El Centenario -o Nuevo Centenario- tiene poco tiempo de existir. "Como unos cuatro o cinco años, joven", me comenta el hombre que atiende la barra; pero, a pesar de ser casi nuevo, es un bar que opera en una construcción antigua que ha sido sede de otras cantinas -fue una sucursal del famoso Generoso- y que vale la pena conocer si les gusta la arquitectura norestense de antaño.
El Nuevo Centenario está ubicado en la esquina de Ruperto Martínez y Zaragoza, frente a la Universidad Metropolitana de Monterrey ("La Metro").
Es un bar amplio, de techos altos, pantallas gigantes y bien climatizado. En su interior pueden apreciarse aún las paredes de sillar (restaurado y pintado en algunas partes), el techo de vigas de madera y algunas partes con piso de mosaico de pasta, "como en las casas de antes". Tiene muchas mesas y una barra muy cómoda; también dos baños, porque aquí sí entran mujeres.
El Centenario es una cantina económica y ecléctica en cuanto a su clientela. Los tarros cuestan $17 pesos y la cerveza en botella vale $20 ó $22, dependiendo la marca; también venden jarras por $75. Los clientes son de distintos niveles sociales, edades y tribus urbanas: me ha tocado ver desde a la vieja guardia del periodismo regio hasta grupos de darketos, albañiles y bolitas de estudiantes de la escuela de enfrente. Según dicen, los viernes dan carne asada y los sábados hay menudo, pero yo he ido algunos viernes y sábados y no me ha tocado nada, snif. Creo que hay horarios en los que sirven eso, pero los ignoro porque no es un lugar que frecuente mucho. Ah, y si les gusta el futbol, pasan los juegos del balompié regiomontano, mexicano y de todas partes del mundo.
Uno de los encantos de esta cantina es su rockola, pues tiene música muy variada; incluso -creo yo- más que la rockola de Mi Último Refugio. La última vez que fui, llegó un señor en andador acompañado de un fotógrafo decano con el que trabajé un tiempo en un periódico. Los señores de volada se arrimaron a la mesa junto a la rockola, le pusieron una moneda de diez y la primera canción que se escuchó fue la del final de la película de Zorba el griego, la de la danza sirtaki. Nunca hubiera imaginado que en la rockola de una cantina así pudiera estar esa melodía.
En el Centenario no dan botana -sólo totopos y salsa- pero venden bolsitas de cacahuates en $10 pesos, y también entran vendedores de fruta cristalizada, papitas, chicharrones, pistaches y demás. Insisto: sólo si buscan algo muy económico para beber cerveza, escuchar música de muchos géneros y ver futbol, esta cantina es buena opción. Que tengan excelente fin de semana.
Uno de los encantos de esta cantina es su rockola, pues tiene música muy variada; incluso -creo yo- más que la rockola de Mi Último Refugio. La última vez que fui, llegó un señor en andador acompañado de un fotógrafo decano con el que trabajé un tiempo en un periódico. Los señores de volada se arrimaron a la mesa junto a la rockola, le pusieron una moneda de diez y la primera canción que se escuchó fue la del final de la película de Zorba el griego, la de la danza sirtaki. Nunca hubiera imaginado que en la rockola de una cantina así pudiera estar esa melodía.
Este es el hombre que puso la canción de Zorba el griego. |
Esta pareja de "enamorados otoñales" visita seguido este lugar. |
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