sábado, abril 11, 2015

Vagones abandonados

Recorro desde muy temprano la autopista que lleva al ejido Las Maravillas. En una parte del trayecto me emparejo con el tren. Los vagones pasan a mi lado cortando la bruma; escandalosos, como una serpiente de acero sin aceitar.

¿Cuánta vida se nos va pretendiendo ser trenes: arrastrando vagones que cargan chatarra en cada estación?

Algunos ni siquiera están conscientes de la cantidad de escoria que van remolcando. Creen que van mirando hacia adelante, pero el peso de esa carga los mantiene mirando hacia atrás.

Recuerda que cada vagón es un posible ataúd; que ese peso desacelera tu marcha y desgasta. Piensa que remolcarlos es como renunciar a tu libertad de acción y pensamiento, a tu paz interior, a nuevos conocimientos y sensaciones.

Por eso me gusta más ver vagones abandonados que convoyes. Furgones pintarrajeados a orillas de alguna carretera, mimetizándose con el paisaje. Cada que veo un coche descarrilado, pienso que alguien -después de una intensa lucha interior- por fin se liberó de algo muy pesado y ahora va cargando sólo lo necesario.

Sólo para eso se mira hacia atrás: para dejar ir todo lo que nos impide avanzar. Bueno: para eso y para encontrar un bonito recuerdo. Pero nada más.

4 comentarios:

  1. Anónimo7:17 p.m.

    Más hiciste darme cuenta de que soy de esas que cree que va hacia adelante y en realidad anda arrastrando puro mugrero... Snif (diría Guffo).

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  2. Anónimo3:41 a.m.

    Gracias Guffo

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  3. Anónimo5:21 p.m.

    ya estas mamando guffo !!!!!! jajajajajaja

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  4. Yo quiero volver a escribir, pero que sea asi, como tu

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