Hoy no se trabaja. Mejor dense una vuelta por Big Blogger, ahí sí me pusieron a trabajar porque son bien negreros como en las maquiladoras de la frontera y escribí un bonito escrito bien escribido que, por cierto, no me van a pagar como día festivo ni con el aumento de un pesote con noventa centavotes al salario mínimo. Esto es puro amor al arte, razaaa.
Buen año 2007 para todos.
"El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que masacra es ese Dios invisible que venera". Hubert Reeves
domingo, diciembre 31, 2006
lunes, diciembre 25, 2006
Ventaneando a doña Tere en calzones
Esa noche, como todas las demás, fuimos a espiar a doña Tere. Bueno, en realidad teníamos ya mucho tiempo de no balconearla porque su esposo casi nos cacha una vez que llegó temprano del trabajo y escuchó ruidos en el pasillo que daba al patio, donde estaba la ventana de su cuarto. Recuerdo que saltamos despavoridos por la barda que daba al lote baldío cuando escuchamos el grito de “¡¿Quién chingados anda ahí!?”. El Chompi, que era el más chaparro de la cuadra, se lastimó un pie al saltar desde lo alto del muro y caer sobre un block roto. Me acuerdo que se le hinchó bien gacho y se le puso todo morado. Eso sí: el marido de doña Tere nunca nos descubrió y nadie supo la verdadera razón de la pata de elefante del Chompi. "Jugando fútbol... me torcí", decía.
Esa noche –noche de navidad, por cierto ( si ya sé que ya ni la chingamos)- decidimos volver. Es que teníamos que ir esa noche a huevo porque días antes habían estado los camiones de la mudanza subiendo muebles en la casa de doña Tere. Faltaba muy poco para que la señora Tere y sus nalgotas se fueran del barrio y no podíamos perder ni una oportunidad. Esa noche podía ser la última vez que la veríamos en calzones, tranquilamente, sin que su esposo llegara a estropearnos el momento.
Entramos por la cochera y recorrimos el pasillo que rodeaba la casa hasta llegar al patio, donde estaba la ventana de su cuarto. La señora Tere estaba dormida. Chin… qué mala suerte. Vimos que se movió entre las sábanas varias veces, pero en ningún momento se puso de pie. En eso, el Cometomates, amigo de la colonia que se había ganado ese apodo por tragarse los tomates como si fueran manzanas, dijo: “Mi mamá tiene el teléfono de doña Tere. Chinguesumadre, le voy a marcar y a colgar para que se pare. Oí que mi mamá dijo que ya se van mañana de esta casa, que compraron una casota bien grande en un barrio de ricos”.
Corrió el Cometomates a su casa. Nosotros mirábamos atentos por la ventana. Minutos después: “Riiiiiiiiing… riiiiiing…” Y que se para doña Tere de la cama y que todo se vuelve en cámara lenta y en silencio. Y ahí iban esas nalgas blancas que se temblaban suavecito con cada pisadas; ahí iba la primera mujer que habíamos visto en calzones en carne y hueso -en vivo- y no en las revistas con páginas duras que escondía el hermano del Chompi bajo el colchón, que ni porno eran. Pinche hermano del Chompi cachondo, se la jalaba viendo Tv y Novelas y Vanidades.
“Bueno… ¿bueeeno?”, dijo doña Tere con dulce voz, con esa voz con la que siempre nos saludaba y no imaginaba que la espiábamos. Colgó de nuevo el auricular y volvió a la cama. En eso, llegó corriendo el Cometomates, jadeando, y le hicimos un lugar para que alcanzara a ver por última vez las nalgas de doña Tere.
Debo admitir que el Cometomates era un genio.
Después me sentí un poco mal por haber ventaneado a la señora el día en que el niñito Jesús nació, pero, al entrar a mi casa y ver en el nacimiento al niñito Chuyito encuerado, se me quitó el remordimiento, pues pensé que alguien que se hace llamar el hijo de Dios y anda enseñando las verijas no puede enojarse con alguien que ve a una mujer en calzones.
Esa noche –noche de navidad, por cierto ( si ya sé que ya ni la chingamos)- decidimos volver. Es que teníamos que ir esa noche a huevo porque días antes habían estado los camiones de la mudanza subiendo muebles en la casa de doña Tere. Faltaba muy poco para que la señora Tere y sus nalgotas se fueran del barrio y no podíamos perder ni una oportunidad. Esa noche podía ser la última vez que la veríamos en calzones, tranquilamente, sin que su esposo llegara a estropearnos el momento.
Entramos por la cochera y recorrimos el pasillo que rodeaba la casa hasta llegar al patio, donde estaba la ventana de su cuarto. La señora Tere estaba dormida. Chin… qué mala suerte. Vimos que se movió entre las sábanas varias veces, pero en ningún momento se puso de pie. En eso, el Cometomates, amigo de la colonia que se había ganado ese apodo por tragarse los tomates como si fueran manzanas, dijo: “Mi mamá tiene el teléfono de doña Tere. Chinguesumadre, le voy a marcar y a colgar para que se pare. Oí que mi mamá dijo que ya se van mañana de esta casa, que compraron una casota bien grande en un barrio de ricos”.
Corrió el Cometomates a su casa. Nosotros mirábamos atentos por la ventana. Minutos después: “Riiiiiiiiing… riiiiiing…” Y que se para doña Tere de la cama y que todo se vuelve en cámara lenta y en silencio. Y ahí iban esas nalgas blancas que se temblaban suavecito con cada pisadas; ahí iba la primera mujer que habíamos visto en calzones en carne y hueso -en vivo- y no en las revistas con páginas duras que escondía el hermano del Chompi bajo el colchón, que ni porno eran. Pinche hermano del Chompi cachondo, se la jalaba viendo Tv y Novelas y Vanidades.
“Bueno… ¿bueeeno?”, dijo doña Tere con dulce voz, con esa voz con la que siempre nos saludaba y no imaginaba que la espiábamos. Colgó de nuevo el auricular y volvió a la cama. En eso, llegó corriendo el Cometomates, jadeando, y le hicimos un lugar para que alcanzara a ver por última vez las nalgas de doña Tere.
Debo admitir que el Cometomates era un genio.
Después me sentí un poco mal por haber ventaneado a la señora el día en que el niñito Jesús nació, pero, al entrar a mi casa y ver en el nacimiento al niñito Chuyito encuerado, se me quitó el remordimiento, pues pensé que alguien que se hace llamar el hijo de Dios y anda enseñando las verijas no puede enojarse con alguien que ve a una mujer en calzones.
FIN
Dense una vuelta por Big Blogger, hay una encuesta nueva en la que pueden votar y un post nuevo que pueden disfrutar.
Y también aquí les dejo una tira cómica de fin de año:
jueves, diciembre 21, 2006
De una vez les deseo lo mejor
El libro de Chistes Alowey va lento pero seguro. Tardará un poquito más en salir porque se le añadieron páginas, se le pondrá un prólogo bien rollero que mi colega Kabeza me hizo el honor de escribir y se le darán acabados al papel bien chiros, acá como los espejitos que nos cambiaban los españoles por oro. Espero que para el 15 de enero ya tenga los millones de ejemplares en mis manos.
Ya tengo los datos de varia raza, pero me faltan todavía. Mándenme un mail por favor para que me confirmen cuántos libros van a querer y decirles lo del depósito y la fecha de entrega. El costo va a ser de 50 pesos más gastos de envío (que serían unos 15 pesitos más... a menos que encuentre una mensajería más barata, snif). Si conocen a raza que le guste leer mugrero o tienen amigochos que tengan mal gusto y quieran el libro en su ciudad, pues les mando varios en un mismo paquete y así no paguan tantos envíos. Ahí nomás ustedes los reparten o los queman en alguna misa negra. Por lo pronto, aquí les dejo un Chiste Alowey:
Aquí les dejo una tira cómica predecible, pero navideña, por si ya no los veo en estos días de posadas, pasadas, borrachera y tragadera eterna.
Que la pasen de lujo esta navidad todos y cada uno de ustedes, mis queridos lectores, snif, que se toman la molestia de pasar por este humilde pesebre cibernético cada que pueden. Saludos a todos, raza.
Ya tengo los datos de varia raza, pero me faltan todavía. Mándenme un mail por favor para que me confirmen cuántos libros van a querer y decirles lo del depósito y la fecha de entrega. El costo va a ser de 50 pesos más gastos de envío (que serían unos 15 pesitos más... a menos que encuentre una mensajería más barata, snif). Si conocen a raza que le guste leer mugrero o tienen amigochos que tengan mal gusto y quieran el libro en su ciudad, pues les mando varios en un mismo paquete y así no paguan tantos envíos. Ahí nomás ustedes los reparten o los queman en alguna misa negra. Por lo pronto, aquí les dejo un Chiste Alowey:
Aquí les dejo una tira cómica predecible, pero navideña, por si ya no los veo en estos días de posadas, pasadas, borrachera y tragadera eterna.
Que la pasen de lujo esta navidad todos y cada uno de ustedes, mis queridos lectores, snif, que se toman la molestia de pasar por este humilde pesebre cibernético cada que pueden. Saludos a todos, raza.
miércoles, diciembre 20, 2006
Moto
De morro yo quería una moto.
El grupo Menudo fue el culpable de meterme esa idea en la cabezota de globo de fiesta que desde aquel entonces tenía. Ese tema de "Súbete a mi moto" era pegajosísimo. Me acuerdo que hasta mis compas y yo jugábamos a ser Menudo y que yo siempre pedía ser Miguel porque era el que se veía menos puñal de todos.
Oyendo esa rolita me imaginaba por las calles de la ciudad a toda velocidad, subiéndome los lentes oscuros lentamente y cerrándoles el ojo a las niñas que paseaban en sus bicicletas con llantitas de prueba en el parque.
"Mejor te compro una pistola cargada", fue lo que me dijo mi padre cuando le externé mi inocente y costoso deseo motorizado. Aunque esta respuesta estuvo más bonita que la vez que le pregunté que a dónde le iba a ir a comprar los clavos y tuercas que me había encargado para arreglar un closet: "Pos ni modo que a la iglesia, pendejo", me dijo. Snif.
Total, el caso es que me di cuenta, por el ligero sarcasmo en su respuesta, que mi padre nunca me compraría una motocicleta y, como yo era un niño bastante inteligente, maquilé un plan perfecto. Le pediría la moto a Santa Clos, juarjuar, qué gran idea, mi padre se iba a chingar en su decisión.
Pero resultó que el viejo cabrón, barbón, panzón que siempre trae la misma ropa nunca me trajo la moto. Una de dos: o el gordo era muy tacaño o mi padre habló con él sin que yo me diera cuenta y le dijo que no me la regalara.
Nunca tuve la moto, y qué bueno. Ahora les tengo miedo, un miedo injustificado, pues nunca he manejado una de dos llantas y nadie que conozca –cercano a mí- se ha muerto en un accidente de esos.
A veces vivir con miedos infundados es algo bueno.
El grupo Menudo fue el culpable de meterme esa idea en la cabezota de globo de fiesta que desde aquel entonces tenía. Ese tema de "Súbete a mi moto" era pegajosísimo. Me acuerdo que hasta mis compas y yo jugábamos a ser Menudo y que yo siempre pedía ser Miguel porque era el que se veía menos puñal de todos.
Oyendo esa rolita me imaginaba por las calles de la ciudad a toda velocidad, subiéndome los lentes oscuros lentamente y cerrándoles el ojo a las niñas que paseaban en sus bicicletas con llantitas de prueba en el parque.
"Mejor te compro una pistola cargada", fue lo que me dijo mi padre cuando le externé mi inocente y costoso deseo motorizado. Aunque esta respuesta estuvo más bonita que la vez que le pregunté que a dónde le iba a ir a comprar los clavos y tuercas que me había encargado para arreglar un closet: "Pos ni modo que a la iglesia, pendejo", me dijo. Snif.
Total, el caso es que me di cuenta, por el ligero sarcasmo en su respuesta, que mi padre nunca me compraría una motocicleta y, como yo era un niño bastante inteligente, maquilé un plan perfecto. Le pediría la moto a Santa Clos, juarjuar, qué gran idea, mi padre se iba a chingar en su decisión.
Pero resultó que el viejo cabrón, barbón, panzón que siempre trae la misma ropa nunca me trajo la moto. Una de dos: o el gordo era muy tacaño o mi padre habló con él sin que yo me diera cuenta y le dijo que no me la regalara.
Nunca tuve la moto, y qué bueno. Ahora les tengo miedo, un miedo injustificado, pues nunca he manejado una de dos llantas y nadie que conozca –cercano a mí- se ha muerto en un accidente de esos.
A veces vivir con miedos infundados es algo bueno.
lunes, diciembre 18, 2006
La navidá ya no me enoja
Encabronarse en estas fechas ya se me hace una actitud muuuy de adolescente rebelde, espinilludo, de muñeca puñetera, codo de tenista y pelo largo. Yo ya aprendí a no enojarme en navidad porque ya me di cuenta qué es lo que me encabrona. Años atrás, el simple hecho de mencionar estas fiestas hacía que me pusiera más feo que el novio de Paulina Rubio.
No me enoja ese consumismo desmedido ni la actitud buena onda y ñoña –pero hipócrita- de la gente, me enfurece meterme a las tiendas, buscar estacionamiento, no encontrar estacionamiento, andar dando vueltas como pendejo buscando un lugar en el estacionamiento, entrar al centro comercial y escuchar el bullicio de la gente buscando regalos entre montones de ropa revuelta y hacer largas filas para pagar.
Por eso yo ya no hago corajes y soy más feliz que el especial navideño de Snoopy que pasan todos los pinches años en el canal 5, porque ya no voy de compras. De hecho ayer hablé bien neta con la Fabi y, como el hombre de huevos que soy, después de lavar los platos y secarme las manos (que por cierto me quedaron bien lisitas con el nuevo Axion jugo de limón con doble potencia que compramos), saqué mi cartera con millones de dólares y le dije: “Mira vieja, neta que no sé qué regalarte, mamacita; después de tanto tiempo deberás de saber que me llena de cólera ir de shopping”. En eso, le tomé la mano y le di el dinero, que se desbordaba entre sus dedos y le tapaba los zapatos de tanto billete que se caía al suelo.
El lunes (o sea, hoy) se va a ir a McAllen, Texas, a su terapia de compras femeninas, ¿qué mejor regalo que el frívolo dinero en esta navidad? Así uno no se arriesga a que el sweater, pantalón, abrigo, aretes, calzón, consolador o zapatos no le queden o no le gusten. Con dinero uno les dice a las mujeres: “Cómprate lo que se te hinche la chichi izquierda”.
Los regalos de los demás –familiares o conocidos-, pues Fabi es la que se encarga porque a ella sí le gusta andar de tienda en tienda peleando prendas, escarbando entre los montones de ropa y cazando ofertas. Yo, confío en su buen gusto. Regalar dinero es muy práctico. También cachitos de lotería. Háganlo.
Para regalarme a mí, yo no batallo. Me voy a alguna librería o tienda de discos y me compro libros de Trino, de Liniers, de Jis, de Rius, de algún novelista chiro, DVDs, CDs y ya, asunto arreglado; aunque mi vieja se encabrone porque no me compró ropa y siempre ando con las mismas garras fachosas como Diego Luna en los premios MTV.
Aquí les dejo una cursi tira cómica que me pidieron en el trabajo para apoyar una buena causa. Tiene un bonito mensaje, snif.
No me enoja ese consumismo desmedido ni la actitud buena onda y ñoña –pero hipócrita- de la gente, me enfurece meterme a las tiendas, buscar estacionamiento, no encontrar estacionamiento, andar dando vueltas como pendejo buscando un lugar en el estacionamiento, entrar al centro comercial y escuchar el bullicio de la gente buscando regalos entre montones de ropa revuelta y hacer largas filas para pagar.
Por eso yo ya no hago corajes y soy más feliz que el especial navideño de Snoopy que pasan todos los pinches años en el canal 5, porque ya no voy de compras. De hecho ayer hablé bien neta con la Fabi y, como el hombre de huevos que soy, después de lavar los platos y secarme las manos (que por cierto me quedaron bien lisitas con el nuevo Axion jugo de limón con doble potencia que compramos), saqué mi cartera con millones de dólares y le dije: “Mira vieja, neta que no sé qué regalarte, mamacita; después de tanto tiempo deberás de saber que me llena de cólera ir de shopping”. En eso, le tomé la mano y le di el dinero, que se desbordaba entre sus dedos y le tapaba los zapatos de tanto billete que se caía al suelo.
El lunes (o sea, hoy) se va a ir a McAllen, Texas, a su terapia de compras femeninas, ¿qué mejor regalo que el frívolo dinero en esta navidad? Así uno no se arriesga a que el sweater, pantalón, abrigo, aretes, calzón, consolador o zapatos no le queden o no le gusten. Con dinero uno les dice a las mujeres: “Cómprate lo que se te hinche la chichi izquierda”.
Los regalos de los demás –familiares o conocidos-, pues Fabi es la que se encarga porque a ella sí le gusta andar de tienda en tienda peleando prendas, escarbando entre los montones de ropa y cazando ofertas. Yo, confío en su buen gusto. Regalar dinero es muy práctico. También cachitos de lotería. Háganlo.
Para regalarme a mí, yo no batallo. Me voy a alguna librería o tienda de discos y me compro libros de Trino, de Liniers, de Jis, de Rius, de algún novelista chiro, DVDs, CDs y ya, asunto arreglado; aunque mi vieja se encabrone porque no me compró ropa y siempre ando con las mismas garras fachosas como Diego Luna en los premios MTV.
Aquí les dejo una cursi tira cómica que me pidieron en el trabajo para apoyar una buena causa. Tiene un bonito mensaje, snif.
jueves, diciembre 14, 2006
Varios posts sobre nada importante
Ay sí, ahora resulta que tooodo mundo oye música a tooodas horas y en tooodos lados. Que nadie puede vivir sin la música. Pffff. En la fila del banco veo a batos, en el supermercado veo a ñoras, en la oficina veo secres; en todos lados veo gente que trae su I pod. Qué raro. Cuando salieron los walkmans y los discmans -que eran mucho más baratos y la situación económica estaba mejor- no veías a tanta gente usándolos en tantas partes. Lo mismo pasó con los pinches tamagochis y ahora ya nadie los usa. Ah, y apuesto a que todos ya están pensando en cambiar su I pod por uno más nuevo y más pequeño y con capacidad para un millón de canciones. ¿Quién escucha un millón de canciones? ¿quién conoce, si acaso, 5 mil canciones que le gusten? Bah.
Y me caga escribir esto porque, cuando me junto con gente que me lee y trae su I pod y se siente bien orgulloso, me ven con cara de rabia, como diciendo: “sí sé lo que escribiste, pero me vale madre, puto, ¿qué pedo?”. Y otros, más nobles, como que se apenan de traer el aparatillo y mejor lo usan acá, sordeadón.
El Filósofo de Cantina no existe, lamento decirles. Ya no vayan al Zacatecas a preguntar por él porque me hacen quedar como un pinche mentiroso y nomás van a encontrar a un mesero de pelo chino que se parece a Moe el de los Simpson y a un vendedor de cachitos de lotería. Lamento informarles que El Filósofo de Cantina soy yo cuando hago a un lado el machismo latente en mi sangre mexicana e intento comprender y justificar las acciones, sentimientos y emociones de las pinches viejas. Ya no vayan al Zacatecs a preguntar por él, mejor, cuando vayan y me vean, invítenme una cerveza, ojaldras.
De las cosas que más me encabronan, a grado tal de considerarlo un crimen, es tirar la comida. Me encabrona ver cómo los meseros se llevan los platos todavía llenos de comida en los restaurantes: platillos de arriba de 100 pesos con media pechuga de pollo o medio t bone, con el puré de papa intacto y las verduras medio mordidas. Me caga ver cómo en las bodas le retiran el plato a las viejas que según ellas están a dieta y nomás se comen los brócolis del plato y dejan todo el filete miñón o el pollo a la cordon blue. Y no me salgan con que es de mal gusto dejar el plato limpio. Es de más pésimo gusto dejar un filete entero para que lo echen directo a la basura. Es mentira esa regla de etiqueta, es más, me paso por mis huevos hechos pasita por el frío sus reglas de etiqueta. Y repito: no es que yo diga: “ay, es que hay niños en África que no tienen qué comer”, no, simplemente se me hace una chingadera tirar comida a la basura.
Pero también me caga decir que esto me encabrona porque cuando la gente me conoce, no come a gusto. Me miran incómodos, así como que pensando: “chin… me tengo que comer toda la comida porque aquí está el Guffo y leí en uno de sus posts que le cagaba la gente que no se come todo lo que hay en el plato y tira la comida”
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo antiguos escritos de aquellos tiempos cuando yo era gracioso, mi vida más interesante, era el Joaquín Sabina de la Fabi y mi creatividad florecía, me di cuenta que tenía más lectores o, al menos, me comentaban otras personas que ahora ya no lo hacen. No sé si ya no me visiten o me visiten anónimamente o les caí gordo porque yo no les ponía comments o simplemente dejaron de perder su tiempo leyendo mi pendejadas, snif. Me di cuenta que muchos de ellos cerraron sus blogs y que otros siguen escribiendo y tenía ya mucho tiempo de no volverlos a leer. También me di cuenta que en aquellos tiempos me dejaban comments blogstars de la talla del Chango 100, el Huevo, Mal Bicho, Chidoguan, Rox, Plaqueta entre otros.
A todos mis amigos que han puestos negocios, no les ha ido bien. Y no porque sean pendejos o huevones. Simplemente llega un punto en que no pueden invertir y no pueden pedir préstamos o, si piden uno, viven y trabajan para pagarlo, encerrándose en un círculo del que nunca saldrán ni sobresaldrán, pero sobrevivirán ahí, apenitas, que creo que es la idea de este modelo económico. Ya ninguno de esos amigos tiene su negocio y, los que aún lo tienen, sobreviven más o menos. Me he asociado con dos y las dos veces ha sido un fracaso. Todos mis amigos que tienen casa, carro, televisiones de plasma, prestaciones, seguros de gastos médicos, afores, primas vacacionales, ahorros y de más, son empleados. Como que ahora ser empleado conviene más que tener negocio propio. Tener un negocio propio es un pedo y ya no se vive bien.
Things change.
Y me caga escribir esto porque, cuando me junto con gente que me lee y trae su I pod y se siente bien orgulloso, me ven con cara de rabia, como diciendo: “sí sé lo que escribiste, pero me vale madre, puto, ¿qué pedo?”. Y otros, más nobles, como que se apenan de traer el aparatillo y mejor lo usan acá, sordeadón.
El Filósofo de Cantina no existe, lamento decirles. Ya no vayan al Zacatecas a preguntar por él porque me hacen quedar como un pinche mentiroso y nomás van a encontrar a un mesero de pelo chino que se parece a Moe el de los Simpson y a un vendedor de cachitos de lotería. Lamento informarles que El Filósofo de Cantina soy yo cuando hago a un lado el machismo latente en mi sangre mexicana e intento comprender y justificar las acciones, sentimientos y emociones de las pinches viejas. Ya no vayan al Zacatecs a preguntar por él, mejor, cuando vayan y me vean, invítenme una cerveza, ojaldras.
De las cosas que más me encabronan, a grado tal de considerarlo un crimen, es tirar la comida. Me encabrona ver cómo los meseros se llevan los platos todavía llenos de comida en los restaurantes: platillos de arriba de 100 pesos con media pechuga de pollo o medio t bone, con el puré de papa intacto y las verduras medio mordidas. Me caga ver cómo en las bodas le retiran el plato a las viejas que según ellas están a dieta y nomás se comen los brócolis del plato y dejan todo el filete miñón o el pollo a la cordon blue. Y no me salgan con que es de mal gusto dejar el plato limpio. Es de más pésimo gusto dejar un filete entero para que lo echen directo a la basura. Es mentira esa regla de etiqueta, es más, me paso por mis huevos hechos pasita por el frío sus reglas de etiqueta. Y repito: no es que yo diga: “ay, es que hay niños en África que no tienen qué comer”, no, simplemente se me hace una chingadera tirar comida a la basura.
Pero también me caga decir que esto me encabrona porque cuando la gente me conoce, no come a gusto. Me miran incómodos, así como que pensando: “chin… me tengo que comer toda la comida porque aquí está el Guffo y leí en uno de sus posts que le cagaba la gente que no se come todo lo que hay en el plato y tira la comida”
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo antiguos escritos de aquellos tiempos cuando yo era gracioso, mi vida más interesante, era el Joaquín Sabina de la Fabi y mi creatividad florecía, me di cuenta que tenía más lectores o, al menos, me comentaban otras personas que ahora ya no lo hacen. No sé si ya no me visiten o me visiten anónimamente o les caí gordo porque yo no les ponía comments o simplemente dejaron de perder su tiempo leyendo mi pendejadas, snif. Me di cuenta que muchos de ellos cerraron sus blogs y que otros siguen escribiendo y tenía ya mucho tiempo de no volverlos a leer. También me di cuenta que en aquellos tiempos me dejaban comments blogstars de la talla del Chango 100, el Huevo, Mal Bicho, Chidoguan, Rox, Plaqueta entre otros.
A todos mis amigos que han puestos negocios, no les ha ido bien. Y no porque sean pendejos o huevones. Simplemente llega un punto en que no pueden invertir y no pueden pedir préstamos o, si piden uno, viven y trabajan para pagarlo, encerrándose en un círculo del que nunca saldrán ni sobresaldrán, pero sobrevivirán ahí, apenitas, que creo que es la idea de este modelo económico. Ya ninguno de esos amigos tiene su negocio y, los que aún lo tienen, sobreviven más o menos. Me he asociado con dos y las dos veces ha sido un fracaso. Todos mis amigos que tienen casa, carro, televisiones de plasma, prestaciones, seguros de gastos médicos, afores, primas vacacionales, ahorros y de más, son empleados. Como que ahora ser empleado conviene más que tener negocio propio. Tener un negocio propio es un pedo y ya no se vive bien.
Things change.
martes, diciembre 12, 2006
Fans from hell
Todos hemos tenido -o tenemos- fans from hell, esos dulces admiradores que insultan a la jefa, a la novia, a las hermanas, amenazan de muerte, mandan mails con virus y de más cosas que la gente normal y sana acostumbra hacer en su rutina diaria. Pero, los fans from hell españoles, son lo mejor que un bloggero puede tener, es a lo máximo que uno puede aspirar en esta noble profesión de letras e internet. De hecho, yo ya le pedí dos de estos batos a Santa Clos.
Teniendo fans from hell españoles, uno ya se puede autonombrar “Blogstar” y puede morir en paz como lo hacen los hombres: tirados con el cuerpo en mitad calle y mitad banqueta, afuera de su cantina favorita mientras un perro callejero les huele el culo.
Estos güeyes, los fans psicópatas españoles, sí que son elegantes para insultar y no andan con insultillos tipo “me cojo a tu mamá” o “eres puto” como los naquitos mexicanos iletrados que aún se balancean por las ramas como changuitos. Estos tíos sí que tienen mucha clase y un humor hilarante que a cualquiera deja pendejo. Son enjundiosos, se les nota la rabia ponzoñosa y se tiran directo a la yugular, inmovilizando a su víctima e imposibilitándola para poder pensar y responder con una madreada o albur bueno que taponée el duro efecto de la recibida por uno. Estos batos sí que sueltan ofensas inteligentes; de entre sus favoritas se encuentran las del tipo prehispánica (indio), mamífera (mico, mono, simio) y de más palabras que tengan que ver con algo racial, étnico o que denote nuestro, ay, tercermundismo, snif.
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo mis escritos y los comentarios de mis adorados lectores, me di cuenta que tenía varios comments que no había leído y que de entre todos esos comments nuevos había dos de unos españolitos que –creo- me odian muncho, snif. Y casi me meo de la emoción, pues yo ya puedo presumir que tengo dos fans from hell españoles. Ahora soy más feliz que un Teletubbie y puedo autoproclamarme Blogstar.
Aquí les dejo a mis dos nuevos amiguitos, que se ofendieron porque usé las palabras “jotito” y “putito” para escribir una de mis aventuritas, palabras que nunca utilicé –y nunca he utilizado- como ofensa homofóbica o término despectivo; simplemente las usé para darle un toque más cómico a mi historia. Chequen los comentarios 10 y 11, uno es de un anónimo y el otro de un tal Nabuco.
Si los homosexuales no tienen un apelativo “ofensivo” o “burlón” o de ese tipo como “jotito” o “maricón” para los heterosexuales, no es mi pedo.
Además, pues no es nada agradable que a la tierna edad de 17 años unos homosexuales treintones te quieran enamorar para meterte el pito. Snif.
Teniendo fans from hell españoles, uno ya se puede autonombrar “Blogstar” y puede morir en paz como lo hacen los hombres: tirados con el cuerpo en mitad calle y mitad banqueta, afuera de su cantina favorita mientras un perro callejero les huele el culo.
Estos güeyes, los fans psicópatas españoles, sí que son elegantes para insultar y no andan con insultillos tipo “me cojo a tu mamá” o “eres puto” como los naquitos mexicanos iletrados que aún se balancean por las ramas como changuitos. Estos tíos sí que tienen mucha clase y un humor hilarante que a cualquiera deja pendejo. Son enjundiosos, se les nota la rabia ponzoñosa y se tiran directo a la yugular, inmovilizando a su víctima e imposibilitándola para poder pensar y responder con una madreada o albur bueno que taponée el duro efecto de la recibida por uno. Estos batos sí que sueltan ofensas inteligentes; de entre sus favoritas se encuentran las del tipo prehispánica (indio), mamífera (mico, mono, simio) y de más palabras que tengan que ver con algo racial, étnico o que denote nuestro, ay, tercermundismo, snif.
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo mis escritos y los comentarios de mis adorados lectores, me di cuenta que tenía varios comments que no había leído y que de entre todos esos comments nuevos había dos de unos españolitos que –creo- me odian muncho, snif. Y casi me meo de la emoción, pues yo ya puedo presumir que tengo dos fans from hell españoles. Ahora soy más feliz que un Teletubbie y puedo autoproclamarme Blogstar.
Aquí les dejo a mis dos nuevos amiguitos, que se ofendieron porque usé las palabras “jotito” y “putito” para escribir una de mis aventuritas, palabras que nunca utilicé –y nunca he utilizado- como ofensa homofóbica o término despectivo; simplemente las usé para darle un toque más cómico a mi historia. Chequen los comentarios 10 y 11, uno es de un anónimo y el otro de un tal Nabuco.
Si los homosexuales no tienen un apelativo “ofensivo” o “burlón” o de ese tipo como “jotito” o “maricón” para los heterosexuales, no es mi pedo.
Además, pues no es nada agradable que a la tierna edad de 17 años unos homosexuales treintones te quieran enamorar para meterte el pito. Snif.
lunes, diciembre 11, 2006
Ya apareció mi compa
Hacía ya mucho tiempo que mi compa, ese que me habla los domingos a las 8 de la mañana para preguntarme puras pendejadas, no me hablaba.
Sospechaba algo raro desde aquella vez que su vieja me confesó que sus papás le iban a llevar a un sacerdote y a un güey de esos en rehabilitación de Alcohólicos Anónimos a su casa para que hablaran con él y le sacaran el demonio de adentro antes de que le sacaran el dinero y el hígado en un hospital privado. Yo siento que es más el pedo que le hacen a mi compadre, porque yo lo conozco desde hace mucho tiempo y es muy pedero –se siente el Robert Downey Jr. norteño y con delantal de carnicero-, pero en fin.
Después de esa revelación que me hizo su ruca le marqué varias veces a su negocio y un muchacho gangoso, al que imaginé de lentes y forrado de espinillas en el rostro, me dijo: “nostá, anda anca de vacacionesss”. Se me hizo muy raro porque mi compadre será muy jodón, pero nunca se toma vacaciones porque tiene la falsa idea de que sin él, los negocios de su familia quebrarían. Es un bato bien raro; más raro que un hijo de Prince y Michael Jackson engendrado por una de sus primas cercanas.
Recuerdo que cuando todos nos íbamos al pedo a Ciudad Valles o a alguna playa en semana santa o en vacaciones de verano, éste bato se quedaba jalando en las carnicerías de su familia, haciendo corajes y viviendo la semana santa como se debe vivirla: rezando de a huevo, encabronándose con sus hermanos, multiplicando sus ganancias y metiéndose a la vejiga una botella de whisky diaria para soportar a las ñoras necias que entraban al negocio pidiendo tripitas y manitas de puerco para hacer tamales.
Después de que le hablé al negocio y el muchacho gangoso me dijo que andaba de vacaciones, le marqué a casa de sus padres y su mamá me contestó el teléfono. Me dijo que, en efecto, mi compa andaba de vacaciones allá por Torreón, con un tío, en un rancho ganadero; que llegaba como en 6 semanas. Wooow, vacaciones allá por Torreón, dije yo, en un rancho más rancho y más polvoriento que Torreón, viendo vacas y cómo los granjeros que viven en medio de la nada las seducen y ordeñan con la boca, wooow, eso suena divertidísimo y muy sexy.
Le dije a la señora que le dijera a su hijo que me hablara cuando llegara.
Y precisamente ayer domingo, pasaditas las 8 de la madrugada, cuando apenas me estaba poniendo mi traje de Batman y me disponía a salvar ciudad Gótica e ir por barbacoa, que suena el teléfono; me despierto y era él.
No, no me habló para preguntarme alguna calle del centro de la ciudad en la que ha vivido toda su chingada vida, tampoco me pidió el nombre de alguna refacción para su camioneta (como si yo fuera mecánico) ni tampoco para preguntarme si los Gigantes y Sorianas abren en domingo (como si yo fuera cerillito, de esos chamacos pendejos que meten todo lo que uno compra por anca la verga dentro de las bolsas de plástico). No. Me habló para decirme que tenía que hablar conmigo; su, ay, único amigo. Snif.
Total, nos vimos en un Chilis y me platicó que lo metieron a la fuerza a un centro de rehabilitación allá en Coahuila. ¿En seeerioooo?, fingí demencia. Obviamente toda su aventura desintoxicológica me la platico mamándose unos vasotes de Buchanans de 90 pesos y dos tarros de cerveza oscura para que hiciera un buen corto circuito en la chompa. Me platicó que conoció a un sobrino de Azcarraga Jean y a otras celebridades de medio pelo. Pero sentí que como que a este güey no le quedó muy claro qué pedo con lo que le pasó; al contrario, me lo platicaba como algo bien chingón, algo que les tiene que pasar a todos los rockstars y galanes de hollywood (dos cosas de las que mi compadre no está ni a un pelo de mi pelona de convertirse); porque mencionó varias veces a Colin Farrell, a Sean Penn y a Robert Downey Jr. (no comprendo esa obsesión que tiene con estos güeyes; se me hace que hay un putito latente dentro de mi amigocho y no un alcoholico/drogadicto). Sentí que contaba su experiencia como algo chingón, algo de lo que podía presumir, algo así como que “yo ya he sido mujeriego, chupador, drogo y he estado internado en una clínica de rehabilitación; nada me impresiona” Como que hizo todo lo posible por que le sucediera eso. Estoy seguro que pidió a gritos que se lo llevaran a esa clínica para sentirse intenso. Total, me dijo en la barra del Chilis que su problema no era el alcohol ni las drogas, si no su personalidad; que él podía chupar lo que quisiera. Eso sí, antes me recitó de memoria los 12 acuerdos de los borrachines en rehabilitación: estar conciente de que se tiene una enfermedad, no negarla, bla, bla, bla, puras pendejadas.
El problema fue al final, cuando terminamos de comer y de chupar y este bato terminó de lloriquear de que por qué nunca sus amigos le dijimos que andaba mal, que estaba abusando, bujujuju, snif. Payaso, como si yo fuera su mamá. Además, cuando se lo decíamos, el batito se encabronaba y mejor se iba a esconder al baño para meterse polvo porque nosotros eramos "muy fresas" para su rollo. Bueno, total, en eso que mi compa se pone bien serio y me dice, con una solemnidad sacerdotal que, si en realidad yo era su amigo, lo acompañara a una junta de doble A que tenía a las 7.
¡Puta! No voy ni a misa, qué chingados voy a ir a esas mamadas en domingo. Ni aunque hubiera barra libre y alienígenas encueradas con ganas de sobrepoblar su planeta iría a una jalada de esas. El güey obviamente se ofendió cuando le dije que ni madres, y que yo -en lo personal- le recomendaba que no anduviera pastoreando raza para esas mamadas, porque parecía testigo de Jehová chingando y neceando que le compren sus revistitas.
Snif, y ya no me considera su amigo... cosa que tiene sus ventajas, porque ahora sí voy a poder dormir hasta tarde los domingos.
Pero estoy tan salado que nomás falta que este güey me hable el próximo domingo a las meritas 8 a.m. para pedirme perdón y volver a ser mi amigo. Chingao.
Sospechaba algo raro desde aquella vez que su vieja me confesó que sus papás le iban a llevar a un sacerdote y a un güey de esos en rehabilitación de Alcohólicos Anónimos a su casa para que hablaran con él y le sacaran el demonio de adentro antes de que le sacaran el dinero y el hígado en un hospital privado. Yo siento que es más el pedo que le hacen a mi compadre, porque yo lo conozco desde hace mucho tiempo y es muy pedero –se siente el Robert Downey Jr. norteño y con delantal de carnicero-, pero en fin.
Después de esa revelación que me hizo su ruca le marqué varias veces a su negocio y un muchacho gangoso, al que imaginé de lentes y forrado de espinillas en el rostro, me dijo: “nostá, anda anca de vacacionesss”. Se me hizo muy raro porque mi compadre será muy jodón, pero nunca se toma vacaciones porque tiene la falsa idea de que sin él, los negocios de su familia quebrarían. Es un bato bien raro; más raro que un hijo de Prince y Michael Jackson engendrado por una de sus primas cercanas.
Recuerdo que cuando todos nos íbamos al pedo a Ciudad Valles o a alguna playa en semana santa o en vacaciones de verano, éste bato se quedaba jalando en las carnicerías de su familia, haciendo corajes y viviendo la semana santa como se debe vivirla: rezando de a huevo, encabronándose con sus hermanos, multiplicando sus ganancias y metiéndose a la vejiga una botella de whisky diaria para soportar a las ñoras necias que entraban al negocio pidiendo tripitas y manitas de puerco para hacer tamales.
Después de que le hablé al negocio y el muchacho gangoso me dijo que andaba de vacaciones, le marqué a casa de sus padres y su mamá me contestó el teléfono. Me dijo que, en efecto, mi compa andaba de vacaciones allá por Torreón, con un tío, en un rancho ganadero; que llegaba como en 6 semanas. Wooow, vacaciones allá por Torreón, dije yo, en un rancho más rancho y más polvoriento que Torreón, viendo vacas y cómo los granjeros que viven en medio de la nada las seducen y ordeñan con la boca, wooow, eso suena divertidísimo y muy sexy.
Le dije a la señora que le dijera a su hijo que me hablara cuando llegara.
Y precisamente ayer domingo, pasaditas las 8 de la madrugada, cuando apenas me estaba poniendo mi traje de Batman y me disponía a salvar ciudad Gótica e ir por barbacoa, que suena el teléfono; me despierto y era él.
No, no me habló para preguntarme alguna calle del centro de la ciudad en la que ha vivido toda su chingada vida, tampoco me pidió el nombre de alguna refacción para su camioneta (como si yo fuera mecánico) ni tampoco para preguntarme si los Gigantes y Sorianas abren en domingo (como si yo fuera cerillito, de esos chamacos pendejos que meten todo lo que uno compra por anca la verga dentro de las bolsas de plástico). No. Me habló para decirme que tenía que hablar conmigo; su, ay, único amigo. Snif.
Total, nos vimos en un Chilis y me platicó que lo metieron a la fuerza a un centro de rehabilitación allá en Coahuila. ¿En seeerioooo?, fingí demencia. Obviamente toda su aventura desintoxicológica me la platico mamándose unos vasotes de Buchanans de 90 pesos y dos tarros de cerveza oscura para que hiciera un buen corto circuito en la chompa. Me platicó que conoció a un sobrino de Azcarraga Jean y a otras celebridades de medio pelo. Pero sentí que como que a este güey no le quedó muy claro qué pedo con lo que le pasó; al contrario, me lo platicaba como algo bien chingón, algo que les tiene que pasar a todos los rockstars y galanes de hollywood (dos cosas de las que mi compadre no está ni a un pelo de mi pelona de convertirse); porque mencionó varias veces a Colin Farrell, a Sean Penn y a Robert Downey Jr. (no comprendo esa obsesión que tiene con estos güeyes; se me hace que hay un putito latente dentro de mi amigocho y no un alcoholico/drogadicto). Sentí que contaba su experiencia como algo chingón, algo de lo que podía presumir, algo así como que “yo ya he sido mujeriego, chupador, drogo y he estado internado en una clínica de rehabilitación; nada me impresiona” Como que hizo todo lo posible por que le sucediera eso. Estoy seguro que pidió a gritos que se lo llevaran a esa clínica para sentirse intenso. Total, me dijo en la barra del Chilis que su problema no era el alcohol ni las drogas, si no su personalidad; que él podía chupar lo que quisiera. Eso sí, antes me recitó de memoria los 12 acuerdos de los borrachines en rehabilitación: estar conciente de que se tiene una enfermedad, no negarla, bla, bla, bla, puras pendejadas.
El problema fue al final, cuando terminamos de comer y de chupar y este bato terminó de lloriquear de que por qué nunca sus amigos le dijimos que andaba mal, que estaba abusando, bujujuju, snif. Payaso, como si yo fuera su mamá. Además, cuando se lo decíamos, el batito se encabronaba y mejor se iba a esconder al baño para meterse polvo porque nosotros eramos "muy fresas" para su rollo. Bueno, total, en eso que mi compa se pone bien serio y me dice, con una solemnidad sacerdotal que, si en realidad yo era su amigo, lo acompañara a una junta de doble A que tenía a las 7.
¡Puta! No voy ni a misa, qué chingados voy a ir a esas mamadas en domingo. Ni aunque hubiera barra libre y alienígenas encueradas con ganas de sobrepoblar su planeta iría a una jalada de esas. El güey obviamente se ofendió cuando le dije que ni madres, y que yo -en lo personal- le recomendaba que no anduviera pastoreando raza para esas mamadas, porque parecía testigo de Jehová chingando y neceando que le compren sus revistitas.
Snif, y ya no me considera su amigo... cosa que tiene sus ventajas, porque ahora sí voy a poder dormir hasta tarde los domingos.
Pero estoy tan salado que nomás falta que este güey me hable el próximo domingo a las meritas 8 a.m. para pedirme perdón y volver a ser mi amigo. Chingao.
miércoles, diciembre 06, 2006
Cuando pensé que Buda me había perdonado
Regresé de la escuela con un reporte. Era el primero que me ponían en toda la primaria. Estaba bien nervioso porque no sabía qué le iba a decir a mi papá. Mi padre era muy estricto en esas cosas de la disciplina en la escuela y en la casa, siempre amenazaba con mandarme a la escuela del barrio de abajo –La Bomberito Juárez: pública, llena de pandilleros, cholos y maestros huevones- si no sacaba buenas calificaciones o me portaba mal. Me sale muy cara tu educación como para que la desperdicies sacando seises, me decía. Pero yo sabía que si le decía la verdad, como quiera de unas nalgadas y un castigo de una semana no me iba a librar. En fin.
Y todo esto del reporte de mala conducta fue por culpa de Buda, el hijo de puta del salón, quien se la había pasado todo el día burlándose de mis pantalones porque me quedaban rabones y porque se alcanzaban a ver mis calcetones blancos que contrastaban con el brillo de mis zapatos negros recién boleados. Mi madre ya me había prometido que me compraría otros pantalones porque a esos ya no les podía bajar más la bastilla, pero me dijo que me tendría que esperar hasta fin de mes, cuando el negocio de mi padre se ponía un poquito mejor en cuanto a dinero. Pero apenas había pasado una semana y yo ya estaba bombo con las burlas del pinche Buda.
Odiaba los días en que mis otros dos pantalones estaban sucios y tenía que ponerme ese pantalón rabón. Durante clases procuraba pararme lo menos posible del pupitre para que no se dieran cuenta que los pantalones me quedaban brincacharcos, pero a la hora del recreo era imposible: no dejaban que ningún alumno se quedara en el salón y yo no podía seguir ocultando mis encogidos pantalones. Durante el recreo trataba de estar casi todo el tiempo parado, sin moverme, porque así no se notaba que mis pantalones estaban tan cortos. Al momento de caminar o de sentarme era cuando los pantalones se me subían hasta medio empeine y era cuando Buda empezaba a joder y a reírse. Nadie le decía nada a Buda porque nadie podía con él. Era un hijito de la chingada de 11 años –el único que tenía esa edad- enorme, papadón y abusivo que nos hacía la vida pesada a los alumnos de sexto “A”. Ah, y aparte, era sobrino del director. Como yo era demasiado cobarde, ese día en el recreo, cuando me dijo que mis pantalones eran de niño pobre y que mejor me fuera en shorts a la escuela, tomé el termo de mi lonchera y le arrojé la leche con Quick en la cara. Mis tenis marca Gigante corrieron como nunca antes habían corrido; ni siquiera como todas esas veces que intenté ganarle a Betty en las carreritas. Pero Buda resultó ser aún más cobarde que yo y, en vez de corretearme encabronadísimo para ponerme unos chingazos, se puso a llorar con la ropa empapada y tallándose los ojos, llamando la atención de las maestras, quienes me llevaron jalándome de una manga de la camisa con el director. El dire reprobó mi actitud por más que le dije que Buda me había estado molestando todo el día. Miró mis pantalones cuando le dije la causa del incidente y sólo sonrió.
Cuando le mostré el reporte a mi padre y le expliqué lo que había pasado, también reprobó mi actitud porque él nunca me había enseñado eso de “si te pegan, pégales de vuelta”, y me castigó una semana sin salir. Las nalgadas no me las dio, de esas sí me salvé.
Esa noche entró mi madre a mi cuarto y me dijo en voz baja que le había pedido dinero prestado a la vecina, que al día siguiente iríamos a comprarme un pantalón nuevo. Me emocioné mucho.
Saliendo de la escuela fuimos a Gigante y mi madre me compró un pantalón nuevo bien chido. Me lo probé con orgullo: ya no se me veían los calcetines pues los pantalones los cubrían por completo porque me llegaban debajo de los tobillos. Me los compró un poco más largos; mejor dicho, mucho más largos, para que me duraran de perdido un par de años más.
Tenía unas ganas tremendas de que fuera lunes para que Buda viera que ya no tenía pantalones brincacharcos y así dejara de estarme jodiendo. Cuídalos mucho, mijo, me dijo mi madre. No andes en la bici con ellos ni jugando fútbol. Sí, mami, le dije.
Llegó el lunes, pero Buda no fue a la escuela. El martes tampoco. Ni tampoco el miércoles. Ese día, el director entró al salón para darnos un aviso: El papá de Buda –o sea, su hermano- había fallecido en un accidente automovilístico y habría una misa el jueves en al patio de la escuela. Traigan todos su uniforme de gala, dijo el director muy serio. Con "uniforme de gala" se refería a que no fueramos a ir en playera.
El jueves fue la misa. Yo llegué con mi pantalón nuevo y Buda ahí estaba en una jardinera del patio mirando inmóvil al suelo. Nunca lo había visto de esa manera; será que siempre lo vi como un villano miserable sin compasión, pero el güey estaba llorando con un sentimiento horrible, de ese llanto que sale desde adentro. Se veía indefenso. Durante toda la ceremonia Buda se la pasó a un lado del director y su esposa, con los ojos vidriosos y sonándose para adentro los mocos. Terminando nos metimos al salón y Buda entró junto con el grupo. Se quedaría a clases. Algunos le daban palmadas en la espalda, yo fui uno de ellos, y Buda sólo trataba de sonreír agradeciendo, pero el llanto le ganaba
Me senté en mi pupitre y lo miré con lástima. Realmente me ponía triste verlo así aunque fuera un hijo de la chingada. Volteó a verme, se limpió las lágrimas del rostro y me dijo:
- No creas que ya se me olvidó lo del Quick… te va a cargar la verga en el recreo, cabrón.
Y todo esto del reporte de mala conducta fue por culpa de Buda, el hijo de puta del salón, quien se la había pasado todo el día burlándose de mis pantalones porque me quedaban rabones y porque se alcanzaban a ver mis calcetones blancos que contrastaban con el brillo de mis zapatos negros recién boleados. Mi madre ya me había prometido que me compraría otros pantalones porque a esos ya no les podía bajar más la bastilla, pero me dijo que me tendría que esperar hasta fin de mes, cuando el negocio de mi padre se ponía un poquito mejor en cuanto a dinero. Pero apenas había pasado una semana y yo ya estaba bombo con las burlas del pinche Buda.
Odiaba los días en que mis otros dos pantalones estaban sucios y tenía que ponerme ese pantalón rabón. Durante clases procuraba pararme lo menos posible del pupitre para que no se dieran cuenta que los pantalones me quedaban brincacharcos, pero a la hora del recreo era imposible: no dejaban que ningún alumno se quedara en el salón y yo no podía seguir ocultando mis encogidos pantalones. Durante el recreo trataba de estar casi todo el tiempo parado, sin moverme, porque así no se notaba que mis pantalones estaban tan cortos. Al momento de caminar o de sentarme era cuando los pantalones se me subían hasta medio empeine y era cuando Buda empezaba a joder y a reírse. Nadie le decía nada a Buda porque nadie podía con él. Era un hijito de la chingada de 11 años –el único que tenía esa edad- enorme, papadón y abusivo que nos hacía la vida pesada a los alumnos de sexto “A”. Ah, y aparte, era sobrino del director. Como yo era demasiado cobarde, ese día en el recreo, cuando me dijo que mis pantalones eran de niño pobre y que mejor me fuera en shorts a la escuela, tomé el termo de mi lonchera y le arrojé la leche con Quick en la cara. Mis tenis marca Gigante corrieron como nunca antes habían corrido; ni siquiera como todas esas veces que intenté ganarle a Betty en las carreritas. Pero Buda resultó ser aún más cobarde que yo y, en vez de corretearme encabronadísimo para ponerme unos chingazos, se puso a llorar con la ropa empapada y tallándose los ojos, llamando la atención de las maestras, quienes me llevaron jalándome de una manga de la camisa con el director. El dire reprobó mi actitud por más que le dije que Buda me había estado molestando todo el día. Miró mis pantalones cuando le dije la causa del incidente y sólo sonrió.
Cuando le mostré el reporte a mi padre y le expliqué lo que había pasado, también reprobó mi actitud porque él nunca me había enseñado eso de “si te pegan, pégales de vuelta”, y me castigó una semana sin salir. Las nalgadas no me las dio, de esas sí me salvé.
Esa noche entró mi madre a mi cuarto y me dijo en voz baja que le había pedido dinero prestado a la vecina, que al día siguiente iríamos a comprarme un pantalón nuevo. Me emocioné mucho.
Saliendo de la escuela fuimos a Gigante y mi madre me compró un pantalón nuevo bien chido. Me lo probé con orgullo: ya no se me veían los calcetines pues los pantalones los cubrían por completo porque me llegaban debajo de los tobillos. Me los compró un poco más largos; mejor dicho, mucho más largos, para que me duraran de perdido un par de años más.
Tenía unas ganas tremendas de que fuera lunes para que Buda viera que ya no tenía pantalones brincacharcos y así dejara de estarme jodiendo. Cuídalos mucho, mijo, me dijo mi madre. No andes en la bici con ellos ni jugando fútbol. Sí, mami, le dije.
Llegó el lunes, pero Buda no fue a la escuela. El martes tampoco. Ni tampoco el miércoles. Ese día, el director entró al salón para darnos un aviso: El papá de Buda –o sea, su hermano- había fallecido en un accidente automovilístico y habría una misa el jueves en al patio de la escuela. Traigan todos su uniforme de gala, dijo el director muy serio. Con "uniforme de gala" se refería a que no fueramos a ir en playera.
El jueves fue la misa. Yo llegué con mi pantalón nuevo y Buda ahí estaba en una jardinera del patio mirando inmóvil al suelo. Nunca lo había visto de esa manera; será que siempre lo vi como un villano miserable sin compasión, pero el güey estaba llorando con un sentimiento horrible, de ese llanto que sale desde adentro. Se veía indefenso. Durante toda la ceremonia Buda se la pasó a un lado del director y su esposa, con los ojos vidriosos y sonándose para adentro los mocos. Terminando nos metimos al salón y Buda entró junto con el grupo. Se quedaría a clases. Algunos le daban palmadas en la espalda, yo fui uno de ellos, y Buda sólo trataba de sonreír agradeciendo, pero el llanto le ganaba
Me senté en mi pupitre y lo miré con lástima. Realmente me ponía triste verlo así aunque fuera un hijo de la chingada. Volteó a verme, se limpió las lágrimas del rostro y me dijo:
- No creas que ya se me olvidó lo del Quick… te va a cargar la verga en el recreo, cabrón.
lunes, diciembre 04, 2006
Hola y adiós
Buen lunes, jóvenes y jóvenas, morros y morras, rucos y rucas, marcianos y marcianas.
Pueden pasar a Big Blogger, pues escribí nada más y nada menos que una sonsera (por qué todos los entrevistadores de la televisión dicen "...y está con nosotros, nada más y nada menos que...", ¿por qué lo dicen? Es cagante).
También pueden hacer bilis con el humor incomprendido y avanzado para su tiempo de los Chistes Alowey que, por cierto, ya falta poco para que salga el libro recopilatorio de 60 páginas a todo alcoholor, muaaaa ja ja ja jaaaargh cof cof cof...¡cof!
Recibí un piropo de un bato que me dijo que no entiende cómo a la raza sí le gusta el humor alucinógeno y mamón de JIS y no le gusta el de Chistes Alowey, si está igual de fumado y mamón. Snif. Gracias, bato, tú sí eres un iluminado.
¡Pónganse a jalaaar!!!.
Pueden pasar a Big Blogger, pues escribí nada más y nada menos que una sonsera (por qué todos los entrevistadores de la televisión dicen "...y está con nosotros, nada más y nada menos que...", ¿por qué lo dicen? Es cagante).
También pueden hacer bilis con el humor incomprendido y avanzado para su tiempo de los Chistes Alowey que, por cierto, ya falta poco para que salga el libro recopilatorio de 60 páginas a todo alcoholor, muaaaa ja ja ja jaaaargh cof cof cof...¡cof!
Recibí un piropo de un bato que me dijo que no entiende cómo a la raza sí le gusta el humor alucinógeno y mamón de JIS y no le gusta el de Chistes Alowey, si está igual de fumado y mamón. Snif. Gracias, bato, tú sí eres un iluminado.
¡Pónganse a jalaaar!!!.
jueves, noviembre 30, 2006
Tarde con el Filósofo de Cantina
Estábamos en la cantina de costumbre. El Filósofo de Cantina no estaba, como era su costumbre. Siempre éramos nosotros los que llegábamos y él ya estaba ahí bebiendo su cerveza Bohemia y escribiendo -o garabateando- sobre una servilleta.
Pasaron dos horas y el Maestro llegó acomodándose el cuello de su chaqueta, que había levantado para cubrirse del viento frío de afuera. Saludó a todos y cada uno de nosotros de mano, muy formal, como acostumbraba. No era de esos hombres que empuñaba el saludo y apretaba con fuerza. No. Él siempre tomaba la mano del compañero de manera suave, pero con firmeza. Se sentó y pidió su cerveza de costumbre. Me gustaba ver como descarapelaba el aluminio dorado del pico de la botella; lo hacía con destreza.
Todos le cuestionamos su ausencia y el largo tiempo que teníamos de no verlo. A lo que el Filósofo respondió, después de un largo trago a su cheve:
“Estuve con un amigo al que lo acuchilló su ex mujer. Fui a verlo al hospital. Este güey tenía ya mucho tiempo separado de su vieja. Mucho tiempo. Nunca se portó bien con ella cuando estuvieron juntos, sólo cuando eran novios, pero cuando se casaron, todo cambió: la golpeaba, la dejaba días enteros con sus tres hijos y no se aparecía, no pagaba los recibos, dejaba de trabajar, se iba con putas, se iba de pedo, no le interesaba conseguir otro trabajo, le exigía demasiado a su mujer, le gustaba tener la casa impecable pero nunca lavaba un trasto, le gustaba su cena caliente pero se la pasaba rascándose el ombligo, entre otras cosas que los verdaderos hombres no harían. Obviamente, su vieja se puso a trabajar y un día lo abandonó junto con los tres niños. Mi amigo, con toda la frialdad del mundo, consiguió otra pareja
Esto ya fue hace tiempo. Mi amigo ya no está con la otra vieja tampoco. Ahora, su ex vieja –la mamá de sus hijos- se quiere casar con otro hombre y mi amigo se niega a darle el divorcio nada más porque sí. La verdad no lo entiendo. No entiendo a esos hombres que quieren retener a una mujer a la que ya no aman y por la que ya no sienten nada y a la que nunca le dieron su lugar ni valoraron. No comprendo ese afán de hacerle la vida difícil a una persona que alguna vez amó, lo amó y con quien engendró tres criaturas. Es más, viéndolo más cínicamente: ¿por qué retener a huevo a una mujer que ni siquiera se está cogiendo? Por más que platico con él, no lo entiende. Está cerrado. Es el típico macho. Tenía varios meses amenazándola de que le quitaría a los hijos –hijos que nunca crió- , de entrar a su casa, de amenazarla a ella, al novio, de romper los vidrios del coche, de poncharles las llantas… De hecho, el novio de se ex mujer –quien se ha hecho cargo de los hijos que no son de él- habló muy amablemente con mi amigo, queriendo solucionar el problema, pero mi compadre se la hizo de pedo y lo amenazo de muerte y le dijo que no le quitaría a sus hijos, bla, bla, bla. Nadie se los quiere quitar. Fue él quien los abandonó. No entiendo ese machismo enfermizo. Y como mi amigo, conozco otros tantos que tienen a sus mujeres frustradas y reprimidas, pero todavía no las hacen estallar y tal vez nunca lo hagan.
Es mi amigo y todo eso, pero en serio que sí se merecía esas tasajeadas que le dio su ex mujer. Ahora comprendo a todas esas mujeres presas que confiesan haber matado a sus maridos. Pues es que ¿cómo se liberan de güeyes borrachos, huevones, machistas, opresivos y golpeadores; de esa presión de criar sola a los hijos, de tener limpia la casa, de los gritos de los niños, del desayuno, la comida y la cena del hombre, de no recibir un sueldo por ese trabajo, por esa joda; díganme, ¿cómo se liberan? Llega un punto en que matarlo es la única solución. Por eso, ahora comprendo a todas las mujeres que en algún momento esto les ha pasado por la mente. Y pensar que existen millones de mujeres que no tienen nunca los ovarios para abandonar a un marido así o, de perdido, de sacarles un pedo con un cuchillo para que le bajen de huevos”
Bebió de nuevo de su cerveza el Filósofo de Cantina.
Pasaron dos horas y el Maestro llegó acomodándose el cuello de su chaqueta, que había levantado para cubrirse del viento frío de afuera. Saludó a todos y cada uno de nosotros de mano, muy formal, como acostumbraba. No era de esos hombres que empuñaba el saludo y apretaba con fuerza. No. Él siempre tomaba la mano del compañero de manera suave, pero con firmeza. Se sentó y pidió su cerveza de costumbre. Me gustaba ver como descarapelaba el aluminio dorado del pico de la botella; lo hacía con destreza.
Todos le cuestionamos su ausencia y el largo tiempo que teníamos de no verlo. A lo que el Filósofo respondió, después de un largo trago a su cheve:
“Estuve con un amigo al que lo acuchilló su ex mujer. Fui a verlo al hospital. Este güey tenía ya mucho tiempo separado de su vieja. Mucho tiempo. Nunca se portó bien con ella cuando estuvieron juntos, sólo cuando eran novios, pero cuando se casaron, todo cambió: la golpeaba, la dejaba días enteros con sus tres hijos y no se aparecía, no pagaba los recibos, dejaba de trabajar, se iba con putas, se iba de pedo, no le interesaba conseguir otro trabajo, le exigía demasiado a su mujer, le gustaba tener la casa impecable pero nunca lavaba un trasto, le gustaba su cena caliente pero se la pasaba rascándose el ombligo, entre otras cosas que los verdaderos hombres no harían. Obviamente, su vieja se puso a trabajar y un día lo abandonó junto con los tres niños. Mi amigo, con toda la frialdad del mundo, consiguió otra pareja
Esto ya fue hace tiempo. Mi amigo ya no está con la otra vieja tampoco. Ahora, su ex vieja –la mamá de sus hijos- se quiere casar con otro hombre y mi amigo se niega a darle el divorcio nada más porque sí. La verdad no lo entiendo. No entiendo a esos hombres que quieren retener a una mujer a la que ya no aman y por la que ya no sienten nada y a la que nunca le dieron su lugar ni valoraron. No comprendo ese afán de hacerle la vida difícil a una persona que alguna vez amó, lo amó y con quien engendró tres criaturas. Es más, viéndolo más cínicamente: ¿por qué retener a huevo a una mujer que ni siquiera se está cogiendo? Por más que platico con él, no lo entiende. Está cerrado. Es el típico macho. Tenía varios meses amenazándola de que le quitaría a los hijos –hijos que nunca crió- , de entrar a su casa, de amenazarla a ella, al novio, de romper los vidrios del coche, de poncharles las llantas… De hecho, el novio de se ex mujer –quien se ha hecho cargo de los hijos que no son de él- habló muy amablemente con mi amigo, queriendo solucionar el problema, pero mi compadre se la hizo de pedo y lo amenazo de muerte y le dijo que no le quitaría a sus hijos, bla, bla, bla. Nadie se los quiere quitar. Fue él quien los abandonó. No entiendo ese machismo enfermizo. Y como mi amigo, conozco otros tantos que tienen a sus mujeres frustradas y reprimidas, pero todavía no las hacen estallar y tal vez nunca lo hagan.
Es mi amigo y todo eso, pero en serio que sí se merecía esas tasajeadas que le dio su ex mujer. Ahora comprendo a todas esas mujeres presas que confiesan haber matado a sus maridos. Pues es que ¿cómo se liberan de güeyes borrachos, huevones, machistas, opresivos y golpeadores; de esa presión de criar sola a los hijos, de tener limpia la casa, de los gritos de los niños, del desayuno, la comida y la cena del hombre, de no recibir un sueldo por ese trabajo, por esa joda; díganme, ¿cómo se liberan? Llega un punto en que matarlo es la única solución. Por eso, ahora comprendo a todas las mujeres que en algún momento esto les ha pasado por la mente. Y pensar que existen millones de mujeres que no tienen nunca los ovarios para abandonar a un marido así o, de perdido, de sacarles un pedo con un cuchillo para que le bajen de huevos”
Bebió de nuevo de su cerveza el Filósofo de Cantina.
martes, noviembre 28, 2006
Let´s talk about love or something like that
Primero denle play a la canción y dejen que se baje toda completita para que puedan leer lo que les escribí para hoy martes; eso sí, si es que su capacidad de consentración los deja leer y escuchar música al mismo tiempo, snif.
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La verdad no sé qué fue primero: si la luz o la oscuridad, si la noche o la mañana. Ignoro lo qué diga la Biblia y sus cuentos fantásticos, o la ciencia y los científicos acerca de esto, pero es seguro que uno tuvo que haber existido primero, así como el chiste del huevo y la gallina. Pero bueno, eso no importa, porque ninguno de los dos me es tan interesante como el término medio: ni el día ni la noche, ni la luz ni la completa penumbra, sino lo que viene antes de encender y apagar las luces del universo.
A mi lo que más me gusta es antes de que el sol salga por completo y antes de que todo se torne negro, como cuando despierto y la luz del sol es tenue y se debilita como la cabeza de un cerillo extinguiéndose y entre las sábanas de mi cama todavía se esconden 10 minutos para recordar y seguir soñando lo que quiero ser realmente. Me gusta el momento del día en que esa inmensa mandarina incandescente se resguarda tras las montañas y los valles o se sumerge en lontananzas oceánicas; pero también cuando apenas comienza a emerger de ellas y lanza advertencias y luces ciegas y flojas sobre el mundo. Cuando hay que abrir las cortinas del cuarto para que entren completas las ráfagas de luz que buscan centellear sobre un espejo o sobre el piso recién trapeado. Me gusta cuando los atardeceres son rojos y los amaneceres rosas, cuando las sombras de los árboles en la calle se mueven como manecillas de reloj a la par del sol que brota y cuando esas mismas sombras frondosas se van despintando del pavimento al mismo tiempo que el astro rey se empieza a borrar. Quién dice que no existe un término medio entre la luz y la oscuridad; claro que existe: se llaman atardeceres y amaneceres. Uno da vida a la luz y el otro la prepara para su muerte.
Por eso todo en esta vida es tan simple, porque encender y apagar las luces del universo consiste en cerrar y abrir los ojos: si los abro y sigues a mi lado, significa que el mundo no terminó en una guerra mundial… si los cierro estando a tu lado, no me va a importar si se termina… si nunca abro los ojos, pues me vale madre, siempre y cuando esté contigo.
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La verdad no sé qué fue primero: si la luz o la oscuridad, si la noche o la mañana. Ignoro lo qué diga la Biblia y sus cuentos fantásticos, o la ciencia y los científicos acerca de esto, pero es seguro que uno tuvo que haber existido primero, así como el chiste del huevo y la gallina. Pero bueno, eso no importa, porque ninguno de los dos me es tan interesante como el término medio: ni el día ni la noche, ni la luz ni la completa penumbra, sino lo que viene antes de encender y apagar las luces del universo.
A mi lo que más me gusta es antes de que el sol salga por completo y antes de que todo se torne negro, como cuando despierto y la luz del sol es tenue y se debilita como la cabeza de un cerillo extinguiéndose y entre las sábanas de mi cama todavía se esconden 10 minutos para recordar y seguir soñando lo que quiero ser realmente. Me gusta el momento del día en que esa inmensa mandarina incandescente se resguarda tras las montañas y los valles o se sumerge en lontananzas oceánicas; pero también cuando apenas comienza a emerger de ellas y lanza advertencias y luces ciegas y flojas sobre el mundo. Cuando hay que abrir las cortinas del cuarto para que entren completas las ráfagas de luz que buscan centellear sobre un espejo o sobre el piso recién trapeado. Me gusta cuando los atardeceres son rojos y los amaneceres rosas, cuando las sombras de los árboles en la calle se mueven como manecillas de reloj a la par del sol que brota y cuando esas mismas sombras frondosas se van despintando del pavimento al mismo tiempo que el astro rey se empieza a borrar. Quién dice que no existe un término medio entre la luz y la oscuridad; claro que existe: se llaman atardeceres y amaneceres. Uno da vida a la luz y el otro la prepara para su muerte.
Por eso todo en esta vida es tan simple, porque encender y apagar las luces del universo consiste en cerrar y abrir los ojos: si los abro y sigues a mi lado, significa que el mundo no terminó en una guerra mundial… si los cierro estando a tu lado, no me va a importar si se termina… si nunca abro los ojos, pues me vale madre, siempre y cuando esté contigo.
lunes, noviembre 27, 2006
Noticias varias para empezar la semana
A la perrita que atropellé y salvé hace casi un año, esa que egocéntricamente y en honor a mi pendejez apodaron La Guffita, se la llevó la perrera municipal cuando me fui a Xilitla el fin de semana pasado.
Hablé para ver qué pedo, pero ya la habían sacrificado. Snif. Ni las charolas caninas ni los contactos con los altos mandos de Purina pudieron salvarla.
Espero la hayan inyectado y no electrocutado o agarrado a palazos como dicen que le hacen.
Es lo malo de no tener patio y de pensar que los vecinos eran buenas ondas y no la iban a denunciar. Espero esté en el cielo de los perros oliéndole la cola a Rin Tin Tin.
Me pregunta una lectora que qué pedo con mi página de fotos y tiras cómicas www.guffo.net, y les respondo que la di de baja hace mucho tiempo porque cancelamos la tarjeta de crédito. "¿No te has metido a ver lo que es ahora tu página?", me dice. Y que me meto. Y ésto es lo que ahora es mi sitio web. Snif. ¿Me conocerán algo o nomás me hablan al tanteo?
Quejarse y hacerla de pedo por injusticias, atropellos y abusos, como el aumento a la gasolina o la empinada que le están dando a las playas en Sonora, da el mismo resultado que si uno se quedara tirado en su casa sin quejarse y viendo la tele: de todas formas nos la van a meter y nos van a ganar. Por eso, pienso que el estado ideal de los jóvenes debe de ser la indiferencia. Es lo que este país nos ha enseñado con tanto amor año con año. Aquí manda el que tiene más dinero, más palancas, más armas y menos remordimientos para matar paisanos a sangre fría o de hambre. De nada sirven las marchas por la paz, por los derechos humanos, por las muertas de Juárez, por los campesinos, por los maestros, por mejores sueldos, por el aumento a la gasolina o por defender equis mamada. No sirven, es en serio. Todo es en vano porque todo eso le viene valiendo pito a quienes gobiernan, manejan y explotan el país; y esa indiferencia ya nos la han contagiado. Por eso, seamos todos indiferentes (mas no apáticos), a ver si así alguien se preocupa por tanta indiferencia.
¿Recuerdan a Panchito López, mi ex roomie; aquel curioso ejemplar humano que gustaba de poner sus cumbias a todo volumen, mamar caguamas, pedirme dinero prestado para sus pedas a las que no me invitaba y sacar tarjetas de crédito para pagar sus deudas de otras tarjetas de crédito? ¿No se acuerdan de ese espécimen simpaticón y relleno que trabajaba como agente de tránsito, que metió a su vieja a vivir al depa "sólo por dos semanas" y se quedó por los siglos de los siglos y luego metió a sus suegros y cuñadillos a vivir a mi cuarto cuando me fui a Europa casi un mes y cuando llegué el recibo de la luz había salido en 800 pesos y el del gas en 1500 y yo sólo le di mi parte: 200 pesitos, y de ahí me odió?. ¿Se acuerdan? Sí, es aquel muchacho que voló por los aires bien pedo en la carretera y su vieja estuvo meses postrada en una silla de ruedas y, de tanta cuacha que le tiré en este blog, hasta pensé que yo había sido el culpable de sus males y mi corazón de pollo me volvió a traicionar y quité todo lo referente a él porque la neta me sentí mal... Bueno, pues es de mi total agrado comentarles que ya se me pasó ese remordimiento, jeje, por eso, aquí les dejo una probadita de lo que vendrá en el libro de Chistes Alowey próximo a salir. Sí: Panchito López vuelve como personaje de Chistes Alowey en 16 tiras cómicas:
Hablé para ver qué pedo, pero ya la habían sacrificado. Snif. Ni las charolas caninas ni los contactos con los altos mandos de Purina pudieron salvarla.
Espero la hayan inyectado y no electrocutado o agarrado a palazos como dicen que le hacen.
Es lo malo de no tener patio y de pensar que los vecinos eran buenas ondas y no la iban a denunciar. Espero esté en el cielo de los perros oliéndole la cola a Rin Tin Tin.
Me pregunta una lectora que qué pedo con mi página de fotos y tiras cómicas www.guffo.net, y les respondo que la di de baja hace mucho tiempo porque cancelamos la tarjeta de crédito. "¿No te has metido a ver lo que es ahora tu página?", me dice. Y que me meto. Y ésto es lo que ahora es mi sitio web. Snif. ¿Me conocerán algo o nomás me hablan al tanteo?
Quejarse y hacerla de pedo por injusticias, atropellos y abusos, como el aumento a la gasolina o la empinada que le están dando a las playas en Sonora, da el mismo resultado que si uno se quedara tirado en su casa sin quejarse y viendo la tele: de todas formas nos la van a meter y nos van a ganar. Por eso, pienso que el estado ideal de los jóvenes debe de ser la indiferencia. Es lo que este país nos ha enseñado con tanto amor año con año. Aquí manda el que tiene más dinero, más palancas, más armas y menos remordimientos para matar paisanos a sangre fría o de hambre. De nada sirven las marchas por la paz, por los derechos humanos, por las muertas de Juárez, por los campesinos, por los maestros, por mejores sueldos, por el aumento a la gasolina o por defender equis mamada. No sirven, es en serio. Todo es en vano porque todo eso le viene valiendo pito a quienes gobiernan, manejan y explotan el país; y esa indiferencia ya nos la han contagiado. Por eso, seamos todos indiferentes (mas no apáticos), a ver si así alguien se preocupa por tanta indiferencia.
¿Recuerdan a Panchito López, mi ex roomie; aquel curioso ejemplar humano que gustaba de poner sus cumbias a todo volumen, mamar caguamas, pedirme dinero prestado para sus pedas a las que no me invitaba y sacar tarjetas de crédito para pagar sus deudas de otras tarjetas de crédito? ¿No se acuerdan de ese espécimen simpaticón y relleno que trabajaba como agente de tránsito, que metió a su vieja a vivir al depa "sólo por dos semanas" y se quedó por los siglos de los siglos y luego metió a sus suegros y cuñadillos a vivir a mi cuarto cuando me fui a Europa casi un mes y cuando llegué el recibo de la luz había salido en 800 pesos y el del gas en 1500 y yo sólo le di mi parte: 200 pesitos, y de ahí me odió?. ¿Se acuerdan? Sí, es aquel muchacho que voló por los aires bien pedo en la carretera y su vieja estuvo meses postrada en una silla de ruedas y, de tanta cuacha que le tiré en este blog, hasta pensé que yo había sido el culpable de sus males y mi corazón de pollo me volvió a traicionar y quité todo lo referente a él porque la neta me sentí mal... Bueno, pues es de mi total agrado comentarles que ya se me pasó ese remordimiento, jeje, por eso, aquí les dejo una probadita de lo que vendrá en el libro de Chistes Alowey próximo a salir. Sí: Panchito López vuelve como personaje de Chistes Alowey en 16 tiras cómicas:
jueves, noviembre 23, 2006
De por qué los gringos me producen temblorina
Hoy estoy encabronado y les tocó a los gringos recibir toda mi furia. Así le hacen ellos, ¿qué no? Se levanta Bush bien crudo y ve qué país con crudo se le antoja invadir. Pues ahí va.
Cruzar al otro lado del pinche muro fronterizo –pero no de mojarra, sino con pasaporte y dólares en los bolsillos y toda la cosa- es de las cosas que más aborrezco. Lo odio tanto como ir a misa o como el programa de Ventaneando. De hecho, me revuelco como teporocho con ataque de cirrosis cuando mi vieja me dice que quiere ir de shopping a Mc Allen o San Antonio. Brrrr, me entra una temblorina muy gacha; en serio. Si llego a pisar tierras gringas es porque algún vuelo comercial lo requiere, porque me perdí al ir a comprar cervezas o porque tengo algún compromiso familiar de esos de los que uno no se puede zafar. Así mismo, si llego a pisar una iglesia es nada más porque alguien se murió, quiero tomar fotos culturosas o porque me perdí al ir a comprar cervezas y, como había mucha gente, pues pensé que ahí era el único lugar donde vendían por ser domingo y fuera de horario.
La historia de los Estados Unidos de América se reduce a esto: Unos batos que empezaron a hacer películas y programas de TV de vaqueros para poner a los indios como sanguinarios enemigos y así podérselos chingar sin remordimientos. Y se los chingaron.
Luego hicieron películas de boxeadores y espías y armas nucleares y pusieron a los rusos como los villanos desquiciados que querían acabar con el mundo, para así podérselos chingar. Y también se los chingaron.
Y como se les acabó a quién chingar, pues ahora hacen películas, series de televisión y noticieros donde ponen a la gente de medio oriente como la malvada, como los que explotan bombas sin razón en todos lados, como los que quieren hacerles daño a los ciudadanos inocentes de “América” (o sea: ellos). ¿Y todo esto para qué? Pues sí: para tener una razón para chingárselos. Esta es su historia en resumidas cuentas.
Me caga tanto que los gringos –entre muchas otras cosas que me molestan de ellos- hayan destruido el sabor de la comida. Considero una patada en el ano con bota vaquera de avestruz (“sacacacas”, le llaman en mi tierra a esas patadas) el hecho de que le han hecho creer al mundo que la comida mexicana son los “burritos”, los “nachos”, los “tacos” (con tortilla dura) y las “margaritas”. Y los pongo entrecomillados porque me imagino ese acento y esa pronunciación tan pinche que tienen: “burrirou”, “margarira”. ¡Puaj!, qué asco.
También es aberrante que no tengan una buena salsa, que los frijoles sepan dulces y la fruta no sepa a nada y tenga tan buen aspecto exterior que hasta uno desconfía. Me caga que haya polvo para hacer puré de papa, polvo para hacer guacamole y polvo para hacer huevo; y que uno no consiga papas, aguacates o huevos de gallina decentes para hacerse una comida decente.
Mejor definición de Estados Unidos no puede haber cuando pregunten “¿qué son los Estados Unidos?”. Me la dijo un amigo rojillo que también me cae gordo, pero es el primer comentario chistoso que le escucho. Dice que los Estados Unidos es una bola de imbéciles haciendo fila afuera de un centro comercial para comprar el último libro de Harry Potter o el último video juego. Y es cierto. Es patético ver a pendejazos haciendo fila desde días antes en las tiendas para comprar un X Box. Háganme el favor. Eso es Gringolandia. Y al rato les sacan la otra consola nueva, con monos más acá, más colores, más lucecitas, más opciones, más botoncitos, y ahí van a estar haciendo fila. Eso es Gringolandia, y lo peor es que su enfermedad es contagiosa.
Y en esta temporada, ni hablar. Me retuerzo peor que palera de Carlos Trejo siendo supuestamente exorcizada. Me fastidian mucho más en esta temporada los gringos, y no por el boom consumista que se dispara ni nada de eso que ya todos sabemos, sino por el chingado SuperBowl ese. Hasta aquí en mi ciudad hacen fiestas y la gente se junta y se emociona y sufre al ver el Super Bowl. La gente le va a equipos gringos donde no juega ningún mexicano. ¿Por qué esa euforia? Lo entiendo allá, que están todos tarados… ¿pero aquí?
Ah, y eso sí, lo que más me caga y no lo soporto: que el equipo ganador del Super Bowl se autoproclame “Campeón del Mundo”. ¡Buakatelas! Es una reverenda mamada ese mote. ¿Por qué Campeones del Mundo, si juegan contra puros equipos gringos, en su liguita gringa, en su mundito Niké, Adidas y Coca Cola? Ches gringos, cómo les encantan esos términos de “La Mujer más Bella del Universo”, y nombrar a una gringa, o “El Mejor Bailarín del Mundo”, y decir que es Michael Jackson.
Mejor ya no le sigo haciendo coraje porque luego no me entra la comida.
Saludos a todos.
Dense una vuelta a Big Blogger.
Cruzar al otro lado del pinche muro fronterizo –pero no de mojarra, sino con pasaporte y dólares en los bolsillos y toda la cosa- es de las cosas que más aborrezco. Lo odio tanto como ir a misa o como el programa de Ventaneando. De hecho, me revuelco como teporocho con ataque de cirrosis cuando mi vieja me dice que quiere ir de shopping a Mc Allen o San Antonio. Brrrr, me entra una temblorina muy gacha; en serio. Si llego a pisar tierras gringas es porque algún vuelo comercial lo requiere, porque me perdí al ir a comprar cervezas o porque tengo algún compromiso familiar de esos de los que uno no se puede zafar. Así mismo, si llego a pisar una iglesia es nada más porque alguien se murió, quiero tomar fotos culturosas o porque me perdí al ir a comprar cervezas y, como había mucha gente, pues pensé que ahí era el único lugar donde vendían por ser domingo y fuera de horario.
La historia de los Estados Unidos de América se reduce a esto: Unos batos que empezaron a hacer películas y programas de TV de vaqueros para poner a los indios como sanguinarios enemigos y así podérselos chingar sin remordimientos. Y se los chingaron.
Luego hicieron películas de boxeadores y espías y armas nucleares y pusieron a los rusos como los villanos desquiciados que querían acabar con el mundo, para así podérselos chingar. Y también se los chingaron.
Y como se les acabó a quién chingar, pues ahora hacen películas, series de televisión y noticieros donde ponen a la gente de medio oriente como la malvada, como los que explotan bombas sin razón en todos lados, como los que quieren hacerles daño a los ciudadanos inocentes de “América” (o sea: ellos). ¿Y todo esto para qué? Pues sí: para tener una razón para chingárselos. Esta es su historia en resumidas cuentas.
Me caga tanto que los gringos –entre muchas otras cosas que me molestan de ellos- hayan destruido el sabor de la comida. Considero una patada en el ano con bota vaquera de avestruz (“sacacacas”, le llaman en mi tierra a esas patadas) el hecho de que le han hecho creer al mundo que la comida mexicana son los “burritos”, los “nachos”, los “tacos” (con tortilla dura) y las “margaritas”. Y los pongo entrecomillados porque me imagino ese acento y esa pronunciación tan pinche que tienen: “burrirou”, “margarira”. ¡Puaj!, qué asco.
También es aberrante que no tengan una buena salsa, que los frijoles sepan dulces y la fruta no sepa a nada y tenga tan buen aspecto exterior que hasta uno desconfía. Me caga que haya polvo para hacer puré de papa, polvo para hacer guacamole y polvo para hacer huevo; y que uno no consiga papas, aguacates o huevos de gallina decentes para hacerse una comida decente.
Mejor definición de Estados Unidos no puede haber cuando pregunten “¿qué son los Estados Unidos?”. Me la dijo un amigo rojillo que también me cae gordo, pero es el primer comentario chistoso que le escucho. Dice que los Estados Unidos es una bola de imbéciles haciendo fila afuera de un centro comercial para comprar el último libro de Harry Potter o el último video juego. Y es cierto. Es patético ver a pendejazos haciendo fila desde días antes en las tiendas para comprar un X Box. Háganme el favor. Eso es Gringolandia. Y al rato les sacan la otra consola nueva, con monos más acá, más colores, más lucecitas, más opciones, más botoncitos, y ahí van a estar haciendo fila. Eso es Gringolandia, y lo peor es que su enfermedad es contagiosa.
Y en esta temporada, ni hablar. Me retuerzo peor que palera de Carlos Trejo siendo supuestamente exorcizada. Me fastidian mucho más en esta temporada los gringos, y no por el boom consumista que se dispara ni nada de eso que ya todos sabemos, sino por el chingado SuperBowl ese. Hasta aquí en mi ciudad hacen fiestas y la gente se junta y se emociona y sufre al ver el Super Bowl. La gente le va a equipos gringos donde no juega ningún mexicano. ¿Por qué esa euforia? Lo entiendo allá, que están todos tarados… ¿pero aquí?
Ah, y eso sí, lo que más me caga y no lo soporto: que el equipo ganador del Super Bowl se autoproclame “Campeón del Mundo”. ¡Buakatelas! Es una reverenda mamada ese mote. ¿Por qué Campeones del Mundo, si juegan contra puros equipos gringos, en su liguita gringa, en su mundito Niké, Adidas y Coca Cola? Ches gringos, cómo les encantan esos términos de “La Mujer más Bella del Universo”, y nombrar a una gringa, o “El Mejor Bailarín del Mundo”, y decir que es Michael Jackson.
Mejor ya no le sigo haciendo coraje porque luego no me entra la comida.
Saludos a todos.
Dense una vuelta a Big Blogger.
martes, noviembre 21, 2006
Cuarta parte...
Terminamos de comer y nos pusimos de pie. El Hombre Misterioso me guió por un camino empedrado. “Adelante”, me dijo levantando su brazo y dejando ver de nuevo el lujoso reloj enganchado a su muñeca. El Licenciado -mi jefe- no nos acompañó; se despidió de nosotros ondeando la mano después de limpiarse los bigotes con la servilleta de tela. Avanzamos por caminos y escalinatas de piedra que nos abrían paso entre la exótica maleza, los riachuelos y las pequeñas cascadas. El Hombre Misterioso me iba platicando que ese lugar lo había construido el mismo hombre que había construido Las Pozas, allá en Xilitla, San Luis Potosí. Alguna vez escuché hablar sobre ese mágico sitio, pero nunca me animé a ir. Ahora que me lo menciona, me arrepiento de no haber ido. El Hombre Misterioso me dijo que ese hombre que construyó el salón Biosfera 1 y Xilitla –Sir Edward James, se llamaba- era un ejemplo de esos millonarios que se habían hecho pasar por muertos y desde el anonimato financiaba causas en pro de la ecología y la ciencia. En realidad, Sir Edward James murió hace 12 años, y no 22 como todos pensaban.
El paisaje se volvía increíblemente hermoso con cada paso que dábamos. El cristal del acuario se acercaba más y más. El Hombre Misterioso me habló de cultivos, de hortalizas, de frutos, de inseminación artificial, de reproducción, etc. Me dijo que ellos llamaban a la Biosfera 1 El Arca de Noé del siglo XXI. Seguimos caminando y por fin topamos con el gigantesco tanque de agua. Quise abrazarlo con ambos brazos y el Hombre Misteriosos sólo sonrió. Pegué mi cachete al vidrio y después levanté la mirada para apreciar los cardúmenes y las manadas de mamíferos marinos que jugueteaban ante mis ojos envueltos entre burbujas y silencio. Todo el lugar ese me remontó a la vez que nació mi primer hijo: a esa sensación de incertidumbre, miedo, asombro, incredulidad e infinita felicidad. Sólo a eso se le puede comparar lo que sentí en ese momento. Caminamos alrededor del tanque, por uno de los pasillos. Era la parte alta del salón. Desde allí uno podía apreciar mejor la jungla por la que habíamos caminado y ver los ríos y cascadas en todo su esplendor; las aves volando y uno que otro mamífero asomándose entre la hierba. El muro cristalino del tanque empezó a ser cubierto por una pared. Enormes bloques de roca húmeda fueron cubriendo el cristal poco a poco desde el piso hasta el techo. Y ese pasillo fresco y mohoso nos llevó a otra habitación. Una habitación alfombrada, sin vegetación ni peces y sin el sonido del agua entre las rocas. Había un sillón negro –que parecía cómodo- en medio del cuarto y una enorme pantalla blanca al fondo. “Adelante”, me dijo el Hombre Misterioso. Entré y cerró la puerta. Todo estaba en penumbra. De pronto, la pantalla se iluminó. Tomé asiento en el sillón –que sí era muy cómodo- y el contenido del disco empezó a correr en el blanco telón…
Resulta que hace más de 30 años, el hijo de un drug dealer de los más pesados del planeta tuvo una crisis religiosa grave. Algo así como un acto de fe que lo hizo dejar el imperio archimillonario y poderosísimo que su padre le había heredado. Es un caso único en el mundo; por eso mucha gente lo considera un nuevo Jesucristo, pues un hombre que deja todo por un sueño que de repente tuvo, es algo de locos. Resulta que este hombre-drug dealer-billonario estaba completamente seguro de que iría al infierno por sus actos y eso le aterraba de manera irracional. Le horrorizaba y le quitaba el sueño pensar en eso. Cómo o cuándo lo iban a matar no le mortificaba; sino ir al infierno. Suena chusco, pero así fue. Era un hombre extremadamente religioso, como todos los narcotraficantes; pero a él le pegó una crisis severa de arrepentimiento por los asesinatos, torturas y desmadres que había hecho y una noche tuvo algo así como una revelación. Era tanto su miedo de ir al infierno que se retiró por completo del negocio, lavando sus billones de dólares inteligentemente: invirtiéndolos en educación, ciencia y tecnología. Este hombre se hizo pasar por muerto, cambió su físico, se metió a estudiar a los casi 40 años de edad, devoró todos los libros de todos los temas de todos los tipos y de todos los autores. Donó dinero, compró, compró, compró, construyó, construyó, construyó, contrató científicos, maestros, premios Nóbel, astronautas y de más absurdos para hacer realidad todos sus caprichos; caprichos que estaban basados en algunas partes “bonitas” de la Biblia, que eran las que a él le gustaban. Como esa del Arca de Noé; he ahí la razón del salón Biosfera 1. Este hombre estaba realmente convencido de que la Biblia lo había salvado de ir al infierno, por eso invirtió todo su dinero en tratar de crear un paraíso aquí en la tierra como ese que menciona el Génesis.
Curiosamente, este ex narcotraficante resultó ser un genio. No había terminado ni la prepa, pero cuando se metió a estudiar casi a los 40 años, su cabeza se disparó de manera fenomenal. Él mismo se sometía a estudios e investigaciones sobre su cerebro; estudios que él mismo patrocinaba y en los que trabajaban los mejores investigadores y académicos de todo el mundo. Llegó a considerarse como uno de los 3 hombres con el IQ más desarrollado del planeta; con una capacidad de comprensión y retensión de información y datos impresionante; pero eso sí: muy religioso. Qué curioso que un hombre que se hizo de ciencia conserve sus creencias religiosas tan intactas y tan apegadas. Además, pues es uno de los 3 hombres más ricos del mundo, ha comprado hectáreas de selva, kilómetros cúbicos de mar, cráteres en la luna, islas en el Pacífico, universidades, centros de investigación, templos religiosos, aerolíneas, montes, obras arquitectónicas del mundo antiguo, etc. ¿Todo para qué? Porque sigue teniendo ese miedo. Ya no al infierno, pues ya dejó en el pasado su vida pasada de asesino, millonario inconciente y narco, y ya nada tiene que ver con ella lo que ahora hace. Pero ahora le teme al Apocalipsis. Eso que menciona al final su amada Biblia. Y, lo que quiere, pues es salvar al mundo de esos demonios que él tiene bien identificados y sabe dónde viven. Y está armando su Ejército de Luz, como él lo llama.
En eso, en la pantalla apareció una imagen del Hombre Misterioso -una foto- y una voz en off -el narrador del disco- dijo: “Este es ese Gran Hombre: el Nuevo Mesías que salvará al universo…”
La proyección del disco terminó abruptamente y las luces de la sala se encendieron…
El paisaje se volvía increíblemente hermoso con cada paso que dábamos. El cristal del acuario se acercaba más y más. El Hombre Misterioso me habló de cultivos, de hortalizas, de frutos, de inseminación artificial, de reproducción, etc. Me dijo que ellos llamaban a la Biosfera 1 El Arca de Noé del siglo XXI. Seguimos caminando y por fin topamos con el gigantesco tanque de agua. Quise abrazarlo con ambos brazos y el Hombre Misteriosos sólo sonrió. Pegué mi cachete al vidrio y después levanté la mirada para apreciar los cardúmenes y las manadas de mamíferos marinos que jugueteaban ante mis ojos envueltos entre burbujas y silencio. Todo el lugar ese me remontó a la vez que nació mi primer hijo: a esa sensación de incertidumbre, miedo, asombro, incredulidad e infinita felicidad. Sólo a eso se le puede comparar lo que sentí en ese momento. Caminamos alrededor del tanque, por uno de los pasillos. Era la parte alta del salón. Desde allí uno podía apreciar mejor la jungla por la que habíamos caminado y ver los ríos y cascadas en todo su esplendor; las aves volando y uno que otro mamífero asomándose entre la hierba. El muro cristalino del tanque empezó a ser cubierto por una pared. Enormes bloques de roca húmeda fueron cubriendo el cristal poco a poco desde el piso hasta el techo. Y ese pasillo fresco y mohoso nos llevó a otra habitación. Una habitación alfombrada, sin vegetación ni peces y sin el sonido del agua entre las rocas. Había un sillón negro –que parecía cómodo- en medio del cuarto y una enorme pantalla blanca al fondo. “Adelante”, me dijo el Hombre Misterioso. Entré y cerró la puerta. Todo estaba en penumbra. De pronto, la pantalla se iluminó. Tomé asiento en el sillón –que sí era muy cómodo- y el contenido del disco empezó a correr en el blanco telón…
Resulta que hace más de 30 años, el hijo de un drug dealer de los más pesados del planeta tuvo una crisis religiosa grave. Algo así como un acto de fe que lo hizo dejar el imperio archimillonario y poderosísimo que su padre le había heredado. Es un caso único en el mundo; por eso mucha gente lo considera un nuevo Jesucristo, pues un hombre que deja todo por un sueño que de repente tuvo, es algo de locos. Resulta que este hombre-drug dealer-billonario estaba completamente seguro de que iría al infierno por sus actos y eso le aterraba de manera irracional. Le horrorizaba y le quitaba el sueño pensar en eso. Cómo o cuándo lo iban a matar no le mortificaba; sino ir al infierno. Suena chusco, pero así fue. Era un hombre extremadamente religioso, como todos los narcotraficantes; pero a él le pegó una crisis severa de arrepentimiento por los asesinatos, torturas y desmadres que había hecho y una noche tuvo algo así como una revelación. Era tanto su miedo de ir al infierno que se retiró por completo del negocio, lavando sus billones de dólares inteligentemente: invirtiéndolos en educación, ciencia y tecnología. Este hombre se hizo pasar por muerto, cambió su físico, se metió a estudiar a los casi 40 años de edad, devoró todos los libros de todos los temas de todos los tipos y de todos los autores. Donó dinero, compró, compró, compró, construyó, construyó, construyó, contrató científicos, maestros, premios Nóbel, astronautas y de más absurdos para hacer realidad todos sus caprichos; caprichos que estaban basados en algunas partes “bonitas” de la Biblia, que eran las que a él le gustaban. Como esa del Arca de Noé; he ahí la razón del salón Biosfera 1. Este hombre estaba realmente convencido de que la Biblia lo había salvado de ir al infierno, por eso invirtió todo su dinero en tratar de crear un paraíso aquí en la tierra como ese que menciona el Génesis.
Curiosamente, este ex narcotraficante resultó ser un genio. No había terminado ni la prepa, pero cuando se metió a estudiar casi a los 40 años, su cabeza se disparó de manera fenomenal. Él mismo se sometía a estudios e investigaciones sobre su cerebro; estudios que él mismo patrocinaba y en los que trabajaban los mejores investigadores y académicos de todo el mundo. Llegó a considerarse como uno de los 3 hombres con el IQ más desarrollado del planeta; con una capacidad de comprensión y retensión de información y datos impresionante; pero eso sí: muy religioso. Qué curioso que un hombre que se hizo de ciencia conserve sus creencias religiosas tan intactas y tan apegadas. Además, pues es uno de los 3 hombres más ricos del mundo, ha comprado hectáreas de selva, kilómetros cúbicos de mar, cráteres en la luna, islas en el Pacífico, universidades, centros de investigación, templos religiosos, aerolíneas, montes, obras arquitectónicas del mundo antiguo, etc. ¿Todo para qué? Porque sigue teniendo ese miedo. Ya no al infierno, pues ya dejó en el pasado su vida pasada de asesino, millonario inconciente y narco, y ya nada tiene que ver con ella lo que ahora hace. Pero ahora le teme al Apocalipsis. Eso que menciona al final su amada Biblia. Y, lo que quiere, pues es salvar al mundo de esos demonios que él tiene bien identificados y sabe dónde viven. Y está armando su Ejército de Luz, como él lo llama.
En eso, en la pantalla apareció una imagen del Hombre Misterioso -una foto- y una voz en off -el narrador del disco- dijo: “Este es ese Gran Hombre: el Nuevo Mesías que salvará al universo…”
La proyección del disco terminó abruptamente y las luces de la sala se encendieron…
miércoles, noviembre 15, 2006
La blanca estampida en el cielo
Una estampida de ovejas cruza el celeste pastizal que todos los días amanece justo sobre mi cabeza. Quisiera quitarle el techo a mi departamento: hacerlo convertible –como un coche- para que tuviera la función de una enorme pantalla por donde pasaran las estaciones del año y las estrellas fugaces. Si tuviera un departamento convertible no tendría que ver la televisión nunca más: las aves, las centellas estelares y las nubes serían los protagonistas de una trama perfecta desarrollada en esa bóveda milenaria que va del negro al azul y del celeste al tostado.
Imagino tener visión de rayos láser y mi mirada atraviesa el descarapelado techo de yeso. Veo cómo la manada de blanco estambre salta el aro de fuego que rodea al sol y busca la noche para resguardarse en los cráteres de la luna. Cada que brincan la lumbre crean sombras y destellos que se reflejan en la superficie de las praderas y rebotan en mis curiosas pupilas que siempre quieren mirar directamente los brillos del astro rey. En minutos se transforman y toman formas distintas, y dejan de ser ovejas, corderos y borregos que flotan en el campo infinito. Algunas de ellas se disipan como el humo que emana de un incendio recién sofocado. Otras se hacen más grandes: del tamaño de elefantes, dinosaurios o rinocerontes, y su recorrido con la manada sigue hasta detrás del cerro, donde se pierden, reencarnan y llegan a otro poblado para que otras personas puedan disfrutar de su espectáculo circense.
Todas estas mafufadas te las digo después de hacer el amor, mientras me miras atenta con tu brazo en la parte peluda de mi pecho y yo miro el techo del cuarto. Siempre me miras muy atenta, y nunca te ríes de las estupideces tan cursis que digo. Por eso yo siempre he pensado que el día en que te arrugues toda, se te caigan los cachetes, el cabello se te despinte, se te caigan los dientes, te quedes cegatona, encorvada, sorda y pierdas la memoria; el día que suceda todo eso, para mí seguirás siendo la mujer más hermosa que he conocido… mientras me sigas mirando atenta…
P.D. Muy probablemente, para la misma fecha que saldrá el libro de Chistes Alowey, también salga un libro con una recopilación de las mejores columnas de "A la deriva..." que me publican en el periódico. Arriba está una probadita de lo que vendría en el libro.
Imagino tener visión de rayos láser y mi mirada atraviesa el descarapelado techo de yeso. Veo cómo la manada de blanco estambre salta el aro de fuego que rodea al sol y busca la noche para resguardarse en los cráteres de la luna. Cada que brincan la lumbre crean sombras y destellos que se reflejan en la superficie de las praderas y rebotan en mis curiosas pupilas que siempre quieren mirar directamente los brillos del astro rey. En minutos se transforman y toman formas distintas, y dejan de ser ovejas, corderos y borregos que flotan en el campo infinito. Algunas de ellas se disipan como el humo que emana de un incendio recién sofocado. Otras se hacen más grandes: del tamaño de elefantes, dinosaurios o rinocerontes, y su recorrido con la manada sigue hasta detrás del cerro, donde se pierden, reencarnan y llegan a otro poblado para que otras personas puedan disfrutar de su espectáculo circense.
Todas estas mafufadas te las digo después de hacer el amor, mientras me miras atenta con tu brazo en la parte peluda de mi pecho y yo miro el techo del cuarto. Siempre me miras muy atenta, y nunca te ríes de las estupideces tan cursis que digo. Por eso yo siempre he pensado que el día en que te arrugues toda, se te caigan los cachetes, el cabello se te despinte, se te caigan los dientes, te quedes cegatona, encorvada, sorda y pierdas la memoria; el día que suceda todo eso, para mí seguirás siendo la mujer más hermosa que he conocido… mientras me sigas mirando atenta…
P.D. Muy probablemente, para la misma fecha que saldrá el libro de Chistes Alowey, también salga un libro con una recopilación de las mejores columnas de "A la deriva..." que me publican en el periódico. Arriba está una probadita de lo que vendría en el libro.
lunes, noviembre 13, 2006
Tercera parte...
Comimos en silencio. Yo no podía dejar de mirar el tanque de los peces al fondo, con toda esa vida marina tan diversa y alucinante.
Casi todo lo que estaba servido en los platos eran verduras: brócoli, papa, coliflor, apio, zanahoria, arroz, garbanzos; era algo así como comida china o japonesa o tailandesa. El sazón era tipo curry, orégano, clavo, salsa de champiñones, queso con especias; no sé, eso fue de lo poco que mi paladar alcanzó a percibir. También había unas pequeñas porciones de lo que parecía ser una pechuga de pollo con gravy. La probé, y sí: era una pechuga de pollo con gravy. De vez en cuando, El Hombre Misteriosos hacía pausas y emitía algún comentario alabando el sabor de la comida, que, insisto, estaba exquisita.
De pronto, a mi derecha escuché que la maleza se agitaba y emitía un crepitar. Giré mi cabeza y vi a un par de cervatillos –como antílopes africanos- bebiendo de una de las fuentes. ¿Dónde demonios estábamos?
El Hombre Misterioso se quedó inmóvil sonriendo, con los cubiertos en las manos, contemplando a los venadillos. “Mira a esos traviesos: su madre ha de estar preocupada. Si tenemos suerte también veremos a la madre. Es enorme y hermosa. Es un Eland”, dijo el Hombre Misterioso. ¿Dónde demonios estábamos?
No pude más con la curiosidad; me estaba matando. Dirigí la mirada al Hombre Misterioso:
- Disculpe, Señor, pero: ¿en dónde estamos? ¿Por qué los peces… los venados –elands, digo- las plantas, todo lo… –y el Hombre Misterioso me interrumpió.
- Este es el Salón Biosfera 1. Sorprendente que se puedan hacer crecer plantas y mantener seres vivos bajo tierra, ¿no? Sin la luz del sol. Más sorprendente aún es que este proyecto existe desde 1989. Tiene poco más de 15 años. Interesante, ¿no? Y todo este milagro es sabiendo utilizar la energía del aire, los temblores y del núcleo terrestre. Bueno, y unos cuantos millones de dólares, jeje. Pero bueno, eso ya lo verás en el disco.
Los cervatillos desaparecieron saltando entre el follaje. El Hombre prosiguió:
- Nosotros no tenemos nada que ver con el gobierno, la política, el narcotráfico, las guerras y de más cosas que tal vez estés imaginando debido al poder económico que asumes que tenemos. Nada de eso nos compete. Nada de eso nos importa. En nada de eso influimos. Digamos que no de manera directa. Mira -y volvió a llamarme por mis dos nombres y mis dos apellidos, mientras posaba los cubiertos sobre la mesa-: hay de locos a locos. Lo mejor, o lo peor, que le puede pasar a este planeta, es un loco con dinero. Con muchísimo dinero. Un loco que domine al mundo. El dinero enloquece a cualquiera; el dinero mueve al mundo, eso es cierto, por más cínico que este comentario sea. Al mundo ya no lo mueven los ideales, el amor, la paz y esas emociones de buena voluntad. El dinero da poder, otorga respeto, compra gentes, amistades, permisos, países, armas. El dinero no es malo; tampoco el poder que acarrea. Por eso te digo: hay de locos a locos. Un multimillonario loco, dueño del mundo, puede utilizar su fortuna para borrar del mapa a varios países, aniquilar a su gente y quedarse con sus recursos; el otro loco multimillonario, que aún cree en esos valores que antes movían al mundo, puede estar deprimido y preocupado por los derrames de petróleo en los mares, las epidemias que azotan a los países pobres o la cacería furtiva de especies en peligro de extinción, y crear ésto – y el Hombre Misterioso extendió los brazos y miró a su alrededor. Hay de locos a locos, ¿no?
Digamos que una buena parte de la riqueza mundial –gracias a Dios- está en manos de una sola persona; una persona justa, por llamarlo de alguna forma; aunque el desorden del mundo actual transmita lo contrario. Una persona que aún cree en esos ideales cursis de justicia, igualdad, libertad y amor que el mismo dinero ha sepultado. Ahora, imagina tener esos valores y, aparte, ser de los hombres más ricos del planeta… La nueva revolución apenas comienza. Y no te estoy hablando de un Bono o de uno de esos imbéciles que se dicen a favor de combatir el hambre y de más problemas y no donan la mitad de su fortuna para causas científicas y educativas. La revolución apenas está comenzando, con soldados como tú… -y ahora sí, sólo me llamó por mi nombre, el que uso siempre, como me dicen mis familiares y amigos.
Sabemos quién eres, qué soñabas, que anhelabas, qué sigues anhelando… sabemos que siguen vigentes en ti -y en muchos más- las políticas secretas de esta empresa... -concluyó.
Yo seguía sin entender nada de lo que ahí sucedía. Mi jefe, el Licenciado, no había hablado para nada. El corazón me seguía latiendo aceleradamente. El Hombre Misterioso tenía un tono demasiado paternal y compasivo para decir las cosas, pero su plática oscura seguía atemorizándome. No lograba calmarme. "Tú, tranquilo; relájate", me dijo casi leyendo mi pensamiento, y tomó de nuevo su tenedor y su cuchillo y cortó un pedazo de la pechuga de pollo con gravy. La hierba volvió a tronar, esta vez de manera más estruendosa.
- Miren a quiénes tenemos aquí –dijo el Hombre Misterioso volteando a su derecha.
Una pareja de rinocerontes bebían agua de uno de los riachuelos que brotaba de la fuente de piedra en la que bebieron los cervatillos minutos antes. Bebían y nos miraban, como si nos reconocieran Al fondo, detrás del cristal, un grupo de morsas y pingüinos ondeaban sus cuerpos casi al ras del techo, hipnotizándome de nuevo. Rodeándome de nuevo en esa fascinante incertidumbre. No existen palabras ni sensaciones que yo pudiera transmitirles, más que las que me robaron de la boca y me produjeron en el pecho en ese instante esas magníficas escenas. Las lágrimas estuvieron a punto de brotarme. Todo aquello era fantástico, inverosímil y cabronamente apacible…
Continuará...
Casi todo lo que estaba servido en los platos eran verduras: brócoli, papa, coliflor, apio, zanahoria, arroz, garbanzos; era algo así como comida china o japonesa o tailandesa. El sazón era tipo curry, orégano, clavo, salsa de champiñones, queso con especias; no sé, eso fue de lo poco que mi paladar alcanzó a percibir. También había unas pequeñas porciones de lo que parecía ser una pechuga de pollo con gravy. La probé, y sí: era una pechuga de pollo con gravy. De vez en cuando, El Hombre Misteriosos hacía pausas y emitía algún comentario alabando el sabor de la comida, que, insisto, estaba exquisita.
De pronto, a mi derecha escuché que la maleza se agitaba y emitía un crepitar. Giré mi cabeza y vi a un par de cervatillos –como antílopes africanos- bebiendo de una de las fuentes. ¿Dónde demonios estábamos?
El Hombre Misterioso se quedó inmóvil sonriendo, con los cubiertos en las manos, contemplando a los venadillos. “Mira a esos traviesos: su madre ha de estar preocupada. Si tenemos suerte también veremos a la madre. Es enorme y hermosa. Es un Eland”, dijo el Hombre Misterioso. ¿Dónde demonios estábamos?
No pude más con la curiosidad; me estaba matando. Dirigí la mirada al Hombre Misterioso:
- Disculpe, Señor, pero: ¿en dónde estamos? ¿Por qué los peces… los venados –elands, digo- las plantas, todo lo… –y el Hombre Misterioso me interrumpió.
- Este es el Salón Biosfera 1. Sorprendente que se puedan hacer crecer plantas y mantener seres vivos bajo tierra, ¿no? Sin la luz del sol. Más sorprendente aún es que este proyecto existe desde 1989. Tiene poco más de 15 años. Interesante, ¿no? Y todo este milagro es sabiendo utilizar la energía del aire, los temblores y del núcleo terrestre. Bueno, y unos cuantos millones de dólares, jeje. Pero bueno, eso ya lo verás en el disco.
Los cervatillos desaparecieron saltando entre el follaje. El Hombre prosiguió:
- Nosotros no tenemos nada que ver con el gobierno, la política, el narcotráfico, las guerras y de más cosas que tal vez estés imaginando debido al poder económico que asumes que tenemos. Nada de eso nos compete. Nada de eso nos importa. En nada de eso influimos. Digamos que no de manera directa. Mira -y volvió a llamarme por mis dos nombres y mis dos apellidos, mientras posaba los cubiertos sobre la mesa-: hay de locos a locos. Lo mejor, o lo peor, que le puede pasar a este planeta, es un loco con dinero. Con muchísimo dinero. Un loco que domine al mundo. El dinero enloquece a cualquiera; el dinero mueve al mundo, eso es cierto, por más cínico que este comentario sea. Al mundo ya no lo mueven los ideales, el amor, la paz y esas emociones de buena voluntad. El dinero da poder, otorga respeto, compra gentes, amistades, permisos, países, armas. El dinero no es malo; tampoco el poder que acarrea. Por eso te digo: hay de locos a locos. Un multimillonario loco, dueño del mundo, puede utilizar su fortuna para borrar del mapa a varios países, aniquilar a su gente y quedarse con sus recursos; el otro loco multimillonario, que aún cree en esos valores que antes movían al mundo, puede estar deprimido y preocupado por los derrames de petróleo en los mares, las epidemias que azotan a los países pobres o la cacería furtiva de especies en peligro de extinción, y crear ésto – y el Hombre Misterioso extendió los brazos y miró a su alrededor. Hay de locos a locos, ¿no?
Digamos que una buena parte de la riqueza mundial –gracias a Dios- está en manos de una sola persona; una persona justa, por llamarlo de alguna forma; aunque el desorden del mundo actual transmita lo contrario. Una persona que aún cree en esos ideales cursis de justicia, igualdad, libertad y amor que el mismo dinero ha sepultado. Ahora, imagina tener esos valores y, aparte, ser de los hombres más ricos del planeta… La nueva revolución apenas comienza. Y no te estoy hablando de un Bono o de uno de esos imbéciles que se dicen a favor de combatir el hambre y de más problemas y no donan la mitad de su fortuna para causas científicas y educativas. La revolución apenas está comenzando, con soldados como tú… -y ahora sí, sólo me llamó por mi nombre, el que uso siempre, como me dicen mis familiares y amigos.
Sabemos quién eres, qué soñabas, que anhelabas, qué sigues anhelando… sabemos que siguen vigentes en ti -y en muchos más- las políticas secretas de esta empresa... -concluyó.
Yo seguía sin entender nada de lo que ahí sucedía. Mi jefe, el Licenciado, no había hablado para nada. El corazón me seguía latiendo aceleradamente. El Hombre Misterioso tenía un tono demasiado paternal y compasivo para decir las cosas, pero su plática oscura seguía atemorizándome. No lograba calmarme. "Tú, tranquilo; relájate", me dijo casi leyendo mi pensamiento, y tomó de nuevo su tenedor y su cuchillo y cortó un pedazo de la pechuga de pollo con gravy. La hierba volvió a tronar, esta vez de manera más estruendosa.
- Miren a quiénes tenemos aquí –dijo el Hombre Misterioso volteando a su derecha.
Una pareja de rinocerontes bebían agua de uno de los riachuelos que brotaba de la fuente de piedra en la que bebieron los cervatillos minutos antes. Bebían y nos miraban, como si nos reconocieran Al fondo, detrás del cristal, un grupo de morsas y pingüinos ondeaban sus cuerpos casi al ras del techo, hipnotizándome de nuevo. Rodeándome de nuevo en esa fascinante incertidumbre. No existen palabras ni sensaciones que yo pudiera transmitirles, más que las que me robaron de la boca y me produjeron en el pecho en ese instante esas magníficas escenas. Las lágrimas estuvieron a punto de brotarme. Todo aquello era fantástico, inverosímil y cabronamente apacible…
Continuará...
viernes, noviembre 10, 2006
Buen fin de semana
Dense una vuelta por Big Blogger, ahí escribí un post nuevo.
Es que la mera verdad ya no sé ni qué fregados inventar en este cuentillo, jejeje. Se me hace que lo voy a terminar diciendo que al güey lo mataron por andar de chismoso.
Los dejo con un excelente remedio para despertar después de una borrachera:
Está coloreado a medias porque el photoshop me da mucha hueva... y me dio más hueva aún, pintarlo a mano.
Es que la mera verdad ya no sé ni qué fregados inventar en este cuentillo, jejeje. Se me hace que lo voy a terminar diciendo que al güey lo mataron por andar de chismoso.
Los dejo con un excelente remedio para despertar después de una borrachera:
Está coloreado a medias porque el photoshop me da mucha hueva... y me dio más hueva aún, pintarlo a mano.
miércoles, noviembre 08, 2006
Continuación del cuentillo.
Nos sentamos en la mesa y de no sé dónde salió un hombre vestido de mesero. Le entregó un fólder color amarillo al Hombre Misterioso y después nos sirvió agua a los tres. “Muchas gracias… puedes retirarte”, dijo el Hombre Misterioso. El mesero obedeció haciendo una reverencia y se perdió entre la maleza del salón. Yo no podía dejar de mirar el espectacular acuario del fondo: con sus arrecifes de coral y una variedad extraordinaria de peces. Otro tiburón martillo pasó nadando lentamente, flotando casi inmóvil con gracia y delicadeza.
El Hombre Desconocido bebió del vaso de agua y mi jefe lo imitó; y pues yo hice lo mismo instintivamente.
El Hombre se volvió a dirigir a mí con mis dos nombres y mis dos apellidos, y me dijo:
“Aquí en este fólder tengo todo lo que de ahora en adelante vas a hacer y vas a dejar de hacer. Todo lo que ahora vas a comer, lo que vas a dejar de comer, de tomar, los hábitos que vas a tener, los que vas a dejar… No hay nada que nadie no haya podido hacer, son simplemente requisitos que tu cargo actual y tu posición en el organigrama de esta empresa exigen. Tal vez lo más difícil va a ser la terapia mensual con sanguijuelas, pero eso ya lo verás en el disco y te lo explicaremos detenidamente. Sé que todo esto te parece muy extraño, pero así tiene qué ser. Lo tenemos que manejar con mucho hermetismo. Te pido una disculpa si he sido descortés, pero pronto sabrás todo lo de este asunto”, y me llamó otra vez por mis dos nombres y mis dos apellidos. El Hombre Desconocido continuó hablando:
“Después de comer te pasaremos a una sala en donde proyectaremos el dvd que viene dentro de este fólder. Espero estés preparado para verlo. Te recomiendo que olvides todo lo que has aprendido y pensado hasta hoy, pues muchas cosas te van a sorprender y otras a lo mejor ya las sabías o sospechabas que así eran. Para que comas tranquilo te daré un adelanto de lo que más o menos verás, para que te vayas dando una idea y dejes de estar nervioso con tanta incertidumbre. Lo que verás en el disco son secretos que sólo unos cuántos conocemos por nuestra posición social. Sin darte cuenta, entraste a la elite de los que dominan el mundo. Nunca te lo imaginaste, lo puedo apostar; pero sin embargo, aquí estás. Como has de saber, el mundo tiene un sólo dueño: una corporación lo domina todo. Te sorprenderás cuando sepas cuál es. Y tú trabajas en una de sus ramificaciones. Tu puesto y tu sueldo te hace acreedor a saber ciertas cosas que no todo el mundo sabe. Sé que este discurso te sonará comunista, pero los comunistas, rojillos, izquierdistas, o como quieras llamarlos, y toda esa gente que uno tacha de loca y anarquista tienen razón cuando dicen que el mundo tiene un solo dueño y que todo es un complot. Es cierto lo que dicen, aunque los tachen de locos. De hecho, parte de nuestro trabajo consiste en eso: que la gente común crea que están locos; para que nadie que no esté dentro de la corporación sepa los secretos que se han guardado celosamente por años. Parte de nuestro trabajo es que nadie sepa nada y que etiqueten de orates, hippies renegados o bohemios a esas personas que saben la verdad o la sospechan. Esos comunistas y librepensadores –por llamarlos de alguna forma- alguna vez estuvieron aquí como tú, en ese lugar, pero no aguantaron las revelaciones del disco y se hicieron disidentes, y ahora tratan de hacerle saber al mundo todo eso de lo que te vas a enterar. Va a ser duro y difícil de asimilarlo; te lo advierto. Saber tanto tiene sus desventajas cuando uno es un hombre de buen corazón; pero también tiene sus ventajas. Por ejemplo: ¿Sabías que el SIDA y los cánceres son curables y no son las gravísimas epidemias que dicen los medios masivos que son? Pero parte de nuestro trabajo consiste en hacerle creer eso a la gente. ¿Sabías que Juan Pablo II murió en el atentado que tuvo y quien estaba en su lugar era un doble que la mafia italiana puso?, ¿sabías que muchos millonarios excéntricos tienen como hobbie ir de cacería de humanos a aldeas olvidadas en Brasil y Sudamérica?, ¿que África es propiedad de los Estados Unidos?, ¿qué el 9/11 fue planeado por el mismo gobierno de los Estados Unidos? Bueno, apuesto a que esto ya lo sabías. De hecho, todo ese teatro de las Torres Gemelas les salió muy mal actuado, porque mucha gente se dio cuenta de la gran farsa; y de lo que se trataba era de hacerle creer a la gente otras cosas y de inventarles un enemigo que justificara la guerra. La gente no es estúpida; hay que hacerla estúpida. He ahí donde entran en acción los medios masivos. ¿Sabias que Osama Bin Laden estaba protegido en ese mismo país por la misma gente que lo culpaba del atentado? O ¿acaso alguna ves creíste que estaba en una cueva escondido? Y mucha gente lo cree. He ahí el poder de los medios. ¿Sabías qué la clonación es una gran farsa al igual que los viajes al espacio y la conquista de la luna? Nunca han existido; sólo un idiota creería que esas fotos de la superficie lunar y de la bandera gringa son reales. Ninguna cámara fotográfica de esa época sacaba las fotos con esa nitidez; y menos, en esas condiciones espaciales. Todo es mentira. ¿Sabías qué puedes fumar toda tu vida y no morir de cáncer pulmonar?, ¿que todas las enfermedades son creadas en laboratorios y esos mismo laboratorios que te enferman son los que te venden la cura, pero no te curan del todo, para que vayas a morir a sus hospitales y te entierren en uno de sus cementerios? Es un negocio perfecto; un círculo provocado para nunca dejar de producir riqueza. ¿Sabías qué muchos de los genios, artistas y personalidades que han muerto, siguen vivos?; y no porque los hayan congelado –la criogenia también es una gran mentira-, simplemente decidieron dedicarse a otras cosas en el anonimato…
Prepárate, porque lo que vas a ver en este disco te va a cambiar… te va a impactar… No volverás a ser el mismo”, y volvió a llamarme por mis dos nombres y mis dos apellidos.
El Hombre Misterioso accionó una campanilla de metal que estaba sobre la mesa y, de la nada, aparecieron tres meseros con charolas plateadas y humeantes, y nos sirvieron de comer. Nunca en mi vida había probado comida tan sabrosa.
Continuará…
El Hombre Desconocido bebió del vaso de agua y mi jefe lo imitó; y pues yo hice lo mismo instintivamente.
El Hombre se volvió a dirigir a mí con mis dos nombres y mis dos apellidos, y me dijo:
“Aquí en este fólder tengo todo lo que de ahora en adelante vas a hacer y vas a dejar de hacer. Todo lo que ahora vas a comer, lo que vas a dejar de comer, de tomar, los hábitos que vas a tener, los que vas a dejar… No hay nada que nadie no haya podido hacer, son simplemente requisitos que tu cargo actual y tu posición en el organigrama de esta empresa exigen. Tal vez lo más difícil va a ser la terapia mensual con sanguijuelas, pero eso ya lo verás en el disco y te lo explicaremos detenidamente. Sé que todo esto te parece muy extraño, pero así tiene qué ser. Lo tenemos que manejar con mucho hermetismo. Te pido una disculpa si he sido descortés, pero pronto sabrás todo lo de este asunto”, y me llamó otra vez por mis dos nombres y mis dos apellidos. El Hombre Desconocido continuó hablando:
“Después de comer te pasaremos a una sala en donde proyectaremos el dvd que viene dentro de este fólder. Espero estés preparado para verlo. Te recomiendo que olvides todo lo que has aprendido y pensado hasta hoy, pues muchas cosas te van a sorprender y otras a lo mejor ya las sabías o sospechabas que así eran. Para que comas tranquilo te daré un adelanto de lo que más o menos verás, para que te vayas dando una idea y dejes de estar nervioso con tanta incertidumbre. Lo que verás en el disco son secretos que sólo unos cuántos conocemos por nuestra posición social. Sin darte cuenta, entraste a la elite de los que dominan el mundo. Nunca te lo imaginaste, lo puedo apostar; pero sin embargo, aquí estás. Como has de saber, el mundo tiene un sólo dueño: una corporación lo domina todo. Te sorprenderás cuando sepas cuál es. Y tú trabajas en una de sus ramificaciones. Tu puesto y tu sueldo te hace acreedor a saber ciertas cosas que no todo el mundo sabe. Sé que este discurso te sonará comunista, pero los comunistas, rojillos, izquierdistas, o como quieras llamarlos, y toda esa gente que uno tacha de loca y anarquista tienen razón cuando dicen que el mundo tiene un solo dueño y que todo es un complot. Es cierto lo que dicen, aunque los tachen de locos. De hecho, parte de nuestro trabajo consiste en eso: que la gente común crea que están locos; para que nadie que no esté dentro de la corporación sepa los secretos que se han guardado celosamente por años. Parte de nuestro trabajo es que nadie sepa nada y que etiqueten de orates, hippies renegados o bohemios a esas personas que saben la verdad o la sospechan. Esos comunistas y librepensadores –por llamarlos de alguna forma- alguna vez estuvieron aquí como tú, en ese lugar, pero no aguantaron las revelaciones del disco y se hicieron disidentes, y ahora tratan de hacerle saber al mundo todo eso de lo que te vas a enterar. Va a ser duro y difícil de asimilarlo; te lo advierto. Saber tanto tiene sus desventajas cuando uno es un hombre de buen corazón; pero también tiene sus ventajas. Por ejemplo: ¿Sabías que el SIDA y los cánceres son curables y no son las gravísimas epidemias que dicen los medios masivos que son? Pero parte de nuestro trabajo consiste en hacerle creer eso a la gente. ¿Sabías que Juan Pablo II murió en el atentado que tuvo y quien estaba en su lugar era un doble que la mafia italiana puso?, ¿sabías que muchos millonarios excéntricos tienen como hobbie ir de cacería de humanos a aldeas olvidadas en Brasil y Sudamérica?, ¿que África es propiedad de los Estados Unidos?, ¿qué el 9/11 fue planeado por el mismo gobierno de los Estados Unidos? Bueno, apuesto a que esto ya lo sabías. De hecho, todo ese teatro de las Torres Gemelas les salió muy mal actuado, porque mucha gente se dio cuenta de la gran farsa; y de lo que se trataba era de hacerle creer a la gente otras cosas y de inventarles un enemigo que justificara la guerra. La gente no es estúpida; hay que hacerla estúpida. He ahí donde entran en acción los medios masivos. ¿Sabias que Osama Bin Laden estaba protegido en ese mismo país por la misma gente que lo culpaba del atentado? O ¿acaso alguna ves creíste que estaba en una cueva escondido? Y mucha gente lo cree. He ahí el poder de los medios. ¿Sabías qué la clonación es una gran farsa al igual que los viajes al espacio y la conquista de la luna? Nunca han existido; sólo un idiota creería que esas fotos de la superficie lunar y de la bandera gringa son reales. Ninguna cámara fotográfica de esa época sacaba las fotos con esa nitidez; y menos, en esas condiciones espaciales. Todo es mentira. ¿Sabías qué puedes fumar toda tu vida y no morir de cáncer pulmonar?, ¿que todas las enfermedades son creadas en laboratorios y esos mismo laboratorios que te enferman son los que te venden la cura, pero no te curan del todo, para que vayas a morir a sus hospitales y te entierren en uno de sus cementerios? Es un negocio perfecto; un círculo provocado para nunca dejar de producir riqueza. ¿Sabías qué muchos de los genios, artistas y personalidades que han muerto, siguen vivos?; y no porque los hayan congelado –la criogenia también es una gran mentira-, simplemente decidieron dedicarse a otras cosas en el anonimato…
Prepárate, porque lo que vas a ver en este disco te va a cambiar… te va a impactar… No volverás a ser el mismo”, y volvió a llamarme por mis dos nombres y mis dos apellidos.
El Hombre Misterioso accionó una campanilla de metal que estaba sobre la mesa y, de la nada, aparecieron tres meseros con charolas plateadas y humeantes, y nos sirvieron de comer. Nunca en mi vida había probado comida tan sabrosa.
Continuará…
lunes, noviembre 06, 2006
Cuentirijillo
Después de leer ésto, tal vez no puedan volver a dormir tranquilos como antes.
Todo comenzó cuando empecé a ganar arriba de 150 mil pesos mensuales; hace un par de semanas me dieron el aumento. Bueno, son más de 200 mil pesos libres de impuestos contando las prestaciones, los vales de despensa, de gasolina y de más beneficios que ofrece la empresa: seguros de gastos médicos para toda mi familia, seguro contra todo tipo de accidentes para mis coches, la educación de mis hijos –también pagada por la compañía- y los viáticos en los viajes de negocios y vacaciones. Es una lana.
Fue ese día, el primer día de mi aumento de sueldo y de mi nuevo puesto, cuando me hicieron las revelaciones que a continuación les contaré. Espero contar con su discreción.
Desde ese día, no he vuelto a ser el mismo. Y no porque el dinero me haya cambiado, sino que ¿quién podría ser el mismo cuando se entera de tanto? Cuando el concepto que uno tenía del mundo resulta ser completamente erróneo y la realidad resulta ser lo contrario a lo que uno creía. No es correcto que escriba sobre este tema; de hecho, me lo tienen prohibidísimo, fue lo primero que me advirtieron cuando me hicieron las revelaciones: que no le dijera nada a nadie. Si alguien se llegara a enterar de lo que estoy escribiendo, es muy probable que me maten o me desaparezcan. Y no dudo que se enteren. Dicen que a quien le hacen las revelaciones lo monitorean todo el tiempo sin que se dé cuenta, durante un año o más, para ver qué tan confiable es la persona a la que se le revelan los secretos. Pero a mí me es imposible vivir con esta carga.
Todo empezó ese día en que me citó el Licenciado -mi jefe y dueño de la empresa, una de las más importantes del país y la número uno en producción de acero- en la sala de juntas. Fui de inmediato. Entré en el amplio recinto de mármol, pinturas, estatuas, alfombras persas y espejos. Junto a mi jefe, sentado en el lujoso sillón de piel negra, estaba un hombre que nunca había visto en los casi 20 años que llevo trabajando en la empresa. El Hombre Desconocido –de unos 60 o 65 años- se puso de inmediato de pie y me saludó muy amablemente llamándome por mi nombre completo -con los dos nombres y los dos apellidos-, pero él no me dijo el suyo. Y yo tampoco lo pregunté al ver que mi jefe hacía una disimulada seña que me indicaba que guardara silencio.
Nunca había visto a al Licenciado tan sumiso y tan callado. El jefe siempre estaba dando órdenes, estresado, acelerado, regañando gente; a veces era déspota y arrogante. Pero frente al Hombre Desconocido, mi jefe parecía un indefenso perrito, un alumno barbero que quiere quedar bien con el profesor.
No me ofrecieron café ni un vaso de agua; tampoco me dijeron que me sentara. En silencio, el Hombre que yo no conocía tomó un control remoto similar al de una televisión y apuntó hacia una pared de la ostentosa sala de juntas. La pared se abrió. ¡A la madre! ¿Qué está pasando? Todo empezó a parecer irreal. Parecía un programa de esos de bromas y cámaras escondidas, pero al ver el rostro del Licenciado, pensé que nada de lo que estaba sucediendo era una broma. Debo de confesar que tanto misterio y tanto silencio me causaba un poco de miedo. “Adelante”, me dijo el Hombre Desconocido extendiendo su brazo y dejando al descubierto el reloj más lujoso y con más diamantes que había visto en toda mi vida. Obedecí y entré. Era un elevador.
Tras de mí entró el Licenciado y luego el Hombre Misterioso. Se cerró la puerta con delicadeza, sin emitir sonido alguno. No sé si subimos o bajamos, pero el trayecto fue largo y mudo. Como de 20 o 30 pisos si lo medimos en niveles de un edificio. El Hombre Misterioso miraba parco hacia el frente y esbozaba la misma sonrisa amable, casi imperceptible; el Licenciado seguía muy callado, lo notaba algo nervioso y eso hacía que yo me pusiera más nervioso. Ese silencio y ese nerviosismo me decían que no rompiera el hielo con ningún comentario.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando el ascensor (o descensor) se detuvo y la puerta se abrió suavemente; casi en cámara lenta. La loción del Hombre Desconocido dejó una estela cuando salió del elevador. Salió mi jefe detrás de él y después yo. Mi fascinación y desconcierto aumentaron. Es indescriptible la sensación que tenía en el cuerpo.
Estábamos en una enorme galería con fuentes, cascadas, riachuelos, aves cantando y vegetación por todos lados. No en macetas ni en jardineras; vegetación de todo tipo, plantada en tierra, pero bajo techo. Todo el jardín estaba iluminado, pero no por los rayos del sol. Al fondo del opulento salón botánico había un inmenso tanque de peces que hacía la función de una pared. El cristal iba del suelo hasta el techo y como que curveaba o rodeaba unos pasillos que conectaban con otras habitaciones. El Hombre Misterioso miró mi estupefacto rostro y sonrió. Llegué a imaginar que estábamos bajo el mar cuando vi pasar a un tiburón martillo por detrás del vidrio; pero era imposible: mi ciudad no tiene mar. Todo era maravilloso y terrorífico a la vez. Era imposible creer todo aquello.
Al centro de todo ese “paraíso”, había una mesa con tres sillas: una mesa llena de comida, frutas, vegetales, copas, botellas de vino, vasos de cristal, servilletas de tela en forma de cisnes, cubiertos de esos que nadie sabe usar (para el postre, para la sopa, para la ensalada), etc. “Adelante”, volvió a decirme el Hombre Misterioso, apuntando a la mesa en señal de que tomara asiento. Todo era silencio, salvo el agua corriendo entre las piedras, el canto de las aves y el agudo rechinar de las sillas cuando nos sentamos.
Continuará...
Todo comenzó cuando empecé a ganar arriba de 150 mil pesos mensuales; hace un par de semanas me dieron el aumento. Bueno, son más de 200 mil pesos libres de impuestos contando las prestaciones, los vales de despensa, de gasolina y de más beneficios que ofrece la empresa: seguros de gastos médicos para toda mi familia, seguro contra todo tipo de accidentes para mis coches, la educación de mis hijos –también pagada por la compañía- y los viáticos en los viajes de negocios y vacaciones. Es una lana.
Fue ese día, el primer día de mi aumento de sueldo y de mi nuevo puesto, cuando me hicieron las revelaciones que a continuación les contaré. Espero contar con su discreción.
Desde ese día, no he vuelto a ser el mismo. Y no porque el dinero me haya cambiado, sino que ¿quién podría ser el mismo cuando se entera de tanto? Cuando el concepto que uno tenía del mundo resulta ser completamente erróneo y la realidad resulta ser lo contrario a lo que uno creía. No es correcto que escriba sobre este tema; de hecho, me lo tienen prohibidísimo, fue lo primero que me advirtieron cuando me hicieron las revelaciones: que no le dijera nada a nadie. Si alguien se llegara a enterar de lo que estoy escribiendo, es muy probable que me maten o me desaparezcan. Y no dudo que se enteren. Dicen que a quien le hacen las revelaciones lo monitorean todo el tiempo sin que se dé cuenta, durante un año o más, para ver qué tan confiable es la persona a la que se le revelan los secretos. Pero a mí me es imposible vivir con esta carga.
Todo empezó ese día en que me citó el Licenciado -mi jefe y dueño de la empresa, una de las más importantes del país y la número uno en producción de acero- en la sala de juntas. Fui de inmediato. Entré en el amplio recinto de mármol, pinturas, estatuas, alfombras persas y espejos. Junto a mi jefe, sentado en el lujoso sillón de piel negra, estaba un hombre que nunca había visto en los casi 20 años que llevo trabajando en la empresa. El Hombre Desconocido –de unos 60 o 65 años- se puso de inmediato de pie y me saludó muy amablemente llamándome por mi nombre completo -con los dos nombres y los dos apellidos-, pero él no me dijo el suyo. Y yo tampoco lo pregunté al ver que mi jefe hacía una disimulada seña que me indicaba que guardara silencio.
Nunca había visto a al Licenciado tan sumiso y tan callado. El jefe siempre estaba dando órdenes, estresado, acelerado, regañando gente; a veces era déspota y arrogante. Pero frente al Hombre Desconocido, mi jefe parecía un indefenso perrito, un alumno barbero que quiere quedar bien con el profesor.
No me ofrecieron café ni un vaso de agua; tampoco me dijeron que me sentara. En silencio, el Hombre que yo no conocía tomó un control remoto similar al de una televisión y apuntó hacia una pared de la ostentosa sala de juntas. La pared se abrió. ¡A la madre! ¿Qué está pasando? Todo empezó a parecer irreal. Parecía un programa de esos de bromas y cámaras escondidas, pero al ver el rostro del Licenciado, pensé que nada de lo que estaba sucediendo era una broma. Debo de confesar que tanto misterio y tanto silencio me causaba un poco de miedo. “Adelante”, me dijo el Hombre Desconocido extendiendo su brazo y dejando al descubierto el reloj más lujoso y con más diamantes que había visto en toda mi vida. Obedecí y entré. Era un elevador.
Tras de mí entró el Licenciado y luego el Hombre Misterioso. Se cerró la puerta con delicadeza, sin emitir sonido alguno. No sé si subimos o bajamos, pero el trayecto fue largo y mudo. Como de 20 o 30 pisos si lo medimos en niveles de un edificio. El Hombre Misterioso miraba parco hacia el frente y esbozaba la misma sonrisa amable, casi imperceptible; el Licenciado seguía muy callado, lo notaba algo nervioso y eso hacía que yo me pusiera más nervioso. Ese silencio y ese nerviosismo me decían que no rompiera el hielo con ningún comentario.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando el ascensor (o descensor) se detuvo y la puerta se abrió suavemente; casi en cámara lenta. La loción del Hombre Desconocido dejó una estela cuando salió del elevador. Salió mi jefe detrás de él y después yo. Mi fascinación y desconcierto aumentaron. Es indescriptible la sensación que tenía en el cuerpo.
Estábamos en una enorme galería con fuentes, cascadas, riachuelos, aves cantando y vegetación por todos lados. No en macetas ni en jardineras; vegetación de todo tipo, plantada en tierra, pero bajo techo. Todo el jardín estaba iluminado, pero no por los rayos del sol. Al fondo del opulento salón botánico había un inmenso tanque de peces que hacía la función de una pared. El cristal iba del suelo hasta el techo y como que curveaba o rodeaba unos pasillos que conectaban con otras habitaciones. El Hombre Misterioso miró mi estupefacto rostro y sonrió. Llegué a imaginar que estábamos bajo el mar cuando vi pasar a un tiburón martillo por detrás del vidrio; pero era imposible: mi ciudad no tiene mar. Todo era maravilloso y terrorífico a la vez. Era imposible creer todo aquello.
Al centro de todo ese “paraíso”, había una mesa con tres sillas: una mesa llena de comida, frutas, vegetales, copas, botellas de vino, vasos de cristal, servilletas de tela en forma de cisnes, cubiertos de esos que nadie sabe usar (para el postre, para la sopa, para la ensalada), etc. “Adelante”, volvió a decirme el Hombre Misterioso, apuntando a la mesa en señal de que tomara asiento. Todo era silencio, salvo el agua corriendo entre las piedras, el canto de las aves y el agudo rechinar de las sillas cuando nos sentamos.
Continuará...
viernes, noviembre 03, 2006
Ay wey, los Chistes Alowey...
Aguanten con lo de los Chistes Alowey, raza. No he podido sacar más por falta de dinero y exceso de trabajo. Acuérdense que les dije que los 100 primeros que saqué se acabaron ese día de la Feria del Libro. Tengo todavía 10 o 12 ejemplares que voy a darles a los que quedaron en venir por ellos porque el trato era ese: los primeros 100 que sacara los iba a regalar, siempre y cuando, vinieran (o fueran al evento) por ellos. Por ejemplo: a los del D.F. les voy a mandar los suyos con Armando Sámano, que viene la próxima semana. Porque neta que cobrarles el envió se me hace gacho pa´una méndiga revistilla de 24 páginas y, sacar más y mandárselas a sus tierras sin costo, pues está medio cabrón porque me quedé sin lana y vienen gastos juertes, jejeje. Espero comprendan, amiguis, snif.
Peeerooo... Hay buenas noticias:
La cosa es que hay un proyecto con la editorial que le ha publicado libros a Armando Vega Gil, famosísimo músico ex Botellita de Jerez, escritor del Diario de un Gacarocker (en la revista La Mosca) y actual ganador del Premio de Cuento San Luís 2006.
Esta editorial está interesada en sacar un tiraje grande de Chistes Alowey, de unas 50 páginas a todo color, empastado y todo muy acá, muy bonito. Y pues si es así, pues estaría a toda madre, porque los costos bajan y el tiraje sube.
Lo que les propongo es: por qué mejor no se esperan a que saque esa edición más formal, con tiras inéditas, con el doble de páginas, con la reencarnación de Panchito López, con la historia de los personajes (el Ocelote Verde, El Rey Miadas, los Duendes del Sueño, etc.) y que -más que nada- va a ser un libro y no una revista como la que saqué primero. Por eso: por qué no empiezan a mandarme todos sus datos para ir haciendo un directorio y, cuando salga (esperemos que antes de navidad), les aviso cómo va a estar el rollo del envío y el costo y el número de cuenta y de más.
Mándenme todos sus datos (código postal y un teléfono, pa´ que luego no salgan con que se perdió el paquete o no había nadie en su casa) a guffocaballero@yahoo.com.mx
Los dejo con un Chiste Alowey inédito:
Peeerooo... Hay buenas noticias:
La cosa es que hay un proyecto con la editorial que le ha publicado libros a Armando Vega Gil, famosísimo músico ex Botellita de Jerez, escritor del Diario de un Gacarocker (en la revista La Mosca) y actual ganador del Premio de Cuento San Luís 2006.
Esta editorial está interesada en sacar un tiraje grande de Chistes Alowey, de unas 50 páginas a todo color, empastado y todo muy acá, muy bonito. Y pues si es así, pues estaría a toda madre, porque los costos bajan y el tiraje sube.
Lo que les propongo es: por qué mejor no se esperan a que saque esa edición más formal, con tiras inéditas, con el doble de páginas, con la reencarnación de Panchito López, con la historia de los personajes (el Ocelote Verde, El Rey Miadas, los Duendes del Sueño, etc.) y que -más que nada- va a ser un libro y no una revista como la que saqué primero. Por eso: por qué no empiezan a mandarme todos sus datos para ir haciendo un directorio y, cuando salga (esperemos que antes de navidad), les aviso cómo va a estar el rollo del envío y el costo y el número de cuenta y de más.
Mándenme todos sus datos (código postal y un teléfono, pa´ que luego no salgan con que se perdió el paquete o no había nadie en su casa) a guffocaballero@yahoo.com.mx
Los dejo con un Chiste Alowey inédito:
martes, octubre 31, 2006
Bye bye México City
Es más lo feo que se dice de la Ciudad de México, sin embargo, yo nunca viviría ahí. Tanta gente, tanto carro y tanto monumento patriótico a héroes que nunca existieron no es bueno para la salud. Sigo prefiriendo la paz de los pueblos bicicleteros con su kiosco al centro de la plaza; la tranquilidad de esos lugares marginados donde no conocen los McDonalds y los pirules y cipreses dan más sombra que un insípido hotel Hilton.
Siguen sin agradarme las ciudades grandes. Ya lo había dicho antes. No tienen ángel, carecen de chispa, chiste y gracia. Por eso le pusieron un ángel dorado donde todos los visitantes lo podamos ver: para que no pensemos que la urbe está desangelada. Por eso ponen gigantescos monumentos en todas esas ciudades: para que tengan chiste. Madrid es horrible y sucio, Paris es un cliché naquísimo; de Nueva York, mejor ni hablar.
No me impresiona nada de sus leyendas y cuentos ni de sus estatuas ni de sus recintos artísticos y culturales. No me interesa saber de ellas ni de su aburrida historia llena de balas, sangre y muertos. Me gusta la comida y la bebida, eso sí. Pero es lo único. No sé si me esté volviendo más indiferente o siempre he sido un pinche ignorante.
Iba arriba del TuriBus –algo así como un camión de dos pisos sin techo-, mirando las opulentas fuentes, las columnas con acabados, las resplandecientes fachadas de los hoteles y las iglesias barrocas que el guía describía con emoción; y terminó captando mi atención una ardilla que subía por un árbol con un trozo de comida en su boca. Me cautivó más ver al simpático roedor trepando por el tronco que ver todas esas cosas cargadas de pasado e identidad nacional, un pasado que a nadie le consta y que amablemente nos maquillan para que uno sea feliz viviendo donde vive. Me sentí como Homero Simpson en ese capítulo donde no presenta su examen final de la universidad por ir a corretear a un perro.
El encanto de visitar esos monstruos de venas asfálticas y cielos de alquitrán radica en qué tan bien acompañado vaya uno.
P.D. Vayan a leer Metatextos, que ahí también escribo. Es un proyecto muy interesante y entretenido.
Siguen sin agradarme las ciudades grandes. Ya lo había dicho antes. No tienen ángel, carecen de chispa, chiste y gracia. Por eso le pusieron un ángel dorado donde todos los visitantes lo podamos ver: para que no pensemos que la urbe está desangelada. Por eso ponen gigantescos monumentos en todas esas ciudades: para que tengan chiste. Madrid es horrible y sucio, Paris es un cliché naquísimo; de Nueva York, mejor ni hablar.
No me impresiona nada de sus leyendas y cuentos ni de sus estatuas ni de sus recintos artísticos y culturales. No me interesa saber de ellas ni de su aburrida historia llena de balas, sangre y muertos. Me gusta la comida y la bebida, eso sí. Pero es lo único. No sé si me esté volviendo más indiferente o siempre he sido un pinche ignorante.
Iba arriba del TuriBus –algo así como un camión de dos pisos sin techo-, mirando las opulentas fuentes, las columnas con acabados, las resplandecientes fachadas de los hoteles y las iglesias barrocas que el guía describía con emoción; y terminó captando mi atención una ardilla que subía por un árbol con un trozo de comida en su boca. Me cautivó más ver al simpático roedor trepando por el tronco que ver todas esas cosas cargadas de pasado e identidad nacional, un pasado que a nadie le consta y que amablemente nos maquillan para que uno sea feliz viviendo donde vive. Me sentí como Homero Simpson en ese capítulo donde no presenta su examen final de la universidad por ir a corretear a un perro.
El encanto de visitar esos monstruos de venas asfálticas y cielos de alquitrán radica en qué tan bien acompañado vaya uno.
P.D. Vayan a leer Metatextos, que ahí también escribo. Es un proyecto muy interesante y entretenido.
lunes, octubre 30, 2006
Mañana les platico...
Mejor mañana les cuento lo del viajecillo al D.F. y les pongo fotillos porque hoy me da una hueva tremenda.
Que por cierto: no vi a nadie allá porque a todos les di mal el nombre del hotel: era Sevilla Palace y no Barcelona, como yo creía. Ya decía yo que los dos pinches lugares esos estaban en España... pero chingos de kilómetros de separados uno del otro. Eso sí: el hotel sí estaba sobre Refroma, ahí sí no me apendejé.
Una disculpa pa´los que lo anduvieron buscando, snif, comoquiera su paquete se los voy a mandar cuando venga el buen Armando Sámano. Bueno, ya ni pedo. Los dejo con un Chiste Alowey pa´salir del apuro.
Dentro de mis múltiples fracasos del año, se suma éste otro a la lista. Aquí les dejo una de las seis caricaturas que mandé al Salón Internacional de la Caricatura en Tijuana (donde el tema a tratar es la migración), al cual siempre no voy a poder entrar porque los pendejazos de Estafeta (ya están en mi lista de marcas vetadas) traían perdido el paquete que mandé desde el 4 de octubre y apenas me lo devolvieron hace una semana quesque porque "nunca hubo nadie quién lo recibiera", quedando mi trabajo fuera del concurso, snif.
Y como le dije al pinche achichincle que me atendió: pos han de haber ido a entregar el paquete a las 12 de la noche o en domingo, porque a donde lo mandé es una agencia de publicidad con más de 15 empleados, eso de que "no había nadie" ni un niño de primaria se lo dice a la más pendeja de sus maestras.
Chinga tu madre Estafeta. Eres el diablo pero en gay.
Que por cierto: no vi a nadie allá porque a todos les di mal el nombre del hotel: era Sevilla Palace y no Barcelona, como yo creía. Ya decía yo que los dos pinches lugares esos estaban en España... pero chingos de kilómetros de separados uno del otro. Eso sí: el hotel sí estaba sobre Refroma, ahí sí no me apendejé.
Una disculpa pa´los que lo anduvieron buscando, snif, comoquiera su paquete se los voy a mandar cuando venga el buen Armando Sámano. Bueno, ya ni pedo. Los dejo con un Chiste Alowey pa´salir del apuro.
Dentro de mis múltiples fracasos del año, se suma éste otro a la lista. Aquí les dejo una de las seis caricaturas que mandé al Salón Internacional de la Caricatura en Tijuana (donde el tema a tratar es la migración), al cual siempre no voy a poder entrar porque los pendejazos de Estafeta (ya están en mi lista de marcas vetadas) traían perdido el paquete que mandé desde el 4 de octubre y apenas me lo devolvieron hace una semana quesque porque "nunca hubo nadie quién lo recibiera", quedando mi trabajo fuera del concurso, snif.
Y como le dije al pinche achichincle que me atendió: pos han de haber ido a entregar el paquete a las 12 de la noche o en domingo, porque a donde lo mandé es una agencia de publicidad con más de 15 empleados, eso de que "no había nadie" ni un niño de primaria se lo dice a la más pendeja de sus maestras.
Chinga tu madre Estafeta. Eres el diablo pero en gay.
miércoles, octubre 25, 2006
Miscelánea infanticida
No sé por cuál de estas tres cosas sentir más vergüenza:
1.- Por la pinche letra fea que tenía a los 7 años.
2.- Por no saber usar unas tijeras correctamente para cortar derechito.
3.- Por creer todavía en Santa Clós a los 7 añotes. Snif.
Estos son algunos de mis primeros dibujillos. El primero es un Mickey Mouse, mi héroe en aquella época cuando dejaba mis pañales Pampers como taco de harina con frijoles refritos. No es que Mickey Mouse fuera mi héroe, simplemente era el mono que estaba en todas partes; algo así como la Coca Cola ahorita. A lado del ratón Mickey está mi primer caricatura: Mi madre con aretes, que realmente es una mentada de madre el dibujo este porque se parece más a Brozo, y eso que Brozo todavía ni existía.
Luego dibujé un tren pinchísimo con todo y humo (ese rayadero arriba de los cuadritos es el humo... ah, y los cuadros esos son los vagones) y un "carro con máquina" (?). Chale, se me hace que esa leche Nido era radioactiva o mi madre le echaba algo a mi Gerber de carne con vegetales (¡guakatelas!, el chido era el de mango).
Saludos.
martes, octubre 24, 2006
De todo un poco
El viernes vamos al D.F. No tengo nada en contra de esa ciudad ni de su gente; simplemente las ciudades grandes no las soporto. Tengo unos 12 años de no ir para allá y tenía pensado no volver mas que para hacer escala en el agriopuerto e irme para otro lado; pero pues es el concierto de Joaquín Sabina.
De hecho, creo que mi repulsión por las ciudades y mi sueño guajiro de vivir en un rancho se lo debo a esta rolita. Esta canción fue la culpable de meterme en la cabeza esa obsesión que tengo por vivir en un pueblito bicicletero o en una playa tranquila, donde no vayan turistas a arruinarme el día. Vivir en un lugar algo así como la bahía que le compró Fox a Martita en Michoacán –Bahía Tamarindillos-; pero pos primero tengo que ahorrar mucho o ser Presidente.
Bueno, pues resulta que esta rolita concursó en el Festival Infantil Juguemos a Cantar, allá a principios de los ochentas. La cantaban unas tales Vicuñitas, y la compuso el genial Sergio Andrade -que también le (com)puso a la Gloria Trevi- antes de que se le botara la canica y le gustara la carne de niña (tal vez ahí empezó con esa afición). A ver si se acuerdan; y si no, pues disfrútenla y rólenla con los niños modernos de hoy pa´que vean lo que era música infantil de a de veras y no mamadas de pokemones y errebedes y esas chingaderas.
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Y pa´finalizar, pues les voy a adelantar su halloween con un Chiste Alowey.
De hecho, creo que mi repulsión por las ciudades y mi sueño guajiro de vivir en un rancho se lo debo a esta rolita. Esta canción fue la culpable de meterme en la cabeza esa obsesión que tengo por vivir en un pueblito bicicletero o en una playa tranquila, donde no vayan turistas a arruinarme el día. Vivir en un lugar algo así como la bahía que le compró Fox a Martita en Michoacán –Bahía Tamarindillos-; pero pos primero tengo que ahorrar mucho o ser Presidente.
Bueno, pues resulta que esta rolita concursó en el Festival Infantil Juguemos a Cantar, allá a principios de los ochentas. La cantaban unas tales Vicuñitas, y la compuso el genial Sergio Andrade -que también le (com)puso a la Gloria Trevi- antes de que se le botara la canica y le gustara la carne de niña (tal vez ahí empezó con esa afición). A ver si se acuerdan; y si no, pues disfrútenla y rólenla con los niños modernos de hoy pa´que vean lo que era música infantil de a de veras y no mamadas de pokemones y errebedes y esas chingaderas.
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Y pa´finalizar, pues les voy a adelantar su halloween con un Chiste Alowey.
sábado, octubre 21, 2006
Observaciones sobre el evento
La recopilación de Chistes Alowey fue todo un éxito. Y cómo no iba a ser un éxito, si fueron de a gratis, snif. Con razón se acabaron.
Me di cuenta que la gente que dice que va a ir a estos eventos, nunca va. Por eso no me gusta andar invitando a todo mundo; si se enteran, pues que vayan. Pero toda esa gente que no se entera del evento hasta que éste ya pasó, siempre te reprocha: "¿Por qué no me invitaste, pinche ojete?, no me enteré..." Y apuesto a que si les hubiera dicho, no hubieran ido. Pues quién los entiende.
Sigo pensando que lo mío no es hablar en público. Es más: lo mío no es hablar, punto.
Por más que intenté imaginarme a los asistentes al evento encuerados (quesque para que no me pusiera tan nervioso a la hora de hablar), el nerviosismo me ganó. Aunque dicen que ni se me notaba.
La cosa es que si me imaginaba a la Fabi en canicas, muy posiblemente hubiera salido corriendo del pinche evento; por eso mejor no lo hice.
Qué feo es traer un micrófono en la mano: que no le tiemble a uno, porque luego parecen unas chupachups al pito choncho de Robocop. Brrr.
También me di cuenta que no soy nada gracioso frente a un público y que, ya que todo termina, me digo: "Chin... hubiera dicho esto en vez de eso que dije" o "por qué se me olvidó decir esto otro".
Momento chusco: Cucamonga contando cuando conoció al Loco Valdez.
Celebridades entre el público y en el afterparty: Caballo Negro, Ray Bastard, Julio Salinas El Coleccionista de Huecos, Betote, Perea, Rolandog, Hipocrático y un Diputado Federal del PRI cuyo nombre no recuerdo pero que dice ser mi "fans" aunque yo le tire mierda a la política.
Momento cumbre del evento: Cuando llegó mi abuelita gritando a los cuatro vientos y abrazándome: "¡Miiiiijo, mijo es un escritor famoooosoooo!" Chale, trágame tierra. El amor de abuela a veces es peligroso.
Y aquí les dejo la colaboración de Kabeza para la edición de colección de Chistes Alowey; es que la del Caballo Negro no se puede ver, snif:
miércoles, octubre 18, 2006
Chistes Alowey, edición limitada...
Ya casi está todo listo para mañana jueves 19 de octubre.
Ya saben que ese día (mañana, repito, mañana) los espero a las 8 de la noche en la sala 102 de Cintermex. Llevaré 100 libritos con 24 páginas a todo color para regalar a los asistentes. Es una pequeña recopilación -edición limitada- de mis peores Chistes Alowey. Ah, y por si ésto fuera poco, también viene una introducción (pero no de pito, por eso mejor digamos que es un prólogo) del Caballo Negro y una conclusión de Kabeza, a quienes agradezco infinitamente y me declaro admirador y "fans" de su trabajo y su persona. Cueros mil, nunca cambien, snif.
Ahí nos vemos mañana. Saludos.
P.D. Si se acaban, no se apuren, estoy haciendo más y prometo mandárselos a los que me pidieron.
En la foto se pueden apreciar algunos ejemplares de la edición. Auch; todavía nos falta cortar, armar y grapar otros cincuenta.
Ya saben que ese día (mañana, repito, mañana) los espero a las 8 de la noche en la sala 102 de Cintermex. Llevaré 100 libritos con 24 páginas a todo color para regalar a los asistentes. Es una pequeña recopilación -edición limitada- de mis peores Chistes Alowey. Ah, y por si ésto fuera poco, también viene una introducción (pero no de pito, por eso mejor digamos que es un prólogo) del Caballo Negro y una conclusión de Kabeza, a quienes agradezco infinitamente y me declaro admirador y "fans" de su trabajo y su persona. Cueros mil, nunca cambien, snif.
Ahí nos vemos mañana. Saludos.
P.D. Si se acaban, no se apuren, estoy haciendo más y prometo mandárselos a los que me pidieron.
En la foto se pueden apreciar algunos ejemplares de la edición. Auch; todavía nos falta cortar, armar y grapar otros cincuenta.
martes, octubre 17, 2006
A mis 75 años...
Ayer llegó al periódico el otro caricaturista que dibuja en él. Es un maestro del lápiz y la plumilla. Es un ruco de más de 75 años que ha trabajado en tooodos los periódicos de México: El Norte, Reforma, El Universal, el Excelsior, Novedades, El Porvenir, etc. y ahora está jalando aquí. Yo lo respeto porque mi padre me platicaba de él cuando el señor estaba en sus años mozos y yo alcancé a leer sus mejores cartones de morrillo. Era una estrella del periodismo en aquellos años, el viejillo este. Tiene dos premios nacionales de periodismo, conoció a no sé qué tantos gobernadores, alcaldes y presidentes y de más celebridades de medio pelo.
El señor llegó al periódico en taxi. Y no porque sea malo andar en taxi; sino que andar en taxi es muy caro. A veces llega en camión; y no porque sea malo andar en camión, sino que andar en camión en este país es peligroso porque recibe uno un pésimo servicio.
Me dio mucho miedo verlo, la verdad; porque me visualicé así. Fue como ver a Chilito Relleno -el payaso- sin nariz, con la voz normal y subiéndose a su carro destartalado. Mi Dios se desvaneció de un soplo: Fuuuuuuu… (polvo volando)
Cuando lo vi, dudé en seguir en esta profesión. Lo juro.
Me visualicé a su edad: 75 años (si es que llegó), y no pude más que sentir lástima por mí y mi humilde profesión tan denigrada y mal pagada. Tienes que ser Trino para tener dinero y vivir holgado. La honestidad y lo que uno siente de corazón no es bissness, punto. Y, si en algún momento dado, la fama y el dinero llegan, no son mas que espejismos que sólo los pendejos mal administrados se lo creen y se les suben los humos.
Yo, por eso, espero llegar a mis 75 años bien sano del ano y tener aún a la Fabi a mi lado y en calzones blancos -o negros- sin encaje; porque los calzones de encaje son para las pinches viejillas y la Fabi, por más viejilla que se ponga, estará a toda madre; mejor que Margarita Gralia, mi otro amor. Espero que a mis 75 años todavía se me pare el riel sin necesidad de viagra. Espero que guste mi trabajo, que me lo respeten, que me lo admiren y que me den un trabajo digno y no por lástima; para no quedar en el olvido. Ah, y no tener que andar en camión ni en taxi; no porque andar en camión o en taxi sea malo; sino que andar en camión y en taxi aquí en México es una pesadilla.
Buen martes a todos, caballeros y cabelleras.
P.D. Y es mentira eso que los rucos y los papás ylos políticos dicen de que el futuro está en manos de los jóvenes. Los rucos que dicen eso fueron jóvenes, y no hicieron ni madres por cambiar el futuro; y ahora nos quieren pasar la responsabilidad del desmadre que ellos hicieron a nosotros. No se necesita ser joven para cambiar el mundo: se necesita ser menos culero y tener más corazón... y seguir siendo joven cuando se es ruco y se tienen las riendas de este mundo.
El señor llegó al periódico en taxi. Y no porque sea malo andar en taxi; sino que andar en taxi es muy caro. A veces llega en camión; y no porque sea malo andar en camión, sino que andar en camión en este país es peligroso porque recibe uno un pésimo servicio.
Me dio mucho miedo verlo, la verdad; porque me visualicé así. Fue como ver a Chilito Relleno -el payaso- sin nariz, con la voz normal y subiéndose a su carro destartalado. Mi Dios se desvaneció de un soplo: Fuuuuuuu… (polvo volando)
Cuando lo vi, dudé en seguir en esta profesión. Lo juro.
Me visualicé a su edad: 75 años (si es que llegó), y no pude más que sentir lástima por mí y mi humilde profesión tan denigrada y mal pagada. Tienes que ser Trino para tener dinero y vivir holgado. La honestidad y lo que uno siente de corazón no es bissness, punto. Y, si en algún momento dado, la fama y el dinero llegan, no son mas que espejismos que sólo los pendejos mal administrados se lo creen y se les suben los humos.
Yo, por eso, espero llegar a mis 75 años bien sano del ano y tener aún a la Fabi a mi lado y en calzones blancos -o negros- sin encaje; porque los calzones de encaje son para las pinches viejillas y la Fabi, por más viejilla que se ponga, estará a toda madre; mejor que Margarita Gralia, mi otro amor. Espero que a mis 75 años todavía se me pare el riel sin necesidad de viagra. Espero que guste mi trabajo, que me lo respeten, que me lo admiren y que me den un trabajo digno y no por lástima; para no quedar en el olvido. Ah, y no tener que andar en camión ni en taxi; no porque andar en camión o en taxi sea malo; sino que andar en camión y en taxi aquí en México es una pesadilla.
Buen martes a todos, caballeros y cabelleras.
P.D. Y es mentira eso que los rucos y los papás ylos políticos dicen de que el futuro está en manos de los jóvenes. Los rucos que dicen eso fueron jóvenes, y no hicieron ni madres por cambiar el futuro; y ahora nos quieren pasar la responsabilidad del desmadre que ellos hicieron a nosotros. No se necesita ser joven para cambiar el mundo: se necesita ser menos culero y tener más corazón... y seguir siendo joven cuando se es ruco y se tienen las riendas de este mundo.
viernes, octubre 13, 2006
Chilito Relleno, el payaso.
Me topé con el payaso cuando terminó la fiesta. Ya no les tenía tanto miedo como antes, cuando estaba en el kinder. Su voz no era la misma -ahora era más ronca- y ya no tenía esa sonrisa que tuvo durante todo su show. Estaba en la cocina con la mamá del Pollo, quien sacaba dinero de su bolso para pagarle por su función de magia, chistes y concursos. El payaso se persignó con los billetes antes de guardarlos en el bolsillo de su pantalón y le dio las gracias a la señora con esa voz grave. Yo lo miraba fijamente, pero ya no como payaso, sino como un hombre normal; y se dio cuenta. Me miró y volvió a sonreír, y también volvió a hacer esa voz chistosa que utilizó durante todo su espectáculo. Me apretó la nariz cariñosamente y salió de la cocina rumbo a la puerta principal de la casa, despidiéndose efusivamente de los invitados con esa misma voz chistosa.
Le entregué a la mamá del Pollo un arete enorme que había encontrado tirado en el patio entre los restos de unos globos reventados. Me dijo que muchas gracias; que sí era de ella, y me besó en la frente. Me gustaba mucho la mamá del Pollo porque siempre andaba bien arreglada y olía bien rico. Salí de la cocina y miré por la ventana a Chilito Relleno, el payaso, mientras los demás niños jugaban y pateaban los restos de la piñata desbaratada. Tengan cuidado -escuché decir a la mamá de Pollo- un niño una vez se sacó un ojo con uno de esos carrizos.
Chilito Relleno enrollaba el cable de su micrófono pensativo. Se quitó la nariz roja y la guardó junto con otras cosas en una maleta desteñida que metió en la cajuela de un coche destartalado: con placas gringas y polveras de distintos colores. Se limpió el sudor con la manga del traje y batalló un poco al tratar de cerrar la portezuela trasera. Pobre carro: el tanque de gasolina tenía un pedazo de trapo a manera de tapón.
Subió al auto y batalló para encenderlo. El motor era muy ruidoso. Avanzaba un poco, daba tirones y se apagaba envuelto en una nube de humo azul y apestoso. Lo encendió de nuevo y ya no se apagó, pero sí dio unos cuantos saltos y soltó uno que otro ruido como si se fuera a ahogar. Se escuchó un fuerte acelerón, una explosión en el mofle y Chilito Relleno se fue envuelto en esa misma nube de smog azulada y apestosa.
Se fue alimentado con toda esa admiración que le teníamos los niños, y envuelto en su triste realidad de voz ronca, poco sueldo, un Dios que no le mandaba suficiente trabajo por más que se persignara, y un automóvil viejo que le daba más problemas en vez de sacarlo de apuros. Dio vuelta en la segunda calle, en la esquina donde vive Doña Pelos, dejando esa estela de humo fantasmagórico y espeso; envuelto en ese nubarrón maloliente de realidad cotidiana que –dichosamente- de niños no veíamos.
Le entregué a la mamá del Pollo un arete enorme que había encontrado tirado en el patio entre los restos de unos globos reventados. Me dijo que muchas gracias; que sí era de ella, y me besó en la frente. Me gustaba mucho la mamá del Pollo porque siempre andaba bien arreglada y olía bien rico. Salí de la cocina y miré por la ventana a Chilito Relleno, el payaso, mientras los demás niños jugaban y pateaban los restos de la piñata desbaratada. Tengan cuidado -escuché decir a la mamá de Pollo- un niño una vez se sacó un ojo con uno de esos carrizos.
Chilito Relleno enrollaba el cable de su micrófono pensativo. Se quitó la nariz roja y la guardó junto con otras cosas en una maleta desteñida que metió en la cajuela de un coche destartalado: con placas gringas y polveras de distintos colores. Se limpió el sudor con la manga del traje y batalló un poco al tratar de cerrar la portezuela trasera. Pobre carro: el tanque de gasolina tenía un pedazo de trapo a manera de tapón.
Subió al auto y batalló para encenderlo. El motor era muy ruidoso. Avanzaba un poco, daba tirones y se apagaba envuelto en una nube de humo azul y apestoso. Lo encendió de nuevo y ya no se apagó, pero sí dio unos cuantos saltos y soltó uno que otro ruido como si se fuera a ahogar. Se escuchó un fuerte acelerón, una explosión en el mofle y Chilito Relleno se fue envuelto en esa misma nube de smog azulada y apestosa.
Se fue alimentado con toda esa admiración que le teníamos los niños, y envuelto en su triste realidad de voz ronca, poco sueldo, un Dios que no le mandaba suficiente trabajo por más que se persignara, y un automóvil viejo que le daba más problemas en vez de sacarlo de apuros. Dio vuelta en la segunda calle, en la esquina donde vive Doña Pelos, dejando esa estela de humo fantasmagórico y espeso; envuelto en ese nubarrón maloliente de realidad cotidiana que –dichosamente- de niños no veíamos.
miércoles, octubre 11, 2006
Feria del Libro
Por algún error -es lo más seguro- de los organizadores a la hora de programar el evento, resulta que estoy invitado a la Feria Internacional del Libro para dar una “conferencia” sobre blogs, monos y literatura. Uy.
La cita es el jueves 19 de octubre a las 8 de la noche en la sala 102 de Cintermex. Compartiré mesa con Cucamonga, creador de Perra Vida; El Mudo, creador del comic El Arsenal; Luiz, monero, ilustrador y caricaturista; y yo, creador de la tira cómica más pedorra que pueda existir: Chistes Alowey. Brrrr, hasta escalofrío me da mencionarla.
El viernes 20, a la misma hora, estará el buen Yorch, alias Caballo Negro, con otros batos y batas que sí son blogstars de deveras, bujujuju.
Unos compas que dicen que les gustan mis dibujillos, y que creen que algún día seré rico y famoso, me patrocinaron una primera edición a todo color de Chistes Alowey, y pues llevaré por ahí algunos ejemplares.
No esperen mucho, la verdad, pues soy un tipo aburrido y mandilón que para las 9 tiene que estar cocinando miguitas con huevo y melón para la Fabi. Pero pues ahí los espero pa´conocerlos, arreglar el mundo, agradecerles en persona sus visitas a mi blog y decir una que otra babosada.
La cita es el jueves 19 de octubre a las 8 de la noche en la sala 102 de Cintermex. Compartiré mesa con Cucamonga, creador de Perra Vida; El Mudo, creador del comic El Arsenal; Luiz, monero, ilustrador y caricaturista; y yo, creador de la tira cómica más pedorra que pueda existir: Chistes Alowey. Brrrr, hasta escalofrío me da mencionarla.
El viernes 20, a la misma hora, estará el buen Yorch, alias Caballo Negro, con otros batos y batas que sí son blogstars de deveras, bujujuju.
Unos compas que dicen que les gustan mis dibujillos, y que creen que algún día seré rico y famoso, me patrocinaron una primera edición a todo color de Chistes Alowey, y pues llevaré por ahí algunos ejemplares.
No esperen mucho, la verdad, pues soy un tipo aburrido y mandilón que para las 9 tiene que estar cocinando miguitas con huevo y melón para la Fabi. Pero pues ahí los espero pa´conocerlos, arreglar el mundo, agradecerles en persona sus visitas a mi blog y decir una que otra babosada.
martes, octubre 10, 2006
El Micho y el hermano mayor del Pollo
El Micho fue la primer mascota que adoptamos los niños de la cuadra y yo. Llegó un día de quién sabe dónde. Yo creo que salió de alguno de los tantos montes baldíos que rodeaban a la colonia. Seguramente algún cabrón lo abandonó por ahí.
Se nos acercó mientras descansábamos en los escalones de la casa de Doña Pelos después de un partido de futbol que había terminado a golpes con los niños de la cuadra de arriba: y todo por un balón que ponchamos sin querer.
Era muy pequeño, de pelaje atigrado, con ojos enormes y su maullido sonaba como el llanto de un bebé hambriento. Trató de trepar a la fuente para beber agua, pero su tamaño se lo impidió. Recuerdo que Chuy corrió a su casa y sacó una vasija de plástico y rebanadas de jamón KIR. Llenamos el recipiente de agua en la fuente de Doña Pelos y partimos en trozos el jamón; que más bien era mortadela de la más barata. Pero el animalito se comió todo. Quién sabe cuántos días tendría perdido y sin comer, el pobre.
Nuestras madres no nos dejaban tener al Micho adentro de nuestras casas, por eso le conseguimos una caja de cartón y el hule espuma de un sillón abandonado en una construcción, y con eso le hicimos una cama en el club secreto que teníamos bajo el mezquite. Todos los días le poníamos un platito hondo con leche y las sobras de la comida del medio día por un lado: huesos de pollo, sopa de arroz, algunos trozos de tortilla y frijoles. Los trozos de tortilla y los frijoles casi nunca se los comía. A veces, entre todos, juntábamos dinero para comprarle latas de atún y, cuando no completábamos, nos las robábamos de la tiendita o de las alacenas de nuestras casas. Desde aquel día en que llegó, frágil y hambriento, el Micho nunca se separó de nosotros. Creció, tuvo novias, tuvo gatitos, peleó con perros… Hasta que vino el hermano mayor del Pollo.
El hermano mayor del Pollo vivía en Estados Unidos con su papá, estudiaba en una escuela militar y venía a Monterrey cada que eran vacaciones de verano. Mi mamá no dejaba que me juntara con él porque era muy maldiciento y siempre traía un rifle de aire comprimido como juguete con el que acostumbraba a romper las ventanas de las casas cuando sus dueños no estaban. Aparte, era un culero que siempre nos quitaba el balón de soccer y lo pateaba lo más lejos que podía o lo aventaba a los techos de las casas para que no pudiéramos recuperarlo. A pesar de ser su hermano, hacía mucho llorar a mi amigo el Pollo. Bueno, aunque el Pollo lloraba por todo.
Es imposible olvidar la vez que vi al hermano del Pollo poniendo una lata de atún afuera de su casa. Me sorprendió mucho porque en verdad era un hijo de puta sin corazón. Ahí estaba afuera; silbando. Buscaba a nuestra mascota, la mascota del club, la masota del barrio; y tronaba los dedos: "Micho, Micho, Micho, Micho", decía. Se sentó en la mecedora del porche y esperó a que el olor atrajera al gato. En eso, Micho salió de entre las hierbas del monte y corrió apresurado a devorar el contenido de la lata. El sol hacía brillar su pelaje dorado con gris. Y en eso: ¡puuum!, que el hermano del Pollo le dispara con el rifle. ¡Hijo de su puta madre!
El gato huyó aullando despavorido a esconderse entre la maleza y el hermano del Pollo no pudo contener la risa: una risa macabra que hacía que le doliera el abdomen; vi como se lo sobaba de satisfacción. Me quedé helado por un instante. Corrí asustadísimo al monte a buscar a Micho. Un ligero maullido, que parecía más bien el quejido de un moribundo, me guió hasta él. Temblé de horror cuando lo vi tirado en una piedra, con el ojo vaciado y una oreja sangrándole; arqueando el lomo y soltando quejidos suaves, largos y punzantes. No supe que hacer. Mis ojos se desbordaron en llanto y los mocos se me salían. Me agache y traté de agarrarlo, pero aulló de dolor de manera espantosa y se revolcó por la tierra, tirándome arañazos. Miaaaauuuuu… auuu… uuuu… aarrrgggggñññññ… Las manos me temblaban. La quijada también. Me llené de odio.
Tomé unas piedras del piso y salí del monte enfurecido. El rostro me escurría en lágrimas y mocos; todo el cuerpo me temblaba y lo sentía caliente. Ardiendo. Cuando vi al hermano del Pollo, le arrojé las piedras con ganas de darle en la cabeza; pero el hijo de puta saltó asustado de la mecedora y las esquivó hábilmente. Soltó el rifle de municiones y se dirigió hacia mí corriendo. Me tumbó de una patada voladora en el pecho. Azoté de nalgas en el piso y mi cabeza sonó hueca al impactarse violentamente contra el pavimento. Lloré más y sin parar. Se me fue casi todo el aire. Sentí que me asfixiaba cuando el hermano del Pollo me puso la rodilla en el pecho y me apretó con fuerza el cuello diciéndome: “¡¿Qué tienes, pinche niño pendejo?!,¡¿qué te pasa, pendejo, por qué me tiras piedras?!” Lo quería matar al hijo de puta, pero él tenía 12 años y yo sólo 8; me habría matado él primero. Salió el Pollo y su mamá corriendo de la casa al momento que escucharon los gritos y mi llanto. En un instante me soltó y se puso de pie al oir las pisadas de las chanclas de su puta madre en la banqueta. El Pollo maldijo a su hermano y corrió a mi lado, pero yo no me podía levantar. Pollito me zangoloteaba para verme el rostro y qué me había pasado. “¡¿Éstas bien?!, ¿qué te hizo el pendejo de mi hermano?”, me decía. Pero yo seguía llorando, recuperando el aire, tosiendo boca abajo, rosando el pavimento con los labios. Me sobaba la cabeza -que me palpitaba- y me ahogaba con mi propia baba.
Y ahí me quedé un buen rato: gimiendo y llorando como Micho, el gatito ese que un día llegó al barrio y lo adoptamos poniéndole lechita en un plato hondo y sobras de comida. Ahí yacía yo, sobre el hirviente asfalto gris de la calle, llorando de dolor y de rabia, mientras en el monte, los berridos de Micho se extinguían y su cabeza -perforada por la munición- se llenaba de moscas.
Se nos acercó mientras descansábamos en los escalones de la casa de Doña Pelos después de un partido de futbol que había terminado a golpes con los niños de la cuadra de arriba: y todo por un balón que ponchamos sin querer.
Era muy pequeño, de pelaje atigrado, con ojos enormes y su maullido sonaba como el llanto de un bebé hambriento. Trató de trepar a la fuente para beber agua, pero su tamaño se lo impidió. Recuerdo que Chuy corrió a su casa y sacó una vasija de plástico y rebanadas de jamón KIR. Llenamos el recipiente de agua en la fuente de Doña Pelos y partimos en trozos el jamón; que más bien era mortadela de la más barata. Pero el animalito se comió todo. Quién sabe cuántos días tendría perdido y sin comer, el pobre.
Nuestras madres no nos dejaban tener al Micho adentro de nuestras casas, por eso le conseguimos una caja de cartón y el hule espuma de un sillón abandonado en una construcción, y con eso le hicimos una cama en el club secreto que teníamos bajo el mezquite. Todos los días le poníamos un platito hondo con leche y las sobras de la comida del medio día por un lado: huesos de pollo, sopa de arroz, algunos trozos de tortilla y frijoles. Los trozos de tortilla y los frijoles casi nunca se los comía. A veces, entre todos, juntábamos dinero para comprarle latas de atún y, cuando no completábamos, nos las robábamos de la tiendita o de las alacenas de nuestras casas. Desde aquel día en que llegó, frágil y hambriento, el Micho nunca se separó de nosotros. Creció, tuvo novias, tuvo gatitos, peleó con perros… Hasta que vino el hermano mayor del Pollo.
El hermano mayor del Pollo vivía en Estados Unidos con su papá, estudiaba en una escuela militar y venía a Monterrey cada que eran vacaciones de verano. Mi mamá no dejaba que me juntara con él porque era muy maldiciento y siempre traía un rifle de aire comprimido como juguete con el que acostumbraba a romper las ventanas de las casas cuando sus dueños no estaban. Aparte, era un culero que siempre nos quitaba el balón de soccer y lo pateaba lo más lejos que podía o lo aventaba a los techos de las casas para que no pudiéramos recuperarlo. A pesar de ser su hermano, hacía mucho llorar a mi amigo el Pollo. Bueno, aunque el Pollo lloraba por todo.
Es imposible olvidar la vez que vi al hermano del Pollo poniendo una lata de atún afuera de su casa. Me sorprendió mucho porque en verdad era un hijo de puta sin corazón. Ahí estaba afuera; silbando. Buscaba a nuestra mascota, la mascota del club, la masota del barrio; y tronaba los dedos: "Micho, Micho, Micho, Micho", decía. Se sentó en la mecedora del porche y esperó a que el olor atrajera al gato. En eso, Micho salió de entre las hierbas del monte y corrió apresurado a devorar el contenido de la lata. El sol hacía brillar su pelaje dorado con gris. Y en eso: ¡puuum!, que el hermano del Pollo le dispara con el rifle. ¡Hijo de su puta madre!
El gato huyó aullando despavorido a esconderse entre la maleza y el hermano del Pollo no pudo contener la risa: una risa macabra que hacía que le doliera el abdomen; vi como se lo sobaba de satisfacción. Me quedé helado por un instante. Corrí asustadísimo al monte a buscar a Micho. Un ligero maullido, que parecía más bien el quejido de un moribundo, me guió hasta él. Temblé de horror cuando lo vi tirado en una piedra, con el ojo vaciado y una oreja sangrándole; arqueando el lomo y soltando quejidos suaves, largos y punzantes. No supe que hacer. Mis ojos se desbordaron en llanto y los mocos se me salían. Me agache y traté de agarrarlo, pero aulló de dolor de manera espantosa y se revolcó por la tierra, tirándome arañazos. Miaaaauuuuu… auuu… uuuu… aarrrgggggñññññ… Las manos me temblaban. La quijada también. Me llené de odio.
Tomé unas piedras del piso y salí del monte enfurecido. El rostro me escurría en lágrimas y mocos; todo el cuerpo me temblaba y lo sentía caliente. Ardiendo. Cuando vi al hermano del Pollo, le arrojé las piedras con ganas de darle en la cabeza; pero el hijo de puta saltó asustado de la mecedora y las esquivó hábilmente. Soltó el rifle de municiones y se dirigió hacia mí corriendo. Me tumbó de una patada voladora en el pecho. Azoté de nalgas en el piso y mi cabeza sonó hueca al impactarse violentamente contra el pavimento. Lloré más y sin parar. Se me fue casi todo el aire. Sentí que me asfixiaba cuando el hermano del Pollo me puso la rodilla en el pecho y me apretó con fuerza el cuello diciéndome: “¡¿Qué tienes, pinche niño pendejo?!,¡¿qué te pasa, pendejo, por qué me tiras piedras?!” Lo quería matar al hijo de puta, pero él tenía 12 años y yo sólo 8; me habría matado él primero. Salió el Pollo y su mamá corriendo de la casa al momento que escucharon los gritos y mi llanto. En un instante me soltó y se puso de pie al oir las pisadas de las chanclas de su puta madre en la banqueta. El Pollo maldijo a su hermano y corrió a mi lado, pero yo no me podía levantar. Pollito me zangoloteaba para verme el rostro y qué me había pasado. “¡¿Éstas bien?!, ¿qué te hizo el pendejo de mi hermano?”, me decía. Pero yo seguía llorando, recuperando el aire, tosiendo boca abajo, rosando el pavimento con los labios. Me sobaba la cabeza -que me palpitaba- y me ahogaba con mi propia baba.
Y ahí me quedé un buen rato: gimiendo y llorando como Micho, el gatito ese que un día llegó al barrio y lo adoptamos poniéndole lechita en un plato hondo y sobras de comida. Ahí yacía yo, sobre el hirviente asfalto gris de la calle, llorando de dolor y de rabia, mientras en el monte, los berridos de Micho se extinguían y su cabeza -perforada por la munición- se llenaba de moscas.