Ayer un amigo me confesó que se acostó con una de sus muy buenas amigas. La mujer en cuestión es más gorda que el Estadio Azteca (decir que "es más gorda que un planeta" sonaría a cliché). Ésta fue nuestra plática:
- ¿Y qué pedo? ¿Cómo estuvo? -pregunté.
- Pos muy chido... pinches gordas le meten muchas ganas.
- Pero... o sea... ¿estuvo rico o qué pedo? -cuestioné de nuevo.
- Pues no diferenciaba las chichis de la panza, ni las lonjas de las piernas... estaba llena de pliegues que me confundían. No sabía por dónde...
- ¿Y luego?
- Pos ya vez que a las gordas les gusta un chingo comer. Entonces, que agarro un costal de harina y que se la espolvoreo en el cuerpo: Donde vi mojadito, por ahí se la metí.
¡Qué cerdo!