotaron, al igual que mi jefecita, que ahora se la pasa en el salón de belleza y jugando al bingo en el Caliente. Aparte, desde que descubrí la cheve, ya me da harta hueva ir crudo a mis terapias al CRIT.
Atentamente: Su amigo Jimmy. Y recuerden:
"Si les vienen a contaaar cositas maaalas de mí, manda a todos a volar y diles queee yo no fui, tu-ru tu-ru, tu tienes cara de pirulí, na na na na na..."
P.D. Y antes de que me salgan con que: "Aaay, pinche Guffo, te burlas de los discapacitados, te va a salir un hijo así", o: "Aaay, pinche Guffo cruel, te vas a ir al infierno por mamón", quise poner un ejemplo -entre en broma y en serio- para que se den cuenta que sus problemas, depresiones y angustias no valen madre. Gacho cuando se fue artista de Televisa y ahora ni en TV Azteca te dan chamba, snif.
¡Compren mi disco, cabrones, no sean gachos! Televisa ya se olvidó de mí, nomás me explotaron, al igual que mi jefecita, que ahora se la pasa en el salón de belleza y jugando al bingo en el Caliente. Aparte, desde que descubrí la cheve, ya me da harta hueva ir crudo a mis terapias al CRIT.
Atentamente: Su amigo Jimmy. Y recuerden:
"Si les vienen a contaaar cositas maaalas de mí, manda a todos a volar y diles queee yo no fui, tu-ru tu-ru, tu tienes cara de pirulí, na na na na na..."
P.D. Y antes de que me salgan con que: "Aaay, pinche Guffo, te burlas de los discapacitados, te va a salir un hijo así", o: "Aaay, pinche Guffo cruel, te vas a ir al infierno por mamón", quise poner un ejemplo -entre en broma y en serio- para que se den cuenta que sus problemas, depresiones y angustias no valen madre. Gacho cuando se fue artista de Televisa y ahora ni en TV Azteca te dan chamba, snif.
martes, mayo 13, 2008
Lo que viene...
Va un pequeño avance de lo que podrán disfrutar del Escuadrón Retro en ¡#$%&! Cómics versión impresa número 9, que sale en junio (la número 8, de mayo, ya está en imprenta, y se supone que sale el 20 de mayo, snif... Esperemos que así sea).
Por cierto: si quieren ejemplares del número 7, con portada de Kabeza, y son de Chihuahua o del D.F., pónganse de acuerdo con él, que el fin de semana le mandaré otro paquete con muchas revistas para que las regale a sus "flans". Si no, pos mándenme un mail a mí. Si no, pos ya se chingaron.
Por cierto: si quieren ejemplares del número 7, con portada de Kabeza, y son de Chihuahua o del D.F., pónganse de acuerdo con él, que el fin de semana le mandaré otro paquete con muchas revistas para que las regale a sus "flans". Si no, pos mándenme un mail a mí. Si no, pos ya se chingaron.
domingo, mayo 11, 2008
La ciudad del desconocimiento
Mi ciudad presume ser "la ciudad del conocimiento" y, como estado, dice ser el "estado del progreso". Lo más curioso es que no existe un sólo río limpio en el que se pueda uno meter a nadar sin riesgo a rajarse la palma de la pata con un vidrio o agarrar una infección por tanto deshecho tóxico y mierda que vierten en ellos. Es más: algo tan sencillo como arrodillarse, meter el rostro y beber agua directamente del cauce es imposible. Es garantía de muerte. Una alberca pública en semana santa, llena de niños miones y albañiles con sudor de tres días es más higiénica que nuestros mantos acuíferos.
"Conocimiento" y "progreso" están peleados con las formas más básicas de convivencia con la naturaleza. El conocimiento es sinónimo de ignorancia y el progreso significa ir para atrás llevándonos todo lo que se nos atraviese de encuentro.
Los alcaldes y alcaldesas se la pasan haciéndose tarugos, los empresarios son voraces barriles sin fondo, las calles se llenan de pordioseros pediches, sangre, casquillos de bala y por 5 pesos extras cualquiera lame botas, mama un pito o mata a su madre.
Hace poco escuché que van a construir un nuevo estadio de fútbol. “Ya es necesario”, alegaban los empresarios “preocupados por darles a los regiomontanos lo que se merecen” bajo la bandera de: "La mejor afición del país se merece un estadio de primer nivel". Pffft... ¿Qué mamadas son esas?
En el lugar donde está planeado construirlo, derribarán sabinos de más de 200 años de antigüedad y exterminarán la poca fauna endémica; el impacto ecológico, el caos vial y los borrachos al volante harán más fea a esta de por sí horrible urbe. Será más fea que cualquiera de los integrantes de los Kumbia Kings… ¡imagínense!
Pero la mayor preocupación no es ninguna de las anteriores, sino: ¿Cómo es posible que los Rayados del Monterrey (dígase esto con chingos de orgullo) vayan a compartir estadio con los Tiges (dígase esto último con desprecio, como si se dijera la palabra "naco")?. Eso sí les parece aberrante a los ciudadanos.
¿Valdrá la pena sacrificar un pulmón de 10 hectáreas –o más- para construir un estadio para dos equipos que siempre han sido maletas? ¿Realmente es necesario?
Ah, pero eso sí: Somos la ciudad del conocimiento y el estado del progreso.
Como me dijo un amigo que vino de visita a la ciudad: "La primer oportunidad que tuve de irme de este país, no la pensé dos veces... es más: no la pensé ni una vez".
Él, ahora vive en una pequeña ciudad de un pequeño país europeo donde nunca sucede nada. A veces, hasta aburridos suelen ser los días. Todo es tan perfecto allá, todos son tan disciplinados, tan sanos y respetuosos, que a veces da hueva.
Yo, en lo personal, preferiría vivir en un pueblito donde no sucede nada, a vivir en una ciudad donde todo lo malo sucede a diario.
"Conocimiento" y "progreso" están peleados con las formas más básicas de convivencia con la naturaleza. El conocimiento es sinónimo de ignorancia y el progreso significa ir para atrás llevándonos todo lo que se nos atraviese de encuentro.
Los alcaldes y alcaldesas se la pasan haciéndose tarugos, los empresarios son voraces barriles sin fondo, las calles se llenan de pordioseros pediches, sangre, casquillos de bala y por 5 pesos extras cualquiera lame botas, mama un pito o mata a su madre.
Hace poco escuché que van a construir un nuevo estadio de fútbol. “Ya es necesario”, alegaban los empresarios “preocupados por darles a los regiomontanos lo que se merecen” bajo la bandera de: "La mejor afición del país se merece un estadio de primer nivel". Pffft... ¿Qué mamadas son esas?
En el lugar donde está planeado construirlo, derribarán sabinos de más de 200 años de antigüedad y exterminarán la poca fauna endémica; el impacto ecológico, el caos vial y los borrachos al volante harán más fea a esta de por sí horrible urbe. Será más fea que cualquiera de los integrantes de los Kumbia Kings… ¡imagínense!
Pero la mayor preocupación no es ninguna de las anteriores, sino: ¿Cómo es posible que los Rayados del Monterrey (dígase esto con chingos de orgullo) vayan a compartir estadio con los Tiges (dígase esto último con desprecio, como si se dijera la palabra "naco")?. Eso sí les parece aberrante a los ciudadanos.
¿Valdrá la pena sacrificar un pulmón de 10 hectáreas –o más- para construir un estadio para dos equipos que siempre han sido maletas? ¿Realmente es necesario?
Ah, pero eso sí: Somos la ciudad del conocimiento y el estado del progreso.
Como me dijo un amigo que vino de visita a la ciudad: "La primer oportunidad que tuve de irme de este país, no la pensé dos veces... es más: no la pensé ni una vez".
Él, ahora vive en una pequeña ciudad de un pequeño país europeo donde nunca sucede nada. A veces, hasta aburridos suelen ser los días. Todo es tan perfecto allá, todos son tan disciplinados, tan sanos y respetuosos, que a veces da hueva.
Yo, en lo personal, preferiría vivir en un pueblito donde no sucede nada, a vivir en una ciudad donde todo lo malo sucede a diario.
viernes, mayo 09, 2008
De gordis
Ayer un amigo me confesó que se acostó con una de sus muy buenas amigas. La mujer en cuestión es más gorda que el Estadio Azteca (decir que "es más gorda que un planeta" sonaría a cliché). Ésta fue nuestra plática:
- ¿Y qué pedo? ¿Cómo estuvo? -pregunté.
- Pos muy chido... pinches gordas le meten muchas ganas.
- Pero... o sea... ¿estuvo rico o qué pedo? -cuestioné de nuevo.
- Pues no diferenciaba las chichis de la panza, ni las lonjas de las piernas... estaba llena de pliegues que me confundían. No sabía por dónde...
- ¿Y luego?
- Pos ya vez que a las gordas les gusta un chingo comer. Entonces, que agarro un costal de harina y que se la espolvoreo en el cuerpo: Donde vi mojadito, por ahí se la metí.
¡Qué cerdo!
- ¿Y qué pedo? ¿Cómo estuvo? -pregunté.
- Pos muy chido... pinches gordas le meten muchas ganas.
- Pero... o sea... ¿estuvo rico o qué pedo? -cuestioné de nuevo.
- Pues no diferenciaba las chichis de la panza, ni las lonjas de las piernas... estaba llena de pliegues que me confundían. No sabía por dónde...
- ¿Y luego?
- Pos ya vez que a las gordas les gusta un chingo comer. Entonces, que agarro un costal de harina y que se la espolvoreo en el cuerpo: Donde vi mojadito, por ahí se la metí.
¡Qué cerdo!
jueves, mayo 08, 2008
sábado, mayo 03, 2008
Una de compas
Un compa de fuera terminó con su vieja y se regresó para acá para Monterrey, pues se quedó sin casa allá en su pueblo. Se ha hospedado algunos días en mi departamento. Ayer, entre cerveza y cerveza, me preguntó:
- Oye, Gus: ¿no sabes quién querrá unos aceites para masaje, unos vibradores y un consolador?
¡Verga! "Este güey se volvió puto y sus intenciones de quedarse aquí en mi depa son muy macabras y cochinas" -pensé.
- A chinga... ¿Y eso? ¿A poco andas vendiendo esas mamadas? -le pregunté algo nervioso.
- Nel, güey: los compramos mi vieja y yo cuando nos casamos, pero me da cosa tirarlos.
- ¡No mames! ¿Quién va a querer esas madres usadas?
- Ay, güey, me da chingadera tirarlos: nos costaron una lana; además, se lavan y ya: quedan como nuevos.
Entonces pensé en darle una lección de higiene como las que nos daban en la primaria.
- Mira: tengo este cepillo de dientes, ya no lo uso, ¿no lo quieres? Todavía está bueno, nomás lo lavas y ya.
- No mames, ¡guákala¡ -respondió con cara de fuchi.
- ¿Ya me entendiste?
- Pos comoquiera me da chingadera tirarlos...
- Oye, Gus: ¿no sabes quién querrá unos aceites para masaje, unos vibradores y un consolador?
¡Verga! "Este güey se volvió puto y sus intenciones de quedarse aquí en mi depa son muy macabras y cochinas" -pensé.
- A chinga... ¿Y eso? ¿A poco andas vendiendo esas mamadas? -le pregunté algo nervioso.
- Nel, güey: los compramos mi vieja y yo cuando nos casamos, pero me da cosa tirarlos.
- ¡No mames! ¿Quién va a querer esas madres usadas?
- Ay, güey, me da chingadera tirarlos: nos costaron una lana; además, se lavan y ya: quedan como nuevos.
Entonces pensé en darle una lección de higiene como las que nos daban en la primaria.
- Mira: tengo este cepillo de dientes, ya no lo uso, ¿no lo quieres? Todavía está bueno, nomás lo lavas y ya.
- No mames, ¡guákala¡ -respondió con cara de fuchi.
- ¿Ya me entendiste?
- Pos comoquiera me da chingadera tirarlos...
jueves, mayo 01, 2008
Sin novedá...
Éste iba a ser un post laaargo como la cuaresma, pero me acordé que no soy católico, entonces aquí se acaba.